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jueves, 28 de diciembre de 2006
Harry Potter y la Falacia Pre-Trans
A los niños les encanta ver una y otra vez el mismo film hasta que se saben de memoria el más mínimo detalle. De esta forma hacen totalmente suya la historia que ven hasta literalmente fundirse con ella. Gracias a esta conocida tendencia he podido ver unas 500 veces, de forma fragmentaria, una aventura de Harry Potter. En esta historia de fondo peterpaniano nos encontramos una vez más con padres bondadosos muertos y padrastros malévolos vivos y molestando a la inocencia infantil con sus racionalistas ataques a la magia y a la imaginación. Al igual que Peter Pan, Harry Potter es un monstruo más horripilante que cualquiera de los que aparecen en sus aventuras. Niños que no quieren evolucionar, que confrontan su supuesta inocencia con el vil mundo de los mayores. Es una forma de ver el mundo, no peor que otras, pero sí, evidentemente, menos evolucionada. El padrastro malvado probablemente es tan malvado como el perverso Dr Caligari, que no es otro que el bondadoso director del manicomio en donde está recluido el loco que explica la historia del famoso film. Una vez más, la falacia pre-trans. Los cuentos de hadas son muy útiles, pero su utilidad es del mismo tipo que la del chupete. A partir de cierta edad el chupete está mal visto, aunque en ocasiones se buscan substitutos de todo tipo. Existe un tipo de cuento más evolucionado, la historia moral ó la fábula. Bajo este punto de vista considero La Cenicienta ó El traje Nuevo del Emperador (¡genial¡) más cercanos al mundo del adulto que las historias de mayores perversos y niños buenísimos. Muchos estudiosos (la junguiana Marie-Louise von Franz entre ellos) han estudiado con profundidad el significado psíquico de los cuentos de hadas. No puedo añadir nada nuevo. El paraíso no se encuentra al principio de la evolución, sino al final, después de despertar de todos los sueños, que nos envuelven a todas las edades.
martes, 19 de diciembre de 2006
Artilugios
En los últimos meses he tenido ocasión de visitar diversos centros de enseñanza primaria. En todos ellos el "laboratorio" ó "taller" ó "lo-que-sea" de informática adquiere cualidades de sancta santorum. El ritual, como es de suponer, lo celebran los educadores, no los niños. Creo que los niños se manejan perfectamente con los ordenadores, artilugios con botones, mandos a distancia y teléfonos móviles. Los mayores no tanto, y por ello proyectan tan fácilmente sus frustaciones sobre los niños. Los mayores quieren que sus niños, de mayores, sean premios Nobel ("il sera pharmacien parce que papa ne l'etait pas"). Yo prefiero que mi hija sea ella misma, pero que alcance suficiente madurez emocional como para situarse en una zona de elevado nivel de conciencia que le permita sobrevivir con dignidad. Por eso preferiré explicarle ideas que funcionamiento de artilugios. Yo le explicaré a Kant y a Einstein mientras ella me asesore de cómo caray se utiliza el teléfono móvil. De esa manera evitaremos al Gran Hermano.
miércoles, 15 de noviembre de 2006
Vivencias
El artista creador materializa una experiencia previa. Pero tal experiencia ¿Cuándo y dónde ha tenido lugar? Muy probablemente se trata de una experiencia originaria, situada fuera del plano mental y, por tanto, situada fuera de la contingencia espacio-temporal. Esto suena a misterioso. Y lo es. El arte más perdurable es misterioso, como tantas cosas en la vida. Cuando se repite una y otra vez que la música expresa sentimientos se está confundiendo el océano con un vaso de agua. La música se forma en nuestra conciencia como lo hacen las percepciones, las sensaciones, los sentimientos, las vivencias, las formalizaciones, los razonamientos, las intuiciones, las ocurrencias ó las reflexiones. En el caso de la literatura esta experiencia proviene de la esfera externa en más ocasiones que cuando consideramos otras manifestaciones artísticas. Por pocas dotes y bajo nivel de energía psíquica de que se pueda disponer de cara a la expresión literaria creo que es corriente que el primer impulso que se manifiesta a este respecto -consciente o inconsciente, más o menos oculto- se puede relacionar con una vivencia externa que acaba encontrándose y fusionándose con su contrapartida interna. Racconto la mia vita anche se mi metto a sprimere la storia di un pesce, dice Fellini, maestro de la mistificación. Cuando un mortal está realmente dotado al respecto es capaz de hacer desaparecer el andamio (ó integrarlo de una manera estética dentro de su construcción hasta el punto de hacerlo virtualmente desaparecer, como hace precisamente Fellini), ofreciendo entonces una perspectiva universal que puede cautivar al receptor, haciéndolo participar en una catarsis más o menos colectiva. La experiencia, interna ó externa, se halla en la propia base del fenómeno estético. Aunque esta experiencia interna no sea vivida como contrapartida a una experiencia externa tiene suficiente valor como para engendrar, por medio de la materia, la obra artística. No como paliativo de esta realidad externa –como afirmaba Freud- sino como fuente que abre la conciencia a nuevas posibilidades de desarrollo.
lunes, 13 de noviembre de 2006
Paisajes
La mayor parte de los artistas adscribe sus realizaciones dentro de un determinado “paisaje” que se suele repetir a lo largo y ancho de su obra. Dependiendo del correspondiente género artístico, dicho paisaje adquiere diversos nombres: arco dramático, para géneros artísticos croniques, trazo ó rasgo, para géneros atemporales. Muchos grandes directores cinematográficos presentan claros arcos dramáticos que se repiten en sus sucesivos filmes. Así, el arco dramático berlanguiano, en que un personaje ó un grupo de ellos, con el fin de mejorar sus condiciones de existencia, organiza un gran happening que hace que al final dichas condiciones empeoren, o el arco dramático wilderiano, en el cual un personaje hace la vista gorda con su conciencia y flirtea con actitudes inaceptables para él con objeto de obtener ciertos beneficios, hasta que, hastiado, renuncia a la mejora y es rescatado psíquicamente. Determinados compositores también muestran una clara predilección por ciertos arcos dramáticos sonoros. De los quince fragmentos que integran las cinco -hoy injustamente poco recordadas- sinfonías tripartitas de Arthur Honegger solamente uno, el final de la segunda, finaliza con una dinámica situada más allá del mezzoforte. Finalicen de forma sombría, juguetona, apaciguada ó esperanzada, el resto de los fragmentos acaba en piano ó pianissimo, efecto recalcado en el caso de la quinta sinfonía –di tre re-, en que un leve toque de timbal pp finaliza los tres movimientos. El efecto del arco dramático es muy notable, teniendo en cuenta otra característica esencial de los fragmentos sinfónicos honeggerianos: el lirismo un poco rudo expresado en ff por medio del tutti orquestal. En ocasiones la gradación de planos sonoros es progresiva (literalmente perdemos altura a mayor ó menor velocidad), pero en algunos casos es abrupta, como en la tercera sinfonía, con objeto de reflejar un gran contraste anímico, o en el primer movimiento de la quinta, en que un plano sonoro en crescendo hasta el ff desaparece súbitamente para dejar paso a un segundo plano que parecía estar allí anteriormente, pero que no podíamos escuchar debido a la presencia del primero (como la luz del sol ocultando la de las estrellas).
Otro compositor del S XX con predilección para con cierto tipo de paisaje sonoro es György Ligeti. Buena parte de sus estudios pianísticos, así como numerosas piezas orquestales, finalizan en el registro más agudo en pp. Da la sensación como de transición ó escape hasta otra realidad a la que no se accede a través del oído. En cierta manera este final destroza la sensación de espacio global objetivo que podíamos haber tenido hasta ese momento. Existe un paralelo en el mundo de la danza: la coreografía original de Maurice Béjart para “Symphonie pour un homme seul” de Pierre Schäffer/Pierre Henry, en la que los bailarines “escapaban”, en cierta manera, a su plano de existencia habitual, abandonando el escenario por su parte superior por medio de cuerdas colgantes.
viernes, 10 de noviembre de 2006
Arias & Barcarolles
En cierta ocasión el presidente americano D. Eisenhower –que, por otra parte, no estaba demasiado versado en música culta, como se encargó de recordar L. Bernstein con su ciclo de canciones Arias y Barcarolas- reconoció que “el jazz es nuestro mejor embajador”. Es una frase que le honra. La lástima es que, si bien el jazz puede ser uno de los mejores embajadores de USA –como lo podrían ser los papers que se generan en las mejores universidades del país-, de hecho no es –no son- los más efectivos. El embajador más efectivo de USA es el cine. Pero no un cine cualquiera (que de todos los hay), sino el cine más convencional, el de usar-y-tirar, en suma. Este producto llega a millones de espectadores en el planeta que lo consumen como quien masca un chicle y luego lo tira. Pero este consumo deja huella, aunque inconsciente, en la mayoría de ocasiones. De repente, un sector de la población empieza a actuar de forma imitativa, como presa de la alienación. Lo malo del caso es que lo que se imita es simplemente un cliché, aunque pueda corresponder a una cierta realidad. Es como si nos diera por imitar a los antiguos romanos pero para acceder a ello no consultáramos a Tito Livio ó Julio César, sino a Cecil B. de Mille. Viendo ahora Ben Hur adivinamos más el look de los años milnovecientoscincuenta que el de los años cincuenta a secas. Los rasgos más directamente imitables son los que corresponden a la vestimenta –últimamente nos hemos visto invadidos por gorras de baseball ó por gorros de lana mientras la temperatura externa no desciende de 15º C, lo cual constituye todo un sacrificio en pos de la imitación-, pero el peligro mayor consiste en la imitación de otros clichés, como el del sueño americano, el del triunfador/perdedor, el del colonizador que lleva la felicidad al colonizado –éste ya se halla en declive, por suerte-, o el de la violencia como liberadora de la psique. En Estados Unidos, como en cualquier otro lugar del mundo, existen todo tipo de cosas, como todo el mundo da por supuesto en cuanto piensa un poco. ¿Por qué, entonces, la palabra América sigue poseyendo esa aura unidimensional que tanto encandila?
jueves, 2 de noviembre de 2006
Uniformes
Los uniformes unen a los miembros de cierta corporación, pero también los separan de los miembros de otras corporaciones. En algunas ocasiones esta separación se hace imperativa. Un ejemplo lo encontramos en el mundo del espectáculo. El hecho de que normalmente en el entorno de los conciertos los intérpretes se presenten ante el público con un atuendo que los distinga del mismo refleja la condición perspectival por la cual intérprete y público se hallan en distintos ángulos de tal perspectiva, el extremo emisor y el extremo receptor. Ello no significa que un punto de vista sea el activo y el otro el pasivo; ambos son activos a su manera, ambos poseen diferentes modos de percepción Cuando el número de intérpretes se eleva, el uniforme tiende no sólo a separarlos del público, sino también a unirlos corporativamente, igual que la afinación común tiende a unirlos en un único sistema acústico. Hace treinta años, siguiendo cierta mentalidad de la época, en ocasiones se ofrecían conciertos en los que los intérpretes lucían ropa informal, como el público. Esto parecía tan poco natural como lo que me ocurrió hace unos veinte años, cuando en un concierto privado y mientras saludaba observé, con cierta sorna, que el público, al igual que yo, lucía smokings y trajes de noche. El hecho de separar por medio de uniformes, sin embargo, también se ha aplicado, con mucho éxito por cierto, en actividades menos benéficas hablando en términos generales. Así, en el campo de batalla, antiguamente, el uniforme ofrecía, a rápido golpe de vista, la información necesaria para poder decidir entre la actitud amiga ó la enemiga, ensalzando de tal manera las fronteras territoriales ó tribales y ocultando las más profundas, ensalzando una vez más, por tanto, la renoiriana gran ilusión. La sublimación de esta actividad viene constituida por los deportes de equipo, que también agrupan y separan, pero en un marco que, al menos en teoría, debiera resultar más recreativo y distendido. Llevado hasta su extremo el uniforme puede también convertirse en la expresión de un cliché, que como siempre bloquea toda posibilidad de experiencia ulterior.
