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domingo, 26 de octubre de 2008

Contenidos, procesos


Volviendo a la cibernética del intérprete musical pienso en las muchas reformas que ha habido en España en cuanto a las leyes de enseñanza durante los últimos (¿150?) años, en las que, tras recorrer a velocidades supersónicas parajes de lo más diverso, aparentemente se ha regresado a escenarios visitados anteriormente…pero muchas cosas se han perdido por el camino. En lugar de reforzar el loop del aprendiz de intérprete, promocionando el esfuerzo y valorando adecuadamente sus frutos, la actual tendencia, diseñada por intérpretes frustrados convertidos en resentidos burócratas, consiste en el adormecimiento de la conciencia. Hace un tiempo oí textualmente decir que “hoy en día lo importante para un estudiante de violín ya no es tocar bien el concierto de Mendelsohn, sino tener una idea clara de la esencia y significación de dicha obra”. Una vez más, lamentable. El intérprete tiene la idea clara de la esencia y significación de una obra desde un punto de vista subjetivo y tal idea nace precisamente de la resonancia a que en otras ocasiones hacía referencia. Que además disponga de un intelecto capaz de racionalizar esta idea es otra historia. Solamente un reducido porcentaje de instrumentistas –y el número de cantantes se puede contar con los dedos de una mano- dispone de esta capacidad, por otra parte innecesaria en su ejecución. Todo el tema entronca con algo mucho más general: se ha llegado a hacer de la enseñanza una pura transferencia de información. Se ha hablado mucho de contenidos y muy poco de procesos (aunque esta palabra –y sólo la palabra, sin claras asociaciones- ya se está poniendo demasiado de moda en determinados foros). Siempre he creído que gran parte de la deformación mental que padece el grueso de la población en su consideración de las ciencias experimentales como guardianas de las verdades últimas de la vida se debe a la manera como recibió sus nociones durante la enseñanza secundaria. El mundo de la física, la química ó la biología se describe en estos ámbitos (y, por desgracia, se sigue haciendo en los ámbitos universitarios, debido a un problema de contenidos) como un conjunto de leyes que se descubren ó deducen, y no como el resultado de la acción del pensamiento humano a lo largo del tiempo. Cuando se explica un conocimiento específico en un campo determinado ni se discute su origen. No se promueve la captación gestáltica de un paisaje –proceso relacionado, sin duda, con la formación de un bucle cibernético- y su aprendizaje tiene lugar como si se tragara una pastilla contra la acidez gástrica.

martes, 21 de octubre de 2008

Aplazamiento


El hace ya años inevitable crash financiero que el sistema está experimentando es el resultado del desbocamiento de un driver que –utilizando una vez más el lenguaje cibernético- está positivamente acoplado a su circuito de retroalimentación. Me refiero al afán por aumentar las riquezas materiales. Ya lo dice el refrán: cuanto más se tiene, más se quiere. La acumulación de riqueza material, de manera fabulosamente irónica, no produce tranquilidad sino todo lo contrario. Todos los mecanismos de compensación psíquica se disparan para advertir de que hay algo que no funciona (en otra época esto se llamaba mala conciencia). Y la víctima, lejos de interpretar esos signos como frenos, los interpreta como aceleradores. Y ya tenemos el acoplo positivo ó autoreforzante que lleva al colapso. En este caso hay muchos aspectos que una vez más nos hacen reflexionar. Primero, el tema de la otredad: nos dedicamos a escindir y lanzar lejos nuestro las causas denostando a los responsables directos del desaguisado, olvidando que los responsables somos todos los que formamos parte del sistema (lo cual no quiere decir ni mucho menos que apruebe sin más las medidas de reflotación que se están adoptando para salvar a los ladrones de guante blanco y al sistema al cual pertenecen). Segundo, y tal como decía hace un tiempo, la insensata visión de dos bloques socio-políticos antagónicos pugnando por tener la razón se desvanece. Hoy en día tanto el socialismo como el capitalismo entendidos a la manera tal y como se llevaban a la praxis hace cincuenta años están más que liquidados (¡tanto el uno como el otro, Mr Fukuyama!). Tercero, las limitaciones de un espacio de pensamiento: el espacio físico impone unos límites (los límites en la sostenibilidad de que tanto hablamos, por ejemplo), pero los espacios de pensamiento también los poseen. A pesar de que los hayamos querido ampliar hasta su máxima elasticidad mediante una palabra mágica que ahora nos pasa la correspondiente factura: aplazamiento.

