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miércoles, 22 de enero de 2014

Omaggio a Abbado


                              La figura del director de orquesta ha sido siempre expuesta en los foros de los mass media como altamente rodeada de un glamour mítico, de un prestigio olímpico. Y los relatos que acompañan a muchos grandes directores de otras épocas están repletos de historietas con que llenar o justificar esta narrativa. Debemos siempre de juzgar las cosas en su contexto histórico. Hoy día podemos encontrar directores técnicamente mucho más preparados que los viejos mitos de antaño (lo mismo sucede si hablamos de cantantes, pianistas o violinistas) aunque si analizamos más profundamente en la mayoría de los casos ello no representa un mejor resultado musical (id id para los cantantes, pianistas y violinistas). Quizás se trate de un problema de época: nuestro tiempo gusta de versiones perfectas, impersonales y, sobre todo, convencionales. Aunque en nuestra época el marketing ha mejorado considerablemente y logra hacer prevalecer lo que a los vendedores quieran vender en cada momento. ¿Cuál es la función básica del director de orquesta? Pues en primer lugar la preparación de una pieza musical (eso representa el 85%del trabajo). Durante la ejecución el mayor cometido (y no tan fácil como parece a simple vista) del director consiste en llevar bien el tempo (eso es lo único que realmente debe saber hacer un director según el tratado de dirección orquestal de R. Strauss) y, obviamente, transmitir claramente sus instrucciones a la orquesta (incluso los grandes mitos del pasado pecaban por ahí). Una buena orquesta constituye un claro ejemplo de un sistema dinámico y, obviamente, un buen director debe saber escuchar para llevar el sistema a una zona deseada, cerrando así el bucle cibernético de la interpretación musical. Hoy en dia los directores también han de ser más dúctiles y saber brujulearse en todos los repertorios a partir de 1750 (las épocas anteriores han quedado en manos de “especialistas”). Según Stravinsky, todo compositor debería dirigir en algún momento sus propias composiciones y algunas ajenas para saber qué exigir exactamente de una orquesta. Mahler, Strauss, Boulez, Maderna tuvieron también carreras importantes como directores de obras ajenas. El director-genial-tirano (Toscanini) definitivamente, ya no se lleva. Y fue, precisamente, esta reacción contra la tiranía del director-mito, unida a un profundo sentido ético y social, la que llevó a Claudio Abbado a actuar de la manera profundamente humana que adornó toda su trayectoria. Después de su muerte, Abbado ya se puede convertir en un mito (como sucedió con Carlos Kleiber). En vida fue un grandísimo músico y una gran persona.

sábado, 18 de enero de 2014

Holismos


                         Holismo es una de las palabras clave de esa constelación que acompaña al nuevo paradigma científico. Y al igual que sucede con otros términos de la tal constelación, ha sido mal utilizada y abusada en numerosas ocasiones. El holismo supone la restitución de la integridad del sistema en contraste al método común de la ciencia moderna (moderna del S XVII) que tiende a descomponer en partes el sistema para tratar de conocerlo, de acuerdo con la máxima aristoteliana de que el todo es la suma de las partes. A principios de S XX se determinó que había otras posibilidades, la de que el todo fuese más que la suma de las partes y también de que fuese menos. La teoría general de sistemas, establecida por von Bertalanffy después de la II Guerra Mundial, en la misma época que el nacimiento de la cibernética, daría incluso una respuesta diferente: la parte es una forma de ver el todo, ya que la parte contiene el todo de la misma manera que el todo contiene la parte. Es decir, que lo que deja de ser funcional es el viejo concepto de todo y de parte (esta postura había sido ya adoptada previamente por los padres de la mecánica cuántica, Bohr y Heisenberg). Las posteriores Teoría del Caos y Geometría Fractal establecen nuevos paradigmas que substituyen a los conceptos del todo y la parte. Y a la luz de esta nueva cosmovisión es cuando podemos observar en la distancia que muchas de las viejas miradas eran solo partes aisladas, perspectivas en suma, de un paisaje que ahora vemos con más globalidad. Pero para poder realizar este paso de síntesis se ha hecho necesaria la emergencia de una nueva forma de ver las cosas. El universo sistémico es tan potente que incluso tergiversa conceptos sólidamente establecidos como el de causalidad. La red-que-todo-lo-une hace de la relación causal clásica, una vez más, una extracción quirúrgica que no conserva la información original y tiende a substituirla por el concepto de causalidad circular. Bajo el nuevo prisma vemos el modelo darwiniano de evolución como una perspectiva cercenada, en este caso del ecosistema correspondiente, pero que modifica substancialmente la parte del modelo que Popper clasificaba de “programa moral”. Así, el motor de la evolución es la congruencia global del sistema más que la selección de mutaciones azarosas. Azar y necesidad, otro de los dualismos que han perdido gran parte de su significado en los últimos cincuenta años. Hoy sabemos que el orden nace necesariamente del desorden y que se encamina necesariamente hacia él. O sea que determinismo e indeterminación no constituyen, una vez más, una dualidad ab initio sino que resultan de un “corte epistemológico” perspectivista. Las dualidades no se resuelven sino que se disuelven.