Podemos clasificar los modos de abordar los procesos creativos (ya sean artísticos, científicos ó de otra índole) en dos apartados muy diferenciados: por un lado está aquella manera en la que el fruto de la creación responde a una necesidad digamos que histórica ó ligada al proceso de evolución-despliegue natural de los conocimientos, percepciones, paradigmas, estilos…, ya sea completándolos ó también negándolos. Por otro lado está la manera –impensable antes del advenimiento de la post-modernidad- ahistórica (diacrónica) en la cual, una vez abstraída una razón, un esquema previo ó una fórmula se buscan en ella zonas inexploradas y se colonizan rápidamente. El desarrollo del primer modo viene dado en gran parte por la intuición; el del segundo viene condicionado por una estructura previa de la razón. El primer modo crea nuevos espacios emergentes; el segundo coloniza espacios que supone previamente existentes. El primero modifica efectivamente nuestros modos de pensar; el segundo añade más ejemplos a un modo de pensar preexistente (y en muchas ocasiones ignorado).
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viernes, 16 de diciembre de 2011
viernes, 9 de diciembre de 2011
Crisis
Ahora que la crisis nos empieza a enseñar los dientes en forma de colapso económico, que es, a fin de cuentas, la única faceta por la que una buena mayoría la reconoce como tal, la reflexión profunda se torna ya imprescindible. Pero dicha reflexión debe de realizarse desde una postura lo más alejada posible; alejada desde el punto de vista emocional pero, sobre todo, desde el punto de vista cognitivo. Una buena mayoría de las reflexiones que he leído en la prensa hace referencia al abordaje de la crisis económica con el único fin de buscar un parche de tente mientras cobro porque evitan –o, más propiamente, ignoran- cualquier perspectiva de cambio: simplemente se centran en una postura que creen objetivamente válida y deseable en cualquier situación y etapa de desarrollo. Ya sé que las metaposiciones absolutas no existen pero –repito una vez más- el grado de relatividad de las posturas sí que existe. Nuestro modelo económico se basa en una producción y un consumo que crecen exponencialmente. No hace falta ser un lince para reconocer el límite de este sistema. Todos –o casi todos- lo ven. No es un sistema inherentemente malo o bueno porque estos criterios dualistas no son estables con el tiempo. Es un sistema actualmente insostenible. Lo terrible del asunto es que para hacer que el sistema funcione se ha cultivado sistemáticamente la estupidez humana y con ello se ha minado en gran manera la capacidad de cambio. Todo cambio produce de entrada el miedo a lo desconocido que los populistas y los xenófobos saben explotar tan bien. Pero la raíz misma de la palabra crisis implica cambio; cambio de cualquier organización sujeta a evolución. Y tomando fracciones de tiempo lo suficientemente largas, cualquier cambio conlleva un desarrollo (o una extinción, normalmente para dar lugar a una nueva estructura). Por descontado que existen las involuciones, pero no hay involución que cien años dure. Y si otra faceta –más profunda y significativa- de la crisis corresponde a la crisis de valores debemos aprestarnos a definir unos nuevos valores (aprovechando los antiguos que resulten válidos, que son una gran mayoría) pero lo que no podemos es seguir ignorándolos mientras nos apoyamos vagamente en un tibio relativismo moral (esto empieza a parecer un discurso originado en el Vaticano, aunque me temo que el Vaticano se apoya en los valores consolidados para organizar una especie de cruzada contra la evolución natural). Tengamos el coraje de atravesar la crisis y crecer con ella. Ampliemos el programático sapere aude de la Ilustración a todos los ámbitos del conocimiento y la experiencia humanas.
sábado, 26 de noviembre de 2011
Interfaces
La interfaz de usuario es el medio con que el usuario puede comunicarse con una máquina, un equipo o una computadora, y comprende todos los puntos de contacto entre el usuario y el equipo. Esta definición de Wikipedia se puede ampliar hasta otros ámbitos de acción muy alejados del mundo de la informática. Los directores de sucursales bancarias, por ejemplo, son un buen ejemplo de ello. Las funciones que en la actualidad desempeñan de cara al público suelen ser mayoritariamente las de gestor comercial (así se los está empezando ya a denominar). Esta figura ejerce de enlace entre un mecanismo oculto y complejísimo al que ella misma tiene un acceso limitado (las decisiones estratégicas que los altos directivos toman dentro de la entidad y los grandes holdings financieros internacionales que son los que en realidad accionan los mecanismos cada vez más inciertos sobre movimientos de capitales) y el cliente. O sea, que los directores de sucursal bancaria cada vez se parecen más a los vendedores de enciclopedias a domicilio. Otro ejemplo a mayor escala de lo que podríamos llamar interfaz de usuario lo constituyen los políticos. A los políticos les sucede un poco lo que a los directores de sucursales bancarias: su ámbito de poder es limitado, especialmente cuando topan con grupos de poder a gran escala. Este caso es más trágico que el anterior, porque en una democracia el político representa al ciudadano y, por tanto, cualquier presión ó soborno ejercido sobre él por los grupos de poder significa una desconexión para con los ciudadanos a quienes representa; un mal funcionamiento de la interfaz, en suma. Según reza Wikipedia, las interfaces normalmente suelen ser fáciles de entender y fáciles de accionar (¡aquí ya aparecen las diferencias!).
martes, 15 de noviembre de 2011
viernes, 4 de noviembre de 2011
Límites
Los límites son a menudo las fronteras que imponemos entre categorías que nos inventamos. Dicho así suena muy fundamentalista pero si lo pensamos bien, ¿quién pone los límites y donde los establece? Pues la costumbre, el buen hacer, la moralidad imperante, la autoridad, la fuerza, las características cibernéticas del sistema, las reservas materiales ó energéticas, la capacidad, la paciencia…Los menores siempre están buscando los límites por pura necesidad, y cuando los hallan se encuentran simultáneamente con el alivio y el chasco ó el sopapo. A los adultos en ocasiones los límites les pueden sugerir algo así como falta de libertad o cortapisas. Muchos de tales límites son solamente atravesados por unos pocos exploradores que acaban llevando tras de sí a toda la manada. Sin ambargo, en esta sociedad plana y desalmada que estamos sufriendo algunos límites se van corriendo cada vez más rápidamente hacia lo que nos parece intolerable. Los bancos cada vez ofrecen menos no solo intereses sino seguridades por seguir especulando con nuestro dinero. Los servicios públicos cada vez ofrecen menos calidad porque los fondos destinados a tal empeño han sido robados por un número siempre creciente (¿sin límite?) de malhechores de guante blanco. Los daños ocasionados a la biosfera terrestre, pese a todas las buenas intenciones, siguen creciendo en progresión geométrica. Sin embargo, siempre acabamos aceptando la ampliación de tales límites. Esta vuelta de tuerca constante ¿tendrá un límite?
