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sábado, 14 de enero de 2006

metadecorados


La pretendida ventana abierta a la realidad absoluta que la ciencia –ó, más bien, una parte de la ciencia- parece reclamar como característica interna de su método de conocimiento –el llamado método científico- tiene una grieta abierta desde hace más de cien años. Ahora podemos racionalizar más abiertamente sobre el origen de esta grieta. Como en muchas ocasiones ha sucedido a lo largo de la historia de la filosofía, lo que falla son las definiciones de conceptos. No es que fallen; es que simplemente los conceptos repentinamente se hacen susceptibles de ampliación en cuanto al grado de diferenciación. Ello comporta un nuevo loop dialéctico más o menos grande. En nuestro caso el concepto pretendidamente absoluto que se ha empezado a ablandar es el de la dualidad objetividad/subjetividad. Esta dualidad nace con la separación mente-materia derivada del método cartesiano. La ecuación mente = subjetividad = relativo y materia = objetividad = absoluto, intuida ó abiertamente aceptada, ha dejado de representar una realidad última. Cuidadosos experimentos nos muestran que en determinados casos, el resultado de los experimentos planteados para validar (o refutar) nuestros constructos intramentales llamados teorías viene determinado por nuestras expectativas. Otra manera que tiene nuestro pensamiento de introducir un sesgo consiste en nuestra tendencia a establecer relaciones causales. ¿Cuantas veces los adversarios de la astrología han esgrimido argumentos en contra del tipo “no contempla los movimientos de precesión de la Eclíptica”? La astrología, si la queremos catalogar dentro del conocimiento humano, entraría a formar parte de los fenómenos sincrónicos; no es que el planeta Saturno nos influencie a través de su campo gravitacional, electromagnético ó cualquier otro; es que la naturaleza de Saturno está de acuerdo con determinadas características de tipo “saturnino”. O como dirían las teorías holísticas, tienen una relación directa dentro de la estructura de holones.
Contrariamente a la creencia comúnmente establecida, empezamos a concebir hoy el conocimiento científico como algo no más objetivo que el conocimiento artístico ó filosófico –sí como algo más fácilmente objetivable-. El grado de “objetivación” nos determina las fronteras entre aquello que consideramos ‘objetivamente verdadero’ (aunque sepamos que esto no es más que una apreciación subjetiva) y ‘subjetivamente verdadero’. Dicho de otra manera: dado un cuerpo ó paradigma teórico autoconsistente y validado siempre podemos ir a mirar la parte de atrás del decorado. Ello no nos desmonta el decorado, pero sí el concepto de mundo completo que podíamos haber otorgado a este decorado. Con el fin de realizar esta operación, sin embargo, nos debemos desplazar a través de un terreno que no forma parte de este decorado; es decir, a través de un ‘metaterreno’ que durante la operación se nos presenta como un nuevo decorado ‘absoluto’, como un ‘mundo objetivo’. Hasta que lleguemos a observar este nuevo ‘mundo objetivo’ como un nuevo decorado y repitamos la operación aludida. Este proceso infinito nos está determinando una trayectoria del tipo ‘caja china’ que nada tiene que ver con la pura acumulación de conocimientos. No trata de describir la evolución dialéctica ni paradigmática que tiene lugar durante los cambios de paradigma (científicos, filosóficos, artísticos...) sino más bien los cambios de ‘metaparadigma’ que, por su parte, articula y organiza todo un sistema de paradigmas en su interior. Hay una canción de X. Turull sobre un poema de J. Brossa que ilustra a la perfección la sensación de ‘mirar detrás del decorado’ (hecho que me constató en una ocasión el propio X. Turull): el intérprete, después de cantar las imágenes del texto surrealista sobre una música de tipo impresionista, describe –recitando ahora sin cantar- “el atrezzo” necesario para la acción antes aludida, sobre la misma música, que se repite, invariable. El efecto de ‘mirar detrás del decorado’ se hace muy acusado.
El ‘nuevo metaparadigma’ que planea desde hace unos veinte años todavía no ha tomado cuerpo en nuestra racionalidad; ya está vivo y se mueve, pero todavía no ha nacido completamente. Se encuentra en un espacio dentro de las intuiciones de una serie de personas provenientes de diversos campos que tienen en común la capacidad de poder pensar de manera alternativa ó poco ortodoxa; es decir, de mirar ‘detrás del decorado’.
La pregunta que me formulaba unos párrafos atrás sobre el proceso de ampliación de la conciencia también puede estar relacionada con la consideración sobre supuestas ‘verdades absolutas objetivas’. Una ‘verdad absoluta objetiva’ consistiría en un decorado que no se puede mirar por detrás, que no tiene detrás. La distinción entre el mundo racional y el mundo intuitivo que hemos construido en Occidente – y que en Oriente ni tan sólo se plantean- nos ha cegado a muchas apreciaciones muy clarificadoras. Precisamente una de las características de este ‘nuevo metaparadigma’ consiste en difuminar un poco las fronteras entre los hasta ahora separados modos de conocimiento. El nuevo metaparadigma ya no nos habla de racionalidad ni de intuición, sino de ‘conciencia’ como factor unificador entre los diferentes modos de conocimiento.

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