domingo, 15 de octubre de 2006
Records
Como ésta es la entrada del presente blog que hace la número 100, debería festejarlo al modo usual y celebrar un gran evento con gran derroche de narcisismo y ditirambos. Es muy significativo que hoy en día se le dé tanta importancia a premios, aniversarios y récords. Son tres modos diferentes, pero con cierto substrato común, de disipar la ansiedad –cartesiana ó no- omnipresente en nuestra época. Premios, aniversarios y récords nos aseguran que nuestra perspectiva se mantiene, que todavía podemos lograr cosas nuevas siguiendo los pasos de nuestros mayores, que nuestro espacio está rastreado, pero todavía queda algún resquicio donde encontrar una migaja. Precisamente el récord es celebrado como una bandera que se planta en un terreno cercano a nuestra percepción, pero todavía inexplorado. Al valedor de un récord en ocasiones se le concede un premio. Pero lo que nos fascina ahora de los premios tiene cierto aire de proyección inconsciente. Deseamos de forma más o menos inconsciente los premios para nosotros, si ello no es posible para un paisano y si así tampoco acertamos, para un individuo que viva en el mismo continente que nosotros. Y si eso también falla siempre nos queda el glamour –cualidad en alza- cocinado en los medios de comunicación. Y de la misma forma que rastreamos nuestro espacio –sin plantearnos la existencia de otras dimensiones-, rastreamos también nuestro pasado y cada año nuestras bases de datos generan la lista de efemérides y aniversarios a celebrar. Feliz entrada número cien.
viernes, 13 de octubre de 2006
Patronazgos
El florecimiento de las artes como fenómeno colectivo, querámoslo ó no, va íntimamente ligado a los períodos de florecimiento socio-económico. Las artes siguen así una tendencia parecida a las demás manifestaciones culturales. Lo cual no significa que el arte no pueda desarrollarse en períodos socialmente convulsos. La famosa frase puesta en boca del personaje que interpreta Orson Welles en El Tercer Hombre es muy vistosa, pero encierra solamente una parte de verdad. Según esta frase durante la tiranía de los príncipes renacentistas florecieron Miguel Ángel y Rafael, mientras que los suizos, en cuatrocientos años de paz y democracia, sólo han inventado el reloj de cuco. Eso es un poco injusto para con Paracelso, Klee, Jung, Giaccometti, Honegger y otros grandes personajes helvéticos. Además, si los artistas italianos del Renacimiento pudieron desarrollar sus carreras hasta tal extremo fue como consecuencia del apoyo económico que recibieron por parte de sus maquiavélicos patrocinadores que, a la postre, querían asegurarse un lugar en la posteridad asociando sus nombres a unos valores permanentes. El artista –como el médico, el comerciante, el letrado ó el ingeniero- depende de otros para su subsistencia. Y la naturaleza de este otro varía con la época, con el tipo de material que el artista pueda ofrecer y con los intereses que pueda mostrar en el material ofrecido. Así, el papel que en el occidente medieval jugó la iglesia católica, patrocinando el teocéntrico arte de su época, fue cedido durante el Renacimiento a los príncipes cortesanos, que impulsaron las grandes realizaciones del humanismo. Este patrocinio, siguiendo siempre una evolución en la que el inicial impulso renovador acaba encorsetado, y reflejando una especie de proceso enantiodrómico por el que una opción acaba convirtiéndose en su opuesta, cambió una vez más de manos para anidar en la floreciente burguesía post napoleónica. El producto que ofrecía el artista cambió junto con su destinatario. Ahora se trataba de cantar a la naturaleza y de exaltar los aspectos subjetivos. El burgués siglo XIX fue el de la música y la literatura. Pero he aquí que hacia principios del S XX el artista se revela contra las formas defectivas del romanticismo en que había degenerado el arte anterior. El grito de guerra del período de entreguerras mundiales fue el consabido ¡Desconcertad al burgués! El buen burgués, claro está, acabó alejándose poco a poco, si no de unos cenáculos sociales que le parecían muy convenientes, sí de la creación contemporánea. Entonces se sucedió un período en que los residuos de la nobleza y los burgueses que aspiraban a un lugar en ella patrocinaron las propuestas más radicales. La tendencia posterior a la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, debía ser bastante diferente. El mundo del arte pasa a depender directamente de manos del estado; de las subvenciones públicas. Pero al fin y al cabo ello significa la mediación de comisarios, políticos ó simplemente funcionarios. Se subvencionan especialmente las propuestas más convencionales, los aniversarios y todo aquello que “suena correcto”. El futuro de la creación artística está también en manos del Gran Hermano.
viernes, 6 de octubre de 2006
La Gran Ilusión
El título del conocido film de Jean Renoir se refiere -según constataba su autor- a un error que solemos cometer cuando situamos fronteras: las fronteras que separan a los hombres no son tanto las horizontales-las que corresponden a países, tribus ó nacionalidades- como más bien las verticales–las que corresponden a clases sociales, educación, costumbres-. Al efectuar el desplazamiento mental de tal separación sin duda hemos ampliado el contenido de cada “caja” (clase, razón, etc.), pero ciertamente todavía estamos creando una clasificación. El gran peligro surge cada vez que tales clasificaciones se asocian a dualismos (bueno/malo, blanco/negro, cierto/falso,…). Las clasificaciones, que en una buena parte de los casos son solamente el fruto de la aplicación de una razón a un conjunto de elementos, fácilmente pueden derivar, además, en maximalismos, tomando la parte por el todo. Cuando estas cajas estancas se convierten en pasto de los medios de comunicación en general llegamos al colapso que observamos en la actualidad. Hace poco ojeé sucesivamente varias revistas sobre niños en general, sobre artes (plásticas) en general y sobre psicología casera en más general. Me pareció sorprendente en primer lugar la uniformidad no ya de sus contenidos sino de la propia presentación de los temas, con frases vacías por triviales o por gastadas al pie de imágenes sacadas de bases de datos ó Internet sin ningún objetivo más allá del de crear una sensación estética mínima para propiciar la venta del producto. En segundo lugar me chocó la ausencia total de tesis, opinión ó referentes. Estas publicaciones solamente perpetúan unos modos comunes pero obsoletos de pensamiento defectivo. Hace mucho que sospecho que éste es el secreto perverso de la publicidad: se te impele a comprar algo que ya conoces, aunque sólo sea de nombre –y aun de forma inconsciente-, como una marca anunciada asiduamente ó los cuatro clichés en boga sobre cualquier tema susceptible de ser publicado.
martes, 26 de septiembre de 2006
Autoridad
La autoridad se halla en crisis. Es una crisis paralela a la de los modelos sociales, de conocimiento ó de percepción vigentes. La autoridad paterna ha sido vendida, no por un plato de lentejas sino por mil y un cachivaches con que satisfacer temporalmente los erráticos deseos de la gentecilla en época formativa. La autoridad representada por los maestros se halla tan degradada que en algunos casos es difícilmente reconocible. Las autoridades política y religiosa son fuertemente cuestionadas ó rebatidas. En un mundo que está girando y se está poniendo patas arriba es lógico que la autoridad, en general, se mire con un aire muy sospechoso. En ocasiones es difícil, sin embargo, distinguir entre los elementos que nos rodean en medio de tal torbellino. En tal estado de cosas, los errores categoriales pueden hacer su aparición con mucha facilidad. Existe cierto tipo de autoridad, por ejemplo, que no tan sólo no ha desaparecido, sino que se ha reforzado. Es la autoridad de la Ciencia. La autoridad del especialista es una de las pocas que no se cuestionan hoy en día (sobretodo cuando el especialista lo es en un tema que la mayoría desconoce). Hasta en los spots publicitarios se nos refuerza la bondad de tal ó cual producto con la aseveración de que está científicamente comprobado. Es la misma historia que la de los papas renacentistas repartiendo indulgencias a aquellos fieles que contribuyeran con sus óbolos al sufragio de construcciones suntuarias. Entonces te aseguraban nada menos que el cielo, ahora tan sólo se te asegura un efímero beneficio para tu salud. Y es que la inflación, con tantos años, se nota.
jueves, 21 de septiembre de 2006
Meteorología
Si juzgamos los volúmenes de audiencia televisiva por la cantidad de dinero invertida en publicidad no cabe duda de que en los últimos tiempos el parte meteorológico se ha erigido como el rey de los informativos. ¿En dónde radica el foco del interés que la meteorología está suscitando? Hay que destacar que, a diferencia del resto de las noticias, en donde se nos ofrece una más o menos digerida (ó dirigida) crónica de lo acaecido, la información meteorológica consta, además de la sección equivalente (el “parte”), de una sección de futuribles (el “pronóstico”). Se intenta pronosticar, además, acerca de uno de los fenómenos naturales más caprichosos que existen. Pese a sofisticados modelos matemáticos basados en la teoría del caos ó satélites que envían periódicamente fotografías de la superficie terrestre, el pronóstico de los meteorólogos se halla sometido a un alto grado de incertitud. Ello destapa muchos instintos que se apartan de la pura racionalidad media (por ejemplo, el sentido de la apuesta, con su faroleo incluido). El parte meteorológico también tiene algún componente de predicción sincronística: en vez de mirar las entrañas de un pescado ó el poso de una taza de té se mira la posición y alcance de los fenómenos atmosféricos, siguiéndose además su progresión temporal. Estos métodos, se me dirá, están basados en modelos mesurables objetivamente mediante técnicas derivadas de la física y las matemáticas, ó sea en modelos científicos. Ciertamente están basados en tales modelos, pero sometidos al efecto mariposa; luego largamente imprevisibles por lo que hace a reducidas extensiones de terreno. Cuando, al acabar la guerra, el gremio de meteorólogos, reclamando una parte de la gloria de los vencedores, comunicó a Churchill que sus pronósticos habían dado en el blanco en el 40 % de las ocasiones, el político se apresuró a puntualizar: O sea, que han fallado en el restante 60 %....
