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martes, 9 de febrero de 2021

Turbulencias

 


                Cualquier tiempo pasado no fue mejor. Hubo tiempos mejores y tiempos peores. Además no existe método infaliblemente objetivo capaz de determinar el grado de bondad de los tiempos. Sería como aludir al ‘ojo de Dios’ de Putnam. Las posiciones fijas no existen. Si lo que pretendemos es aproximarnos a lo que desde nuestra perspectiva nos da por llamar posiciones fijas debemos usar como referencia algo que diste mucho de nosotros –como hacemos con las ‘estrellas fijas’ en términos espacio-temporales-. Cuando lo que intentamos comparar son diversas épocas que hemos vivido en primera persona, es decir, desde la propia experiencia, lo primero que cabe hacer es intentar minimizar el componente subjetivo que indefectiblemente colorea tal análisis. Si comparamos una época en la que teníamos 25 años con una en la que tenemos 60 la mayor diferencia que hallaremos estará irremisiblemente vinculada con nuestra diferente perspectiva correspondiente a cada edad. Aun así podemos intentar comparar ‘hechos objetivos’. Los tales ‘hechos objetivos’ tienen empero una existencia más que dudosa (mal que les pese a los científicos). Una de las lecciones de la postmodernidad es que no existen ‘hechos’ sino ‘interpretaciones’. Pues bien: desde mi interpretación efectuada con 62 años comparando nuestra época con la de hace 30 años y basándome en ‘categorías objetivizables’ ‘siento’ que ha tenido lugar una importante degenaración en muchos aspectos. A base de ignorar con creciente intensidad ciertos principios éticos que en otros tiempos pesaban, a base de despersonalizar –operación sistemáticamente efectuada reduciendo a una pura fórmula racionalizada y, por tanto,  externa a nuestra experiencia- las cuestiones antes constelizadas alrededor de una ‘ética’ más o menos compartida, a base de ofrecer una inmerecida plataforma de exhibición a cualquier energúmeno en pos de disfrazados intereses puramente crematísticos, a base de mirar para otro lado cuando pasan ante nuestras narices según que cosas y a base de hablar mucho y no hacer nada la impresión que tengo es bastante penosa en cuanto a nuestro frágil presente.