En varias ocasiones se ha utilizado el
concepto de las percepciones del espacio y del tiempo para caracterizar una época
(Jean Gebser) y elaborar una dinámica de la evolución en base a las
modificaciones que tal percepción ha ido sufriendo a lo largo de los siglos. Según
el modelo de Gebser la aparición de la perspectiva en la representación
pictórica va asociada con el cambio de paradigma que supone el inicio de la
Modernidad occidental en el período renacentista. La perspectiva pone un orden
típicamente racional entre los elementos que ocupan el espacio. Pasamos con
ella de la percepción anterior “pequeño-mediano-grande” que aparece en la
pintura románica o en las representaciones de la Antigüedad (que atendía mayormente
a la significación/simbolismo del personaje representado) a establecer un nexo
de unión más elaborado entre los pobladores de tal espacio. La perspectiva
ofrece así una estructura mental-espacial en la que lo percibido depende tanto
de sus dimensiones como de nuestro punto de vista, traduciéndose de manera
correspondiente con las representaciones pictóricas bidimensionales. Existen
fundamentalmente dos tipos de perspectivas: las axonométricas y las cónicas. En
las primeras las proporciones de los objetos representados guardan una relación
entre ellas que no depende de la posición del observador (se podría considerar
que ofrecen una vista “desde el infinito”). En eso se asemejaría a la visión
idealista (platoniana, no hegeliana) en la que la mente es capaz de aprehender
el mundo sin participar de él (curiosamente, este tipo de visión se denomina
ahora en filosofía realista). En las
perspectivas cónicas la imagen representada deforma sus proporciones de acuerdo
con el punto de vista del observador, de manera que ahora la perspectiva
depende en gran medida del punto de vista de tal espectador. Las líneas que en
el espacio tridimensional son paralelas aparecen ahora como líneas que
convergen en un punto infinito -el llamado punto
de fuga- de manera que se ha invertido el rol de sujeto/objeto propiciado
por la perspectiva axonométrica. Si allá era el observador quien se situaba en
una posición idealmente infinita ahora el observador proyecta hacia el infinito
la invarianza de proporciones tridimensionales. La perspectiva cónica admite
además puntos de fuga adicionales (tantos como dimensiones queremos
representar). Los dos tipos de proyección que describo corresponderían
respectivamente a la visión racional pura (Platón, Descartes) y al giro
copernicano propiciado por Kant. En nuestro momento se hace del todo necesario
añadir complejidad a este símil y tendríamos que hablar, además de
multiperspectivas, de representaciones (tridimensionales) de objetos
tetradimensionales. Ahí lo dejo…
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jueves, 27 de diciembre de 2018
domingo, 23 de diciembre de 2018
Ser
La vida y el mundo son magmas en los cuales podemos proyectar nuestras inclinaciones, preferencias, zonas ciegas, odios, temores, esperanzas, presagios, seguridades, tentativas, intereses, obligaciones, disgustos, alegrías, elucubraciones, realizaciones, carencias, subjetividades, idearios, mistificaciones, creaciones, estímulos, frustraciones, emociones, apuestas, querencias, vanidades, impudores, generosidades, pasiones, estupideces, …. La característica fundamental del mundo no es la de ser de tal o cual manera, sino la de ser.
jueves, 20 de diciembre de 2018
Aggiornamento
Cada año pasaba lo mismo. Cuando se
acercaban las fechas navideñas, que ya de por sí resultaban crecientemente
cansinas, desgastadas e inauténticas, el dilema se repetía en la pequeña sala de
reuniones del departamento de recursos humanos de aquella empresa que siempre
quería estar al día. Había que pensar y organizar de nuevo el evento navideño,
cosa difícil de hacer cuando el estar al día acababa siempre consistiendo en
revisitar todo un catálogo de tópicos, falsedades e histrionismos de bajo nivel
y alto salario.
-Podríamos organizar una actividad
lúdico-deportiva retadora y a la vez entretenida como una sesión de paintball,
escape room o rafting con pirañas...
-ya sabes, estimado Marc, que eso
cuesta dinero y este año ¡el presupuesto no da para muchos gastos!
-¿Y si volvemos a invitar al ganador
de la maratón de New York de 2014? ¡Fue una narración maravillosa en línea con
los valores de la compañía que nos elevó espiritualmente a todos!
-¡No podemos repetir la sesión! Las
críticas entre los empleados crecerían....
-¿Y si felicitamos las fiestas a todo
el mundo mientras compartimos unos dulces?
-pero Cristina: ¿Dónde vas con esa
casposidad? Esto ya no es excitante para nadie. ¡Demasiado convencional!
-Pues felicitar de verdad a la gente, sin
las tonterías que tanto les gustan ahora a los psicólogos industriales que
devoran literatura barata de la baja California ¡seria realmente nuevo!
La jefa del departamento de recursos frunció
el ceño delatando así la poca afinidad que mantenía con su última
incorporación.
-Podríamos traer a alguien
alternativo. Alguien luchador, capaz de iluminar a nuestro aletargado personal.
Alguien con una historia impactante de superación personal. Alguien a quien la
vida no ha ayudado y ha tenido que luchar él solo por su supervivencia. ¡Os
propongo traer a un mantero subsahariano!
La jefa experimentó una sensación de vértigo y
mareo mientras imaginaba la escena con el mantero y la subsecuente explicación
delante de su irritado superior.
-Pues no es tan mala idea, la verdad.
Atraería la atención de todos, aportaría una historia ejemplar y, encima, nos
saldría baratito.
-Yo voto a favor!
-Yo también!
-¡Y yo!
Llegado ese punto, a la jefa no le quedó más
alternativa que ceder. Ya prepararía un florido racional para vender a su
superior y salvar así el pescuezo.
...
Llegó el día del evento. Después de los
interminables parlamentos de rigor, llenos de falsos oropeles e inciertos aires
victoriosos, le tocó el turno al insólito invitado. Meswahru N'Gahne, joven
keniano de 23 años, se ganaba la vida como podía: bien vendiendo baratijas
chinas en las estaciones de metro, bien rastreando contenedores de basura en busca
de utensilios de metal e incluso –aunque siempre que podía lo evitaba- pidiendo
limosna en la vía pública. Con su pobre conocimiento del lenguaje local,
adquirido a base de la experiencia diaria, explicó como pudo a su asombrado
auditorio cómo abandonó su ciudad natal con 21 años recién cumplidos en busca
de lo que imaginaba una vida mejor. Los detalles de su más que difícil y arriesgado viaje,
explicados con una simplicidad muy expresiva pero sin el más mínimo
histrionismo patético, provocaron en el auditorio una oleada de compasión
–cuando menos, de compasión histriónico-patética-. A medida que el relato
avanzaba, los más reticentes a escuchar al subsahariano fueron abriendo sus
corazones, emocionados por la humanidad y el dolor contenidos en la vida de
tal personaje. Todos admiraron por partes iguales su entereza moral, su
resolución y su inteligencia natural. ¡Ya se sabe lo lista que es el hambre!