miércoles, 20 de septiembre de 2006
Seguridad
La asunción de que la seguridad, tanto física como psíquica, que el hombre occidental se ha venido construyendo a lo largo de los últimos decenios se está acabando por momentos constituye uno de los dramas psíquicos más dolorosos que Occidente tiene que atravesar. Este drama no sólo tiene un ámbito de desarrollo eminentemente psíquico, sino que también psíquico es su origen. Porque el hecho que preocupa en profundidad no se relaciona tanto con los agentes “externos” que dan pie a tal sensación como con el propio sentimiento de inseguridad ó su percepción. En un primer y superficial análisis puede parecer que dicho sentimiento se relacione con las contingencias del mundo actual: todo un grupo numeroso de personas que, llevadas por primitivos instintos míticos y mágicos son capaces de cualquier locura. Entonces nuestra seguridad, y no solamente la derivada del “estado del bienestar”, sino nuestra íntima seguridad ligada a la preponderante estructura mental-racional, se tambalea. Esta percepción quizá puede ser más evidente por el contraste con las estructuras más primitivas a las que he aludido, pero también tiene un origen más interno, y consiste en el propio agotamiento de la estructura racional. Agotamiento no quiere decir “substitución por” sino integración y evolución hacia estructuras más diferenciadas, de la misma manera que nuestras estructuras de conciencia mágicas y míticas siguen ahí, aunque se nos han hecho transparentes. Quien las ignore corre el riesgo de verse poseído por ellas. La única manera de liberarse del drama de la inseguridad, por paradójico que parezca, consiste en el propio convencimiento de que tal seguridad nunca ha existido; no ha sido más que un constructo fruto de una configuración mental-histórica.
martes, 19 de septiembre de 2006
Fama
Esta palabra representa hoy en día, más que en cualquier época reciente, el trasunto de la cumbre del éxito social. El famoso se siente inmortal. El que no es famoso pero aspira a ello supone que el famoso es feliz porque ya lo ha logrado todo en la vida. Al que realmente es aspirante a famoso le da igual el tipo de fama que le haga acceder a su olimpo particular. No le importa aprender, evolucionar, experimentar. Solamente le importa triunfar, a toda costa y sin preguntarse demasiado cuál es su verdadera meta. Evidentemente que hay gente famosa por haber trabajado en su campo con tenacidad y en profundidad. Pero tal espécimen no trabajaba por llegar a la fama sino por satisfacer una necesidad suya muy interna que sólo puede ser descrita en términos como pasión ó autorrealización. A estos individuos la fama les ha llegado por añadidura. Este grupo de los famosos “por añadidura” engloba, además, a gente cuyo ámbito de trabajo normalmente se halla dentro de los cauces de la cultura popular. Los que trabajan en campos más crípticos ó más alejados de los medios de comunicación pueden llegar también a famosos, pero con más dificultad. El ámbito temporal de la fama también es un elemento a considerar. Cuando un personaje sigue siendo famoso doscientos años después de su muerte es que realmente hizo algo extraordinario. Los “famosos” que, según dicen, aparecen en los foros públicos en donde se tritura el detritus minuciosamente gozan en ocasiones únicamente de semanas de fama. Por lo visto ya les llega para tirar del hilo de sus cutres existencias.
lunes, 18 de septiembre de 2006
Cualquier tiempo pasado fue mejor...
Existe en castellano una frase hecha que usualmente se recita sobre un trasfondo irónico: “cualquier tiempo pasado fue mejor”. La propia mente, no obstante, analiza la frase hecha y llega a la conclusión de que su enunciado no se sostiene en absoluto desde un punto de vista racional. Esta evocación del pasado en general, vivido ó no vivido, como un estado de beatitud al cual se ansía retornar, es típica de la estructura mítica de conciencia. Debido a que la conciencia mítica se sitúa en cierta manera fuera del tiempo, lo que psíquicamente ansiamos en realidad no es otra cosa que el escapar al “flujo del tiempo” (aunque tal concepto también es prisionero de otra estructura de conciencia, la racional). La estructura mítica de la conciencia no es más falsa ó verdadera que la racional; simplemente es menos evolucionada ó diferenciada. El Paraíso Perdido al que se puede retornar también está en la base de muchas religiones aparecidas en plena época de conciencia mítica. Lo más notable es que cuando evocamos hechos que nos han acaecido en épocas pretéritas de nuestra vida, también entonces tendemos a dejar que nuestra estructura mítica de conciencia canalice la operación. Por unos momentos anulamos la estructura racional y quedamos presa del encanto de Circe, lo que puede suponer cierta involución. Nuestra mente nos acostumbra a liberar rápidamente de tal encanto y ahí nos quedamos. Es decir, la estructura de conciencia más evolucionada que poseemos logra que las estructuras subyacentes lleguen a integrarse y “transparentar”. Pero el hecho en sí de la atracción hacia el pasado mítico puede no ser otra cosa que un sucedáneo, como apuntaba antes, de un deseo de superación de la conciencia del tiempo (del tiempo racional). Esta superación sólo se puede lograr por integración: llegar a observar el tiempo desde una posición situada más allá de él. Ello supone el llegar a hacer transparente la propia estructura racional. El nunc stans de los filósofos, por contraste con el nunc fluens. La eternidad vista no como el tiempo infinito sino como la cesación del tiempo. Algo así como lo que nos propone Olivier Messiaen en el Quatuor pour la Fin du Temps.
viernes, 15 de septiembre de 2006
Dieta Mediterránea
El término dieta mediterránea se ha convertido en uno de los lugares comunes favoritos del a su vez lugar común de la comunicación de masas. Constituye, además, uno de aquellos patrones de raciocinio mecánico –en este caso se suman a su vez vagos toques de cientifismo, lo que le da un toque adicional de credibilidad en los foros aludidos- que acaban dando lugar al típico dualismo. Dieta Mediterránea = sano / Dieta no Mediterránea = pernicioso. En donde no se ponen de acuerdo los mass media es en la definición extensiva de tal dieta. En algunos casos se hace hincapié en la gran presencia del pescado. En tal caso la diferenciación entre la dieta mediterránea y la dieta báltica se hace incierta. En otros se destaca la baja presencia de grasas de origen animal, origen de múltiples desarreglos cardiovasculares. La famosa paradoja francesa, que enaltece el vino tinto como agente detoxificante frente a la dieta excesivamente grasa, disminuyendo las cifras de enfermedad cardiovascular a niveles por debajo de los esperados, también diluye la cuestión principal. Entonces hay que preguntarse: ¿Existe alguna dieta tradicional intrínsecamente “buena” ó “mala o más bien la única dieta “mala” es la derivada de los malos hábitos adquiridos en los últimos años? Si en las latitudes con dietas no mediterráneas la alimentación fuera tan perniciosa, habría grandes zonas del planeta despobladas. En el mundo de hoy, en el que la interculturalidad es norma habitual, cada vez podemos escoger más nuestra dieta independientemente de la zona del planeta en que nos hallemos. Esto parece muy positivo; lo único que habría que tener en cuenta es el respeto a los ciclos anuales. Aunque la “construcción” cultural sigue jugando un papel muy importante. ¿De que otra manera explicaríamos que en Oriente se tomen bebidas calientes ó comidas picantes para combatir el calor, a diferencia de Occidente, en donde se suele hacer exactamente al revés?
lunes, 11 de septiembre de 2006
...y sin pagar ni un céntimo...
No me creo que todavía exista alguien que no haya visto en alguna ocasión los cartelitos que nos informan sobre la Misión/Visión/Valores que conforman una determinada corporación, compañía, institución, servicio ó congregación. Evidentemente, la mayor parte de las misiones consisten en salvar a la humanidad de cualquier mal, plaga ó desgracia que le pueda acaecer y procurarle toda suerte de provisiones, ventajas, parabienes y bendiciones. La misión de las empresas ya no consiste en conseguir beneficios a base de satisfacer necesidades –naturales ó creadas- sino que consiste en procurar el bienestar del público. La misión de los servicios públicos se te explica concienzudamente por si no te habías enterado suficientemente (la del Metro consiste en transportar de estación a estación a los ciudadanos que así lo deseen bla bla bla). La Misión se consigue a través de determinada cosmovisión que consteliza el quehacer cotidiano y lo adscribe a ciertos valores... Lo más tragicómico del caso es que todo este montaje está servido por unas pocas empresas (¿Cuál es la misión de tales empresas?) con un pack de misiones, visiones y valores bastante limitado en su cartera. El resultado es que vayas por donde vayas, tienes una franca sensación de dejà vu cuando todas esas misionesvisionesvalores se te aparecen frente a los ojos (supongo que incluso los grupos terroristas tienen los suyos). También tienes la sensación de que alguien se está forrando –una vez más- a costa de la estupidez ajena. ¿Cuánto tardará en aparecer el niño que diga lisa y claramente que el emperador va desnudo?
domingo, 10 de septiembre de 2006
Callejones sin salida
Cuando en una ocasión Igor Stravinsky declaró a la prensa germanófona que el método dodecafónico de su colega Arnold Schönberg era eine sackgasse –un callejón sin salida- el austríaco, que mostraba por el ruso el mismo afecto que existía en sentido contrario, respondió a la prensa con el juego de palabras es gibt kein sackere gasse als Sacre –no hay callejón con menos salida que Le Sacre (du printemps)-. Durante el curso de nuestras vidas nos podemos encontrar en ocasiones con esta sensación de llegar a un callejón sin salida. Tenemos entonces varias opciones. La primera es el abandono, la desesperación que lleva a la renuncia y al final de un camino. La segunda consiste en el freno y marcha atrás. Esta opción es normalmente consecuencia del reconocimiento de que efectivamente hemos ingresado en un callejón sin salida y que lo más indicado por el sentido común es la búsqueda de alternativas fuera de la constelación que nos frena el paso. Existe una tercera opción, sin duda la más interesante, que consiste en el convencimiento sobre la existencia de un resquicio que abra el cul-de-sac, que reenfoque totalmente la concepción vigente hasta ese momento. Arnold Schönberg, después de muchas renuncias –incluida la renuncia a su propia herencia postromántica, de la que en cierta medida no acabó nunca de desprenderse del todo-, terminó dando forma a una nueva técnica compositiva que posibilitaría una nueva experiencia musical. El propio Igor Stravinsky, tras la muerte de su colega, también utilizó esa técnica que tanto había criticado años atrás. Para el omnívoro ruso, la técnica serial no solamente no representó finalmente un callejón sin salida sino que se convirtió en la escapatoria a su propio sackgasse en que se había convertido el neoclasicismo a principios de la década de los cincuenta.
viernes, 8 de septiembre de 2006
Digitalización
Parece que la vieja pregunta que ya se hacían los más primitivos filósofos griegos acerca de la posible reducción de la calidad a la cantidad se halle ahora totalmente respondida. Los modelos sugeridos por la digitalización aparentemente así nos lo hacen ver. Estos modelos, partiendo del mundo de la informática, se han propagado bien lejos: no tan sólo se ha llegado a concebir el funcionamiento del cerebro como el de un ordenador sino que también se percibe el código genético como una gran reducción atomística de la información, que a través de determinados mecanismos se corresponde con los trasuntos observados macroscópicamente. Todo ello no es verdad ni es mentira; se trata simplemente de un modelo que configura fuertemente nuestras percepciones. Existen también modelos alternativos, por ejemplo los de tipo holístico, que sostienen que el genoma no se corresponde con una reducción atomística sino con una red sistémica. El modelo holonómico de Pribram también pertenecería a este tipo. Una vez más intuyo que la solución aparente del problema calidad/cantidad no pasa por la reducción de la una a la otra. Calidad y cantidad son dos conceptos característicos de un determinado estado evolutivo de la conciencia: el estado mental-racional. La mera reducción de un concepto al otro sufre del mismo error categórico que aparece cuando, por ejemplo, se contempla el concepto del destino –concepto que corresponde típicamente a la conciencia mítica- desde una perspectiva mental. La ampliación de conciencia, por tanto, como integradora de aparentes dualismos.