viernes, 28 de octubre de 2011
Referentes
Observo con cierta molestia (por no decir repelús) la creciente vulgaridad que ofrecen los aspectos gráficos de campañas públicas, ofertas culturales e incluso publicidad privada que aparecen por doquier. Demuestran la creciente pobreza no de ideas sino de referentes que poseen los que las fabrican. Por mucho que estemos sumergidos en un gran cambio cultural-paradigmático cualquier tipo de comunicación sigue enmarcada en unas estructuras (que, debido a tales cambios, son crecientemente menos compartidas). Y estas estructuras se manifiestan, en el caso particular de cada individuo, en unos referentes que están relacionados, entre otros puntos, con su cultura general, su experiencia, su sentido estético, su inteligencia y su grado de conciencia. Hace bastantes años leí una entrevista con un pseudoartista sobrevalorado que debía dirigir la parte escénica de unas funciones del Retablo de Maese Pedro de Falla y no escondía el hecho de que no hubiera leído jamás el Quijote. Incluso argüía que tal hecho le concedía ciertos privilegios a la hora de huir de traducciones tradicionales. Evidentemente, este pequeño arribista pensaba que su genialidad era tal que cuanto más inmaculada, mejor. Es evidente que las grandes revoluciones se hacen desde dentro y no desde fuera. El que halla nuevos caminos debe de estar empapado de los viejos. Cuando algo se marchita y da paso a otra cosa, hasta que unos cuantos verdaderos genios no la ponen en marcha, lo único que rodea al cadáver son buitres. Anuncio en el metro sobre la nueva estación de Santa Rosa: una mujer vista desde atrás con una coronita kitsch dirigiéndose a la nueva estación. Programa de la nueva temporada de la orquesta de la ciudad: fotografías de partituras volando sobre fondos urbanos. Clichés vulgares, infantiles y antiestéticos.
viernes, 21 de octubre de 2011
Preferencias
Las discrepancias de pareceres emergieron junto con el nacimiento de la propia conciencia sobre ellos y se dirimieron de forma más ó menos violenta, por mera lucha por imponer la propia visión, hasta que el respeto por la visión ajena hizo su aparición. Fue una innegable conquista de la evolución cognitiva y moral. Pero toda nueva emergencia trae nuevas visiones y a la vez nuevas patologías. Y la patología de la postmodernidad es precisamente la supresión sistemática, bajo pena de alta sospecha, de cualquier escala ó jerarquía de valores. Evidentemente que el color verde no es mejor que el azul ó el rojo. Pero quizás este ejemplo tan simple nos podría enseñar que probablemente la ropa de color verde es la que le sienta mejor a determinada persona mientras que la de color rojo es la que le sienta mejor a otra persona. Cuando la potencial discrepancia se refiere a un intérprete musical (especialmente a cantantes líricos y pianistas), discrepancias que ahora han anidado fuertemente en las páginas de YouTube, deberíamos recordar que lo que estamos enfrentando son proyecciones de nuestro yo, que trata de imponerse sobre las proyecciones ajenas. En estos casos cabe decir que nuestra preferencia por determinados intérpretes no debería poner en marcha la identificación automática –e inconsciente- de nuestro yo con tales intérpretes. Cuando lo que enfrentamos son nuestros gustos por determinados autores y obras –y ya voy llegando a donde quería llegar- evidentemente que contra gustos no hay disputas y el respeto por la posición ajena es básico, pero no debemos confundir estas premisas con la ausencia de grados de hondura, significación, universalidad, invención, poética ó destreza técnica. Lo que quizás debemos de abstenernos es de comparar peras con manzanas. A uno le puede gustar Massenet más que Debussy en términos absolutos (demostrando así una limitación) o simplemente le puede gustar Massenet a un nivel y Debussy a otro nivel (como a uno le puede gustar comer una pizza de vez en cuando sin que ello conlleve que prefiera sistemáticamente la comida-basura a la alta cocina). El problema viene cuando ignoramos sistemáticamente a los autores de más enjundia escudándonos en la mayor facilidad –ergo, comercialidad- de las figuras menores. Y no me estoy refiriendo al carácter ó estilo de cada autor. La música ligera de Johann Strauss, Jacques Offenbach ó Federico Chueca es infinitamente mejor que la música supuestamente seria de Meyerbeer, Massenet ó Mascagni. Ahí queda dicho.
martes, 18 de octubre de 2011
Fórmulas
La concisa expresión simbólica que conocemos por el nombre de fórmula representa per se uno de los mayores logros de la Era de la Razón. La fórmula es la matriz que expresa una razón más o menos compleja, y que resume un modelo, lo define, o bien sigue a una serie deducciones desde tal modelo. El problema surge cuando asignamos un valor absoluto a la expresión. Entonces solamente tenemos que introducir las variables que queramos, y la fórmula nos dará cualquier solución. Igual que cuando los niños utilizan las fórmulas a boleo para solucionar los problemas en los exámenes. Detrás de toda fórmula anida un lenguaje y una ideología, y ello es cada vez más ignorado en nuestro mundo que supuestamente refleja la naturaleza como un espejo. De esta idea nace el adjetivo formulario –la fórmula como cliché-. La formulariedad conviene mucho a esta sociedad con pocas ganas de aprender que observamos cada día en nuestros entornos.
viernes, 7 de octubre de 2011
Trans-racionalidad
La historia de la filosofía occidental se basa en unas pocas preguntas ó cuestiones dualistas primarias. La primera hace referencia al carácter objectual ó procesual (ó, alternativamente, de la unicidad) de la realidad última (Parménides/Heráclito, pero también Platón/Aristóteles). La segunda a la transparencia de la mente respecto a lo cognoscible (realismo/idealismo). No solamente las respuestas varían con la época; también la forma de hacer la pregunta. Y precisamente la forma de hacer la pregunta configura la esencia de cada época; tanto ó más que las respuestas, formadas por contenidos que siempre forman parte de la constelación de las propias preguntas. Desde hace casi un siglo, una de las preocupaciones de la filosofía occidental, desde Wittgenstein hasta Rorty, ha consistido en la búsqueda de unos límites. La posibilidad de una filosofía trans-racional –como la de una ciencia trans-racional- todavía es muy incipiente, porque ambos campos de conocimiento se han desarrollado en el período mental y mental-racional, respectivamente. Y una ciencia ó una filosofía trans-racionales pueden parecer absurdas ó regresivas (la falacia pre-trans!) ¿Ejemplos? La mecánica cuántica, la lógica difusa, los koan budistas, las perspectivas “imposibles” de Escher,…
El mundo es ilusorio;
sólo Brahmán es real;
Brahmán es el mundo.
viernes, 30 de septiembre de 2011
Elites
Desde la Edad Antigua (y probablemente, desde antes), las sociedades han generado más o menos regularmente unos pocos individuos cuyo pensamiento ha ido por delante del pensamiento medio de su colectivo, al tiempo que depositaban en esa élite (en algunos casos, a título post-mortem) el timón que había de guiar el futuro desarrollo del colectivo (y no me refiero única o especialmente al timón político, evidentemente). Esos visionarios creadores han formado después parte de la historia del desarrollo de las civilizaciones. Hoy día parece que esta figura tiende a ser obviada, en parte en base a la creciente especialización en los saberes humanos que parece tener que negar la posibilidad de existencia de nuevos Hombres del Renacimiento. Y esta especialización se refleja en la fragmentación que ha sufrido el saber y a la vez en la emergencia de redes de conocimiento basadas en las nuevas tecnologías de la comunicación. Este último punto es particularmente atractivo por su asociación con un posible conocimiento globalizado o, mejor dicho, una posible mente global ó sistémica. La existencia, sin embargo, de individuos cultos con brillantez de síntesis y grandes intuiciones sigue siendo básica para la evolución de la sociedad. Y quizás como en el fondo notamos a faltar la voz de dichos elementos, recopilamos sabias -ó a veces solamente ingeniosas- frases de destacados personajes del pasado y llenamos con ellas bases de datos. La apariencia externa de tales frases suele ser la de la paradoja, figura especialmente rica a la hora de despertar determinadas zonas de la conciencia. Cuando encorsetamos la paradoja con manuales del buen pensar y el buen hacer a los que nuestra sociedad es ahora tan aficionada, sin embargo, dejan de ser efectivas, como cuando queremos explicar la poesía con palabras.
