Nuestra relación con los objetos inanimados ha sufrido muchos cambios desde la noche de los tiempos. La relación de los primitivos con los objetos se mueve absolutamente en el terreno de la proyección psicológica: los contenidos inconscientes propios son proyectados sobre los objetos externos. A medida que el grado de diferenciación avanza y la conciencia se va ampliando, progresivamente vamos reconociendo tales objetos como externos a nosotros (aunque la proyección, evidentemente se continúa efectuando, sobre el prójimo, por ejemplo). En un momento como el actual hemos llegado a un grado elevadísimo de diferenciación; esto –entre otras consecuencias- ha hecho que nuestra conciencia se separase excesivamente –de una manera casi peligrosa- del inconsciente. Con el fin de compensar este efecto, el inconsciente trabaja intentando verter sobre la conciencia de forma lo más ordenada posible. Dada la creciente complicación y especialización tecnológicas, la relación puramente racional con los objetos de esta tecnología va debilitando su energía. La compensación antes apuntada aprovecha esta debilidad de la racionalidad para penetrar en la conciencia. De esta manera hemos empezado a proyectar contenidos psicológicos sobre nuestros ordenadores y teléfonos móviles en una relación más similar a la del primitivo de lo que podría pensar cualquier persona ‘juiciosa’.
2 comentarios:
Volvemos a la era animista. Mi ordenador es casi un miembro más de la familia, porque no me doy cuenta de que en realidad no interacciono con él sino con el resto de la humanidad, a través de él.
Joan
O sea, que tu ordenador es una especie de interfaz entre tú y el mundo con el que interactúas. Pero si alguien te observa mientras discutes con el ordenador percibirá un monólogo más que un diálogo, o todo lo más, un diálogo entre las partes de una personalidad escindida...
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