sábado, 19 de agosto de 2006
...E la nave va
Cuando este film de Fellini se estrenó en mi ciudad -corría la primavera de 1985- fui a verlo tres veces en el espacio de mes y medio. No podía creer que tanta riqueza de símbolos, imágenes e ideas pudiera extraerse de una obra que aparentemente transcurría de manera tan ligera. Tenía que descubrir cual era el "mecanismo" secreto que permitía tal milagro. Evidentemente, cada vez fui presa del milagro, que se renovaba una y otra vez delante de mis ojos. Es muy difícil hacer un "inventario" completo de los tesoros visibles y ocultos que encierra el film (desde el aparatoso y junguiano rinoceronte a las sutiles mariposas que revolotean (?) por los pasillos inundados hacia el final; desde el "rescate psíquico" que supone la progresiva incorporación de sonido y color -que vuelven a desaparecer al final- hasta la presencia de arquetipos más o menos ambiguos representados por algunos personajes como el que soberbiamente interpreta Pina Bausch). A pesar de ello, y después de más de veinte años, hay un aspecto que ahora me interesa destacar. Hacia la mitad de la obra, el personaje del periodista Orlando -que cumple en la obra el cometido de Virgilio-, a modo de excusa y con gran disgusto, prorompe en una gran exclamación dirigida al público del film: - ¿Que no ven nada nuevo aquí? ¿Que todo se ha dicho? ¡Pues sí, todo se ha dicho ya!¡No hay nada nuevo que explicar! Aquí el autor expresa la completitud de un paradigma. No es que se haya dicho todo; es que se ha agotado totalmente una manera de decir y pensar las cosas. Confieso que hace veinte años ése fué para mí el momento más dramático de la obra (aunque también me sugirió el metaespacio que Fellini utilizaba a menudo; especialmente en 8 1/2, que también se autocita de múltiples maneras). A partir de aquella 'confesión', y teniendo en cuenta la catarsis que aparece al final de los filmes de Fellini, no pude por menos que pensar que el final tenía que liberar la opresión del paradigma completado. Era necesario reducir al Herzog, los cantantes, los serbios y la princesa Lherimia a objetos vistos desde una nueva perspectiva más amplia. El esperado final, como el resto de film, no me decepcionó en absoluto.
miércoles, 9 de agosto de 2006
Grabaciones
Con motivo del fallecimiento de la soprano Elisabeth Schwarzkopf he podido leer en varios periódicos y blogs algunas opiniones que calificaban el modo de cantar de la artista como propio de otra época ó hasta pasado de moda. En los más, sin embargo, los ditirambos iban por delante, contándola entre las mayores cantantes del S XX. Es muy bueno que haya diversidad de opiniones porque la pluralidad siempre implica riqueza. Ahí están las grabaciones, como las de Victoria de los Ángeles, las de Renata Tebaldi ó las de Franco Corelli. Que cada cual escuche lo que más le apetezca. Sin embargo, en el panorama de la música culta, al margen de ciertas erupciones de divismo –que, a pesar de que vayan en aumento, siempre han existido- lo que prima es la obra musical en sí. Uno puede tener ‘in mente’ su versión ideal de Morgen, La Chevelure, Vissi d’Arte ó Solenne in quest’ora, pero estas piezas seguirán existiendo al margen de estas versiones –e incluso podemos llegar a conocer una versión que todavía nos complazca más-. Por el contrario, en otros dominios musicales, como en la canción de autor ó en el jazz, la interpretación va íntimamente ligada al acto de creación. Ello es debido, evidentemente, a la propia naturaleza de estos hechos musicales: una improvisación más o menos creada en el instante de la grabación, que capta el feeling del momento y lo inmortaliza en el caso del jazz, y la participación del compositor-poeta que es a la vez padre y madre de sus creaciones en el caso de la canción de autor. Cuando alguna grabación a este respecto pasa a ser ampliamente considerada como obra maestra difícilmente otro intérprete abordará la pieza grabada (o bien se alejará estilísticamente tanto como le sea posible, en el caso del jazz). Los apasionados de la hi-fi comparan las diferentes versiones de Winterreise que grabara Fischer-Dieskau; la esencia de piezas como Amsterdam, Yesterday ó Paraules d'amor va indisolublemente ligada a las grabaciones que nos legaron sus autores.
lunes, 31 de julio de 2006
Repertorio
Al contrario de lo que sucede con el público del cine, el público de los conciertos –y todavía más, el de la ópera-, quieren acudir siempre a oír el mismo repertorio. El sector interesado en conocer obras que todavía desconoce es una franca minoría. La razón de tal dicotomía es múltiple. Por una parte, el esfuerzo mental que supone la percepción activa de una pieza desconocida, frente a la mera actualización que supone la audición de una pieza conocida. Es decir, el esfuerzo mental –por no hablar de ámbitos superiores de conciencia- se evita en pro de la recompensa emocional que supone la actualización. La comparación que efectuaba con el mundo de la cinematografía tenía un cierto carácter tendencioso –arrastraba cierto error categorial-. Y es que el público en general quiere ver filmes nuevos de usar y tirar; cuando se trata de obras de más enjundia sí se plantea una re-visión en donde de nuevo un esfuerzo es requerido con objeto de profundizar en la obra. Otra razón que puede explicar el hecho básico es la del miedo a lo desconocido. A lo desconocido no solamente a nivel mental, sino a nivel de simple percepción (¿Qué otra razón explicaría el hecho de que ciertas personas no quieran probar nunca una comida que no conozcan desde su más tierna infancia?). Lo malo de la cuestión es que este miedo solamente se supera a base de lanzarse a la ‘aventura’ y en la actualidad –debido al problema mercantilista de fondo- cada vez más los organizadores de espectáculos se cuidan muy mucho de ofrecer ‘aventuras’ y repiten una y otra vez lo que les ‘funciona’. Es el problema del pez que se muerde la cola. Es el problema de la educación. La música posee un componente ‘tripa’ demasiado evidente para el gran público. Todos nos hemos percatado de que un final orquestal en fff arranca más aplausos que un final en ppp. Es por eso que se inventaron las bandas militares. Como una vez explicaba Alberto Sordi, que durante la guerra tocaba en uno de tales conjuntos, todo era ardor guerrero hasta que los soldados entraban en el tren que los llevaba al frente. Llegado ese punto, los músicos recogían sus instrumentos y volvían a casa mientras que para la tropa la cruda realidad se imponía de sopetón.
jueves, 27 de julio de 2006
Albedo
Quizá sea debido al calor, o al cansancio de final de temporada. Mi analista diría que en la cocina alquímica se está cociendo alguna cosa. La cuestión es que llevo casi dos semanas sin escribir. Algunas ideas afloran por un instante al consciente para volver a sumergirse en una especie de magma poco después. Espero volver a ser capaz prontamente de no sólo capturar dichas ideas sino de exprimirlas suavemente para que den algo de su jugo. Espero que no se trate de un ataque stendhaliano de horror a la hoja en blanco. No, más que de un bloqueo se trata de una ordenación de ideas.
En el magma que se cuece existen multitud de elementos que, no obstante su diversidad, están unidos significantemente para mí. Como su protagonista dice casi al final de Otto e mezzo, 'este desorden soy yo', y, espero que, como en dicho film, se produzca una pronta catarsis liberadora.
Los elementos que flotan en el magma son: un modelo evolutivo de despliegue progresivo; la teoría de sistemas; la reificación de la racionalidad; el perspectivismo de la música tonal; el mundo de los absolutos relativos; la causalidad circular; el pensamiento no lineal.....
Basta; no quiero dar la sensación de ir a buscar un reino y regresar con las asnillas de Jonás, como dice Ortega y Gasset refiriéndose al romántico (en contraposición al clásico, que solamente va a buscar las asnillas de Jonás y vuelve con un reino).
viernes, 14 de julio de 2006
Infantilización
Uno de los mecanismos más sutiles por los que el poder es capaz de perpetuarse es el de la infantilización preventiva. Las dictaduras basan en una buena medida su existencia en las consignas que lanzan a las masas con objeto de concienciarlas (¿?) respecto a los bienes públicos. Un dictador nunca ensalzará la concienciación y asunción de responsabilidades individuales. Este juego podría volverse muy peligroso para su pervivencia como tal. Surgirían entonces discrepancias de opinión que no podrían tener cabida en el paraíso sintético a tal efecto construido. Una masa bien adiestrada no necesita de demasiadas fuerzas represoras, porque cada elemento se convierte así en un potencial represor. Esta temible constelación psicológica no sólo es utilizada por las dictaduras políticas (y los dictadorzuelos con ropas de demócratas que intentan por todos los medios polarizar a la opinión pública, cosa harto fácil en según qué climas culturales). También es ejercida por estamentos religiosos (el resultado es todavía más temible, porque apela a estratos más profundos de la psique, y en cierta medida más inconscientes). No sólo estoy hablando de los casos extremos de kamikazes. En Occidente creyentes y no creyentes comparten demasiado a menudo una desmesurada inmadurez respecto a los temas religiosos. En gran medida convenientemente cultivada por la Iglesia como grupo de poder, cuando todavía lo era (este poder ha descendido pero la inmadurez no se ha erradicado). En estructuras de menor tamaño, como el mundo de la empresa, quizá sea más difícil mantener este grado de infantilización (el famoso paternalismo se ve hoy como algo muy demodée). Entonces se recurre al efecto contrario: la inflación del ego. La diferencia es que este tratamiento se efectúa de forma individualizada. El resultado -la hubris, compensación psicológica que en primera e infantil instancia puede interpretarse también como castigo- también es individualizado. Pero este juego diferente merece reflexiones diferentes.
lunes, 10 de julio de 2006
Digestión
Cada vez desconfío más de la cocina, la cultura y los viajes preparados. Cualquier acto cognitivo supone un encuentro. Y tal encuentro, dependiendo del tipo de estructura de consciencia que esté operando, funde, enfrenta ó integra a los elementos que en él participan. Ya sea una fusión indiferenciada con el medio, una alineación sujeto/objeto ó una integración participativa, dicho encuentro requiere un cierto proceso de trabajo psíquico. La cultura preparada presupone un desembolso dinerario a cambio de una “digestión” previa. El resultado de tal proceso de digestión no contiene alimento alguno. Simplemente da la sensación de saciedad, como esas fibras alimentarias que se utilizan para adelgazar. El trabajo psíquico es absolutamente ineludible si queremos extraer una experiencia del hecho. Y si no queremos extraer ninguna experiencia ¿Para qué embarcarse en el hecho? Recuerdo cuando se efectuaron los primeros ‘arreglos pop’ de temas musicales clásicos. Se enarbolaba entonces la bandera del acercamiento a las masas. Lo triste es que los ‘arreglistas’ consideraban que el corazón de la obra que ‘arreglaban’ era una melodía a la que, en ocasiones, expoliaban de sus rasgos más distintivos para ocultar su personalidad bajo una máscara gris. Así, el famoso ‘arreglo’ del tema de la IX sinfonía beethoveniana, que eliminaba la característica síncopa (o bien el arreglista no la entendió, ó creyó que era demasiado complicada para 'las masas’). En este caso el pertrecho fue doble, porque el poema schilleriano fue totalmente desfigurado para poder dar cabida a la moda cumbayá de aquel momento. La mejor manera de promocionar, en este caso la música, es programarla y esperar a que enganche a un sector del público. Alternando, claro está, obras de más fácil comprensión con obras de más vasto alcance. Lo que nunca puede salir bien es la versión ‘Reader’s Digest’ de Finnegan's wake.