sábado, 17 de septiembre de 2011
Marcas
En este desgastado momento de la historia a menudo nos agarramos con fuerza a clichés que ya no tienen una significación viva. Un ejemplo concreto es el de los clichés de la derecha y la izquierda política. En nuestras latitudes, estos términos se manejan como se suele hacer con los equipos favoritos y rivales de fútbol. La significación histórica de ambas posiciones ha dado lugar a lo que hoy en día son meras “marcas”. La posición conservadora se halla anclada en un pasado imperial en el que la cohesión social y política venía dada por la mitología al uso. Tal mitología particular excluía, evidentemente, las mitologías de los enemigos, que debían ser “salvados” o “sacrificados” –o ambas cosas a la vez- por el bien del imperio (un claro ejemplo de etnocentrismo). La posición liberal se halla anclada más adelante en la evolución y en este sentido es una posición postilustrada y mundicéntrica. Tal postura, sin embargo, se halla actualmente en una situación de atrofia cuya única aspiración consiste en negar la anterior visión mítica. La visión racional se ha hecho así claramente insuficiente pero se niega a evolucionar pretendiendo constituir la última esencia de todas las cosas. Resumiendo, la posición conservadora niega la evolución porque con ella teme perder el poder, y la posición liberal, a pesar de reconocer la evolución que conduce hasta ella, niega que se pueda ir más allá. Tal es la situación de los términos derecha/izquierda política, por lo que no es de extrañar que cada vez mayores capas de la ciudadanía, dejen de identificarse con tales presupuestos y pretendan ir un poco más allá. En esto coinciden los pobres de El Cairo y los ricos de Tel Aviv, así como el resto de los indignados que en el mundo son.
domingo, 11 de septiembre de 2011
Roles
En el mundo de hoy (¿Cuál de ellos?) los roles masculino y femenino se han visto crecientemente repartidos entre ambos sexos, como un un ejemplo más de evolución integrativa. La masculinidad exacerbada de hombres y la feminidad exacerbada de mujeres es una situación más lejana al equilibrio y ha quedado más restringida a los círculos más conservadores y primitivos (como el mundo árabe tradicional y las series americanas para adolescentes). Desde el punto de vista psicológico, la masculinidad álgida se compensa con la feminidad álgida, mientras que una proporción más equilibrada de roles se complementa con el mismo tipo de substrato. Y las fuerzas de la reacción, claro está, han ido en contra de cualquier tipo de evolución, por miedo a perder algo y no recuperarlo en la misma forma. Precisamente este deseo de impedir la evolución natural de las cosas ha creado el mito del supermacho/superhembra (en los impresos oficiales de la España de hace solamente cuarenta años todavía se indicaba “sexo: varón/hembra”, extraña mezcla antropozoica). Y como desde el punto de vista más superficial la evolución de los roles sexuales parece favorecer únicamente a las mujeres el macho perdedor se bate en retirada ó en ocasiones se atrinchera en los espacios aludidos anteriormente. El creciente auge de la homosexualidad también puede relacionarse parcialmente con todos estos hechos. Frente a las teorías de poder/fuerza que han venido utilizando las feministas radicales, la visión de Ken Wilber (quien no se cansa de observar que si la dominación masculina hubiera sido el único elemento que ha impedido el despliegue feminista tal hecho sería indicativo de la supuesta memez de las mujeres) sobre la emancipación femenina –basada en el despliegue progresivo de la noosfera a partir de la biosfera- me parece infinitamente más plausible. Los valores femeninos, tradicionalmente restringidos a la relación doméstica, se han ido implementando también en la vida pública. Logos y Eros coexisten cada vez más en todos los individuos.
viernes, 2 de septiembre de 2011
Comedias
En una apreciación que reconozco muy personal y no generalizable, considero que las obras literarias –especialmente el teatro y, particularmente, el teatro musical- que no ocultan su gusto por la comedia y el humor alcanzan en ocasiones zonas del espíritu que son más difícilmente accedidas por las obras que carecen de tal ingrediente. Quizás la idea sea fruto de la mayor asociación de las obras trágicas con ciertos ribetes sentimentales que no ayudan ciertamente a la interiorización profunda. Aun en obras muy anteriores al Romanticismo, la declamación de la tragedia invita a un histrionismo que parece ir en contra de la sutileza del jeu d’esprit. Me doy cuenta de que en el fondo estoy categorizando evolutivamente razón y sentimiento y de hecho el tema es mucho más complejo que todo ello. El clásico texto del joven Nietzsche El Nacimiento de la Tragedia del Espíritu de la Música, de hecho, trata de este tema, contraponiendo a la usual visión clasicizante –apolínea- de la antigüedad griega una visión adicional emocionalmente más compleja –dionisíaca-, la unión de las cuales daría el fruto de la tragedia antigua. La finalidad de tal fruto –como la de sus mitos contemporáneos- sería la de ejercer una catarsis y mostrar así a su público una historia que pudiera resonar en su interior sin necesidad de experimentar directamente los trágicos sucesos descritos en ella. Este efecto curativo todavía se hace visible en obras muy posteriores, escritas ya en el período mental-racional, en el cual la estructura mítica de comprensión del mundo ya había sedimentado. Hamlet podría ser el ejemplo clásico, en el cual asistimos -modernísima versión de catarsis- a un auténtico psicodrama que ejerce su efecto dentro de la obra. Pero por muy grandes que sean –lo son- las tragedias shakesperianas, con su honda caracterización de trazos universales (sean los celos de Otelo/Escorpio ó las dudas –Edipo incluído- de Hamlet/Libra), en una cosa al menos, The Tempest ó A Midsummer Night’s Dream pueden llegar a superarlas: su capacidad de autocita, de auto-reflexión. Las emociones que experimentan el príncipe de Dinamarca ó el embajador de Venecia en Chipre, por universales que sean, quedan aprisionadas dentro de los personajes. Resuenan en nosotros de forma a-racional. Las emociones que experimentan el gobernador de Milan ó las parejas de la Atenas de cartón-piedra son relativizadas y reflexionadas en su contexto e incluso fuera de él. Y una condición absolutamente necesaria para la evolución consiste en la objetivación. Solamente podemos ir más allá de nuestro ego cuando somos capaces de contemplarlo de manera más ó menos objetiva. Y esta capacidad de auto-análisis rara vez se da en los géneros trágicos. Ése es también uno de los triunfos de la ópera mozartiana respecto a la ópera seria barroca, a pesar de las obras extraordinarias que también conforman éste género. En los últimos años se ha puesto de moda alabar sobremanera la otrora minusvalorada Clemenza di Tito mozartiana, ejemplo de prolongación de la opera seria hasta el mismo corazón de la Ilustración. Personalmente creo que, por muchas que sean las virtudes de esta obra (compuesta al mismo tiempo que Die Zauberflöte –verdadero epítome de la Ilustración-) resulta pálida y convencional al lado de sus hermanas mayores. Don Giovanni, seguramente una de las óperas más importantes jamás escritas (y una de las mejores versiones del mito de Don Juan), riza el rizo ya que presenta -avant la lettre- la angustia existencial de la humanidad post-ilustrada. Y lo hace utilizando un lenguaje que todavía invita al desapego, a la autocontemplación, lenguaje que el posterior Romanticismo eliminaría de raíz con su negación de la razón y su retorno a los supuestamente prístinos orígenes. La mezcla de elementos trágicos y cómicos hace posible tal milagro. Don Giovanni –en una de las mejores escenas de la obra- desafía a la estatua invitándola a cenar con el consiguiente contrapunto cómico del aterrorizado Leporello (distancia-objetivización) hasta que él mismo reconoce que el asunto es extraño, situación prolongada en la escena final (“Non l’avevva mai creduto, ma farò quel che potrò”). La moraleja final –eliminada por inaceptable durante el S XIX- vuelve a poner la distancia y observar la situación desde fuera, utilizando incluso mezclas de lenguaje clasicizante y modismos populares (así la insólita rima del genial da Ponte “Resti dunque quel briccon / Fra Proserpina e Pluton”). Siguiendo con el mismo tipo de argumentación, Hans Sachs reflexiona no solamente sobre la vida y sus avatares, sino sobre su arte y en definitiva sobre la propia Meistersinger von Nürnberg, cosa que el pobre Tristan no puede llegar a hacer ya que el filtro del amor lo ha cegado para siempre. Algo parecido sucede con Falstaff y la Mariscala: pueden hacer cosas que Rigoletto ó Salomé, atrapados en sus respectivos karmas, no saben ni que existen.