Quien más quien menos no pudo por menos de comparar su vida con la del
invitado. Las quejas y lamentos cotidianos de quienes ahora parecían tener una
vida casi regalada se hacían todavía más gratuitos al lado del relato de Meswahru.
El joven era el típico representante de su raza: esbelto, musculoso y con las
formas marcadas bajo la ropa. Muchas mujeres –y también más de un hombre-
tuvieron que hacer esfuerzos para no sentirse arrobados delante del vigor de
aquel cuerpo joven y lleno de promesas. Cuando llegó al final de su relato, Meswahru
agradeció a la compañía la invitación (había recibido 350 miserables euros por
sus servicios: una veinteava parte de lo que la compañía solía pagar a
supuestos expertos a cambió de oscuras asesorías) e incluso se ofreció para
realizar cualquier trabajo que se le pudiera encomendar. No tenía estudios
superiores, pero era rápido aprendiendo, tenía una memoria prodigiosa y no le
asustaban las jornadas largas o los trabajos en días festivos. Cuando los
diferentes directores pasaron en fila a saludarlo (bien a la vista, claro está,
del director general), el joven Meswahru repitió su ofrecimiento a todos ello.
Y todos coincidieron en felicitarlo, animarlo en su intrépida trayectoria y…
darle largas con respecto al asunto del trabajo. Después de una breve
entrevista de compromiso con la jefa de recursos humanos, Meswahru fue de nuevo
agradecido y enviado sin más hacia su mundo habitual. Mientras el metro iba
haciendo su recorrido el noble Meswahru no sabía muy bien qué pensar. Estaba
feliz por los 350€ pero a la vez apenado pensando que en su madre África las
cosas no iban así (por lo menos, de momento). Recordó a los viejos de su ciudad
cuando advertían a los jóvenes -en medio de la protesta o las burlas de éstos
últimos- sobre estas cosas que, decían, acostumbraban a pasar en Europa. Y
ahora había comprobado en sus propias carnes que, efectivamente, era cierto.
Cuando Meswahru llegó a su rincón y volvió a desplegar su manta, se le aproximó
Cor’hru Sambassa, un personaje temido y odiado a la vez por todos los manteros,
controlador de las mafias que organizaban el negocio del que Meswahru formaba
parte. Venía para reclamarle, en concepto de cobro de impuestos, una séptima
parte de sus inesperadas ganancias. Meswahru protestó, aduciendo que eran
dineros procedentes de asuntos ajenos a su jurisdicción. Ya que estaban libres
de IRPF, argumentó Sambassa, era de justicia que Meswahru pagara, en concepto
de “protección y sostenimiento”, la requerida cantidad de 70€. El joven acabó en ese momento su jornada laboral, pues tuvo deseos incontenibles de ir a llorar en soledad junto al mar.
lunes, 17 de diciembre de 2018
Paracelsus
Leo
recientemente en la prensa que se ha realizado una encuesta sobre percepción
general de tratamientos terapéuticos 'alternativos' y el ministerio nos alerta
que: " 1 de cada 5 españoles cree que homeopatía y acupuntura tienen base
científica". Constato de nuevo que en España los partidos de izquierdas
viven 200 años atrás (los de derechas 500). La época de Comte, la del primer positivismo,
hace mucho que ha pasado. Supongo que en un entorno que vive en la época de
Paracelso Comte representa un gran avance. Lo primero que cabe preguntarse es
por el uso del término "científico". Es evidente que se utiliza como
sinónimo de "verdadero". En una época en que el concepto de 'verdad'
ha quedado más que relativizado la adscripción resulta totalmente falaz. Desde
nuestra perspectiva histórica podemos ya contemplar como objeto esta
substitución de las certezas 'ontológicas' por las certezas científicas (la
llamada 'tensión cartesiana' o 'religión de la ciencia'). La acupuntura no
tiene base científica pero a mucha gente le funciona y paga gustosamente por
una sesión de pinchazos. El psicoanálisis tampoco la tiene y la gente también
paga (usualmente más que al acopuntor) por un número de sesiones que se
prolonga de forma importante en el tiempo. (Dicho sea de paso, el modelo
evolutivo de Darwin tampoco es científico en el sentido popperiano -como el
propio Popper se encargaba de aclarar-). Si –tal como me indica un amigo
médico- a lo va dirigida esta operación es a concienciar a la población sobre
el uso substitutivo de ciertas técnicas New
Age en el caso de serios problemas de salud pública como las vacunas o el
cáncer la intención me parece más que loable pero la forma puede dar lugar a
malentendidos que aún profundicen más la fisura original.
lunes, 10 de diciembre de 2018
Monolitos
"La" realidad es como llamamos con falsa presunción a las percepciones físicas y mentales más adocenadas y cómodamente instaladas en nuestra psique. Cuando hablamos de "disociación de la realidad" estamos, por tanto, excluyendo a locos, poetas y místicos, que habitan a menudo una realidad más compleja. Los participantes de la asamblea de "la" realidad solemos, además, situarla fuera de nuestra mente, a la manera cartesiana, de manera que gastamos futilmente nuestras energías tratando de argumentar en favor de algo que, con más orgullo todavía, llamamos "la verdad".