jueves, 6 de julio de 2006
Transgresiones
Existen dos tipos de transgresiones. Las primeras van más allá de la convención aceptada en un determinado momento y entorno históricos y, merced a ello, son ‘alcanzadas’ por el grueso de la estructura social al cabo de un cierto tiempo. Las segundas se corresponden con las convenciones aceptadas en otra época más primitiva por el grueso de la sociedad y, debido a ello, son rechazadas en el tiempo presente. Las transgresiones suponen actos que se alejan de la convención, aunque las primeras corresponden a las avanzadillas y las segundas al grupo rezagado. Acudiendo a un clásico ejemplo, las reivindicaciones en contra de la esclavitud que podían esgrimir los grupúsculos cristianos en la Roma del S. I pertenecían al primer grupo, mientras que el comercio con esclavos a finales del S. XIX pertenecía al segundo. Desde nuestro punto de vista postconvencional en lo que respecta a este asunto, vemos clara la evolución en la dirección de ampliación de conciencia. En otros aspectos todavía situados en plena zona convencional quizás nos cueste más efectuar tal discernimiento. Todo es cuestión de posición relativa. Recuerdo que en una entrevista Federico Fellini reconocía haber disfrutado mucho situándose entre los transgresores, pero aquellos a los que con el tiempo se les reconocía, con obispos y coros alpinos, que se habían lucido con su transgresión. Es una descripción muy buena del primer tipo.
Mensaje
Hace treinta y tantos años, todo aquel que quería dárselas de intelectual (cosa que entonces estaba de moda, aunque en realidad no pasara de eso), hablaba de ‘mensaje’ cuando salía de ver una película. Bueno, una película de las que entonces calificaban de ‘arte y ensayo’. También existía otro sector de la población que hacía gala de su rechazo a tal tipo de filmes. Las únicas películas que interesaban a éstos últimos, ellos decían, eran las de entretenimiento. Para hacer más patente su posición, adornaban su discurso con ciertas burlas dirigidas al supuesto ‘mensaje’ y sus destinatarios. Vista desde nuestra perspectiva, toda la situación que describo puede parecer remota y plácidamente naïf, aunque, bien mirado, tampoco ha cambiado tanto en la actualidad. En muchas ocasiones, sin embargo, se confundía el tema con el ‘mensaje’. ¿A qué hacía referencia en realidad el dichoso ‘mensaje’? En un arte narrativo, el ‘mensaje’ se mantiene en un plano tan simbólico como puede hacerlo en otras artes. ¿Cuál es el mensaje de la Sonata a Kreutzer? En los filmes ‘de arte y ensayo’ a menudo se concebía el mensaje como un discurso ó trasunto que coloreaba la acción, en ocasiones incluso con fines didácticos ó aleccionadores. Un poco al uso del realismo soviético. Entonces se hablaba de ‘conciencia social’, ‘compromiso’, ‘justicia social’ y cosas por el estilo. Estas confusiones de términos incluso afectaban a los críticos cinematográficos. ¡Cuántas veces he leído que El Verdugo berlanguiano es un alegato contra la pena de muerte! Creo que el tema de dicho film es mucho más esencial y hace referencia a la compleja red que la estructura grupal parece tejer en torno al individuo. La elección de la profesión alrededor de la cual giran las vidas de sus protagonistas genera en el espectador sentimientos encontrados que no aflorarían tan fácilmente si tal profesión fuera la de peluqueros ó ingenieros agrónomos, aunque a la postre, el ‘mensaje’ podría seguir siendo el mismo. O quizás deberíamos hablar de ‘tesis’ más que de ‘mensaje’. La gran diferencia es que la tesis siempre puede ser racionalizada y explicada en términos de lenguaje convencional, mientras que el ‘mensaje’, tal como yo entiendo el término, es un trasunto exclusivamente simbólico y, como tal, se halla confinado en su soporte. O sea que, en cierta manera, el mensaje, como en la célebre frase de McLuhan, es el propio medio.
lunes, 3 de julio de 2006
Deconstrucciones
Cada vez tengo más la sensación de que la postmodernidad no es mucho más que una reacción que posee cierto carácter de rabieta infantil. Las consignas de la postmodernidad nos aleccionan sobre el carácter relativo de cualquier aserción, haga ésta referencia a temas científicos, artísticos ó morales. La postmodernidad –cuyo primer atisbo filosófico podría remontarse nada menos que hasta Kant- ha constatado que la razón humana se apoya en paradigmas y que éstos no poseen ningún tipo de categorización posible. El reconocimiento de que la razón –y por ende, el conocimiento de un supuesto “mundo objetivo”- no constituye un absoluto, deja una ventana abierta –que la ortodoxia científica actual todavía cierra sistemáticamente- a la evolución por ampliación de conciencia. Esa es precisamente la parte positiva de la postmodernidad; la apertura de ventanas a nuevas posibilidades y la denuncia de la hubris que subsume el cadáver de la modernidad. La parte negativa es la de la rabieta en que resulta la constatación anterior: ya que todo conocimiento se apoya en paradigmas, no existe ninguno de ellos que sea privilegiado respecto a los otros. Es como la rabieta que puede experimentar un niño al constatar los primeros dolores de crecimiento. Ya que un mundo de seguridad se me derrumba, no quiero instalarme en ninguna otra seguridad; la seguridad no existe. Dicho en frase postmoderna, la única verdad absoluta es que todo es relativo. Dejando aparte la consecuente y conocida incoherencia lógico-formal resultante de esta aseveración, creo que existe otra verdad absoluta, la que hace referencia al grado de relatividad. Una propuesta ó aserción que incluya y a la vez amplíe a otra posee un grado de relatividad menor que ésta. Esta aseveración parece incluir una teleología ó punto final hacia el cual confluyen los paradigmas por consiguiente ampliación de campo visual, cosa que aterra por igual a los “ortodoxos” anclados en los residuos de modernidad como a los “heterodoxos” que enarbolan la bandera pura de la postmodernidad. No creo que sea necesario incluir tal punto en nuestra discusión. El paso de la gravitación newtoniana a la einsteniana ha sido explicado de diversas maneras. Una primera explicación considera que una cosmología es equivalente a la otra en el caso concreto de magnitudes de masa, espacio y tiempo relativamente pequeños. Una segunda explicación nos advierte que ambas cosmologías corresponden a cosmovisiones irreducibles; los paradigmas de que dependen nunca podrán ser comparados porque son radicalmente diferentes. Una tercera explicación podría ser que el paradigma einsteniano es totalmente diferente del newtoniano, pero no se trata de una visión alternativa sino que supone una ampliación de conciencia respecto de él. Son los propios conceptos de masa, espacio y tiempo los que han resultado modificados o, mejor dicho, ampliados.
Una vez hayamos deconstruído todos nuestros constructos culturales, científicos y morales tendremos que volver a construir algo para evitar el colapso global. La postmodernidad habrá servido para derrumbar, pero difícilmente podrá construir algo detrás.
viernes, 30 de junio de 2006
Traduttore traditore
Es de sobras conocido que, en muchas ocasiones, las traducciones al castellano de los títulos de muchos filmes se parecen al original como un huevo a una castaña. El motivo de tal cambio suele ser el de intentar preservar el sentido original de una expresión intraducible ó difícilmente comprensible para otra lengua/cultura. Así, la poco feliz conversión de Some like it hot a Con faldas y a lo loco se justifica, de entrada, ante la imposibilidad de traducir el doble sentido del término hot; que describe tanto el estilo de jazz presente en la película, como la situación en que se ven envueltos sus protagonistas. Algo similar sucedía con The seventh year itch, rebautizada con el poco imaginativo La Tentación vive arriba. En otras ocasiones –especialmente en situaciones proclives a la censura política ó moral- un cambio drástico puede hacer variar radicalmente el sentido de un film. Si contemplamos a los protagonistas de I Vitelloni como Almas sin Conciencia, añadimos un término de etiquetaje moral que quizás no era el que su autor quería originariamente destacar. Pero las traducciones que más fácilmente pueden desvirtuarse son las que más se asemejan al original. Un simple cambio de artículo (definición, número) puede hacer variar profundamente el sentido de un título. En los últimos tiempos he observado, en reiteradas ocasiones, traducir L’Histoire du Soldat stravinskiana con el brechtiano título de Historia de un Soldado. No se puede concebir un cambio menor que dé lugar a mayor desvirtuación. En este caso una traducción en correcto castellano que se adaptara al espíritu de la obra de Ramuz/Stravinsky podría ser El Cuento del Soldado (siguiendo la traducción inglesa presente en la propia partitura, The Soldier’s Tale). Otro ejemplo de cambio de sentido sin apenas modificación es el de Ladri di Biciclette. Un título que sugiere el anonimato tanto de los ladrones como de los trabajadores que los sufren y que describe con exactitud el lirismo de la cotidianeidad que el film de de Sica quiere plasmar. El Ladrón de Bicicletas es un título que da protagonismo a un personaje al que ni siquiera se le ve el rostro; un título que predispone a mirar con unos ojos muy diferentes a los que el original sugiere. Un poco afortunado refrán dicen que el nombre no hace a la cosa. Este refrán no aguanta el más ligero atisbo de giro copernicano.
viernes, 23 de junio de 2006
Más dualidades cartesianas
Hace bastantes años, en mi adolescencia, recuerdo que abundaban lo que el compositor Arthur Honegger llamaba, graciosamente, grosses dames poétiques. Cuando una niña (o bien un niño) que tocaba el piano era sometido a su juicio, solían decir: “tiene una buena técnica, pero le falta sentimiento”. Como esta respuesta era bastante común entonces (y ahora quizás también), llegué a pensar que se trataba simplemente de un cliché más. Ahora creo que esta dicotomía refleja fielmente el dualismo inherente a la cosmovisión comúnmente aceptada en la actualidad. ¿Qué se entiende por técnica y qué por sentimiento? Quizás estos conceptos se entiendan como elementos complementarios: la técnica permite la buena activación de un mecanismo y el sentimiento se dedica a dotar a este mecanismo de un alma. Como el trazo del dibujo y el color aplicado sobre este trazo. Es una faceta más del modelo cartesiano de dualidad mente/materia. De lo que quizá estos adolescentes aprendices de pianista adolecían era de una psicomotricidad lo suficientemente desarrollada unida a una madurez interpretativa muy limitada, fenómeno común en edades tempranas. La interpretación de la música –hoy día existe cierto consenso al respecto- pasa por ser la reproducción externa de una imagen que hemos formado previamente en nuestro interior. Así un gran intérprete no es aquel que dispone de un gran “mecanismo” unido a una capacidad de expresar “sentimientos” sino más bien el que posee una gran fuerza interior que sea capaz de manifestarse en el dominio objetivo/intersubjetivo.
