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miércoles, 31 de mayo de 2006

(restos mal hilvanados)

Refiriéndonos al tema del conocimiento exclusivamente científico, hemos llegado a un punto tal de sobreacumulación de conciencia –Jung diría a una inflación ó hubris- que ignoramos soberanamente la parte oscura del problema. Ignoramos que toda nuestra ciencia ortodoxa se basa en dos premisas: el principio de invarianza galileana, que supone que en cualquier sistema físico las leyes de la física son idénticas; y el método cartesiano, que separa de forma absoluta mente y materia para poder hacer un estudio sistemático de ésta última. Las nuevas visiones llamadas metaparadigma, holismo, etc., intentan caminar más allá de estas limitaciones. Las limitaciones, sin embargo, normalmente resultan ser fructíferas, mientras que el caminar más allá resulta en muchos sentidos peligroso...

¿Es ilimitado el camino de ampliación de la conciencia o bien ésta ha de dejar espacio para nuevos contenidos enviando los viejos al inconsciente ?–que no consiste precisamente en una papelera de reciclaje-.

La relación del nuevo metaparadigma con el mundo de los fractales es bien manifiesta: el fractal describe extensivamente y en cualquier nivel una estructura organizativa, un campo mórfico. Debido a nuestra percepción, cuando viajamos hacia adentro ó afuera del fractal, se nos aparece lo que nos parecen nuevas disposiciones, que acaban actuando como ‘metaterrenos’ para acabar girando nuestra percepción de lo que se acaba convirtiendo en decorado (proceso típicamente occidental). Aunque, de hecho, siempre estemos viajando alrededor de la misma estructura. Un punto de esta estructura nos determina el resto del espacio (cosmovisión típicamente oriental).
El modelo holístico nos propone, en cierta manera, una imagen de completitud del mundo físico. Esta completitud, sin embargo, debe de ser ficticia en función del propio mecanismo conceptual que nos ha llevado a aceptar un nuevo modelo. Los cautivados por el nuevo metaparadigma creen, mayoritariamente, siguiendo los modelos de la postmodernidad, que no tiene sentido hablar de realidad absoluta, pero existe un mecanismo que nos lleva a la búsqueda perpetua de esta realidad, que hay que encontrar en el reino del inconsciente.

Por qué el paradigma emergente (y muchos filósofos, bastante antes que esto) afirma que nosotros configuramos la realidad? Porque nuestra percepción no puede ser tomada por la realidad más allá del mundo fenoménico (Kant), pero también porque la mente es capaz de configurar una multiplicidad de estratos que podemos tomar por “reales” (noosfera). De hecho, de aquí han derivado las diferentes escuelas de pensamiento a lo largo de los siglos. El nuevo metaparadigma no hace más que contraponer al viejo sistema cartesiano-lineal-objetual un modo de pensamiento alternativo monista-holístico-sistémico que en ciertos sentidos se parece a las concepciones místicas orientales, pero que ni tan sólo aspira a la inmanencia.

Nos hemos pasado todo un Eón proyectando en la Naturaleza nuestras expectativas y siempre las hemos reencontrado de manera supuestamente “objetiva”. El pensamiento de una gran parte de la Edad Media ha encontrado platonismo, universales y teocracia en la Naturaleza. Más tarde, el aristotelismo ha hecho posible un cambio de paradigma que ha conducido a la Ciencia propiamente dicha. Después de ciertas peripecias intelectuales nos hicimos con una naturaleza absolutamente racionalista, el reloj inanimado de mecanismo infalible. Este reloj pareció después abocado a una muerte entrópica. Después de más experiencias intelectuales aparecieron los campos, la estadística y, todavía más tarde, la probabilística y el indeterminismo. Las nuevas emergencias no nos acercan más a la verdad absoluta sino que nos alejan más de las verdades parciales y de esta manera podemos tener una percepción más amplia de todo el entramado.

