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sábado, 24 de noviembre de 2012

Organicidad


       El Renacimiento inventó o actualizó una máxima según la cual el arte más eficaz y verdadero debe de imitar a la naturaleza. Esta idea prevaleció más allá en el tiempo y todavía la encontramos, en el terreno musical, en buena parte del barroco, llegando  incluso al clasicismo. A finales del S XIX Oscar Wilde, de lengua fina y suelta, invirtió los términos para asegurar que es la naturaleza la que imita al arte, cuestionando así la jerarquía del dualismo naturaleza/cultura. Una y otra afirmación, a pesar de ser antónimas, ahondan en la misma relación, la que existe entre un objeto natural que ha sido modelado por la propia Naturaleza como fruto de la evolución y un objeto cultural modelado por el ser humano, a su vez también fruto de la evolución cultural. Seguramente, puesto un extraterrestre a distinguir entre objetos naturales y objetos culturales, no tendría un sentimiento de clasificación tan claro como los humanos. También un místico nos diría que la mente humana forma parte de una mente más general manifestada en toda la naturaleza. Lo importante sobre el objeto artístico no es que siga a la Naturaleza o que la guíe, sino que resuene con ella. Los objetos naturales, al igual que las obras de arte más duraderas, se hallan fuertemente estructuradas; son orgánicos. El todo y la parte son así correspondientes, ya que en cualquier parte tenemos una huella de la estructura del todo. De esta manera, las diversas partes están relacionadas entre ellas de forma armoniosa, porque son diferentes visiones del mismo hecho. Se pueden desmenuzar pero siempre conservan su sentido original. Contrariamente, los objetos artísticos que parecen construídos a base de pegotes se nos aparecen más débiles, menos auténticos (No me estoy refiriendo precisamente a los collages, que pueden ser tan estructurados y orgánicos como cualquier otra forma plástica, musical o semántica). La célula temática constituye el holón inferior y generativo de la obra orgánica. Puede ser un ritmo, un intervalo, un tempo, un trazo, un color, un gesto, una línea, una idea y mil cosas más. Entre los compositores cuya obra se nos aparece más estructurada tenemos a los que ya me referí como los arquitectos (Bach, Haydn, Beethoven, Brahms, Debussy, Bartok, Hindemith, Webern, Messiaen, Ligeti, Boulez…), es decir, de pensamiento abstracto-formal y poco teatral. Este grupo de compositores deriva sus células hacia la generación de estructuras mayores que las contienen y multiplican, como en una estructura fractal. Los grandes ingenieros (Händel, Mozart, Weber, Wagner, Verdi, Puccini, Strauss) también estructuran sus obras, pero sus formas no se sitúan tanto en una zona atemporal como en un flujo dramático; están más cerca del devenir que del ser, y es por ello que sus productos, más que catedrales, son fuentes y mecanismos de relojería.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Matrioshkas


                        Ya he comentado en muchas ocasiones que la influencia de Parménides en el pensamiento occidental es clave para entender la tardanza en la aparición de teorías evolutivas y el rechazo que éstas siguen sufriendo en algunos sectores particularmente obtusos de la población. Para Parménides sólo el objeto, lo fijo, se corresponde con la noción de verdad. Sólo hay dos caminos: el del ser y el del no-ser. El ser es el-uno inmutable, no cambiante, eterno. El no-ser es todo lo demás. La misma tradición que ha considerado a Parménides como el primer representante del idealismo filosófico ha considerado a Heráclito como el primer representante del escepticismo o del materialismo, lo cual es absolutamente falso. Heráclito representa –con su el ente es cambio incesante o el ser resulta de la tensión entre arco y flecha- el pensamiento profundo oriental mientras que Parménides representa lo propio en Occidente. Es absurdo pensar que una de los dos sistemas se contiene en el otro como también lo es pensar que se excluyen mutuamente. Cualquier coyuntura se puede corresponder con uno de los dos sistemas en un nivel determinado. Si cambiamos de nivel también cambia el sistema. Es como un juego de matrioshkas infinito: un sistema contiene al otro, que a su vez contiene al primero, y así sucesivamente ad infinitum. Pero en realidad ¿Cuál es el elemento que distingue ambas cosmovisiones, que las hace intrínsicamente distintas?: el tiempo. El tiempo inexistente para la esfera global del primer sistema y el fluir temporal del segundo (aunque se tratara de un tiempo infinito). El reposo absoluto y el equilibrio dinámico. El tiempo es el elemento necesario para que la bellota se convierta en roble (y viceversa), como diría Aristóteles. El problema es que posteriormente los occidentales hacemos una distinción entre ser y devenir, y es entonces cuando entra en juego el tema del motor de la evolución (¿empuja desde atrás o atrae hacia delante?). En una visión integrada ser y devenir son caras de la misma moneda (o matrioshkas concatenadas), por mucho que históricamente ambas visiones se hayan sucedido de forma mutuamente excluyente.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Thanks, Maestro!

                       
           Si hace unos días hablaba de la desaparición de un compositor de la ex-vanguardia de postguerra hoy lo hago de la desaparición de un compositor que ha vivido lo suficiente como para comenzar su andadura con la generación neoclásica, seguir con la serialista, avanzar con la post-serial y depurar su estilo hasta convertirse en un referente a partir de los ochenta años. Elliott  Carter ha fallecido con 103 años, habiendo publicado más de 40 obras entre los 90 y los 100 (su última composición data del pasado mes de agosto). Impresiona pensar que una persona que recuerda la Primera Guerra Mundial pueda opinar con serenidad sobre los atentados del 11-S (observó la caída de las torres desde su propio apartamento). Teniendo en cuenta que el estilo compositivo de Carter es rico, muy complejo y totalmente desprovisto de concesiones fáciles su trayectoria creativa-vital resulta especialmente ejemplar, e ilustra con creces algo que falla en la base de nuestra sociedad: el respeto y la reverencia a la edad avanzada. Thanks, Maestro!