miércoles, 21 de junio de 2006
Intelectualidad
Nuestro peculiar país, que tantas cosas buenas tiene, siempre ha mostrado una tendencia manifiesta al rechazo de lo que podríamos llamar "intelectualidad". En ocasiones este rechazo ha tenido visos de rebelión contra una estructura impuesta (entre la "intelectualidad" existe, como es obvio, todo tipo de personajes, desde los visionarios -en el mejor sentido de la palabra- hasta los chaqueteros que pretenden extraer provecho de cualquier situación; desde los individuos privilegiadas que quieren compartir sus intuiciones hasta los retoños de las clases dominantes menos privilegiados intelectualmente -los más "privilegiados" van a parar a los bancos-). En este sentido la relación ha tenido cierto paralelismo con la que se ha mantenido con el clero -otra muestra de estructura impuesta-, aunque en este caso el diálogo siempre ha estado marcado por la visceralidad fluctuante del amor-odio. El intelectual, en el mejor de los casos, ha sido soberanamente ignorado. En el peor, ha sido clasificado entre las legiones de parásitos sociales y sólo ocasionalmente ha sufrido de incomprensión. Estos últimos períodos han tenido lugar en épocas marcadamente reaccionarias. Así, mientras muchos intelectuales europeos aclamaban a Napoleón como el diseminador de las ideas surgidas a partir de la Revolución Francesa (al menos, antes de proclamarse emperador), buena parte de los intelectuales españoles de la época que mostraron tales inclinaciones fueron tildados cortésmente de "afrancesados" y muchos de ellos murieron en el exilio (en algunos casos este hecho facilitó la expansión de su obra). Buena parte de los ciudadanos -perdón, de los súbditos- de la época preferían a un rey absolutista y amigo de las triquiñuelas que a un representante de novedades que las estructuras del momento calificaban de peligrosas. Esta situación se ha vuelto a repetir en ocasiones más cercanas. Quizás los librepensadores todavía siguen vivos en nuestro pequeño mundo.
jueves, 15 de junio de 2006
Microcosmos
¿Cuál es el instinto que lleva en la mayoría de los casos a considerar que tu microcosmos es el mejor de los mundos posibles? Exactamente el mismo que te lleva a desconfiar de los microcosmos que te son ajenos. Es un fenómeno bien estudiado por la psicología. La identificación y la desidentificación te conducen por un camino gregario del que a menudo resulta difícil escapar, simplemente por una cuestión de miopía. “El nuestro/la nuestra es mejor”. Este es un programa absolutamente falto de aliento, que únicamente alienta el instinto ancestral del miedo a lo desconocido. Es el mantenimiento de la omnipresente dualidad “lo mío y lo ajeno”. El mundo del deporte, tan útil por otra parte para mantener la higiene física y psíquica personal y social, fomenta en numerosas ocasiones esta dualidad, recompensada en este caso por la identificación con un ganador que representa normalmente a una tribu. Cuando en las épocas pasadas de expansión de Occidente se descubrían nuevas civilizaciones, tras constatar que los componentes de las mismas pertenecían a la especie humana (cosa que bajo nuestra perspectiva es obvia, pero bajo una perspectiva menos evolucionada no lo era tanto –pensemos qué pasaría hoy si nos encontráramos con extraterrestres-), tenía lugar la inevitable comparación “nosotros pertenecemos a una raza ó cultura superior”. Todavía hoy, recientemente oí por TV a un tertuliano que, de una forma absolutamente inconsciente, hablaba de la cultura occidental como de la única fecunda y diferenciada (¡los espejismos de la tecnología!). El macrocosmos está constituido por una serie de esferas en forma de capa de cebolla que nos envuelven progresivamente. Nosotros debemos mantener vivo nuestro microcosmos particular porque somos sus principales depositarios, pero siempre observando más allá.
He empezado con una idea concreta y delimitada, y yo mismo he caído en la trampa de la dispersión. Otro día concentraré más mi discurso.
miércoles, 14 de junio de 2006
Hommage à Ligeti
Siempre he sentido fascinación por la música producida mecánicamente, como la que generan los organillos, cajas de música u órganos de autómatas. Tal fascinación quizás esté asociada al mecanismo de relojería subyacente, en el que otrora se creyó ver representado el trasunto físico del mundo que nos rodea. Esta fascinación ha estado presente en la conciencia de muchos grandes creadores musicales, como Mozart, Ravel ó Ligeti, que en ocasiones han querido imitar con su música (como también Stravinsky en Petroushka) el mundo del mecanismo inanimado. Hoy día nuestro paradigma ya no es el del mecanismo sino el sistémico y, como tal, nuestros artilugios musicales han de ir de acuerdo con tal cosmovisión. Recientemente he encontrado una página web en donde se representa el trasunto actual del órgano de autómatas. La fascinación en este caso, como en los anteriores, está repartida entre el oído y la vista. Recomiendo especialmente las variaciones 5, 8 y 11, cuyo resultado sonoro está increíblemente cerca de algunas de las obras de Ligeti, a quien quiero rendir aquí un cálido homenaje. Refiriéndome a mi última entrada, es evidente que dentro de cien años se celebrará el centenario de la desaparición de este gran compositor.
martes, 13 de junio de 2006
psicoanálisis
A raíz del centenario (¡Me pregunto qué centenario celebrarán de aquí a cien años!) del psicoanálisis han aparecido en los mass media numerosos opúsculos hablando de Sigmund Freud y sus seguidores históricos. Como dichos opúsculos han sido escritos por psicoanalistas, muchos de ellos se han aprestado a decir que parece ser que actualmente, tras una época en que el método ha estado en entredicho, se tiende a colocar al psicoanálisis en el lugar que le corresponde. Quizás el psicoanálisis ha estado en entredicho como método porque por un lado se ha abusado de él hasta la saciedad y, tras la época que creía poder descifrar toda realidad humana a través de él ha venido la época compensatoria que lo ha relegado al cuarto de los trastos viejos. También quizás porque se ha abusado de la misma manera de él como método terapéutico, incluso en los casos en que no estaba especialmente recomendado. Parte de estas acusaciones han llegado del campo de la psicología cognitivo-conductual y parte de la psiquiatría farmacológica. Desde mi humilde sentir de no especialista, creo que todos estos enfoques se dirigen a objetos terapéuticos absolutamente diferentes y que no pueden ser reducidos a un solo método de abordaje. Todos los enfoques, cada uno dentro de su ámbito de acción (dirigido a una parte diferente de lo que Ken Wilber denominaría “espectro de la conciencia”), tienen sus grandezas y sus miserias. La terapia conductista puede ser de efecto rápido y solucionar muchos problemas que otros acercamientos no discriminarían con suficiente claridad. Por contra, su aplicación sistemática en toda persona y situación puede conducir con facilidad a la situación que N. Chomsky denomina “fascismo rosa”: se trata, ante todo, de reintegrar al individuo al colectivo, a la norma vigente. La individualidad lleva asociados problemas; eliminándola seremos felices. Las terapias farmacológicas tienden a aliviar las psicosis a través del abordaje “objetivo” que ofrecen las ciencias de la vida. Van armadas, por tanto, de un importante arsenal de recursos. El peligro que presentan es el de llegar a descuidar los aspectos subjetivos, que quedan a menudo descompensados, relegando el complejo paciente/tratamiento a una especie de “flatland” puramente objetiva. El psicoanálisis como terapia muestra a su vez muchas limitaciones, sobre todo en casos de psicosis graves. Quizá la herencia más preciada de las diversas (y muy a menudo beligerantes entre sí) escuelas psicoanalíticas radica en los nuevos horizontes que han mostrado sus modelos para la psique humana. Las terapias farmacológicas se han basado en los modelos al uso de la ciencia, las terapias conductistas han renunciado a un modelo más allá del de la “caja negra”, mientras que las terapias analíticas han creado su propio modelo (poco “científico” desde el punto de vista popperiano), que a la postre ha resultado ser más interesante que las propias terapias en sí. Aunque, tal como dice un querido amigo (que se dedica profesionalmente a la psiquiatría farmacológica), el psicoanálisis no es un método científico, pero Lourdes tampoco y, en algunos casos, funciona.
lunes, 12 de junio de 2006
La abuelita de Einstein
El otro día observé que una conferencia sobre un tema biológico para no-biólogos se anunciaba bajo el epígrafe “sólo entiendes una cosa cuando se la puedes explicar sin problemas a tu abuelita”. La conferencia se enmarcaba en un ciclo llamado “La abuelita de Einstein”. La imagen de explicar algo que se puede complicar a voluntad de una manera sencilla está muy bien expresada con el símil de la abuelita. Denota la operación de reducción a lo esencial de un concepto ó de un hallazgo. Éste sería un proceso gobernado por la razón aliada con el arte de la claridad, aunque siempre conlleve la desvirtuación en un grado variable del original. Parece que, a fuerza de simplificar un concepto, llega a perderse una buena parte de su esencia. Este caso se da en grado sumo cuando los mass media, tratando de simplificar al máximo, llegan a generar clichés, que se convierten así en los números de guardarropía de cuatro conceptos sin los cuales no te puedes presentar en sociedad. De todas maneras también puede darse el caso de que un ser especialmente dotado realice una simplificación no desvirtuadora del concepto en lo esencial. Aun así, lo que Einstein tenía que explicar a su abuelita no era ni el experimento de Michelson-Morley, ni la geometría de Minkowsky ni tampoco las transformadas de Lorentz. Lo que tenía que explicarle era ni más ni menos que una nueva cosmovisión. Tenía que explicarle que los conceptos de espacio y de tiempo tal y como se concebían en la física newtoniana habían dejado de tener validez absoluta y que materia y energía resultaban ser dos manifestaciones diferentes de la misma substancia. Para ayudar a digerir este cambio de weltanchauung no es posible efectuar simplificaciones sino más bien aportar imágenes que ayuden a la mente a abrirse paso más allá de las limitaciones a las que suele estar sometida. Podemos conocer la planta baja de un edificio y la vista que nos ofrece del paisaje exterior con toda la precisión de detalles que queramos (con ayuda de telescopios y microscopios, por ejemplo). Para observar el exterior desde otro punto de vista que abarque más proporción de paisaje se hace necesario, sin embargo, subir al primer piso. Para subir al primer piso primero hay que caer en la cuenta de que estamos en la planta baja y de que realmente existe dicho primer piso.
viernes, 9 de junio de 2006
Frivolidad
Es extremadamente difícil escribir cuatro líneas sobre el sentido de la vida sin caer en la más aparente frivolidad. Aunque quizás actualmente la frivolidad es una cualidad en alza y un plus en las comunicaciones. Gran parte de la humanidad, preguntada sobre el sentido de la vida, responde que el fin del ser humano es alcanzar la felicidad. Es una gran respuesta. También es una respuesta muy subjetiva, porque la felicidad, aunque meta bastante común, se alcanza (o, en muchas ocasiones, simplemente se cree poder alcanzar) a través de vías de lo más variopinto. Algunos alcanzan la felicidad a través del placer de los sentidos ó del intelecto, otros a través del ejercicio del poder y otros a través de la exhibición. Incluso para algunas personas la felicidad se alcanza a través del sufrimiento, la mortificación ó la renuncia. También se da el caso de los que se han trazado como meta el ascenso social o económico. Otros sacan a su ego a pasear como si fuera un perrito que, en ocasiones orina alegremente sobre el prójimo, marcando su territorio. La felicidad, sin embargo, no es el objetivo final de un camino de rosas ó de espinas. Es simplemente un estado mental que está siempre a nuestro alcance (evidentemente, en algunas ocasiones más a nuestro alcance que en otras). Esto lo dicen todos los manuales de autoayuda, desde los más esotéricos, escritos por los antiguos maestros, hasta los más New Age, escritos casi en cadena de producción. Y es que una cosa es la felicidad y otra el sentido de la vida. Aquí ya se acaba la frivolidad (...o no).