martes, 14 de octubre de 2008

Cibernética del intérprete musical


El proceso de la ejecución musical puede considerarse bajo un punto de vista cibernético en el que intérprete, instrumento y espacio acústico forman un único sistema de retroalimentación (negativamente acoplado, o sea, estabilizante, de acuerdo con la terminología de la teoría de sistemas). Uno de los jalones más importantes que se deben de alcanzar durante el proceso de aprendizaje de la técnica instrumental (y bajo este concepto me refiero no únicamente a la destreza psicomotriz, sino también a la articulación de las frases musicales) consiste simplemente en la capacidad de escuchar de forma efectiva la generación de sonidos provocados por uno mismo. En los primeros tiempos del aprendizaje se tiende a dejar abierto el circuito cibernético de retroalimentación por lo que lo que llamaríamos la resonancia con el instrumento se dificulta y la interpretación resulta rígida y sin posibilidad de margen de corrección. A medida que el aprendiz se logra escuchar a sí mismo –de forma clara y flexible- tiene lugar progresivamente la formación del bucle que lo hace uno con su instrumento, y posteriormente con el espacio acústico e incluso con el eventual público que lo esté escuchando. Si el intérprete no toca solo sino en grupo, lo deseable es que el mismo bucle abrace a cada uno de los músicos, haciéndose progresivamente mayor en el caso de una orquesta sinfónica. Las buenas orquestas mantienen una resonancia que las unifica en cuanto a afinación, independientemente del desplazamiento que ésta sufra durante una ejecución larga o en condiciones ambientales poco adecuadas. Cada instrumento, sin embargo, mantiene unas características particulares en cuanto a su bucle cibernético. El intérprete que no siempre utiliza el mismo instrumento (pianistas, percusionistas) puede hallar cierta dificultad en establecer el bucle de control al encontrarse con un instrumento que desconoce (que se une al del espacio sonoro si también lo desconoce). Los cantantes son especialmente sensibles a los espacios acústicos debido a las dificultades que encuentran en la “escucha objetiva” de los sonidos que emite su instrumento. En músicas fuertemente amplificadas eléctricamente los intérpretes necesitan que su feed-back esté también amplificado (los altavoces llamados “chivatos”). En algunas obras contemporáneas de tipo electroacústico (Répons de P. Boulez) el bucle de retroalimentación llega a ser protagonista, con una pulcra delimitación del espacio acústico, situación del público incluida. Aunque la especificación del espacio acústico es un tema que ya viene de muy antiguo en la historia de la música occidental (el muy citado caso de la música de los Gabrielli y las basílicas venecianas, o numerosas obras de la primera mitad del S XX en que la partitura describe con exactitud la colocación relativa de los diversos instrumentos como Le Bal Masqué de Poulenc ó las Trois Petites Liturgies de la Presénce Divine de Messiaen).

viernes, 10 de octubre de 2008

Desequilibrio


Leo en las noticias de hoy que Stephen Hawking, en un viaje a Santiago de Compostela, además de incidir en su discurso catastrofista sobre el futuro de la vida en el planeta que llevará, según él, a una celeridad en la colonización extraterrestre, ha resaltado el hecho de que el número de matriculados en facultades de ciencias experimentales es cada vez menor, haciendo un llamamiento para contrarrestar tal déficit. El profesor Hawking, igual que el barítono Thomas Quasthoff, constituyen encarnaciones que representan fielmente un aspecto inherente a nuestra época: se trata de seres con terribles enfermedades degenerativas ó malformaciones congénitas privilegiadamente dotados que han mostrado unas dotes de capacidad de superación más que envidiables que deben sin duda de servir de ejemplo a la comunidad. Respecto al decremento de estudiantes de ciencias, si sumamos este dato a la carestía global del interés por las Humanidades, el resultado es más que desolador. ¿Qué estudian las futuras generaciones de gobernantes? ¿Todos ellos ciencias empresariales, ingenierías ó derecho? Las sociedades que no invierten en conocimientos básicos –y me refiero tanto a ciencias experimentales como a humanidades (ciencias del espíritu, como las llaman los países germánicos)- no pueden esperar mucho futuro. Hace unos años la preocupación venía del desequilibrio entre ciencias y humanidades: las unas sin las otras sólo pueden dar lugar que a inestabilidad. Durante los últimos tiempos la peligrosa idea de que las ciencias eran superiores por tratar sobre “objetos contrastables y absolutos” mientras que las humanidades lo hacen sobre “sujetos relativos” había hecho mella en amplios sectores sociales. Ahora constato que la tendencia lleva mayoritariamente a las disciplinas aplicadas. Pero éstas difícilmente modificarán el curso histórico si no van asociadas con su contrapartida teórica. Y que conste que no tengo nada en contra de empresarios, ingenieros y abogados.

