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viernes, 29 de febrero de 2008

Políticamente incorrecto


Existen toda una serie de afirmaciones, opiniones y hasta de evidencias (en el sentido castellano de la palabra, no en la errónea traducción del false friend inglés) con las que un gran sector de la población se puede fácilmente identificar pero que no se pueden sostener en público –debido a una multitud de obscuras razones- y que atienden al epígrafe de “lo políticamente incorrecto”. Las –quizás no tan obscuras- razones para desterrar tal serie de afirmaciones se pueden agrupar en una sola: miedo. Pero se trata de un miedo sordo, porque el agente del miedo nos resulta en gran medida desconocido ó más bien permanece oculto bajo la máscara de la cotidianeidad. Preferimos no llegar demasiado allá en nuestras investigaciones. Así el miedo resulta también despersonalizado: tenemos miedo de tener miedo. Y para evitar esta incómoda situación rebajamos nuestro nivel de conciencia y connivimos con lo que sea políticamente correcto. Me doy cuenta de que este discurso que se quiere abstracto y reflexivo podría ser utilizado sin cambiar una palabra en beneficio propio por determinados grupos socio-políticos para promover irreflexivos pensamientos “políticamente incorrectos”. No, no voy por aquí. Quizás la parte “política” de políticamente incorrecto esté haciendo de andamio sostenedor de una situación pasajera. En épocas más florecientes de las culturas los asuntos morales resultan perfectamente obvios porque casi nadie los cuestiona: existe un suelo común firme que hace de apoyo de toda actividad. Cuando tal suelo, por diversas razones, se desvanece, nos hemos de apoyar en el efímero y resbaladizo suelo de la opulenta practicidad inmediata, que rápidamente teje su malla invadiendo todos los escenarios. Y todo lo políticamente correcto ó incorrecto se conecta en una especie de red autofagocitadora.

jueves, 21 de febrero de 2008

Entornos alienantes


Los entornos organizativos fuertemente jerarquizados y con un control supuestamente fuerte del poder, como los ejércitos, las mafias, las sectas, las dictaduras y algunos tipos de empresas, tienden de forma natural a anular al individuo mientras maximizan su grado de explotación. Todas las organizaciones, evidentemente, están formadas por individuos, pero lo que las caracteriza más fielmente es la naturaleza –o el espíritu, como diría Montesquieu- de los procesos que tienen lugar entre tales individuos. Todos los entornos alienantes antes referenciados utilizan la técnica del cultivo simultáneo del ego y el sentido de la culpabilidad, explosiva mezcla que ha estado surtiendo efecto durante siglos (“-Coltivando l’orgoglio di questo mentecatto…!”, barrunta el mozartiano Conte di Almaviva pensando en su siervo Antonio, el jardinero). Dada la triste proclividad del alma humana a caer en las redes de la ostentación y la apariencia, el resto de la operación se desarrolla de manera automática: se crea una jerga exclusivista repleta de numerosas abreviaturas –que hay que renovar continuamente, a medida que los subalternos la van entendiendo-, se hace lo imposible por evitar el trabajo directo, multiplicando el número de reuniones –ficticias ó no- y desviando en lo posible el trabajo hacia empresas externas, se somete al asalariado a un sinfín de exámenes y evaluaciones –con la clara intención de provocarle una regresión a la escuela de secundaria-….En fin, un sinnúmero de tácticas tan comunes hoy en día que se explica fácilmente el éxito arrollador de obras como el “Bonjour paresse” que Corinne Maier escribió hace unos años. Cuando alguien logra hacer oír una idea que está presente en el centro de la comunidad –aunque no en los medios de comunicación, que no dan muestras de apearse de su dirigido triunfalismo-, buena parte del hombre de la calle es capaz de identificarse con la situación y exorcizarla –si bien limitadamente- simplemente compartiendo las miserias de la época.

lunes, 11 de febrero de 2008

simultaneidad y diacronismo


El estructuralismo atomizó la riqueza y la organicidad de las estructuras relacionales, asumidas de forma progresiva e inconsciente por parte de una civilización, en forma de códigos semánticos, en una especie de afán digitalizador de los diferentes lenguajes que, de nuevo, va asociado con una incesante operación de objetualización de cualquier aspecto de la experiencia histórica humana. Pero los códigos semánticos, desde el momento en que son utilizados, crean a su alrededor una especie de foco de cristalización a partir del cual se genera una “microcultura” que organiza la significación. El post-estructuralismo, o postmodernidad, a pesar de reivindicar una componente histórica o diacrónica en su discurso, por oposición al descriptivo o sincrónico estructuralismo, peca –en su obsesión por mantener una asepsia libre de cualquier metalenguaje que achaca precisamente al propio estructuralismo- del mismo mal: intenta la objetivización a toda costa aunque sea para después colgarle al objeto la etiqueta del relativismo. La única opción posible de avance viene ahora dada por un término clave: simultaneidad. Ese nuevo todo resultante de la presentación simultánea de las múltiples e inconmensurables visiones se sitúa en una dimensión de orden superior. No es el aristotélico todo-como-suma-de-las-partes sino la emergencia de una nueva estructura noética en donde los términos perspectiva y relativismo han perdido su significación.