miércoles, 7 de junio de 2006
Eclecticismo minimalista
Recientemente un conocido me pidió la opinión –sobre la base de que yo había oído más música que él- acerca de una serie de composiciones musicales que él había escrito. Se trataba de células muy simples, del estilo de las que aparecen en algunos spots publicitarios. Básicamente cuatro acordes tonales, con alguna sucesión de ellos no contemplada en la armonía más clásica –aunque común ya en la música escrita hace más de cien años-. En un esfuerzo imaginativo, le comenté que su música se inscribía en el llamado “eclecticismo minimalista”, afirmación que lo hizo muy feliz. Mientras escuchaba las composiciones me hice toda una serie de reflexiones. El fenómeno que intento describir es un clásico de la postmodernidad; a saber, el ponerse a crear en un campo sin conocer los hallazgos previos en él. Ello es muy útil para echar por la borda un paradigma y comenzar uno nuevo. El problema es que a los que sí conozcan los hallazgos anteriores, buena parte del conjunto les sonará al “descubrimiento de la sopa de ajo”. Si trasladamos el tema de lo que es la composición en sí a los efectos terapéuticos que la actividad compositiva pueda ejercer sobre el sujeto nos movemos ya en otro ámbito, el puramente subjetivo. Creo que buena parte de las coordenadas del arte se mueven más bien en el ámbito intersubjetivo. Y ésta es precisamente la parte más perniciosa de la postmodernidad. Se dirá enseguida que cada uno tiene su baremo, sus valores y sus referentes, por lo que la valía en sí del objeto creado es la misma sea cual sea el resultado obtenido; cada creación tiene la misma valía subjetiva. Pero los referentes y la experiencia de un especialista en algún tema no son los mismos que los de uno que se acerca ocasionalmente a él. Difícilmente –aunque no es imposible- alguien con una mínima experiencia musical podrá sostener que el conjunto de la música de Ludwig Spohr posee más calidad que la de su contemporáneo y tocayo Beethoven. Y no estoy hablando de un mundo objetivo platónico sino de un espacio que se define intersubjetivamente.
Apropos, observo que puedo volver a incluir material gráfico en mis entradas; espero recuperar también el tono mental necesario para mantener vivo el blog.
miércoles, 31 de mayo de 2006
(restos mal hilvanados)
Refiriéndonos al tema del conocimiento exclusivamente científico, hemos llegado a un punto tal de sobreacumulación de conciencia –Jung diría a una inflación ó hubris- que ignoramos soberanamente la parte oscura del problema. Ignoramos que toda nuestra ciencia ortodoxa se basa en dos premisas: el principio de invarianza galileana, que supone que en cualquier sistema físico las leyes de la física son idénticas; y el método cartesiano, que separa de forma absoluta mente y materia para poder hacer un estudio sistemático de ésta última. Las nuevas visiones llamadas metaparadigma, holismo, etc., intentan caminar más allá de estas limitaciones. Las limitaciones, sin embargo, normalmente resultan ser fructíferas, mientras que el caminar más allá resulta en muchos sentidos peligroso...
¿Es ilimitado el camino de ampliación de la conciencia o bien ésta ha de dejar espacio para nuevos contenidos enviando los viejos al inconsciente ?–que no consiste precisamente en una papelera de reciclaje-.
La relación del nuevo metaparadigma con el mundo de los fractales es bien manifiesta: el fractal describe extensivamente y en cualquier nivel una estructura organizativa, un campo mórfico. Debido a nuestra percepción, cuando viajamos hacia adentro ó afuera del fractal, se nos aparece lo que nos parecen nuevas disposiciones, que acaban actuando como ‘metaterrenos’ para acabar girando nuestra percepción de lo que se acaba convirtiendo en decorado (proceso típicamente occidental). Aunque, de hecho, siempre estemos viajando alrededor de la misma estructura. Un punto de esta estructura nos determina el resto del espacio (cosmovisión típicamente oriental).
El modelo holístico nos propone, en cierta manera, una imagen de completitud del mundo físico. Esta completitud, sin embargo, debe de ser ficticia en función del propio mecanismo conceptual que nos ha llevado a aceptar un nuevo modelo. Los cautivados por el nuevo metaparadigma creen, mayoritariamente, siguiendo los modelos de la postmodernidad, que no tiene sentido hablar de realidad absoluta, pero existe un mecanismo que nos lleva a la búsqueda perpetua de esta realidad, que hay que encontrar en el reino del inconsciente.
Por qué el paradigma emergente (y muchos filósofos, bastante antes que esto) afirma que nosotros configuramos la realidad? Porque nuestra percepción no puede ser tomada por la realidad más allá del mundo fenoménico (Kant), pero también porque la mente es capaz de configurar una multiplicidad de estratos que podemos tomar por “reales” (noosfera). De hecho, de aquí han derivado las diferentes escuelas de pensamiento a lo largo de los siglos. El nuevo metaparadigma no hace más que contraponer al viejo sistema cartesiano-lineal-objetual un modo de pensamiento alternativo monista-holístico-sistémico que en ciertos sentidos se parece a las concepciones místicas orientales, pero que ni tan sólo aspira a la inmanencia.
Nos hemos pasado todo un Eón proyectando en la Naturaleza nuestras expectativas y siempre las hemos reencontrado de manera supuestamente “objetiva”. El pensamiento de una gran parte de la Edad Media ha encontrado platonismo, universales y teocracia en la Naturaleza. Más tarde, el aristotelismo ha hecho posible un cambio de paradigma que ha conducido a la Ciencia propiamente dicha. Después de ciertas peripecias intelectuales nos hicimos con una naturaleza absolutamente racionalista, el reloj inanimado de mecanismo infalible. Este reloj pareció después abocado a una muerte entrópica. Después de más experiencias intelectuales aparecieron los campos, la estadística y, todavía más tarde, la probabilística y el indeterminismo. Las nuevas emergencias no nos acercan más a la verdad absoluta sino que nos alejan más de las verdades parciales y de esta manera podemos tener una percepción más amplia de todo el entramado.
No hay luz sin sombra. La propia presencia de la luz iluminando un objeto va asociada a la sombra que proyecta este mismo objeto. Solamente podemos conocer la luz si somos conscientes de la sombra. La oscuridad y el silencio no son las negaciones sino las caras opuestas de la misma moneda que contiene la luz y el sonido.
¿Es ilimitado el camino de ampliación de la conciencia o bien ésta ha de dejar espacio para nuevos contenidos enviando los viejos al inconsciente ?–que no consiste precisamente en una papelera de reciclaje-.
La relación del nuevo metaparadigma con el mundo de los fractales es bien manifiesta: el fractal describe extensivamente y en cualquier nivel una estructura organizativa, un campo mórfico. Debido a nuestra percepción, cuando viajamos hacia adentro ó afuera del fractal, se nos aparece lo que nos parecen nuevas disposiciones, que acaban actuando como ‘metaterrenos’ para acabar girando nuestra percepción de lo que se acaba convirtiendo en decorado (proceso típicamente occidental). Aunque, de hecho, siempre estemos viajando alrededor de la misma estructura. Un punto de esta estructura nos determina el resto del espacio (cosmovisión típicamente oriental).
El modelo holístico nos propone, en cierta manera, una imagen de completitud del mundo físico. Esta completitud, sin embargo, debe de ser ficticia en función del propio mecanismo conceptual que nos ha llevado a aceptar un nuevo modelo. Los cautivados por el nuevo metaparadigma creen, mayoritariamente, siguiendo los modelos de la postmodernidad, que no tiene sentido hablar de realidad absoluta, pero existe un mecanismo que nos lleva a la búsqueda perpetua de esta realidad, que hay que encontrar en el reino del inconsciente.
Por qué el paradigma emergente (y muchos filósofos, bastante antes que esto) afirma que nosotros configuramos la realidad? Porque nuestra percepción no puede ser tomada por la realidad más allá del mundo fenoménico (Kant), pero también porque la mente es capaz de configurar una multiplicidad de estratos que podemos tomar por “reales” (noosfera). De hecho, de aquí han derivado las diferentes escuelas de pensamiento a lo largo de los siglos. El nuevo metaparadigma no hace más que contraponer al viejo sistema cartesiano-lineal-objetual un modo de pensamiento alternativo monista-holístico-sistémico que en ciertos sentidos se parece a las concepciones místicas orientales, pero que ni tan sólo aspira a la inmanencia.
Nos hemos pasado todo un Eón proyectando en la Naturaleza nuestras expectativas y siempre las hemos reencontrado de manera supuestamente “objetiva”. El pensamiento de una gran parte de la Edad Media ha encontrado platonismo, universales y teocracia en la Naturaleza. Más tarde, el aristotelismo ha hecho posible un cambio de paradigma que ha conducido a la Ciencia propiamente dicha. Después de ciertas peripecias intelectuales nos hicimos con una naturaleza absolutamente racionalista, el reloj inanimado de mecanismo infalible. Este reloj pareció después abocado a una muerte entrópica. Después de más experiencias intelectuales aparecieron los campos, la estadística y, todavía más tarde, la probabilística y el indeterminismo. Las nuevas emergencias no nos acercan más a la verdad absoluta sino que nos alejan más de las verdades parciales y de esta manera podemos tener una percepción más amplia de todo el entramado.