No hay luz sin sombra. La propia presencia de la luz iluminando un objeto va asociada a la sombra que proyecta este mismo objeto. Solamente podemos conocer la luz si somos conscientes de la sombra. La oscuridad y el silencio no son las negaciones sino las caras opuestas de la misma moneda que contiene la luz y el sonido.

miércoles, 24 de mayo de 2006

Advaita


Debido a las influencias de la cosmovisión oficial y ortodoxa, tendente a la percepción “chata” del mundo, muy a menudo caemos en la trampa de situar los objetos de nuestro raciocinio alineados junto a dualismos enfrentados. Concebimos polos opuestos –el blanco y el negro- y después situamos, en muchas ocasiones de forma puramente mecánica, nuestros objetos en la caja blanca ó en la negra. Haciendo ya un esfuerzo mayor, a veces establecemos un continuo entre el blanco y el negro y logramos matizar toda una escala de grises. Entonces solemos decir que el mundo real no es ni blanco ni negro, sino una combinación de ambos. Hemos utilizado los polos opuestos como entidades irreales cuya combinación ofrece toda la gama cromática de los objetos reales. Es como la historia del caballero que vuelve de las Cruzadas y, habiendo visto por primera vez a un rinoceronte, lo describe a su esposa como una mezcla de unicornio y quimera. Estableciendo este continuo, que nos hace ver el mundo de forma un poco más completa que la que en el modelo de las cajas estancas quedaba reflejado no eludimos, sin embargo, el dualismo primigenio. El proceso evolutivo de la conciencia, ya sea ésta referida a nuestras percepciones físicas, mentales ó de otra índole, no tiene lugar por matización progresiva dentro de la línea que une a los polos de un dualismo. El cambio real de estadio de conciencia se da solamente cuando nos percatamos de que existe una perspectiva privilegiada bajo la cual los opuestos no son más que epimanifestaciones de un único fenómeno en una dimensión de orden superior. El símil visual del segmento que resulta de la proyección de la rueda que gira es muy adecuado. Lo que en una perspectiva de orden unidimensional aparece como una polaridad entre los extremos del segmento resulta, contemplado desde una perspectiva bidimensional, en un movimiento giratorio circular en el que no existen polaridades. La ascensión a una dimensión de un orden superior es lo que constituye la esencia de la evolución real. Las matizaciones son muy útiles para cartografiar con más precisión el territorio conocido pero no para descubrir nuevos mundos.

martes, 23 de mayo de 2006

Transtonalidad


Desde nuestra posición situada a principios del S. XXI podemos observar el recorrido sufrido por la música durante el último siglo con una perspectiva mucho más amplia de lo que nos era posible hace, digamos, unos veinte años. Si nos enmarcamos en un modelo posmodernista y afirmamos que la música no es tan solo una combinación de sonidos sino que comporta además una forma de percibirlos, podemos intuir que nos hallamos en los comienzos de un nuevo metaparadigma (el “post-tonal”), sea cual sea este desarrollo, todavía poco conocido por nosotros. El metaparadigma de la tonalidad empieza en una época pre-tonal, digamos alrededor del S. XII; se fue desarrollando hasta establecer unes bases muy claras con el Clasicismo en la segunda mitad del S. XVIII y, a partir de aquí, comienza un proceso de alejamiento con la progresiva incorporación de la modalidad y del cromatismo. Estas tendencias conducen, respectivamente, ya entrado el S. XX, hacia la “tonalidad ampliada” y la atonalidad, siendo ésta después formalizada con el dodecafonismo y el serialismo. Estas corrientes, aunque per se se alejen de la tonalidad, se sitúan todavía dentro del metaparadigma tonal; escuchamos a Bartók, Berg, Schönberg ó Dallapiccola con el oído de la tonalidad. Pero hete aquí que, después de unos años de evolución ininterrumpida hacia un progresivo alejamiento, por allá en los años setenta asistimos a lo que entonces parecía una involución ó un abandono por parte de las vanguardias de la combatividad que las había caracterizado a partir de 1950. Sin embargo, ahora nuestra perspectiva se ha ampliado y somos capaces de distinguir entre involución y cambio de metaparadigma. La nueva perspectiva, como sucede en toda evolución del conocimiento, amplía la visión anterior, integrándola de una manera dialéctica dentro del conjunto de la historia. A propósito de sus Etudes para piano (1985-...), György Ligeti ha afirmado que se trata de música ni tonal ni atonal, aunque, por ejemplo, el nº 15 esté casi enteramente construido sobre las teclas blancas. Una cosa similar le sucede a la obra más reciente de Mauricio Kagel ó a la música de compositores como Thomas Adès, Giacinto Scelsi ó, entre nosotros, la del prematuramente desaparecido Jep Nuix. Los primeros “musicanautas transtonales”, además de parte de los vanguardistas clásicos de los años cincuenta (Boulez, Nono, Stockhausen, Maderna,...) pueden ser John Cage (del cual su maestro A Schönberg dijo que no podría ser nunca un buen compositor, debido a su falta de sentido armónico –concepto en parte relacionado con la tonalidad-) ó también una parte de la obra del período intermedio de O Messiaen (aunque en este caso un trasfondo modal siempre ha estado, de hecho, presente).
Nos hallamos aún demasiado cerca del nacimiento de este nuevo desarrollo y probablemente nuestra consciencia se halla todavía demasiado enraizada alrededor de la tonalidad. El director de orquesta E. Ansermet, en su monumental –y bastante aburrido- tratado “Les Fondements de la Musique dans la Conscience Humaine”(1961), sostiene –fruto en parte de una rabieta inconsciente contra el Stravinsky postwebernista- que la tonalidad es el lenguaje musical natural, basando esta apreciación en que refleja el fenómeno físico de las series armónicas. Si tal fuera ello, ¡No habría cosa más antinatural que la música tradicional de la India!