miércoles, 5 de diciembre de 2018
Ruina
He vuelto a leer a Han –publica tantos
libritos que uno puede hacerle visitas periódicamente-. Esta vez el nuevo
volumen –Psicopolítica, 2014- me ha parecido particularmente brillante (una de
las cosas que más admiro en este autor es su capacidad para las ideas condensadas, aunque
después las repita tanto que pierden algo de la concentración inicial). Los
temas que trata Han vienen a ser los mismos de siempre aunque su importancia y
alcance excusa la insistencia: el smartphone
como herramienta de dominación (“como el rosario, sirve para examinarse y
controlarse a si mismo; el me gusta
es el amén digital. El smartphone es
un confesionario móvil; Facebook es la iglesia, la sinagoga global de lo digital”),
la política como mercancía (“hoy no se exige transparencia frente a los
procesos políticos de decisión –por los que no se interesa ningún consumidor-
sino transparencia para desnudar a los políticos hasta convertirlos en objeto de
escándalo frente al espectador pasivo”), el Big
Data como vigilancia policial aperspectivista, el capitalismo de la emoción
–que, a diferencia del sentimiento, no permite la narrativa que articule
ninguna idea-…. Una vez más lo único que
encuentro a faltar es que la descriptiva tan lúcida y brillante de nuestro
presente se enmarque dentro de una historia que narrativice el antes, el como y el después. Porque
cada vez que Han utiliza términos como aperspectivista,
a-narrativa o racionalidad lo hace en un contexto puramente peyorativo. Como los
que utilizan el término globalización
en sentido exclusivamente negativo, sin pensar que todo ello pueda ir asociado
a un concepto evolutivo en el más noble sentido del término. Así, el a-perspectivismo es una manera de citar la multiperspectiva que genera una estructura superior que engloba a las inferiores, al igual que sucedería con la polinarrativa o la trans-racionalidad.
viernes, 30 de noviembre de 2018
Rellenos
Desconozco
el origen de la costumbre de bautizar los archivos electrónicos con nombres
repletos de “_” entre las palabras. Quizás se trate de una herencia proveniente
del antiguo lenguaje informático MS-DOS. Ya que los modernos softwares permiten
nombrar los archivos empleando espacios en blanco se me ocurre que el hecho de
seguir_empleando_los_guiones_bajos se debe más al habitual pavor al vacío que a
una causa de tipo técnico. El temor al vacío, el temor al silencio, el temor a
la obscuridad, el temor al reposo, pese a su condición antigua, no han hecho
más que acentuarse en nuestra sociedad de rellenos, ruidos, luces y
movimientos.
viernes, 16 de noviembre de 2018
Vicios
La postmodernidad es la puerta de salida hacia el futuro pero no es el futuro porque la postmodernidad preclude el futuro. Jean Gebser, en su notable modelo evolutivo de la conciencia, utiliza la relación que cada época ha tenido con los parámetros espacio-temporales para caracterizarla. La evolución de los conceptos de espacio y tiempo atraviesa así por diversas fases de ascenso dialéctico. Gebser adscribe el principio del período integral con la integración del tiempo (cuyo concepto había sido inexistente, cíclico y lineal en los respectivos períodos mágico, mítico y racional) dentro en una forma de presente eterno. Gebser ilustra su modelo situando los primeros atisbos de integralidad a principios de S XX, con los ejemplos de integración del tiempo con el espacio (cubismo; relatividad restringida). En su propio modelo, Gebser describe las resistencias que ofrece cada fase evolutiva para dar paso a un nuevo estadio. Sitúo la postmodernidad en un nicho de resistencia por parte de la racionalidad que se niega a ser superada. La integración del tiempo por superación dialéctica (es decir, integradora) nos muestra así un vicio: la falacia de asistir al final del proceso evolutivo, donde toda la esfera de la historia se muestra ante nosotros para que dispongamos de todas las posibilidades. Como consecuencia de este vicio asistimos a una especie de neoplatonismo degradado desde el que proyectamos nuestros fantasmas en forma de (irracionales) racionalizaciones. El resultado final nos rebota como las ondas sonoras que quedan atrapados dentro de una esfera pulida. Hemos interrumpido el mecanismo que permite el ascenso dialéctico. La obstrucción resultante no es un equilibrio reconfortante sino una emergencia médica.
martes, 30 de octubre de 2018
Ironismo
Acabo de leer "Contingencia, ironia y solidaridad", libro que Richard Rorty publicó en 1989 a partir de una serie de conferencias impartidas poco antes. Y a diferencia de lo que sucede con mucha literatura primaria en el campo de la filosofía (otras obras del mismo autor incluídas), el libro de puede digerir con notable facilidad. La tesis del pequeño volumen, expuesta con suma brillantez, es nada más y nada menos que la de dar un giro radical a la filosofía. Rorty reconoce el camino de los filósofos que ofrecieron una visión alternativa (historicista; evolucionista) a la del canon Platón-Kant (metafísica en el sentido clásico). Estima que, aun así, estos autores (Hegel, Nietzsche, Heidegger) cayeron también presos -aun queriéndola negar- de una especie de metafísica en el sentido de sustrato pre-existente al que se puede acceder de forma asintótica. Es decir, Rorty reconoce a los historicistas la puesta en primer plano del tiempo y la evolución (cosa que, siendo rigurosos, Kant ya había situado como una de las premisas para acceder al conocimiento) pero les niega la capacidad para reconocer el carácter contingente que los lenguajes (ergo la historia de la filosofía pero también de la ciencia) poseen per se. En pocas palabras: según Rorty cualquier idea nueva (en filosofía, arte, ciencia y otros asuntos) depende exclusivamente de un lenguaje, y éste es siempre contingente. A diferencia del filósofo metafísico, el filósofo ironista -como el literato, de quien toma su ejemplo- sostiene que ningún lenguaje está más cercano a la realidad que otro, porque la realidad la creamos precisamente nosotros con nuestros lenguajes. En el fondo se trata de una descripción alternativa de la Postmodernidad (Rorty siempre admiró a Derrida) enunciada de modo sumamente interesante. Rorty incluso expone una versión alternativa del problema crucial de la postmodernidad (el hecho de que el enunciado "no existen verdades absolutas: todo es relativo" no admita autoreferenciación) en la forma "¿cómo es posible redescribir a los filósofos anteriores sin caer en una nueva metafísica?". La última sección del libro -solidaridad- es la más técnica (se apoya en narradores como Proust, Nabokov y Orwell para ofrecernos una visión del buen comportamiento sin el apoyo de una moralidad a-temporal). Quizás aqui es donde más nos cueste aceptar sin más la visión rortiana y el libro pierda algo de la brillantez extrema de sus dos primeras secciones. Así y todo recomiendo fuertemente su lectura, aunque sólo sea para compensar la cada vez más patológica utilización de racionalizaciones expulsadas de su origen y supuestamente generadoras de conductas ejemplares.
viernes, 19 de octubre de 2018
Magmas
El
arte se distingue de otras actividades humanas por su poliédrico abanico de
significados y simbologías. Una obra de arte perdurable parece hablar a cada
generación y a cada individuo de forma personalizada. Esta riqueza asegura que
la obra maestra guarde, cual magma, un remanente de energía que parece
renovarse con el paso del tiempo. Esta personalización incluye, claro está, una
referencia que remite a un tiempo pasado en nuestra biografía. Igual que la
magdalena de Proust, algunas piezas han quedado fijadas en nuestra mente en
referencia a determinados paisajes vividos o soñados en otras épocas. Nuestro
tiempo es pobre en simbologías porque hemos reducido éstas a la superficialidad
de los clichés y las racionalizaciones, que nada tienen que ver con ellas.