martes, 23 de agosto de 2011
Leyes
Como en muchos otros ámbitos de la vida política y social, existen buenas diferencias entre los países mediterráneos y los del norte de Europa en lo que a códigos civiles se refiere. En los países ribereños, debido sin duda a la influencia histórica de la lex romanorum, se generan gran cantidad de leyes escritas sin conexión aparente con las necesidades generales de los ciudadanos. Si bien hace dos mil años esta dinámica, fruto del universo integrador mítico del Imperio Romano, fue un instrumento de evolución y una conquista importante, el uso posterior no puede interpretarse sino como un intento de ejercer un poder (o, todavía más triste, la pura ilusión de ejercerlo) por parte de un sector de la población. Cuando las leyes, en su espíritu, recogen las inquietudes contemporáneas y resultan significativas para la civis no pueden ser formalmente utilizadas como instrumento de dominación. Frente a la utilización inarmónica de la ley ha surgido, históricamente, la rebeldía más ó menos institucionalizada e incluso la sociedad secreta, la mafia local. Es interesante observar a este respecto que la Iglesia Católica ha ejercido históricamente su poder temporal desde una sede sita en la ribera mediterránea y, como tal, dicho poder temporal también ha generado sus leyes sin espíritu y sus consecuentes rebeldes. Es significativo preguntarse por qué durante la Ilustración las logias masónicas de centroeuropa acogían en su seno buena parte de individuos con altas cotas de poder (¡incluso reyes y emperadores!) mientras que sus homólogas del sur funcionaban como alternativas frente a un poder grandemente basado en el Ancien Régime. En el caso de España, huelga decirlo, esta descripción aplicó especialmente. Todo lo dicho para las leyes generales aplica también para el funcionamiento local. Así, en cada uno de nuestros microcosmos particulares abundan los individuos que generan leyes (que en ocasiones aplican a todo el mundo excepto a ellos) para un funcionamiento supuestamente ideal y que responden únicamente a un deseo más o menos oculto de ejercer cierto poder.
jueves, 11 de agosto de 2011
Moldes
Quizás porque pertrenezco a una generación que tenía en sus años de juventud una visión muy diferente a la actual que me sorprende un hecho que constato cada vez que asisto ó veo un acto académico de graduación. En mi época juvenil ni se planteaba la celebración de tal espectáculo, que se asociaba –¡el cine!- a determinada coordenada ético-estética (¡yankeelandia!). Analizada así, la cosa no tiene mayores consecuencias: las modas cambian (o, cada vez más, simplemente van y vienen) y cada generación va coloreada con sus circunstancias históricas, que siempre se van modificando (algunas veces también van y vienen). Pero la cosa no queda ahí. El fenómeno que describo, a través del cual se han implementado recientemente tradiciones muertas que ya no significan otra cosa más allá de los aspectos más externos, forma parte de un gran grupo de objetos y etiquetas fijados a los que queremos acceder para alcanzar lo que hemos creído fijar como status. El hábito no hace al monje; simplemente lo denota superficialmente. En vez de querer hacer cosas invirtiendo un esfuerzo y logrando unos resultados, lo que más apetecemos es acceder a títulos y esquemas que creemos fijados. A los trepadores incompetentes, clase hoy en día bastante abundante, poco les importa superar su incompetencia; lo único que les interesa es alcanzar un puesto (puesto que, una vez acceden ellos, queda automáticamente desacralizado; puro papel mojado). La aristocracia tenía en otras épocas muy presente un motto procedente de épocas medievales: noblesse oblige, todo un principio básico de una sociedad meritocrática. Hoy hemos vaciado de contenido títulos, jerarquías, ceremonias, para acto seguido adorar su cadáver. El hecho me recuerda también las ferias en las cuales se exhiben oficios ya perdidos, algunos de los cuales han contribuído a hacerlos desaparecer los mismos siniestros personajes que ahora nos invitan a contemplarlos con nostalgia.
domingo, 7 de agosto de 2011
Otra vez...
Ya lo he dicho aquí en numerosísimas ocasiones: tenemos una tendencia enfermiza hacia la proyección en el “exterior” de todos nuestros trasuntos internos. Ya sea en forma de conceptos, agentes, deidades, normas, panfletos, ángeles y demonios. El místico, contrariamente al concepto vulgar de este término, no es el bobalicón que vive en un anhelado mundo ideal producto de su (buena) fe, sino el que vive plenamente en el mundo presente, el que integra y transparenta todos los filtros que desdibujan cotidianamente nuestras percepciones. Exterior es el mundo material del dualismo cartesiano, pero también exterior la noción histórica de Dios. Exteriores los conceptos de Bien y Mal, que siempre queremos separar para dejar únicamente el primero eliminando el segundo (que es como querer eliminar una sombra). Exteriores las normas de buen funcionamiento de la sociedad (¿expresión de nostalgia por un pasado coherente?): simplemente hay que seguir los dictados cuidadosamente cartografiados y llegaremos a la perfección. Y en muchas ocasiones incluso llegamos a proyectar nuestros contenidos sobre objetos naturales reales (como hacían nuestros antepasados en épocas mágicas y míticas con rayos, volcanes y ciclones) ó potenciales (nuestra obsesión actual por la posible colisión de un meteorito sobre la superficie terrestre). Las localizaciones “interior/exterior” son solamente el fruto de una dualidad; un puro espejismo. Simplemente nuestra mente crea una diferencia en base a unas percepciones y unos hábitos. Exterior e Interior se corresponden de la misma manera que arriba y abajo, que diría Hermes Trismegisto.