sábado, 4 de octubre de 2008

Diálogo-impromptu


HIJA: ¿Por qué cuando me pongo pesada y quiero imponer mis caprichos siempre dices que te irás a un monasterio budista?
PADRE: Porque allí estaré tranquilo y, cuando menos, dispondré de un espacio vital propio, libre y tranquilo.
H.: Pero también te puedes encontrar con un superior que quiera imponer sus caprichos o, cuando menos, que sea puntilloso en los asuntos de la comunidad.
P.: Pero se supone que un maestro espiritual ha alcanzado niveles de conciencia que le permiten ver más allá de estas debilidades humanas.
H.: ¿Y quien te asegura que el superior haya de ser necesariamente un maestro espiritual?
P.: Se supone que el tal superior habrá atravesado toda una serie de etapas de maduración y depuración que le permitan acceder a tal grado.
H.: ¿Y si en Oriente está pasando lo mismo que suele pasar en Occidente? Puede ser que el supuesto maestro no sea más que un impostor ávido de poder.
P.: ¿Pero cómo puedes, tú que ni siquiera has atravesado uno de los primeros y fundamentales umbrales de ampliación de conciencia, el saber situarse en el lugar del prójimo, hablar de esta manera?
H.: Porque yo no soy más que un aspecto tuyo, el que representa la evolución incompleta no del todo integrada. Me aprovecho de tu desarrollo intelectual para conseguir una voz lo suficientemente racional como para seguir imponiendo mis regresivos caprichos. Soy, en suma, lo que los teóricos del New Age llaman tu niño interior.
P.: ¿Sabes que los niños interiores también tienen que ir al colegio a desarrollarse?
H.: No, papá, en eso te equivocas. Lo que debemos hacer los niños interiores es sedimentar. Seguir estando allí de alguna manera pero dejar de dar la lata.
P.: ¿Y cómo lo conseguirás?
H.: Pues en cuanto tú dejes de fabricar intelectualmente tus experiencias y vivas la vida. Esta simple integralidad será suficiente en tu caso.
P.: Pero parte de mis experiencias son mis constructos mentales…
H.: Eso no es cierto, papá; lo que tú llamas tus constructos no son otra cosa que la traducción en términos racionales del sentido que tienen para ti tus verdaderas experiencias, ya sean hechos ó simples percepciones.
P.: ¿Y no estarían también incluidas mis fantasías y los productos de la creatividad? Ya sabes que tengo un Mercurio ariano desbocado.
H.: Eso no hace falta que me lo recuerdes; yo misma soy un producto de tu fantasía…
P.: …pero no únicamente eso; también eres una parte congelada de mi evolución…
H.: …que sin embargo te hace de conciencia; cosa extraña porque…
P.: …o no tan extraña porque en el fondo…
H.: …en el fondo, a pesar de todas tus teorizaciones, te interesa más la parte poética, subjetiva, del asunto. ¿O no te gustaría encontrar siempre un nuevo subterfugio, de la misma manera que el prestidigitador saca una paloma de la chistera?
P.: Pero eso no es un subterfugio ni una cortina de humo; es, como las grandes obras de arte ó las grandes teorías científicas, una nueva realidad, una nueva manera de decir alguna cosa.
H.: Pero esa nueva realidad tiene vida propia y más de uno ha sucumbido a su seducción. Es como si una parte tuya se escindiera y te atacara.
P.: Porque la mayoría de las personas tienden a alienar cualesquiera de los elementos que rodean su vida, que se halla llena de proyecciones: su “yo” es tan estrecho que cabe en la palma de su mano. Como los niños, consideran que sus percepciones son necesariamente las únicas posibles…
H.: …otros saben que no son las únicas, pero quieren suponer que son las mejores…
P.: …o más bien las más convenientes; es un estadio evolutivo más avanzado, pero todavía hay muchos detrás.
H.: Y ¿Qué estadio evolutivo crees tú que…?
P.: … ¡Basta! Es muy tarde ya y tienes que dormir…
H.: …pero…
P.: Buenas noches, hija.
H.: Buenas noches papá.