Nuestra época no cree en las simbologías, pero cree de forma totalmente
a-crítica en racionalizaciones y clichés. Quizas se refiera a eso Byung-Chul
Han cuando habla de la sociedad de la transparencia. El poliédrico abanico de
significados y simbologías al que aludía antes viene a ser, en cierta manera,
lo opuesto de la figura de superficie pulida de las esculturas de Jeff Koons
que Han utiliza como metáfora de nuestra época. La transparencia a la que Han
se refiere no es capaz de reflejar nada, mientras que las esculturas de Koons
solamente reflejan una imagen muy nítida pero muy pobre. El magma del poliedro
complejo siempre encierra muchas sorpresas ignotas que se renuevan con el
tiempo.
domingo, 16 de septiembre de 2018
Futuro
Cada década aparece en los media -y el cine de masas no deja de serlo- un nuevo paradigma (¿o es siempre el mismo?) que ilustra lo que se supone que será el mundo en un futuro a corto-medio plazo. El hito del nuevo milenio alimentó durante bastantes lustros este fenómeno. Se nos presentaban imágenes -que ahora se nos antojan ridículas- de personajes con trajes plateados (que parecían tallados por un orangután) manipulando versiones supuestamente futuristas de utensilios domésticos que hacían furor en su época y que ahora están más que periclitados. Es difícil prever una contingencia futura sin antes haber hecho siquiera un cálculo que incluya formas de pensar, de creer y de imaginar pasadas y presentes. Si tendemos irremisiblemente a dibujar el pasado con los colores de nuestro presente, ¡como no vamos a imaginar un futuro absolutamente anclado en nuestra época! La falacia mayor que se comete cuando se pinta una imagen del futuro en los mass media es la de aislar los avances tecnológicos -que siempre suelen situarse en el centro de la escena- del zeitgeist de la supuesta época futura. Es por eso que a principios de los 70 los mass media televisivos en España todavía consideraban, a raíz de la emisión de una nueva versión de "Brave new world", que el autor había sido muy original en imaginar en 1932 una "ciencia-ficción biológica" en lugar de la habitual "ciencia-ficción robótica". El pobre comentarista debía ser incapaz de descubrir la inmensa alegoría de nuestra sociedad que ya entonces se vislumbraba y que ahora se percibe como el olor de un pescado podrido debajo de las narices. Tanto la alegoría de Huxley como la no menos célebre de Orwell imaginan un futuro tenebroso, en donde el totalitarismo domina una sociedad que ha sido incapaz de evolucionar mental y espiritualmente a la par que tecnológicamente. La historia de ciencia ficción de A Clarke llevada al cine por S Kubrick sí que imagina una evolución mental desde épocas ancestrales a épocas futuras pero muestra también una contingencia tecnológica que hace del ordenador el "malo de la película", ya que aunque posee suficiente complejidad como para tener celos carece del más mínimo sentido de la empatía (como muchos humanos, dicho sea de paso). Cuando la postmodernidad mira hacia el pasado ignora tiempos y lugares y superpone de manera hiperreal cualquier objeto. Esta especie de collage es entonces plastificado para constituir nuestro presente. El futuro de la postmodernidad deja por ello de existir, en la misma medida en que el pasado ha quedado abolido por su mirada antihermenéutica. El futuro es la consecuencia del pasado, aunque cuando pensamos en 'consecuencia' acostumbramos a invocar un sentido infantil y mecanicista de causa-efecto con el que la realidad compleja tiene poco que ver. La promesa de futuro transpersonal de Occidente es un paraiso eterno. La de Oriente es la aniquilación nirvánica. Ambas coinciden en situarse más allá del espacio y del tiempo. Aunque ¡yo sólo estaba hablando del futuro temporal a corto-medio plazo!
jueves, 6 de septiembre de 2018
Comparaciones
Durante
toda mi vida musical me ha acompañado el tópico sobre la comparación entre los
intérpretes actuales y los pretéritos, tanto en el caso de instrumentistas como
el de cantantes –y en menor intensidad la de los directores de orquesta-. El
primer y más frecuente tópico sostiene que antes los intérpretes eran de más calidad
(“cualquier tiempo pasado fue mejor”). El segundo tópico sostiene que los
intérpretes cada vez tienen más destreza (como la mejora de récords
olímpicos). Yo simplemente creo que cada época tiene sus autores, sus
intérpretes y su público. Cuando extraemos uno de estos elementos fuera de su
tiempo entra en juego un factor hermenéutico a tener en cuenta. Posiblemente
hace 60 años había menos intérpretes que ahora, y los que entonces sobresalían
tenían grandes facultades naturales. Hoy en día los intérpretes dedican
muchos esfuerzos en optimizar sus recursos naturales, que deben de rendir
máximamente. Es significativo distinguir entre los instrumentistas y los
cantantes. Estos últimos presentan, de forma natural, más variedad de timbre,
emisión y fraseo que sus compañeros instrumentistas, y es por ello que son más
objeto de comparación histórica. También se puede concluir con facilidad que hoy
en día existen muy buenos intérpretes, pero que no todos son conocidos y
que una parte de los conocidos no son en realidad muy buenos
intérpretes. El tema de la promoción y el marketing se ha hecho hoy en día muy patente,
pero en realidad no es un invento reciente. En todas las épocas han existido
intérpretes excéntricos que la posterioridad, de manera creciente, ha mitificado.