viernes, 29 de julio de 2011
Romanticismos
La parte más negativa de las posiciones comunes es su carácter insidioso. No se notan. Te encuentras sumergido en un caldo social y cultural hacia el que tus percepciones, a fuerza de contacto, han perdido ya su sensibilidad. En una conversación reciente, y al comentario de mi interlocutor –para nada proveniente del campo de las ciencias “objetivas”, debo recalcar-, de que la bioquímica determinaba tales y cuales comportamientos, alegué que sí, que la bioquímica era el correlato “externo” del asunto. Entonces mi interlocutor me miró con cara rara, como si estuviera frente a un habitante del pleistoceno con sospechosos ribetes vagamente “a-científicos”, “irracionales”, “ocultistas” o, peor aún, “religiosizantes”. Al cabo de un momento, en un nuevo comentario, mostró su solución mágica frente a la imposibilidad de conjuntar una visión chata del mundo como la que había abrazado hacía un instante con el mundo interior no reconocido por el contexto social-cultural predominante: el romanticismo. El romanticismo como posición desesperada, como regresión a los supuestos orígenes prístinos, vírgenes, ante la imposibilidad de evolución en la dirección aparentemente única que nos plantea nuestro entorno más visible, nuestra posición común (aunque mucho menos común de lo que muchos creen). ¿Tanto cuesta ver que los pensamientos, el dolor (físico ó emocional), la felicidad, el goce estético, la compasión y otras mil cosas son experiencias personales que tienen sus correlatos “externos” observables, pero subjetivas (ó intersubjetivas) y vividas únicamente en primera persona? (y que todo ello no tiene nada que ver con la supuesta irracionalidad ú ocultismo, términos todos ellos que hacen solamente referencia a otra posición común, otro cliché). Respecto a la des-integración involutiva romántica, acabo de leer una cita de Michel Focault que viene como anillo al dedo: Creo que hay una tendencia fácil y generalizada que debemos combatir: la de designar como nuestro primer enemigo aquello que acaba de ocurrir, como si siempre fuera la peor forma de opresión de la que nos tenemos que liberar. Esta simple actitud implica una serie de peligrosas consecuencias: primera, una tendencia a buscar una forma barata de arcaísmo o una antigua forma imaginaria de felicidad que la gente, de hecho, nunca tuvo. En este odio al presente hay una peligrosa tendencia a invocar un pasado totalemente mítico. Gran parte de los movimientos del New Age, dicho sea de paso, caen dentro de esta descripción.
lunes, 18 de julio de 2011
Elección peligrosa
Hace unos treinta años, poco más o menos, y copciónmo parte de los hechos indicativos de la desestructuración de un modelo social, muchos de los responsables de instituciones de la más diversa índole hicieron una elección peligrosa. Prefirieron rodearse de individuos incompetentes pero afectos, desprendiéndose a la vez de los más competentes, pero con un sentido crítico más comprometido. Cuando en una jerarquía uno de los niveles muestra este tipo de comportamiento se produce un desfuncionamiento que acaba por alcanzar a todo el sistema. ¿Qué buscaban los (i)responsables con tal elección? Perpetuar, sin duda, su status evitando que los estratos inferiores bregaran por ocupar su lugar. Se cambió el equilibrio móvil por el inmovilismo forzado. Una vez consumada la elección, el pacto de no-agresión y de no-crítica siguió de forma natural. Los problemas quedaron estancados y no se pudieron solventar (o, al menos, considerar) hasta un recambio jerárquico (que ahora sí, hecho consumado, aceptó y perpetuó la elección ponzoñosa de su antecesor, buscando nuevos subordinados a-críticos afectos a la nueva línea). Y como diría Jacques Brel, et la crise arriva….et nous voilà ce soir……
sábado, 9 de julio de 2011
Movimientos
La Traslación es el movimiento que nos lleva hacia un objetivo y que por concatenación nos hace recorrer un espacio de objetos. La Rotación es el movimiento que nos centra en nuestra interioridad y nos hace partícipes de la naturaleza de los procesos. La condena de la traslación es el eterno vagar errante por no hallar el objeto deseado; la condena de la rotación es el eterno girar sin encontrar el centro inmóvil. Los occidentales han buscado su cielo mediante la traslación; los orientales su nirvana mediante la rotación. El movimiento que se corresponde con la globalización es el de vibración, partícipe de los dos anteriores pero diferente a ellos. Resulta de la proyección unidimensional de la bidimensional rotación y da la sensación de traslación truncada, pero la Vibración es el movimiento de la resonancia, de la correspondencia, del símil, la participación, la respiración, el cosmos.
miércoles, 6 de julio de 2011
Rarezas
Cuando, en un contexto convencional, hablamos de alguien ó algo raro, inmediatamente nos hacemos con una imagen mental claramente negativa, asociada con comportamientos a-sociales, hechos inverosímiles ó extravagancias varias. Y raro simplemente denota poco abundante, que se sale de lo común sin llegar tampoco a ser excepcional. Si es en lo común en donde desplegamos nuestro campamento base, entonces todo lo que se salga de esta zona confortable despertará en nosotros emociones negativas. Si por lo común entendemos la mediocridad diaria –por dorada que sea- entonces lo raro puede verse como una escapatoria a la estupidez cotidiana. Cuando leyendo un libro de ideas encuentras una con la que resuenas especialmente tienes la sensación de haber encontrado un diamante ó una pepita de oro. Cuando en la misma situación encuentras la idea con la que resuenas especialmente cada dos páginas (existen autores muy interesantes, pero sumamente repetitivos), a cada nueva repetición la sensación de que el diamante pueda ser en realidad un trozo de vidrio va constantemente en aumento. En las ciencias de la naturaleza, la utilización histórica del epíteto raro conlleva un significado similar. Una atmósfera rarificada es aquella en la que existe poca cantidad de gas y, por consiguiente, poca presión. El grupo de elementos químicos lantánidos se había llamado antiguamente el de los elementos de tierras raras. Los lantánidos están diseminados por toda la superficie terrestre, pero en concentraciones más bajas que otros elementos químicos. Parece como si cada vez más lo bajo, lo feo y lo sucio fueran lo habitual y lo elevado, lo hermoso y lo limpio, lo raro (y que conste que este no es un discurso de internado de señoritas de otra época). No estoy hablando precisamente de una mera traslación hacia nuevos ejemplos que amplíen los citados conceptos. Estoy hablando, más bien, de nuestra complacencia en las regresiones. ¿Cualidades raras hoy en día? La elegancia, la discreción, la modestia, el saber-hacer y la autoestima. Amén.
miércoles, 29 de junio de 2011
Indignados
viernes, 24 de junio de 2011
Equívocos
Hace pocos meses falleció a edad más que respetable uno de los decanos de los compositores estadounidenses, Milton Babbitt. Babbitt fue pionero del serialismo y la música electrónica en el Nuevo Mundo, pero la mayor difusión de su nombre la alcanzó en 1958 por un escrito para la entonces popular revista High Fidelity. El título original del escrito era “The composer as specialist”, pero fue cambiado sin su conocimiento al más vulgar y ofensivo “Who cares if you listen?”. En él recordaba que la época en que el hombre común podía entender las más avanzadas teorías científicas ó modelos filosóficos hacía ya mucho tiempo que había pasado a la historia. Sin embargo, nadie hablaba de decadencia ni de conspiración relacionados con este hecho, al contrario de lo que pasaba con la música más avanzada. Más de treinta años después Babbitt todavía decía que era más recordado por ser el autor de “¿A quién le importa si escuchas?” que por haber compuesto “música la cual te puede o no importar escuchar”. La confusión sigue presente en nuestros días, pero se ha ampliado a otros campos artísticos. Además del eterno problema de la catalogación de la música (todavía no existe un buen adjetivo para la música “clásica”, “seria” ó “artística”) ahora también se confunde la literatura con los best-sellers de usar y tirar y la pintura con las cosas que cuelgan en las paredes de hoteles y salas de convenciones.
