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sábado, 22 de noviembre de 2008

Fisica y misticismo




Hoy leo en el periódico una entrevista que ahonda en el tema de la relación entre la física cuántica y el misticismo oriental, tema ampliamente ilustrado con numerosos escritos desde hace ya bastantes años, desde El Tao de la Física de F. Capra (1975) hasta La Danza de los maestros de Wu-Li de G. Zukav (1979). El entrevistado afirma que la física cuántica y el budismo enseñan la misma cosa. La controversia también estuvo servida desde hace ya bastantes años, mayormente a través de numerosos escritos de Ken Wilber en los que este autor aduce, a través de su modelo AQAL, compartimentos estancos para ambos tipos de conocimientos. El mezclar los objetos –y por tanto, los espacios cognoscitivos- para ambas aproximaciones supondría una flatland, un mundo chato monodimensional. ¿Por qué entonces tanta tendencia a ligar ambos temas? Se puede explicar sencillamente si tenemos en cuenta que, en su evolución hacia estadios más avanzados, la cultura occidental –y, por tanto, la física, la espiritualidad, el arte y todo lo demás- tiende a acercarse y fusionarse con sus contrapartidas orientales. Así, el proceso que lleva al nacimiento de la física cuántica es de la misma índole que el que lleva a interesarse por un tipo de espiritualidad oriental, o que lleva en otros ámbitos a lo que Gebser denomina estadio aperspectivista. O sea, que la mecánica cuántica y el misticismo oriental no enseñan lo mismo pero el impulso que lleva a los occidentales a abrirse a ambos conocimientos sí que puede serlo.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Mediocridad


Una de las formas externamente más suaves aunque profundamente más combativas de ejercer la rebeldía consiste en dejar de alinearse con los poderosos. La pena resultante se puede adivinar fácilmente: desde el ostracismo hasta la represión propiamente dicha en grado variable. El alineamiento con el poderoso forma parte del instinto de supervivencia y hay que buscar sus raíces en un estado de conciencia bastante primitivo, el que se describe en el modelo de Beck-Cowan como meme púrpura. También se puede ver como un tipo de proyección del deseo de pertenencia propio del modelo de Maslow. Uno de los aspectos que creo más negativos de las competiciones deportivas –ya lo he apuntado alguna vez- consiste en esta tribalización (estados, países, ciudades) que acaba arrastrando a unos “hinchas” que supuestamente se identifican con una de las partes y combaten la otra. Los jugadores, debido a su profesión, suelen identificarse con una de las partes durante el combate para luego olvidarse de los alineamientos –ó mantenerlos dentro de unos límites aceptables-, hecho que en ocasiones es recriminado por los hinchas como “falta de sentimiento por los colores del equipo”. Aunque el mundo de las competiciones deportivas de equipos arrastra muchas identificaciones en masa, existe una alineación más terrible por cotidiana y más perversa porque juega con la subsistencia del individuo. Me refiero a la identificación con los “colores” de la empresa en la que trabajas. Creo que un buen profesional –desde los más especializados hasta los menos cualificados- ha de ponerse al servicio de su compañía, pero no es necesario que se alinee con ella en forma de adhesión inquebrantable. Eso lo suelen hacer los mediocres porque así se pueden engañar a sí mismos creyéndose algo que en realidad no son (y las empresas se guardan bien de mantener este status quo que siguen creyendo que les favorece). Ya sé que en una buena parte de las corporaciones son preferidas las adhesiones de mediocres que el pensamiento independiente. Acabo de leer Pasos hacia una Ecología de la Mente, suma de papers y otros escritos sobre muy diversos temas y obra más conocida de Gregory Bateson, pionero de muchas cosas, pero especialmente del pensamiento sistémico y de la visión alternativa que comporta (por si alguien hubiera sospechado sobre la procedencia de la inspiración para mis últimos y cibernéticos posts, aquí la tiene). Y hoy me ha llamado la atención su descripción de los circuitos de comunicación en el proceso de amaestramiento de animales. Bateson afirma que, para que un animal pueda ser efectivamente entrenado tienen que darse dos condiciones aparentemente contradictorias: por un lado, tiene que desplegar al máximo su inteligencia mientras que por el otro debe de limitar su inteligencia hasta un umbral el cual no puede sobrepasar. Y pone el ejemplo paralelo de un humano siendo hipnotizado. A mí se me ocurre en seguida otro ejemplo más cotidiano: el de las corporaciones. En el mundo de la empresa actual, uno debe de sacar lo mejor de sí mismo y poner toda su creatividad al servicio de su profesionalidad, pero manteniendo un claro límite que, una vez cruzado, amenaza con deteriorar los propios drivers y que, tarde ó temprano, acabará por provocar una desestabilización. Es necesario, por tanto, dejar a la entrada del trabajo aquella parte superior de la inteligencia que solamente servirá para crear conflictos internos, y usar la inteligencia solamente hasta cierto nivel, tal y como describe graciosamente un ocurrente colega.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Tipologías locales


