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miércoles, 30 de junio de 2021

Cañerías

 


‘El problema, simplemente, era que Kafka había abandonado este mundo demasiado joven. No se diría que en una primera juventud, ya que cuarenta años, en 1924, era una edad que empezaba a ser provecta. 1924, en plena efervescencia de los años locos de la postguerra, la era del jazz. Nunca sabremos qué visión del mundo y las cosas hubiera tenido Kafka a los 65 años, en 1948, en plena segunda posguerra, nada de años locos sino de lenta reconstrucción y lenta digestión. Quizás hubiera oteado el mundo con serenidad o quizás hubiera enloquecido viendo el destino de sus correligionarios hebreos’. Estos y otros soliloquios indolentemente improductivos le rondaban por la cabeza (es como se dice vulgarmente, pero difícilmente la cabeza tenía nada que ver) a L.S., maduro empleado de la Invective Solutions Thinking on You, empresa dedicada -a pesar de su rimbombante nombre- a comercializar un desatascador doméstico de cañerías que se fabricaba en la República Popular China. El negocio se había expandido en los últimos tiempos y, en consecuencia, la plantilla de ISTY había aumentado, especialmente en lo referente a cargos. Cargos interemedios de esos cuya función está a medio camino entre la palmadita en la espalda y el latigazo en el mismo sitio (o un sitio peor) que responden a una visión postmoderna de lo que antes se conocía por capataz o jefe de esclavos. L.S. se hacía cruces de cómo la perspectiva de una simple medalla que en muchas ocasiones no ofrecía recompensa dineraria alguna transformaba a gente que de entrada parecía ‘normal’ a sus ojos en agentes de la peor clase de aterradora distopía. L.S. tenía un cometido muy concreto: debía intentar mejorar el producto desde el punto de vista técnico. El tema no era precisamente baladí teniendo en cuenta una serie de concurrencias. Por un lado, la casa generadora del producto era lo menos transparente que se pueda imaginar. No se podía permitir que un distribuidor como ISTY pudiera cambiar de algún modo su producto estrella. A ISTY, por otra parte, no le interesaba en absoluto cambiar nada ya que la situación era muy favorable y, a pesar de que se daban mucho autobombo con el tema de i+d, en el fondo pensaban que los experimentos, mejor con gaseosa. ¿Qué por qué ISTY mantenía -aunque en su mínima expresión- una estructura de i+d? Pues por las diversas subvenciones, tanto locales como europeas, que recibía a cambio. A las ventajas fiscales se añadía, además, una (otrora respetable, actualmente con un cierto tufillo a engaño) aura de prestigio. El mismo prestigio que aquellas pseudo-noticias que nos aseguran que “un estudio realizado en la Universidad de blablablá ha encontrado que ….”. Mirara hacia donde mirara, a L.S. la imagen de Kafka se le aparecía omnipresente. Para acabar de arreglar la situación, en ISTY, como en todas las compañías con cierto desahogo económico e hiperjerarquización, el número de cargos sin una tarea demasiado concreta asignada había ido en aumento, y los interesados, de forma medio inconsciente, debían acallar su conciencia recurriendo al auto-engaño. Una forma favorita de auto-engaño consiste en la organización de reuniones. Reuniones para decidir planes, contingencias, riesgos, blablablá y mil detalles que ni el propio Kakfa hubiera sido capaz de imaginar. Y L.S. se había visto sometido a un número creciente de celebraciones rituales en que el oficiante se entronizaba como un dios menor o simplemente exhibia su plumaje cual pavo real venido a menos. Fue precisamente durante estas reuniones, y con el fin último de preservar su salud mental, que a L.S. se le ocurrió un plan de contingencia liberador. Ya que ISTY, como una gran parte de las organizaciones, trataba a sus empleados como a escolares de 12 años, decidió que actuaría de la misma manera, cayendo en los brazos de una pseudo-regresión durante el horario de trabajo, con objeto de preservar su conciencia personal, que recuperaría cada día al salir de él. No se trataba de ninguna novedad ya que mucha gente practicaba aquello de “fichar y dejar el cerebro a la entrada para recuperarlo solamente en el fichaje de salida”. Pero no solamente se libraría a manos de la regresión porque ello podría conllevar consecuencias psíquicas inesperadas. Antes bien, sublimaría tal regresión en forma de creación literaria. La literatura lo salvaría de la auto-consumación. No tenía más que poetizar un poco la narración de lo que veía a su alrededor. De esta manera transformaría, cual moderno rey Midas, la mierda que ISTY tan metódicamente se proponía eliminar de las cañerías domésticas en oro de ley.