lunes, 15 de mayo de 2006

Chivos expiatorios


Hace ya bastantes años que la ciudadanía, desencantada, ha decidido ubicar al conjunto de seres que se dedican a las tareas públicas conocida en los media como “clase política” en el compartimento que corresponde a las personas sin escrúpulos, mentirosas y sin principios. Yo no voy a negar ni a aceptar esta afirmación. Lo que sí me gustaría es dar pie a una pequeña reflexión. Este conjunto de seres que se dedican a la política no es más que una muestra de la sociedad en general. El hecho de vivir un momento histórico muy cambiante, con ausencia de estructuras consolidadas y con un trasfondo de inconsciencia general meticulosamente cultivada hace que triunfe en todo momento el arribismo. No sólo en política; en cualquier microcosmos en que nos movamos. ¿O es que los mundos de la empresa, del espectáculo, del deporte, de la sanidad ó de las comunicaciones ofrecen una perspectiva diferente? En épocas pretéritas se efectuaba un rito que, actuando de manera inconsciente, “purificaba” a los que participaban en él de cualquier sentimiento de culpabilidad. Este rito ha adoptado infinidad de formas, pero la versión que incluso ha llegado a ocupar un lugar en el lenguaje es la del chivo expiatorio. El mecanismo siempre es el mismo: intentar reunir todas las manifestaciones del mal que habitan en nosotros en un objeto externo y entonces acabar con él. No podemos demonizar la política sin demonizarnos a nosotros mismos y a todo nuestro entorno. O, como diría Brassens, « Ne jetez pas la pierre à la femme adultère, je suis derrière… »

viernes, 12 de mayo de 2006

Proverbios


Cuando la sabiduría popular da en el blanco –que acostumbra a ser casi siempre, siempre y cuando se dé tiempo suficiente para la sedimentación del concepto-, encierra verdades profundas que en ocasiones han necesitado bastantes años hasta que un ser erudito las haya racionalizado. El refranero popular es una muestra viviente de lo que acabo de exponer. Un refrán que fue inventado mucho antes de que Freud y Jung hubieran nacido, haciendo gala de una capacidad de síntesis que en ocasiones estos genios hubieran querido para sí, reza: “Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”. En un mundo como el nuestro, sometido a un rápido proceso de cambio, es natural que nos veamos inundados hasta en la sopa con las palabras creatividad, innovación, ideas nuevas, I+D+i, cambio, reto de futuro, plan estratégico, nueva visión…. Lo más asombroso es que la profusión de tales palabras (tan sólo eso; palabras, que podrían hilvanarse sin más tejido que un continuo blablabla, como en la ocurrente canción de los hermanos Gershwin) se da en grado máximo en entornos que lo último que desearían sería cambiar. Dicen que en Hollywood hay crisis de guiones. Estoy convencido de que la falta de buenos guionistas es sólo uno de los motivos, y no el mayor, para haber llegado a tal situación. Lo que en realidad sucede es que la industria local no desea generar nuevas estructuras, nuevos planteamientos ó nuevas perspectivas para el cine de masas. Prefiere volver a rodar el guión de Seven Chances ó Sabrina, pero sin la participación de los genios con que contaron los originales. Como reza otro conocido proverbio: Pelotas fuera, que estamos ganando.