domingo, 19 de junio de 2011
Sentimiento de culpabilidad
La influencia de los movimientos New Age ha llegado a hacer creer firmemente a la sociedad que el sentimiento de culpabilidad que tradicionalmente han mostrado sus individuos era algo impuesto y que había que desprenderse de él a toda costa para lograr una liberación. Y resulta que ahora empezamos a intuir que en realidad no es exactamente así. La visión materialista que dominó durante mucho tiempo (la mitad del XIX y una parte del XX) la intelectualidad europea (y que ahora todavía domina el pensamiento popular) quería hacer de este sentimiento una construcción por parte de las fuerzas dominantes del sistema ideado con objeto de ejercer el poder sobre el depauperado individuo. Este tipo de pensamiento –como tantos otros capítulos de la condición humana- presenta una componente inmadura que asigna unas categorías –en este caso la de los poderosos y los débiles- y que instrumentaliza el pensamiento profundo como pura manipulación de los primeros sobre los segundos. Lo cierto es que sea cual sea el paradigma dominante habrá un grupo que intentará dominar al resto. La minimización de este fenómeno solamente se puede lograr mediante la educación y concientización del máximo volumen de individuos. Todo ello dista mucho de decir que el sentimiento de culpabilidad no se haya instrumentalizado por parte de ciertos grupos con objeto de ejercer un control, un poder (las jerarquías de la Iglesia Católica, sin ir más lejos). Y esta instrumentalización incluso ha dado lugar a lo que los grupos New Age critican, es decir, la anulación del individuo (la alienación, en suma, obtenida a través de los más variados paradigmas sociales y de pensamiento). Una gran dosis de culpabilidad como la que describo es sobremanera perniciosa, pero una falta total de ella –lo que ahora se nos presenta cotidianamente- es igualmente perniciosa, porque ha destapado lo que hay detrás: un egotismo que no parece tener límites. Hay que liberarse, por tanto, de la culpa que no deja avanzar, pero hay que evitar ignorar esta parte de la conciencia que nos equilibra. En una escena de Zelig, el mutante personaje encarnado por Woody Allen es psicoanalizado por la terapeuta interpretada por Mia Farrow. Zelig, trocado por la presencia de la psicoanalista en un congénere, pretende querer abandonar la estancia para ir a la ciudad, en donde el Dr Freud imparte un curso sobre masturbación. –“¿Sentimiento de culpabilidad?” pregunta la Dra Eudora Fletcher. –“No, no; yo voy al curso avanzado”, asegura el paciente.
domingo, 12 de junio de 2011
Per la Reyes
-saps prou com l'estimàvem-
serà potser en excès melangiosa.
Quan s'escurcin els dies te'm faràs més present
perquè el silenci fa més densos
els records, i més íntim el temps
que ens és donat per viure'ls.
A ulls clucs et veuré: tot serà tu
per la cambra, pels llibres, en la fosca.
Després passaran anys i esdevindràs translúcida
i a través teu estimaré el futur
potser sense pensar-te ni sentir-te.
Arribaràs a ser una part tan íntima
de mi mateix, que al capdavall la mort
se t'endurà de nou quan se m'endugui.
Miquel Martí i Pol
jueves, 2 de junio de 2011
Aquí y ahora
Como sucede con cualquier otra simplificación, resulta un poco complejo resumir las diferencias entre la música del S XIX y la del S XX e identificar cuáles son los elementos que distinguen la “dionisiaca” música del XIX de la “apolínea” música del XX (por utilizar la dicotomía utilizada por Nietzsche). De hecho, más que comparar de forma analítica entre entre grupos cerrados lo significativo sería considerar la evolución global de la cual ambos grupos son instantáneas (trabajo ímprobo que dejo para otro día). La diferencia mayor en cuanto al ethos de ambos grupos viene dado por su relación con el ser y el existir. La música del XIX representa una búsqueda constante de una meta no muy bien definida. En ocasiones esta meta se asocia con un retorno al supuestamente prístino origen (Romanticismo) o también con un supuesto reposo que sólo es dado junto con la extinción (Romanticismo de nuevo; los ideales de este movimiento en música se extienden en la historia mucho más que los correspondientes en literatura). Y esta digamos función psicológica viene asociada a la digamos estructura armónica de la música. Durante el XIX el desarrollo de la armonía y el llamémosle empobrecimiento de la función rítmica fueron los procesos más destacables. Si atendemos a la evolución de la estructura rítmica de la música podemos afirmar que la explosión acaecida en este terreno durante el Renacimiento (ya preludiada en el Ars Nova) y su posterior imbricación en la rítmica motórica barroca (fiel estructura gemela del inmenso mecanismo de relojería newtoniano) que a su vez fue suavizada durante el clasicismo, verdadero punto de equilibrio entre melodía, armonía y ritmo, condujo a un colapso hacia finales del XIX por hiperdesarrollo de la armonía a expensas de otros elementos. De esta manera la inestabilidad asociada a la búsqueda constante antes descrita se expresa a través de modulaciones no resueltas y ampliación del cromatismo, con la consiguiente debilitación del sistema tonal. La música del XX, por contra, representa una afirmación, un hallazgo constante del aquí y ahora que se logra básicamente o bien a través de una estasis armónica o bien a través de un ritmo irregular. Gran parte de la música de la primera mitad del XX (Stravinsky, Hindemith, Messiaen) utiliza recursos de este tipo (simultaneidad de progresiones, escalas con alto grado de simetría, escalas modales). Pero es que una buena parte de la música de la segunda mitad del XX también afirma el aquí y ahora bien por abundar en lo que se ha venido en llamar tiempo vertical ó instantáneo (Stockhausen) ó por incluir, de manera aperspectivista, una suma de procesos con apariencia borrosa (Ligeti, espectralistas). La música del XXI, como sucede en todo proceso dialéctico, nos obsequiará con la síntesis de los elementos otrora dicotómicos. Un temprano ejemplo lo puede constituir el minimalismo y la process music, donde el proceso es considerado dentro de un esquema estático repetitivo.
