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jueves, 19 de enero de 2006

Las cajas chinas


“La Ilustración poseía, como todas las épocas, una gran máxima: Solamente lo que es verdadero es bello. El Romanticismo subvirtió la máxima proclamando que Solamente lo que es bello es verdadero” (Ortega y Gasset). Nuestra época prescinde de criterios estéticos, en parte porque en el mundo anglosajón los criterios estéticos forman parte del furniture, de la practicidad inmediata. Nuestra máxima proclama que Solamente lo que es científico es verdadero. La primera dificultad que nos encontramos -también nos lo enseña nuestra época en forma de filosofía analítica - es la del lenguaje. ¿Qué quiere decir científico? Si por científico entendemos objetivable, ¿bajo qué criterios podemos incluir los conceptos en la categoría de objetivables? Podemos llegar así a un infinito juego de cajas chinas. [El juego de les cajas chinas -bajo la forma de fractal, diseño de perspectiva imposible, música minimalista ó similares- más que darnos la idea de cul-de-sac, nos inscribe en una nueva perspectiva que nada tiene que ver con las premisas a partir de les cuales está construida, representando la visión sistémica frente a la reduccionista] También podemos -y de hecho es lo que normalmente hacemos- romper el juego a la primera de cambio y considerar que una de sus infinitas piezas es una realidad absolutamente objetivable, ergo absolutamente verdadera. La necesidad de buscar compensaciones me ha enseñado a impulsar el mundo de la intuición -irracionalidad- en mi trabajo científico, de la misma manera que busco una cierta racionalidad en mi trabajo artístico. Estas tensiones de tipo taoísta mantienen vivo y sujeto el conjunto, generando estructuras de forma continua. Evidentemente, cuando he hablado de slogans lo he hecho pensando en cultura popular. Un especialista quizás nos diría que entra dentro de la categoría de científico todo lo que es refutable. A lo que nunca se refirió Popper, desde luego, es a que el proceso de avance en el conocimiento científico siguiera en realidad este camino.

La construcción del ‘nuevo metaparadigma’ ha de atravesar necesariamente una serie de hitos similares a los que tienen lugar durante la construcción de nuevos paradigmas: aparición de fisuras en el viejo sistema (que no podemos relacionar con una ‘falsación’ popperiana, sino con la progresiva inadaptación de un viejo contexto a una nueva visión emergente), abordaje del nuevo contexto desde una multitud de puntos de vista (por parte de personas primero tratadas como herejes, después como heterodoxos y más tarde como genios de una nueva ortodoxia) y, finalmente, reconocimiento de la equivalencia de esta multitud de abordajes y sistematización final.

El pecado más grave de Occidente es la soberbia autocomplaciente. Durante la primera mitad de su andadura, Occidente hizo de su religión una interpretación absoluta de la realidad. La única posible y verdadera, con capacidad para conocer de manera absoluta. Justo a medio camino de nuestro ciclo –después de la enantiodromía junguiana- el advenimiento de la ciencia moderna toma el relevo y, he aquí que en el curso de unas cuantas décadas, se le reconoce de nuevo la capacidad para conocer la realidad inmanente de forma absoluta. Hasta hace poco parecía que el objeto de la ciencia natural era la realidad única, absoluta y externa a nuestro pensamiento. Hace cien años que la Física, sin embargo, llegó a modos de pensar –de teorizar- que entraban en clara discordancia con esta situación. Algunos de los propios padres de la física moderna, aun así, no llegaron a percibir completamente el alcance epistemológico –incluso ontológico- de sus proposiciones, de la misma manera que los matemáticos que años atrás habían hallado los soportes conceptuales que servirían más tarde para construir tales proposiciones habían sido incapaces de encontrar un sentido físico a sus constructos.

La configuración del paradigma emergente en nuestra conciencia –proceso lento e inexorable- quizá responda más a una expresión arquetípica que a la toma de contacto con incompletitudes del viejo sistema. Es tanto o más una necesidad psíquica que de adecuación. El resultado, sin embargo, es la ampliación de conciencia, sea cual sea la motivación inicial. Esta ampliación pasa por contemplar modos de percepción que el viejo paradigma no contemplaba ó había estigmatizado; básicamente funciones no racionales como la intuición. Nos damos cuenta paulatinamente de que la función racional no posee capacidad absoluta para el conocimiento; nuestras teorías siempre estarán coloreadas por nuestras expectativas. La lógica difusa –que rompe con toda una corriente central del pensamiento en Occidente- hace ya tiempo que fue inventada. Las geometrías de Riemann y de Minkowski también fueron inventadas mucho antes de que nadie pudiera extraer ningún sentido físico de estos constructos; cuando todavía chocaban frontalmente con los modos de percepción comunes en la época. Y precisamente, la adopción de estos modelos matemáticos dentro de una teoría física representa el aumento del número de dimensiones disponibles, de la misma manera que los opuestos se interpenetran si los consideramos como la proyección de una dimensión de orden n+1.

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