Si construimos una matriz con algunos de los estados históricamente más representativos de la cultura europea digamos principal y las actividades culturales que podemos llamar básicas –filosofía, arte, ciencia- podemos observar claras tendencias adscritas a las diferentes tipologías locales. Por un lado tenemos a la Gran Bretaña, cuyo sentido de la practicidad ha presidido en gran medida su desenvolvimiento cultural. En la cultura anglosajona el arte ha sido mayoritariamente adorno (furniture, o ameublement) más que símbolo ó revelación. El retrato y el paisaje en la pintura han ido parejos al paisajismo musical –tan presente en la música de Elgar como en los madrigales de Morley y hasta en Los Planetas de Holst-. Y no estoy diciendo que en las Islas Británicas no hayan nacido pintores ó músicos de auténtico genio; simplemente describo el color de una situación histórica. Está claro que para tener una visión completa de un lugar y de una época es necesario no tan sólo atender a las grandes figuras sino también a todo el entramado orgánico alrededor de ellas. Presumiblemente por una razón análoga a la apuntada para el arte británico, la ciencia siempre ha sido el gran foco de ese país. La imagen del naturalista ó el astrónomo aficionado británicos se ha llegado a constituir en tópico. Y el tercer producto cultural mencionado anteriormente, la filosofía, ha girado también alrededor del polo de la ciencia. Gran parte de los más brillantes pensadores anglosajones (Ockham, F. Bacon, Hume, Russell, Whitehead, Turing) han dedicado sus reflexiones –empiricistas ó lógico-formales- hacia ó desde la ciencia. En gran contraste, en Francia el arte ha tenido un papel predominante sobre la ciencia. El arte francés es una de las expresiones en donde mejor se concilian el espíritu racionalista y el gusto por los placeres materiales que adornan el suelo galo. Una de las grandes características de Francia es su tendencia a la literatura –dicho esto sin ningún atisbo de sentido peyorativo- en cualquier orden de la vida nos hallemos. El arte, la filosofía y la ciencia en ese país tienden a ser literarios e intelectuales (en el mejor sentido de esta palabra). Si en algún punto el arte de Francia, tan dado a la mesura y a la elegancia, se ha desbocado, ha sido precisamente en su côté littéraire. Todavía hay mucha gente que siente cierto pavor ante la música de Messiaen por los títulos que utilizara el maestro para sus composiciones. No es de extrañar que muchos de los grandes filósofos franceses (desde los enciclopedistas hasta los filósofos de la postmodernidad) hayan dedicado más tiempo, en contraste con sus colegas isleños, a los problemas estéticos que a los epistemológicos. La ciencia en Francia también ha estado teñida de literatura: ¿O acaso los descubrimientos de Pasteur, Lavoisier ó Mme. Curie no están presentes en la conciencia de la colectividad como gestas novelescas en comparación con los correspondientes de Darwin, Boyle ó lord Rutherford? La posición alemana, de nuevo contrastante, ha sido la del equilibrio. En esa zona ha habido un interés histórico constante hacia el arte, la filosofía y la ciencia. Allí la historia del pensamiento no está esencialmente centrada en dar soporte a las otras actividades. Y si las filosofías empiricistas y racionalistas fueron durante un tiempo crucial en la historia europea las que tiñeron las conciencias locales británica y francesa, las de tipo idealista fueron las que colorearon el suelo alemán: Hume libera a Kant de su sueño cartesiano, pero le permite al mismo tiempo el ir más allá. Y si donde los anglosajones buscaban el sentido práctico los galos buscaban el sentido poético, los alemanes buscaban la afirmación que los liberara de la duda y estructurara su conciencia. Si quieres fastidiar a un inglés, hiere su soberbia, si quieres fastidiar a un francés, aprisiona su ego. Si quieres fastidiar a un alemán, simplemente improvisa, y lo dejarás hecho polvo. El final de una composición musical de Debussy es en muchas ocasiones imprevisible y parece disolverse, en claro contraste con los de su contemporáneo Mahler quien, inevitable herencia beethoveniana, anuncia que el final de su sinfonía se acerca un buen rato antes de que el evento efectivo tenga lugar.