sábado, 28 de mayo de 2011
Vida
Hace exactamente cuarenta años uno de los padres fundadores de la moderna biología molecular, Jacques Monod, postuló (o quizás, pontificó, en una opinión personal y poco basada en modelos científicos), que la vida era un fenómeno absolutamente singular y fruto del azar, con un bajísimo grado de posibilidad de que se pueda repetir en otro lugar o época en el vastísimo universo. Hoy, apoyándonos en modelos científicos renovados por la teoría de sistemas, las matemáticas de la complejidad, el estudio de los sistemas disipativos y la autopoiesis, creemos precisamente todo lo contrario: que la vida es un término hacia el que, dadas unas mínimas condiciones iniciales, se tiende de forma natural por autocatálisis si se da al sistema el tiempo suficiente para ello. La afirmación de Monod, sin embargo, tenía más de postura tripera que de conclusión epistemológica, igual que la última afirmación de Stephen Hawking sobre la inexistencia de algo más allá de la muerte cerebral. Ambas están formuladas con la misma seguridad con la que un miembro del sacro colegio cardenalicio defendería lo contrario (o con la que el presente máximo gestor de la Banca Vaticana denosta más que respetables tradiciones espirituales). Respecto al anuncio de Hawking habría que acotar que este tipo de afirmación siempre hace referencia a la existencia individual de cada psique, y es ahí donde puede radicar el malentendido. La tradición judeocristiana, al igual que la posterior tradición musulmana, hace referencia a la vida más allá de la muerte en relación con las personas individualmente tratadas, en un plano de existencia análogo al terrenal, pero transfigurado. La visión hinduista-budista recoge también (especialmente la hinduista) los azares de una existencia individual que se va purificando a través de la metempsicosis hasta llegar a desvanecerse en un nirvana desprovisto de de cualquier forma (y, por tanto, de cualquier individualidad). La visión taoísta establece desde el principio la existencia no-nacida ni perecedera del Tao, única realidad absoluta que da lugar a las diferentes realidades relativas. La existencia individual, recordémoslo, no apareció con la vida, sino con estructuras más evolucionadas. Los organismos monocelulares procariotas representan una forma de vida muy arcaica (sin núcleo celular y sin capacidad de generar organismos pluricelulares) cuyos “individuos” se reproducen mayormente de forma asexual (es decir, sin intercambio de ADN), por simple división, cosa que los hace “inmortales”. Con la aparición de la reproducción sexual apareció, por tanto, la muerte individual. Y ya no recuerdo hacia donde se dirigía esta frustada y supuestamente grave reflexión…
martes, 24 de mayo de 2011
Teoría, normas, códigos
Tradicionalmente los conocimientos teóricos y prácticos sobre cualquier disciplina se han separado con objeto de facilitar su comprensión y digestión. En el caso de las artes, la teoría se ha extraído necesariamente de la práctica, aunque después se ha proyectado de alguna manera en un mundo ideal preexistente. El estudio de la música, más concretamente, se ha basado durante mucho tiempo (y se sigue basando de forma mayoritaria) en unos códigos y normas extraídas de unos momentos históricos concretos en los que se ha visto representar un ideal a seguir. Lo más divertido del caso es que los grandes maestros de esas épocas constantemente infringen tales códigos y normas, que parecen ser seguidas al pie de la letra solamente por sus más mediocres coetáneos. Así, los contenidos de los manuales de armonía y formas musicales (dos parcelas muy representativas de la situación que describo) explican lo que la época de Haydn, Mozart, Beethoven y Schubert consideraba un ideal clásico fruto de la Ilustración, pero que ninguno de estos maestros siguió a rajatabla en sus obras (especialmente las de madurez). La literatura popular romántico-sentimental ha puesto en boca de Beethoven –especialmente dado a los exabruptos, parece ser-sabrosas y míticas frases al respecto, como la respuesta dada a su discípulo Riess cuando éste le hizo notar la presencia de las prohibidas quintas paralelas en una obra reciente: “-¿Quién las prohibe? –pues Fuchs, Albrechtsberger, toda la Academia –Pues fíjate bien: yo, Yo las permito” (aunque mi frase pseudoapócrifa favorita de Beethoven sea la respuesta dada a Czerny a la pregunta de por qué la octava sinfonía era menos popular que la séptima: “¡Porque la octava es mucho mejor!”). Pero es que ni el tranquilo Haydn, creador además de las formas clásicas (sinfonía, cuarteto, forma sonata) se está de alejarse cuanto puede en el catálogo de su vejez. Mozart y Schubert, pese a haber vivido muchos menos años que sus colegas, no se quedaron cortos en sus desviaciones al supuesto ideal clásico. Todos estos compositores (especialmente los tres primeros), más que revolucionar en sus últimos años formas y armonías lo que hicieron fue acudir a modelos pretéritos (¡la barroca fuga!) en busca de novedad. Una vez más, el avance se logra negando la generación de los padres y buscando inspiración en la de los abuelos. Conclusión: lós códigos y normas están bien para conocerlos y luego arrojarlos por la borda. Como le dijo a Debussy su maestro de armonía Ernest Giraud (y esta cita no es pseudomítica) “solo ahora, una vez que usted conoce bien las reglas, está en condiciones de prescindir de ellas”.
martes, 17 de mayo de 2011
Progresos
Cuando hacemos servir la palabra progreso sin un claro contexto que la delimite (normalmente en mayúscula: Progreso) o también con un epíteto que la generalice (como Progreso Humano) vienen a nuestra mente, en primera instancia, muchos logros tecnológicos que hacen la vida aparentemente más cómoda pero a la vez le dan un aire más amenazador. Hemos logrado multiplicar las cosechas (para luego tirar buena parte de la comida que producimos) a costa de envenenar los campos. Tenemos una gran capacidad de viajar rápidamente a cualquier sitio a costa de envenenar el aire. Producimos plástico suficiente para embalsamar toda la Tierra a costa de envenenar los mares. Hemos desarrollado la medicina hasta límites insospechados hace unas décadas a costa de provocar largas agonías. Pero el Progreso no es eso. Se refiere más bien a la evolución global atendiendo a todos los parámetros que rodean nuestra existencia, desde el desarrollo del sentido moral hasta el de la mente, desde el desarrollo material y tecnológico hasta el espiritual y artístico. El progreso tecnológico desequilibrado respecto a los otros desarrollos es especialmente peligroso (como la posesión de armas nucleares por parte de un integrista). Solamente cuando equilibramos armónicamente las evoluciones de todos los aspectos podremos escapar de las formas más insidiosas de la falacia pre-trans que aparecen perfectamente epitomizadas en el impresionante dibujo que acompaña este comentario.
viernes, 6 de mayo de 2011
Recuerdos
Toda la constelación de elementos que giran alrededor del tiempo, desde su percepción hasta el propio concepto forma parte del engranaje básico de la conciencia. A lo largo de la historia han surgido infinidad de concepciones del tiempo. Y estas reflexiones han ido versando sucesivamente sobre la naturaleza del tiempo, sobre su categoría ontológica, sobre su relación con el conocimiento humano y su ámbito de aplicación, sobre sus diferentes variedades, sobre la psicología de su percepción. Desde San Agustín hasta el sistema de jerarquías temporales anidadas del recientemente fallecido J.T. Fraser hemos asistido a un verdadero despliegue de conceptos y clasificaciones. Una de las más famosas concepciones de la temporalidad es debida a Henri Bergson y hace hincapié en el tiempo como duración y su asociación con la memoria como recuerdo, huella, paso del tiempo que desdibuja la consciencia, reminiscencia…El tiempo bergsoniano es el limes a través del cual los procesos se nos presentan como objetos. Conforme avanzamos en edad –experiencia- la sensación del paso del tiempo se nos hace cada vez más presente con la consiguiente percepción de aceleración (ya que las unidades de tiempo físico representan cada vez una fracción menor de nuestra experiencia) y llegamos a otorgar una mayor relevancia a sucesos cada vez más alejados del momento presente, con el consiguiente peligro de regresión. Al final de todo está el principio pero no el principio inocente sino la percatación (realization) solamente consumada por la experiencia global. Rosebud sólo se puede añorar cuando se ha recorrido todo el camino.