Muchos de los quejumbrosos partidarios del primer tópico opinan que hoy en día
los intérpretes han mejorado ostensiblemente el “mecanismo” pero les falla el
“alma”. Nunca me he sentido demasiado cómodo con esta materialización de la
dualidad cartesiana. Porque la “técnica” y la “expresividad” están
absolutamente relacionadas. Si un intérprete maneja sus dedos a muy alta
velocidad pero las frases resultantes resultan poco musicales es que no es
demasiado bueno y punto. Prefiero, eso sí, un intérprete con destreza limitada
pero buen músico que un mal músico con dotes circenses. Para llegar a ser un
intérprete extraordinario hacen falta varias cosas: unas importantes
dotes iniciales, un trabajo riguroso de maduración y entreno, una determinación
a prueba de hierro y mucha suerte. Como decía al principio, los intérpretes han
ido cambiando a lo largo de los años, pero también, con ellos, el público.
domingo, 26 de agosto de 2018
Representación
Mi amor por la música de Stravinsky se remonta a los días de adolescencia y se mantiene hoy intacto. En su día actuó como acicate contra un exceso de romanticismo wagneriano, abriendo la mente a nuevos y muy diferentes contenidos que posibilitaban además la revisión en profundidad de los clásicos, demasiadas veces acusados por los románticos de ser "superficiales". Como en el caso de Picasso, Stravinsky se fue reinventando a lo largo de todo su período creativo para seguir siendo él mismo durante diversas fases que muestran una apariencia externa notablemente distinta. Últimamente he leído en alguna ocasión que la música del período neoclásico de Stravinsky constituiría una muestra de postmodernidad 'avant-la-lettre'. Quizá el tratamiento del pasado como objeto pueda hacer pensar en esta posibilidad, aunque su ulterior manipulación creativa, utilizando un estilo enmarcado dentro de la evolución estética y general de su tiempo la negaría fuertemente. Podemos considerar los tres grandes períodos de la producción stravinskiana -ruso, neoclásico y serial- objetivando cada uno de ellos un material musical muy concreto -ciertos aspectos del folklore ruso, los grandes maestros de la tradición europea desde Josquin a Tchaikovski y el serialismo weberniano-. De la misma manera podemos adscribir a cada uno de los tres períodos un objeto de representación simbólica muy característico. La obra de Stravinsky presenta fuertes conexiones con la esfera de la representación ritual y es dentro de este contexto que cabe buscar los diferentes zonas del espectro simbólico. En el período ruso la presencia de los cuentos se hace notar especialmente (l'oiseau de feu, renard, l'histoire du soldat) así como los temas folklóricos (petroushka, les noces) o primitivistas (pribaoutki, le sacre du printemps). Este folklore nunca tiene un tratamiento decorativo (como sucedía con la música de su maestro Rimski-Korsakov) sino un abordaje de representación ritual. Recordemos en este sentido la fascinación que los sonidos fonéticos rusos de los cuentos de Afanasiev o de los textos de canciones que dieron lugar a soldat y a noces respectivamente y que tuvo mucho que ver con el proceso de composición de tales obras. El propio título en inglés de algunas de las obras -the rite of spring; the soldier's tale- nos sigue dando pistas sobre el nivel representativo de tales concepciones. Durante la dilatada fase neoclásica (1920-1952) el objeto de representación más visitado por Stravinsky es el de la mitología clásica (apollo, oedipus rex, orpheus). La función simbólica viene asegurada entonces gracias a la distancia. Para oedipus el compositor le pidió a Jean Cocteau el libreto más banal posible, que convenientemente traducido al latín sugiere un grado de representación universal apto para las más diversas mises en scène. La primera obra extensa de inspiración religiosa, symphonie des psaumes, aborda los textos de tres salmos de David de manera similar. La arquitectura de su escritura cristalina encierra el objeto de representación tal como el ámbar lo hace con algunos insectos. En su obra más extensa y coronación del período neoclásico, la ópera the rake's progress, pastiche mozartiano pero también mucho más que eso, los autores emplean eficazmente los diversos planos de representación dieciochesca utilizados en las óperas de mozart (metaespacios que escapan del plano argumental como el epílogo). Durante el período serial la mayor parte de la música de Stravinsky está al servicio de la representación religiosa, bien adopte ésta la forma de narración didáctica (threni, abraham and isaac), de mito (the flood), de oración fúnebre (epitaphium, elegy for jfk) o de ritual (requiem canticles). Ésta última obra aborda por segunda vez, después de la misa de 1948, el rito cristiano por antonomasia, ahora reducido al esqueleto más básico de un requiem de doce minutos de duración. La función simbólica de un ritual religioso está también íntimamente ligada a las palabras y los gestos, como era el caso de las mitologías clásicas y los cuentos folklóricos. Esto se dejó de entender cuando las palabras rituales se tradujeron en aras a un potencial abordaje racional y el rito perdió así buena parte de su carga simbólica. Baste oir el relato genésico de la creación recogido al principio de the flood para constatar el ascetismo nada decorativo que seguía guiando el pensamiento de un creador de ochenta años que desafiaba sin embargo las leyes de la longevidad. No he hablado de las creaciones de música puramente instrumental pero no sería en absoluto difícil encontrar los contenidos representados en symphonies pour instruments de vent, capriccio o ebony concerto por citar solamente tres ejemplos entre tantos otros.
lunes, 30 de julio de 2018
Perfección
En aquella calurosa mañana de verano
en que, para mayor penuria, los sistemas de climatización fallaban de forma
intermitente haciendo la atmósfera aún más pesada, el administrativo S.P.M. se
veía incapaz de trabajar. En realidad S.P.M. no trabajaba demasiado en ninguna
ocasión, independientemente del clima, pero normalmente no tenía conciencia de
ello. Se engañaba a sí mismo con tanta facilidad que nadie hubiera dicho que
ganó su posición gracias a toda una serie de pruebas interminables y dilatadas
en el tiempo que aseguraban que tan preciado trofeo se convirtiera en un lujo
al alcance de muy pocos ciudadanos del reino. ¿Y cuál era la etiología y el
sentido profundo del puesto de trabajo que tan flamantemente ocupaba S.P.M.?