lunes, 8 de mayo de 2006

Clichés


Resulta sobremanera interesante analizar los mecanismos de generación y transmisión de clichés. Tal estudio es el único que nos puede permitir superar la tendencia natural al transcurso por caminos machacados y abrirnos a nuevas formas de percepción. Conviene aclarar, de entrada, la diferencia entre lugar común ó sendero trillado y terreno delimitado. La delimitación de un terreno implica la fijación de límites, lo que a menudo supone una ayuda para un nuevo cartografiado. Si no hay una cierta resistencia, es difícil caminar equilibradamente. Nuestro actual culto a la ultraracionalidad puede dar lugar –y, de hecho, lo está haciendo-, a un gigantesco sistema de pensamiento mecánico. El propio término racionalidad deriva de razón, ó proporción. El razonamiento sería, pues, el proceso según el cual percibimos que podemos aplicar una proporción conocida a una nueva contingencia. Es decir, que podemos aplicar la igualdad A/B = C/D. De ahí inferimos la proporción ó razón, que nos servirá cuando detectemos una situación ó modelo que nos parezca similar. El problema del abuso de tal norma nos puede llevar a la creación de clichés. Este proceso pasa por la generación de categorías, que se van anquilosando y acaban convirtiéndose en cajas a través de las cuales discurre un único camino. En vez de abstraer razones, las aplicamos mecánicamente, para acabar pareciéndonos a aquellos hamsters enjaulados que giran perpetuamente alrededor de una noria. Existe otra causa, más interna, que alimenta el proceso de encorsetamiento de la racionalidad. Consiste en la ignorancia por lo que hace a las funciones no racionales, que son impulsadas hacia el inconsciente y reaparecen como exabruptos inarmónicos que salpican nuestra magnífica racionalidad con veneno subjetivo no reconocido como tal.

jueves, 4 de mayo de 2006

Dos profesiones clave


El mundo del periodismo nos ofrece un buen ejemplo de mercantilismo llevado al paroxismo. El oficio del periodista ya no es formar, informar y entretener, sino vender al precio que sea. Las noticias cada vez se alejan más de la realidad “objetiva” (si es que esta realidad existe o puede ser objeto de interés periodístico). Ya no es cuestión de puntos de vista, sino de mentir inventando historias que se puedan vender. Pronto podrás escoger la información que quieras leer. ¿Que deseas leer que un loco ha hecho estallar la torre de Pisa? Pagas, aprietas un botón y ya puedes leer. ¿Que deseas leer que se ha descubierto vida en Marte? Pagando lo podrás leer al instante. Quizás se trate de una manera práctica de hacer conocer a la población la estructura de les realidades blandas y la lógica difusa. Lo que realmente sería revolucionario seria el poder aumentar el nivel de conciencia en general.

Mucha gente opina que el actual sistema educativo está lleno de defectos que afectan en la propia raíz de una enseñanza equilibrada. El tipo de educación, además, y esto no es por contra ampliamente reconocido, comporta la eterna perpetuación de modos de pensamiento, que se transforman en clichés al cabo de pocos años. Los sistemas educativos presentan teorías y modelos como verdades absolutas impuestas por la razón –y, en el peor de los casos, por la autoridad-. Supongo que desde un punto de vista pedagógico puede ser contraproducente añadir un punto de duda a todo lo que se está mostrando por primera vez a individuos que todavía se encuentran en etapas incipientes de su proceso de aprendizaje. Pero creo que estaría muy bien que de tanto en tanto se diesen algunas pinceladas acerca de la procedencia de conceptos, teorías y racionalizaciones, inculcando ya la idea de que nada de todo ello corresponde al absoluto objetivo.