viernes, 8 de febrero de 2008

Micropsicología del gesto


Las diferentes familias de instrumentos musicales presentan una gran variedad en cuanto al modo de emisión, articulación y mantenimiento del sonido, que se traduce en muy diversos fraseos, gestos y etiologías musicales. Los instrumentos de cuerda presentan gran facilidad para realizar un perfecto toque legato, y precisamente a causa de ello también tienen más facilidad para perder de vista los límites y perfiles de una frase. Su gesto, el golpe de arco, se caracteriza por el sentido de vaivén motórico sin fin. Tienen, en general, mayor disponibilidad de recursos para la expresividad (vibrato). Los instrumentos de viento presentan mayor facilidad para el toque staccato y a causa de ello pueden tener mayores problemas para construir un buen fraseo ligado. Su gesto, el golpe de lengua ó labio, se caracteriza por el sentido del pulso respiratorio. Es precisamente la respiración la que marca las tensiones-relajaciones de sus frases musicales. Tienen mayor facilidad para el color armónico que la cuerda. Los instrumentos de percusión poseen en general incluso mayor precisión en el ataque que los de viento. Su gesto, el impulso muscular que parte del dedo, muñeca, antebrazo, brazo ó espalda, se caracteriza por el sentido unidireccional: la mayor parte de instrumentos percutidos prolongan su sonido exclusivamente por resonancia. Existe, por tanto, una medición de fuerza previa a la interacción, el impulso en sí y el momento más o menos prolongado de la interacción. La fase posterior únicamente puede modificar ó llegar a inhibir las condiciones de resonancia. El piano es un caso especial de instrumento de percusión que puede llegar a dar la sensación de producir un buen legato, compensando sus limitaciones con el importante hecho de ser polifónico. La voz humana es, probablemente, el instrumento más perfecto. Une a la facilidad de legato de la cuerda la claridad de fraseo del viento, posee infinidad de recursos expresivos y, además, puede incorporar un texto. El cansancio ó nerviosismo de los diferentes instrumentistas se traduce también de forma característica: un violín nervioso hace “temblar” el sonido, mientras que un clarinete cansado tiende a sonar “payasesco”. Un pianista cansado tiende a acentuar los sonidos a destiempo (cuando utiliza el dedo pulgar), mientras que un cantante nervioso tiende a desapoyar el sonido, pasando “por encima” de la frase. Es la micropsicología del gesto musical.

lunes, 4 de febrero de 2008

¡¡ Bravo, Maestro !!



El pasado día 12 de enero, tras ofrecer un concierto de piano en la ciudad palestina de Ramallah, Daniel Barenboim declaró que había aceptado la ciudadanía palestina, que se suma así a toda una lista de ciudadanías que ostenta este verdadero hombre de mundo (argentina, israelí, española) que ha trabajado durante años en Francia, Alemania, Estados Unidos e Israel, amén de sus giras internacionales en los años de pianística juventud. Barenboim , además de como formidable músico, entrará en la historia como promotor de la apertura mental (creación de la orquesta “veraniega” de jóvenes árabe-israelíes West-Eastern Divan; defensor de las interpretaciones “no ortodoxas” de la música barroca; reintroductor público de la música de Wagner en Israel…). Si alguien quiere ver todo el partido que Barenboim le puede sacar a una interpretación del piano clásico, le recomiendo que visite las masterclass en las que trabaja la beethoveniana Sonata Appassionata con el pianista Lang Lang. ¡Bravo Maestro!

sábado, 2 de febrero de 2008

Profundidad


Soy consciente de que la palabra profundidad –utilizada con conmovedora asiduidad por los románticos para designar cosas que a las generaciones posteriores les parecían muy superficiales- denota grado de intensidad unidireccional, y en una dirección muy clara: hacia un supuesto centro, concepto antagónico con los postulados de la postmodernidad. Ya no existe centro hacia el que converjan las incursiones. La asunción, sin embargo, de que todas ellas son independientes e inconmensurables ha acabado por conducir a la situación contraria: la del achatamiento de cualquier manifestación. Las grandes realizaciones humanas en los campos del arte, la filosofía y la ciencia se caracterizan por su multidimensionalidad, la riqueza de interpretaciones que generan, la variedad de puntos de interacción que ofrecen, la permanencia de su discurso dentro de la variabilidad temporal, entre otras grandezas. La relación que podemos tener con ellas, por tanto, oscila dentro de unos límites muy anchos en cuanto a grado, intensidad y... profundidad. Una obra musical, por ejemplo, se puede abordar bajo un prisma de menor o mayor experiencia auditiva, con una menor ó mayor experiencia de la vida, con más ó menos ganas de descubrir el secreto de su estructura ó el oculto mecanismo que la cohesiona. En cada caso nos devolverá, cual sutil espejo, nuestra imagen, nuestras expectativas, nuestra circunstancia, nuestro modo de percibir. Y algo parecido a lo que muestran las obras del campo de lo bello sucede con las que provienen de los campos de lo cierto y lo bueno. Poner una etiqueta a las grandes realizaciones humanas y asignarles una cualidad concreta o un “nivel común para la cultura general del hombre de la calle” resulta absolutamente falso y limitativo. Es lo mismo que estamos haciendo con todas las manifestaciones de la vida: calificarlas, achatarlas y deducir incesantemente consecuencias que solo podemos achacar a nuestra propia miopía.