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miércoles, 25 de enero de 2006
Modelos
A raíz del centenario de la Relatividad Restringida se llenaron muchas páginas de suplementos de diarios con explicaciones que intentaban, en el mejor de los casos, hacer entender al gran público la rompedora cosmovisión einsteniana. Más de una vez he leído al respecto que la luz hace de puerta entre espacio y tiempo y que observando las estrellas lejanas y las galaxias podíamos viajar hacia atrás en el tiempo. ¡Todo ello está muy bien pero no constituye la cosmovisión relativista! Si dijésemos que desde el punto de vista de la luz el viaje de Andrómeda a la Tierra es instantáneo, mientras que desde el punto de vista de la Tierra dura 2 millones de años nos acercaríamos más al espíritu de lo que se quiere ilustrar. Esta simplificación no sirve para nada más que insistir en la visión newtoniana. De igual forma, en algunas ocasiones se puede leer que el principio de incertidumbre se explica porque nuestros instrumentos de medición interfieren con las partículas y, por tanto, con su cantidad de movimiento. Vuelve a ser una perpetuación del modelo newtoniano. Estaría mejor hablar de irreductibilidad de dos mundos, de las características intrínsecas de un modelo.
Los presupuestos de la ciencia “ortodoxa” y de las religiones “ortodoxas” se hallan a menudo muy cercanos (y es por eso que, también a menudo, chocan frontalmente). Ambas visiones pretenden tener por objeto a mundos absolutos e independientes. Tal situación nos invita a reflexionar sobre las limitaciones de la “ortodoxia” y las limitaciones de la racionalidad en lo que concierne a la percepción de los absolutos. Las ortodoxias empiezan siendo heterodoxias; más tarde florecen y son respetadas hasta que se llegan a tomar por modos absolutos de percepción ó conocimiento. Ello significa que ya están muertas. Cuando aparece la Ciencia propiamente dicha, en el S. XVI, y después de unos conflictos iniciales, llega a un pacto con la religión del momento basado en el dualismo cartesiano. Yo utilizo un lenguaje matemático para enfocar el estudio de los fenómenos de la materia, tú aplicas un lenguaje filosófico para tratar los temas de la mente. Hasta el S. XVIII la Ciencia se avino al pacto, considerando que los temes “absolutos” pertenecían al ámbito de la religión, pero durante el S. XIX rompió el pacto, suponiendo que su propio ámbito de estudio correspondía al “absoluto”. Jung hallaba una fuerte correspondencia entre este hecho y la leyenda de Fausto: el pacto con Mefistófeles significaba la pérdida del alma a cambio del conocimiento absoluto (lo cual se revela en la propia leyenda como una trampa psicológica). El pretendido carácter “absoluto” del foco del conocimiento científico deriva en parte de la intromisión del reduccionismo y del materialismo en el S. XIX, pero parece perpetuarse en el S. XX basándose en la reclamada “objetividad” del método científico. Esta “objetividad” parece hallarse en el propio centro del neopositivismo. Recordemos, no obstante, que el propio Wittgenstein, al que puede considerarse uno de los padres de la filosofía analítica, niega repetidamente el carácter “absoluto” de sus disquisiciones; muy al contrario, trata de definir muy claramente sus límites. Su cuestionamiento de la filosofía se sitúa en el marco de la correcta utilización del lenguaje. Así, la metafísica no tiene sentido dentro del marco impuesto por los límites del lenguaje, mientras que la mística consiste “en ser, no en pensar”, al tiempo que “de lo que no se puede hablar, debemos callar”. Creo que confundimos objetividad con intersubjetividad. El hecho de que podamos compartir nuestras percepciones no quiere decir que detrás de éstas no se esconda una gran carga de conceptualizaciones.
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