No hay luz sin sombra. La propia presencia de la luz iluminando un objeto va asociada a la sombra que proyecta este mismo objeto. Solamente podemos conocer la luz si somos conscientes de la sombra. La oscuridad y el silencio no son las negaciones sino las caras opuestas de la misma moneda que contiene la luz y el sonido.
miércoles, 24 de mayo de 2006
Advaita
Debido a las influencias de la cosmovisión oficial y ortodoxa, tendente a la percepción “chata” del mundo, muy a menudo caemos en la trampa de situar los objetos de nuestro raciocinio alineados junto a dualismos enfrentados. Concebimos polos opuestos –el blanco y el negro- y después situamos, en muchas ocasiones de forma puramente mecánica, nuestros objetos en la caja blanca ó en la negra. Haciendo ya un esfuerzo mayor, a veces establecemos un continuo entre el blanco y el negro y logramos matizar toda una escala de grises. Entonces solemos decir que el mundo real no es ni blanco ni negro, sino una combinación de ambos. Hemos utilizado los polos opuestos como entidades irreales cuya combinación ofrece toda la gama cromática de los objetos reales. Es como la historia del caballero que vuelve de las Cruzadas y, habiendo visto por primera vez a un rinoceronte, lo describe a su esposa como una mezcla de unicornio y quimera. Estableciendo este continuo, que nos hace ver el mundo de forma un poco más completa que la que en el modelo de las cajas estancas quedaba reflejado no eludimos, sin embargo, el dualismo primigenio. El proceso evolutivo de la conciencia, ya sea ésta referida a nuestras percepciones físicas, mentales ó de otra índole, no tiene lugar por matización progresiva dentro de la línea que une a los polos de un dualismo. El cambio real de estadio de conciencia se da solamente cuando nos percatamos de que existe una perspectiva privilegiada bajo la cual los opuestos no son más que epimanifestaciones de un único fenómeno en una dimensión de orden superior. El símil visual del segmento que resulta de la proyección de la rueda que gira es muy adecuado. Lo que en una perspectiva de orden unidimensional aparece como una polaridad entre los extremos del segmento resulta, contemplado desde una perspectiva bidimensional, en un movimiento giratorio circular en el que no existen polaridades. La ascensión a una dimensión de un orden superior es lo que constituye la esencia de la evolución real. Las matizaciones son muy útiles para cartografiar con más precisión el territorio conocido pero no para descubrir nuevos mundos.
martes, 23 de mayo de 2006
Transtonalidad
Desde nuestra posición situada a principios del S. XXI podemos observar el recorrido sufrido por la música durante el último siglo con una perspectiva mucho más amplia de lo que nos era posible hace, digamos, unos veinte años. Si nos enmarcamos en un modelo posmodernista y afirmamos que la música no es tan solo una combinación de sonidos sino que comporta además una forma de percibirlos, podemos intuir que nos hallamos en los comienzos de un nuevo metaparadigma (el “post-tonal”), sea cual sea este desarrollo, todavía poco conocido por nosotros. El metaparadigma de la tonalidad empieza en una época pre-tonal, digamos alrededor del S. XII; se fue desarrollando hasta establecer unes bases muy claras con el Clasicismo en la segunda mitad del S. XVIII y, a partir de aquí, comienza un proceso de alejamiento con la progresiva incorporación de la modalidad y del cromatismo. Estas tendencias conducen, respectivamente, ya entrado el S. XX, hacia la “tonalidad ampliada” y la atonalidad, siendo ésta después formalizada con el dodecafonismo y el serialismo. Estas corrientes, aunque per se se alejen de la tonalidad, se sitúan todavía dentro del metaparadigma tonal; escuchamos a Bartók, Berg, Schönberg ó Dallapiccola con el oído de la tonalidad. Pero hete aquí que, después de unos años de evolución ininterrumpida hacia un progresivo alejamiento, por allá en los años setenta asistimos a lo que entonces parecía una involución ó un abandono por parte de las vanguardias de la combatividad que las había caracterizado a partir de 1950. Sin embargo, ahora nuestra perspectiva se ha ampliado y somos capaces de distinguir entre involución y cambio de metaparadigma. La nueva perspectiva, como sucede en toda evolución del conocimiento, amplía la visión anterior, integrándola de una manera dialéctica dentro del conjunto de la historia. A propósito de sus Etudes para piano (1985-...), György Ligeti ha afirmado que se trata de música ni tonal ni atonal, aunque, por ejemplo, el nº 15 esté casi enteramente construido sobre las teclas blancas. Una cosa similar le sucede a la obra más reciente de Mauricio Kagel ó a la música de compositores como Thomas Adès, Giacinto Scelsi ó, entre nosotros, la del prematuramente desaparecido Jep Nuix. Los primeros “musicanautas transtonales”, además de parte de los vanguardistas clásicos de los años cincuenta (Boulez, Nono, Stockhausen, Maderna,...) pueden ser John Cage (del cual su maestro A Schönberg dijo que no podría ser nunca un buen compositor, debido a su falta de sentido armónico –concepto en parte relacionado con la tonalidad-) ó también una parte de la obra del período intermedio de O Messiaen (aunque en este caso un trasfondo modal siempre ha estado, de hecho, presente).
Nos hallamos aún demasiado cerca del nacimiento de este nuevo desarrollo y probablemente nuestra consciencia se halla todavía demasiado enraizada alrededor de la tonalidad. El director de orquesta E. Ansermet, en su monumental –y bastante aburrido- tratado “Les Fondements de la Musique dans la Conscience Humaine”(1961), sostiene –fruto en parte de una rabieta inconsciente contra el Stravinsky postwebernista- que la tonalidad es el lenguaje musical natural, basando esta apreciación en que refleja el fenómeno físico de las series armónicas. Si tal fuera ello, ¡No habría cosa más antinatural que la música tradicional de la India!
lunes, 15 de mayo de 2006
Chivos expiatorios
Hace ya bastantes años que la ciudadanía, desencantada, ha decidido ubicar al conjunto de seres que se dedican a las tareas públicas conocida en los media como “clase política” en el compartimento que corresponde a las personas sin escrúpulos, mentirosas y sin principios. Yo no voy a negar ni a aceptar esta afirmación. Lo que sí me gustaría es dar pie a una pequeña reflexión. Este conjunto de seres que se dedican a la política no es más que una muestra de la sociedad en general. El hecho de vivir un momento histórico muy cambiante, con ausencia de estructuras consolidadas y con un trasfondo de inconsciencia general meticulosamente cultivada hace que triunfe en todo momento el arribismo. No sólo en política; en cualquier microcosmos en que nos movamos. ¿O es que los mundos de la empresa, del espectáculo, del deporte, de la sanidad ó de las comunicaciones ofrecen una perspectiva diferente? En épocas pretéritas se efectuaba un rito que, actuando de manera inconsciente, “purificaba” a los que participaban en él de cualquier sentimiento de culpabilidad. Este rito ha adoptado infinidad de formas, pero la versión que incluso ha llegado a ocupar un lugar en el lenguaje es la del chivo expiatorio. El mecanismo siempre es el mismo: intentar reunir todas las manifestaciones del mal que habitan en nosotros en un objeto externo y entonces acabar con él. No podemos demonizar la política sin demonizarnos a nosotros mismos y a todo nuestro entorno. O, como diría Brassens, « Ne jetez pas la pierre à la femme adultère, je suis derrière… »
viernes, 12 de mayo de 2006
Proverbios
Cuando la sabiduría popular da en el blanco –que acostumbra a ser casi siempre, siempre y cuando se dé tiempo suficiente para la sedimentación del concepto-, encierra verdades profundas que en ocasiones han necesitado bastantes años hasta que un ser erudito las haya racionalizado. El refranero popular es una muestra viviente de lo que acabo de exponer. Un refrán que fue inventado mucho antes de que Freud y Jung hubieran nacido, haciendo gala de una capacidad de síntesis que en ocasiones estos genios hubieran querido para sí, reza: “Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”. En un mundo como el nuestro, sometido a un rápido proceso de cambio, es natural que nos veamos inundados hasta en la sopa con las palabras creatividad, innovación, ideas nuevas, I+D+i, cambio, reto de futuro, plan estratégico, nueva visión…. Lo más asombroso es que la profusión de tales palabras (tan sólo eso; palabras, que podrían hilvanarse sin más tejido que un continuo blablabla, como en la ocurrente canción de los hermanos Gershwin) se da en grado máximo en entornos que lo último que desearían sería cambiar. Dicen que en Hollywood hay crisis de guiones. Estoy convencido de que la falta de buenos guionistas es sólo uno de los motivos, y no el mayor, para haber llegado a tal situación. Lo que en realidad sucede es que la industria local no desea generar nuevas estructuras, nuevos planteamientos ó nuevas perspectivas para el cine de masas. Prefiere volver a rodar el guión de Seven Chances ó Sabrina, pero sin la participación de los genios con que contaron los originales. Como reza otro conocido proverbio: Pelotas fuera, que estamos ganando.
lunes, 8 de mayo de 2006
Clichés
Resulta sobremanera interesante analizar los mecanismos de generación y transmisión de clichés. Tal estudio es el único que nos puede permitir superar la tendencia natural al transcurso por caminos machacados y abrirnos a nuevas formas de percepción. Conviene aclarar, de entrada, la diferencia entre lugar común ó sendero trillado y terreno delimitado. La delimitación de un terreno implica la fijación de límites, lo que a menudo supone una ayuda para un nuevo cartografiado. Si no hay una cierta resistencia, es difícil caminar equilibradamente. Nuestro actual culto a la ultraracionalidad puede dar lugar –y, de hecho, lo está haciendo-, a un gigantesco sistema de pensamiento mecánico. El propio término racionalidad deriva de razón, ó proporción. El razonamiento sería, pues, el proceso según el cual percibimos que podemos aplicar una proporción conocida a una nueva contingencia. Es decir, que podemos aplicar la igualdad A/B = C/D. De ahí inferimos la proporción ó razón, que nos servirá cuando detectemos una situación ó modelo que nos parezca similar. El problema del abuso de tal norma nos puede llevar a la creación de clichés. Este proceso pasa por la generación de categorías, que se van anquilosando y acaban convirtiéndose en cajas a través de las cuales discurre un único camino. En vez de abstraer razones, las aplicamos mecánicamente, para acabar pareciéndonos a aquellos hamsters enjaulados que giran perpetuamente alrededor de una noria. Existe otra causa, más interna, que alimenta el proceso de encorsetamiento de la racionalidad. Consiste en la ignorancia por lo que hace a las funciones no racionales, que son impulsadas hacia el inconsciente y reaparecen como exabruptos inarmónicos que salpican nuestra magnífica racionalidad con veneno subjetivo no reconocido como tal.
jueves, 4 de mayo de 2006
Dos profesiones clave
El mundo del periodismo nos ofrece un buen ejemplo de mercantilismo llevado al paroxismo. El oficio del periodista ya no es formar, informar y entretener, sino vender al precio que sea. Las noticias cada vez se alejan más de la realidad “objetiva” (si es que esta realidad existe o puede ser objeto de interés periodístico). Ya no es cuestión de puntos de vista, sino de mentir inventando historias que se puedan vender. Pronto podrás escoger la información que quieras leer. ¿Que deseas leer que un loco ha hecho estallar la torre de Pisa? Pagas, aprietas un botón y ya puedes leer. ¿Que deseas leer que se ha descubierto vida en Marte? Pagando lo podrás leer al instante. Quizás se trate de una manera práctica de hacer conocer a la población la estructura de les realidades blandas y la lógica difusa. Lo que realmente sería revolucionario seria el poder aumentar el nivel de conciencia en general.
Mucha gente opina que el actual sistema educativo está lleno de defectos que afectan en la propia raíz de una enseñanza equilibrada. El tipo de educación, además, y esto no es por contra ampliamente reconocido, comporta la eterna perpetuación de modos de pensamiento, que se transforman en clichés al cabo de pocos años. Los sistemas educativos presentan teorías y modelos como verdades absolutas impuestas por la razón –y, en el peor de los casos, por la autoridad-. Supongo que desde un punto de vista pedagógico puede ser contraproducente añadir un punto de duda a todo lo que se está mostrando por primera vez a individuos que todavía se encuentran en etapas incipientes de su proceso de aprendizaje. Pero creo que estaría muy bien que de tanto en tanto se diesen algunas pinceladas acerca de la procedencia de conceptos, teorías y racionalizaciones, inculcando ya la idea de que nada de todo ello corresponde al absoluto objetivo.
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