Según él, su trabajo –además de extenuante- era absolutamente clave para la
homeostasis social. S.P.M. se dedicaba fundamentalmente a cotejar y, en su
caso, ajustar los requerimientos que debían aplicarse a las normas que
regulaban el correcto funcionamiento de las medidas de contingencia que se
ponían en marcha cuando el sistema oscilaba más de una séptima parte de la
desviación standard calculada teóricamente para el cotejo de los requerimientos
de satisfacción social. Un trabajo, como solía decir el propio S.P.M.,
excitante. Durante la primera época de su experiencia laboral S.P.M. tenía, en
ocasiones, que improvisar sobre la marcha y adaptar su trabajo a cualquier
casuística. Pero en los últimos años el departamento correspondiente (en su
caso, el de bienestar social) había puesto en marcha unos procedimientos que
actuaban como masterfiles capaces de
protocolizar cualquier contingencia. Toda la realidad tenía que estar contenida
en tal documento (casi) definitivo. La identificación de cualquier caso que se
situara fuera de tal cartografía ponía inmediatamente en marcha un plan de
actualización de los procedimientos. Este plan conllevaba la reunión apremiante
(aunque no necesariamente urgente) de todo un grupo de funcionarios especializados
que decidían así sobre el futuro de las futuras realidades (también decidían si
tales realidades eran en realidad reales o no). A fin de llevar un control
riguroso de los resultados de su trabajo, S.P.M. debía, como todos sus
compañeros, generar mensualmente los correspondientes informes ISO.2-324 y
además, los ISO.3-426 cada trimestre y los ISO.6-538 anualmente. Todo parecía
controlado y S.P.M. podía descansar tranquilo porque su contribución a la
sociedad le generaba suficiente paz de conciencia como para descansar
plácidamente cada noche para así poder llegar, al día siguiente, fresco a su
mesa de trabajo. Y no era para menos. El material que manejaba y generaba
S.P.M. no solo modelaba cualquier aspecto de la sociedad sino que, además,
devorava todo lo que no parecía poder contener al principio, que acababa así
incorporado al particular universo en el que S.P.M. y tantos otros, de forma
consciente o inconsciente, vivían. Curiosamente, sin embargo, esta especie de
cajón de sastre que todo lo acababa conteniendo se iba pareciendo cada vez más
a un agujero negro –o más bien a un agujero gris- que devoraba, cual moderno
Saturno, a sus hijos, especialmente a aquellos más díscolos. De esta manera el
sistema siempre aseguraba que todo su contenido quedase convenientemente
catalogado, taxonomizado, aceptado y digerido. Tal contenido constituía su
Corpus de La
Verdad. La diversidad era
analizada e incorporada. Y la divergencia se intentaba digerir previamente a la
incorporación. Si la digestión no se hacía posible se ponía en marcha el
programa-anatema que reducía la divergencia a la no-existencia. Tal sacrificio
era necesario en pos de la continuidad. Sí, el piadoso S.P.M. constituía un
pequeño pero importante eslabón de un sistema perversamente modélico.
sábado, 21 de julio de 2018
Individuos
De vez en cuando –en esos momentos que
las filosofías orientales denominan de conexión- veo con pretendida claridad el
aroma de las cosas (¿la “idea clara y distinta” de Descartes?). Es entonces
cuando lo intento plasmar, de sopetón, por escrito, en términos racionales, y
ya tenemos una nueva entrada en el blog. Quizá una simplista clasificación de
las personas puede distinguir entre aquellas que quieren cambiar el mundo y
aquellas que quieren entenderlo (la mayor parte, evidentemente, se reparte
entre ambos cometidos). Los que quieren cambiarlo ya poseen un claro sistema de
coordenadas dentro del cual cartografían la realidad. Los que quieren
entenderlo se preguntan constantemente por la naturaleza de tal sistema de
coordenadas. Los primeros poseen una cognición inmediata que les permite pasar
a la acción sin más contemplaciones mientras que los segundos resultan más
pasivos porque cuestionan las coordenadas a las que parecen verse sometidos. Mirado
muy superficialmente parecería que buena parte de los científicos pertenecieran
más al primer grupo mientras que los filósofos al segundo. Al menos los
científicos dedicados a lo que Thomas Kuhn llamaba “ciencia normal”, es decir,
los que descubren cosas dentro de una cartografía predeterminada. Los que
inventan cartografías nuevas, evidentemente, pertenecerían más al segundo
grupo, así como buena parte de los filósofos. La distinción se hace más
importante en nuestros días, cuando un gran cambio, que afecta a nuestras
cartografías, se está produciendo en nuestro mundo. Y este gran cambio es el
paso de la racionalidad a la trans-racionalidad. Como en todo proceso de
crecimiento, estamos atravesando una crisis inflamatoria que da lugar a una
ultra-racionalización, y también una crisis existencial -a la que llamamos
posmodernidad- que nos impide mirar hacia adelante. Las ciencias de la
naturaleza hace mucho tiempo que parecen querer abrirse a la transmodernidad.
Los enfoques holísticos de la mecánica cuántica, la ecología, la holografía, la
teoría del caos, la cibernética, la fractalidad, los sistemas disipativos, la
autopoiesis y el modelo Gaia dan debida cuenta de ello. También la filosofía
hace un siglo (de Wittgenstein a Rorty) que debate sus límites –y más dos
siglos que se pregunta sobre la posibilidad de que la mente no sea transparente
(Kant)-. ¿A través de qué metaparadigma analizo yo el mundo? Pues a través de
uno extrapolado de la Modernidad, con su correspondiente trans-Ilustración.
¡Soy absolutamente incapaz de creer que la evolución pueda parar por haber
llegado a un punto final en que se han descubierto todos los secretos del
mundo!
lunes, 9 de julio de 2018
Libros
Acabo de leer el primer tomo de
“Posmodernismo: la lógica cultural del capitalismo avanzado” de Fredric
Jameson. A pesar de su edad (1991) creo que sigue siendo una muy buena
referencia para entender nuestra situación actual en cuestiones estéticas y de
otros géneros. Y lo es, entre otras causas, porque atiende a diversos puntos de
vista. Es una descripción de la posmodernidad desde la propia posmodernidad y
también desde la modernidad. Las consideraciones de Jameson entroncan más con
las de la Escuela de Frankfurt (con la que le une una cierta visión marxista de
la sociedad) que con las de los postestructuralistas como Lyotard o Derrida
(aunque de hecho no llegue a una descripción demasiado diferente de la que
proponían estos últimos autores). La crisis de la historicidad es analizada
pormenorizadamente para no dar lugar a dudas sobre la propia naturaleza de la
posmodernidad.
También he leído un libro publicado en una época similar al
anterior, “El alma de Hegel y las vacas de Wisconsin” de Alessandro Baricco.
Aparentemente se trata de un librito sobre la posición de la música “clásica”
en nuestros días, aunque su autor parece tener un barullo mental considerable
(para empezar llama “modernidad” a lo que a todas luces parece ser la
posmodernidad). Baricco sospecha acerca de la ahistoricidad de nuestro momento
pero no llega a plasmar claramente este síntoma. Para él –y en eso puedo
coincidir- el corpus canónico de las obras de la música solamente pueden
revivir con la interpretación, que debe ajustarse a los oídos del presente.
Cuando Baricco lanza su machete contra la “nueva música” (se refiere primero a
la Escuela de Viena pero acaba poniendo a gran parte del S XX en este apartado)
y la contrapone a la “música ligera” que según él es la única que está viva en
nuestro entorno uno no puede por menos que constatar cierto espíritu
reaccionario o, cuando menos, una aproximación muy superficial al fenómeno
musical. El autor justifica la aparente involución o falta de evolución
contemporáneas comparando nuestra situación con otras épocas. Así, recuerda que
el clasicismo vienés de Haydn y Beethoven resulta mucho más “simple”
armónicamente que la música del Renacimiento flamenco o incluso que la del propio Bach
(¿Por qué, entonces, Bach nos parece más moderno que Josquin o Haydn que Bach?).