miércoles, 27 de abril de 2011
Obras paralelas
En la literatura sobre la obra de Mahler que conozco (que no es mucha, todo sea dicho) no se destaca especialmente la relación entre la figura de este maestro y la de Schubert, aunque creo que las obras de ambos creadores tienen mucho en común. Tanto Schubert como Mahler abundan en ritmos de marcha, ya sea ésta militar ó fúnebre. En el caso de Schubert incluso la marcha del caminar vagando (Das Wandern) llega a hacerse hasta obsesiva, como en los magníficos impromptu D. 899 nº1 y Andante del Trio D. 929 ó trágica, como en la canción que abre Der Wintereise. Las marchas propiamente militares se inscriben para Schubert más cerca de la música popular festiva, al contrario en este caso de Mahler, siempre asociadas a los lejanos toques militares oídos desde casa en su niñez. Aunque Mahler también saca partido de la marcha militar al descubierto (Revelge). Ejemplos de grandes secciones sinfónicas mahlerianas con carácter de marcha pueden ser el primer movimiento de la III sinfonía (en la que el siempre programático R. Strauss creía ver ecos de una marcha del 1º de mayo en el Prater vienés), el movimiento inicial de la V sinfonía (marcha fúnebre en este caso) ó el andante de la VII sinfonía, inspirado, dicen, en la célebre Ronda de Noche de Rubens. Ambos compositores sobresalieron en el género liederístico (central en la obra de Schubert pero coexistiendo con todo tipo de géneros; prácticamente el único género tocado por Mahler aparte de la sinfonía). Y en ambos casos encontramos reaprovechamiento y amplificación de música liederística en otros géneros; así la fantasía Wanderer, el cuarteto La Muerte y la doncella, las variaciones sobre Trockne Blumen, el quinteto La Trucha en Schubert; Der Antonius von Padua Fishpredicht (scherzo II sinfonía), Ging heut’ morgen ubers feld y Die zwei Blauen Augen (1er y 4º movimientos I sinfonía), Lob des hohen verstandnis (Finale V sinfonía) en Mahler. Tanto Schubert como Mahler poseían el secreto profundo del don melódico, algo bastante difícil de encontrar. Schubert, tratando siempre de imitar a su ídolo Beethoven, se acercaba a un punto muy distante, creando una nueva organicidad sutil y melódica que nada tiene que ver con la de su contemporáneo. Mahler es capaz de hacer cantar a toda una orquesta –si es necesario en contrapunto, como en el final de la V sinfonía-, desde la tuba hasta el timbal. Y ambos creadores se sirven para sus desarrollos de progresiones tonales poco convencionales, a veces hasta sorprendentemente novedosas. Una marca característica de ambos creadores consiste en la repetición de una célula temática en modo mayor en su modo homólogo menor (con retorno ocasional al modo mayor inicial), como enunciando el anverso y el reverso del mismo objeto. Ambos compositores hicieron incursiones en el terreno de la música de corte más ligero (música de salón en el caso de Schubert, muy famosa en su época, y que posteriormente nubló en parte la visión de un Schubert más profundo, resaltando su pertenencia a la generación Biedermayer; música tangueante o zingarizante en el centro de las sinfonías mahlerianas). Ambos autores mostraron también predilección por la música de baile en compás ternario, influencia austríaca en general, con sus ländler campesinos y vienesa en particular, con sus valses urbanos. Tanto Schubert como Mahler tardaron en ser aceptados como compositores de primera línea. En el primer caso gracias al paladinaje de autores como Schumann, Mendelssohn y Brahms. En el segundo, a la recuperación de la música postromántica tras la II Guerra Mundial. Finalmente, tanto en Schubert como en Mahler hallamos constantes referencias a la muerte. De forma más poética en el primero y más morbosa (malheur) en el segundo. Una lista de diferencias podría seguir, pero la creería menos significativa que la recién enumerada.
viernes, 22 de abril de 2011
Naturaleza/Cultura
Hace ya mucho tiempo intenté condensar algunas sugerencias referentes a la integración de dualidades. Me dejé una dualidad bastante preferida de nuestra época: la dualidad Naturaleza/Cultura. Es una dualidad que no precisa, creo, de una gran síntesis dialéctica para ser integrada. Podemos considerar, de forma un tanto arbitraria, Naturaleza como algo previo a la conciencia humana y Cultura como algo posterior. El peligro, como siempre, consistiría en considerar Naturaleza como un término dado y Cultura como un término construído (la dualidad dado/construído, también en el centro de nuestro presente). Porque el estudio, científico pongamos por caso, de Naturaleza, es en realidad Cultura y construcción, mientras que la mala sombra que exhiben demasiado a menudo los humanos no deja de ser Naturaleza. Así, Logos parecería Cultura mientras que Eros se asociaría más a Naturaleza. Pero ¿no es éste un enunciado análogo al del dualismo Sabiduría/Método (o sea, el dualismo yin/yan)? El terremoto es Naturaleza, así como el miedo que produce en las especies vivas con nivel superior de conciencia. Pero la superación de tal miedo es Cultura. Incluso nuestra percepción (de una excepcional salida de sol, pongamos por caso) con toda la carga de conciencia que supone, y que se traduce en experiencia, pasa al dominio de la Cultura. Una célula fotoeléctrica percibe, pero su nivel de conciencia (ergo, de experiencia) permanece muy bajo, en el dominio Naturaleza. Llegamos a territorios profundos dentro de nosotros cuando nos sumergimos en Naturaleza, más que en Cultura. En realidad, ambos términos se hallan profundamente imbricados en cualquier proceso en el que aparezca la sombra humana.
jueves, 14 de abril de 2011
Inclusiones
En muchas ocasiones se ha dicho que el jazz nace como expresión genuina de la raza negra. Es cierto que el origen del jazz tiene una indiscutible raíz negra, mírese desde el punto de vista del ritmo, del fraseo ó de las armonías. Pero no se puede decir que las tribus africanas primitivas (si es que queda alguna) hagan jazz, ni nada parecido. Y es que el jazz nace de la negritud, con toda la carga de la herencia cultural que ello comporta, pero sólo aflora dentro de la tradición occidental. Es un producto de la inclusión de una herencia original en un entorno diferente, igual que las perlas son la respuesta que el sistema de la ostra da a la presencia de un objeto extraño. Los ritmos propios de buena parte de la música tradicional subsahariana son endiabladamente complejos (tal como los han estudiado los musicólogos occidentales), pero tal complejidad rítmica y la emoción que provoca en nosotros tiene una innegable componente de contraste intercultural. Una de las fuentes directas de jazz, el pianístico ragtime, es el resultado de la aplicación de los ritmos sincopados sobre el piano de salón europeo del XIX. Cuando alrededor de 1920 Milhaud oye el hot jazz por primera vez en directo en Harlem queda impactado no tanto por el ritmo (que se puede anotar, al menos aproximadamente, en notación occidental) como por la sonoridad de los conjuntos, algo que solamente el fonógrafo pudo capturar por vez primera. El propio Milhaud intentaría retratar esta sonoridad en su ballet La Création du Monde de 1923, en donde mostraba que la esencia del estilo podía seguir aflorando aun dentro de formas históricas occidentales como la fuga. La influencia del primer jazz también se hizo patente en buena parte de los compositores occidentales de la primer mitad del XX, como Stravinsky (que incluso escribiría el famoso Ebony Concerto para la band de Woody Herman en 1945), Ravel (el blues de la sonata para violín y piano; los conciertos para piano de 1930), Bartok y otros. Es decir, que el género que había nacido como una inclusión cultural estaba ahora influenciando a dicha cultura incluyente. Después de la guerra, cuando los compositores tomaron otros derroteros que los alejaban abiertamente de la música popular, la influencia fue inversa. Cuando el lenguaje del jazz evolucionó hacia formas más sofisticadas echó mano de la música occidental. A finales de los 50 el propio Stravinsky se lamentaba de que parecía que algunos pianistas de jazz acabaran de descubrir a Debussy. Cuando, todavía después, el choque entre la carga “genética” y el entorno ha dejado de ser tan aparente, el jazz ha tenido que evolucionar de nuevo incluyendo –fusionando- otros estilos. Y la fusión incluye la influencia de los compositores clásicos, ahora sin el defase a que se refería Stravinsky hace 50 años. Así, el pianista Brad Mehldau incorpora lo que podríamos llamar “la versión jazzística” del piano de Ligeti, fractales incluídos. Quizás para algunos, sin embargo, esto ya no se pueda clasificar fácilmente como jazz.
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