Cuando Baricco considera a Puccini como “el primer autor de música ligera” o a
Mahler “el primer compositor de música de cine” la confusión no hace más que
crecer. La única ventaja del libro es que es corto. A propósito: muchas veces
me pregunto como es posible que artistas comprometidos con la pintura o la
poesía más rompedora (si es que éstas aun existen…) sean incapaces de aproximarse
a la música contemporánea e incluso la consideren como una tomadura de pelo.
Después de todo Webern o Boulez se sitúan en las mismas coordenadas que
Mondrian o René Char.
martes, 3 de julio de 2018
Grisura
En el mundo de las ciencias físicas,
químicas y biológicas se suele hacer una distinción entre dos perspectivas con
las que considerar los objetos/procesos motivo de estudio. Se trata de la
aproximación termodinámica y la aproximación cinética. El primer punto de vista
considera estados (normalmente iniciales y finales) especialmente por lo que a
situaciones energéticas se refiere mientras que el segundo considera procesos
que tienen lugar en el tiempo. El paralelismo con las visiones filosóficas de
un mundo objetual-pre-definido y un mundo procesual-por-construir es evidente.
La visión termodinámica parte de una idealidad atemporal e inmutable (el mapa
energético). Nuestra tarea consiste entonces básicamente en cartografiar
cuidadosamente nuestra situación. La visión cinética construye una realidad
temporal que cartografía nuestra situación con marcas breves que desaparecen
como estelas en la mar, parafraseando a Machado. Evidentemente estas visiones
se han enriquecido con la evolución de nuestro conocimiento y hoy en día la
teoría del caos tiende un puente entre ambas aproximaciones. Las nuevas
ciencias de la naturaleza nos muestran un camino evolutivo a seguir en otros
ámbitos del pensamiento. Nuestra sociedad insiste hasta la médula en el tema de
que el futuro está abierto y no hay que anticiparlo sino construir la realidad
conforme ésta se desarrolla. Estoy de acuerdo con esta idea, siempre que nos
situemos en un contexto amplio y realista (los intentos, insistentes también
hasta la médula, de hacer creer a todo el mundo que es un genio y que con
voluntad se puede hacer cualquier cosa tampoco son demasiado higiénicos
mentalmente hablando y siempre responden a operaciones mercantilistas). Pero
nuestra sociedad, en los ámbitos de acción más diversos, dicta unas intenciones
y practica fuertemente las contrarias. El futuro está abierto pero el espacio
mental está tan fuertemente cuadriculado que esta apertura corre el riesgo de
colapsar. Hoy en día a cualquier profesional basado en la comunicación (desde
los profesores hasta los periodistas, desde los gestores culturales hasta los
servicios de atención al público) le vienen impuestas unas directrices
normalmente generadas por un burócrata que se cree muy listo por haber leído
–sin haber comprendido- cuatro libros representativos. Cuando un departamento
de enseñanza insiste en la forma en que hay que enseñar a restar a los niños de
6-7 años (“nunca substrayendo, siempre ascendiendo de la cifra menor a la
mayor”) o indicando de qué manera se debe deconstruir una pieza artística (“un
cuadro es la suma de un marco, unos colores y una forma”) no hace más que
cerrar el futuro por colapso del presente. Oremos para que la podredumbre de la
modernidad (o sea, la postmodernidad) consiga un catártico efecto de lanzarnos
hacia la trans-modernidad. Amén.
domingo, 10 de junio de 2018
Maniqueismos
Cuando, hace treinta años, se me preguntaba por mi profesión y respondía que era químico una visible mueca aparecía invariablemente en la cara de mi interlocutor: “–Contaminador, ¿no?”. Cuando respondía que me dedicaba a la investigación farmacéutica la mueca se transformaba en una señal de aprobación. Diez años más tarde la percepción de las farmacéuticas había cambiado y por ello la mueca persistía e iba acompañada de alguna alusión a cualquier teoría conspiratoria. No estoy describiendo ni a los químicos ni a las farmacéuticas sino unos tópicos que acompañan nuestros juicios más a menudo de lo que nos parece. Tópicos por lo que hace tanto a las relaciones automáticas que tan a menudo generamos (o, mejor dicho, replicamos) como por lo que hace a nuestros juicios. La contaminación la generamos todos con nuestras acciones más cotidianas. Y si alguien puede contribuir de forma técnica a paliar la contaminación, es un químico. Las empresas farmacéuticas no son más perversas que cualquier otra manifestación económica o social humana. Simplemente expresan su perversidad de una forma concreta, como otras lo hacen de otra manera. Esta tendencia implícita y terrible de acabar clasificando en última instancia el mundo como una dualidad entre “buenos” y “malos” deriva en último término, ya lo he dicho en otras ocasiones, de la filosofía de Parménides y Platón, fermento de la civilización occidental (y que me perdonen estos eminentísimos y geniales pensadores). Cuando clasificamos aquello que nos rodea y lo situamos en uno de los tópicos compartimentos que replicamos sin parar (ahora, con los medios de comunicación social, el fenómeno se ha potenciado de forma exponencial) siempre nos observamos en un trono cartesiano fuera del objeto de nuestra atención. Somos incapaces de observar lo suficientemente alejados como para podernos inluir en el cuadro. Si lo hiciéramos así dejaríamos de proyectar sobre un (inexistente) fondo neutro y enriqueceríamos de forma exquisita nuestras percepciones.
viernes, 25 de mayo de 2018
Octies pro fratribus perversis
Era de prever. Entre las
características físicas de Seraphim Arch no se encontraba precisamente la
agilidad. Cuando sus 120 kilos se situaron justo encima de una de las antiguas
trampas para cazar los osos que tanto habían abundado en el bosque de
Ville-de-Golliath se vino abajo sin ningún tipo de paliativo. Su compañero, el
menudo Hstvo de Gaël, que iba discurriendo con él mientras caminaban por el
paraje, tardó en percatarse qué había pasado exactamente; tal fue la celeridad
del evento.
-Te has lastimado, Seraphim? –gritó asustado
Hstvo hacia el obscuro agujero en tierra que se había tragado a su compadre. Al
principio no hubo respuesta, y los segundos de
demora fueron progresivamente llenando de pavor al ya de por si
asustadizo Hstvo.
-Quizá me he roto algún hueso y estoy
lleno de arañazos y cardenales –respondió con aire igualmente asustado
Seraphim- aunque básicamente puedo seguir respirando. ¡Pero no te quedes parado
y ayúdame a salir de esta trampa, Hstvo! -Cuando éste último logró entrever la
sombra de su amigo quedó asombrado de la profundidad del agujero. Quizá los
osos de Ville-de-Golliath habían llegado a ser de tamaño más que respetable
unas décadas atrás, porque en aquel momento gran parte de los ejemplares habían
emigrado a St-Remy-la-Forêt en busca de panales de miel y fruta silvestre, que
ya no eran tan abundantes aquí como en otra época. Cuando Hstvo tendió hacia su
amigo el palo más largo y resistente que pudo encontrar a su alrededor comprobó
lo que ya era de esperar: no tenía suficiente fuerza como para extraer a
Seraphim de su nicho. Ni siquiera para que éste, con ayuda del soporte, pudiera
intentar la escalada por la frágil pared. Lo único que logró Seraphim con sus
intentos de trepar fue desprender tierra de la reseca pared, tierra que se fue
depositando sobre sus sandalias hasta enterrar sus pies. -¡No te preocupes compère, que te sacaré de aquí como sea!
–exclamó con cierto aire exageradamente teatral Hstvo. –Voy al pueblo en busca
de ayuda antes de que anochezca. –¡No, no me dejes solo a merced de las
alimañas! –suplicó en tono similar Seraphim. Visto desde fuera, el cuadro tenía
un aspecto tragicómico capaz de conmover e invitar a la burla a partes iguales.
–¡Pues ya dirás tu qué tengo que hacer! –preguntó Hstvo a Seraphim. –De
momento, hacerme compañía y darme ánimos para no desfallecer, evitando así que
este agujero se convierta en mi sepultura. –Pero Seraphim, ¿donde está aquel
espíritu alegremente contestatario de tus años mozos? No eras tu el que
escribió, siendo aún estudiante en el convento, aquellos versos que te valieron
un castigo tan severo y que decían algo así como:
I do
not know with whom Edan will sleep
But
I do know that fair Edan will not sleep alone
-Si, ¡lo recuerdo como si fuera ayer!
El prior se lo tomó por el lado más abyecto y fui castigado a llevar un cilicio
durante un mes seguido. ¡Solo por sentir cierta envidia de aquel abominable
cretino que se creía el centro de la abadía! Aunque gracias a este hecho, amigo
Hstvo, fui capaz de abandonar el convento –no sin antes reclutar un alma gemela
como tú- y recorrer el mundo … -Bueno, Seraphim, el mundo es algo mayor que los
bosques de Occitania … -Ya me entiendes Hstvo! Los bosques y tabernas de
Occitania han sido desde entonces nuestro mundo. Y allí escribiste aquellos
versos que se han llegado a hacer célebres más allá de estos confines:
In
taberna quando sumus,
non curamus quid sit humus,
sed ad ludum properamus,
cui semper insudamus.
quid agatur in taberna
ubi nummus est pincerna,
hoc est opus ut quaeratur;
si quid loquar, audiatur.
Si quid loquar, audiatur…
-Si, querido Seraphim, ¡ese fué un
momento feliz dentro de nuestra mutable existencia! ¿Recuerdas que aquellos
días conocimos a nuestras amadas Hildegaard y Ursulea, con quien convivimos
durante más de un año y que inspiraron el que quizás sea tu mejor poema?
Dies,
nox, et omnia
mihi sunt contraria;
virginum colloquia
me fay planszer,
oy suvenz suspirer,
plu me fay temer.
O
sodales, ludite,
vos qui scitis dicite,
mihi maesto parcite,
grand ey dolur,
attamen consulite
per voster honur.
Tua
pulchra facies,
me fay planszer milies,
pectus habens glacies,
a ramender ...
statim vivus
fierem per un baser.
-¡Nos hemos hecho viejos, compañero Hstvo!
Toda la poesía que recordamos pertenece a otra época. Una época diferente, distante;
muy anterior a nuestra condición actual; mucho antes de que no fuéramos más que ¡¡un par de
borrachines!!
Y la luna cayó como un cañón de luz
sobre Ville-de-Golliath mostrando a los dos goliardos envejecidos.
martes, 15 de mayo de 2018
Simplicidad
Acabo de leer una reseña (gràcies,
Fratello!) sobre un libro recién aparecido que no tiene precio. Se trata de “la
muerte de la muerte” (curiosamente el título no es demasiado original: un
temprano ciclo de canciones de Paul Hindemith de 1922 se titula precisamente
así). La (¿peregrina?) tesis del libro es que en 2045 la vejez será una
enfermedad curable, y la muerte, un asunto opcional (a no ser que tengas un
accidente, claro). Así, uno de los autores del libro declaró, en la
presentación del mismo en Barcelona, que él no pensaba morir nunca. A mí lo que
más me choca de este tipo de declaraciones, más que el contenido en sí, es la ligereza
con que se dejan ir. Desde tiempos inmemoriales una de las peores maldiciones
con que los dioses podían castigar a un mortal era privándolo de la muerte. No
invitándolo a unirse a ellos en el monte Olimpo sino condenándolos a errar sin
fin en este proceloso mundo. El judío errante, el holandés errante son
mitos-leyendas favoritas sobre este tema, que también tiene sus ecos en El CasoMakropulos o Volviendo a Matusalem. En nuestros días, en que la vida se ha
vuelto transparente –como diría el omnipresente Han- la perspectiva de la
inmortalidad simplemente hace referencia a la posibilidad de esquivar la muerte
biológica. De hecho, los autores del libro hablan de la inmortalidad de las
líneas de células cancerosas arguyendo que se trata de un tema que la gente
desconoce (¡Pues mira que no se ha escrito y trabajado con la telomerasa!). Ni
por un momento a tales autores se les ha pasado por la cabeza qué supondría la
acumulación infinita de experiencias o la capacidad para evolucionar
cognitivamente de forma ilimitada. Por no hablar de factores sociológicos: la
muerte ya no podría igualar al mendigo y al emperador, que danzan juntos al son
de la parca en los frescos medievales. Una mendicidad eterna y un imperio
eterno son lo más parecido que conozco a una condena eterna. Por no hablar de
la situación terrorífica a la que se expondría la humanidad cuando se dé la
posibilidad a la existencia de asesinos inmortales. Terrible.
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