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martes, 31 de enero de 2006

Materia y Espíritu


Los grandes artistas, poetas, científicos, pensadores, han sido capaces no tan solo de percibir lo que otros no percibían, sino que además lo han plasmado sobre un soporte material ó conceptual que ha permitido que su obra fuera compartida por la comunidad. La materia y el espíritu se alían para dar nacimiento a un nuevo corpus, de la misma manera que los dos sexos se unen para dar nacimiento a una nueva vida. En una ocasión un aspirante a poeta (¡nada menos que el pintor Edgar Degas!) tuvo una entrevista con S. Mallarmé -artista nada fácil de aprehender- y, después de plantearle durante un buen lapso de tiempo cuestiones filosóficas terribles y conceptos enrevesados, el poeta respondió: -Mais, Monsieur, la poesie se fait avec des paroles! ¡El espíritu sin la carne no da lugar a la vida!

Más interpretaciones junguianas


Nuestra relación con los objetos inanimados ha sufrido muchos cambios desde la noche de los tiempos. La relación de los primitivos con los objetos se mueve absolutamente en el terreno de la proyección psicológica: los contenidos inconscientes propios son proyectados sobre los objetos externos. A medida que el grado de diferenciación avanza y la conciencia se va ampliando, progresivamente vamos reconociendo tales objetos como externos a nosotros (aunque la proyección, evidentemente se continúa efectuando, sobre el prójimo, por ejemplo). En un momento como el actual hemos llegado a un grado elevadísimo de diferenciación; esto –entre otras consecuencias- ha hecho que nuestra conciencia se separase excesivamente –de una manera casi peligrosa- del inconsciente. Con el fin de compensar este efecto, el inconsciente trabaja intentando verter sobre la conciencia de forma lo más ordenada posible. Dada la creciente complicación y especialización tecnológicas, la relación puramente racional con los objetos de esta tecnología va debilitando su energía. La compensación antes apuntada aprovecha esta debilidad de la racionalidad para penetrar en la conciencia. De esta manera hemos empezado a proyectar contenidos psicológicos sobre nuestros ordenadores y teléfonos móviles en una relación más similar a la del primitivo de lo que podría pensar cualquier persona ‘juiciosa’.

lunes, 30 de enero de 2006

Los cinco sentidos


De la misma manera que nuestra civilización ha otorgado a la función racional una importancia muy por encima de las otras funciones psicológicas, entre los diferentes sentidos se ha otorgado un protagonismo muy fuerte a la vista, a costa de los otros. En el habla habitual, asignamos de una manera intuitiva a cada sentido fisiológico una contrapartida psicológica. Así, decimos olfato por intuición; vista por habilidad; oído por atención ó relación; tacto por cautela; y gusto por placer ó querencia. La vista –Urano- es el sentido más rápido, pero también el más superficial, en contraste con el oído –Saturno-, que es más lento, pero más profundo, a la vez que necesita más energía psíquica para ser activado. Los sentidos más primitivos, el gusto, y, especialmente, el olfato, son los que más fácilmente nos pueden poner en contacto con un pasado remoto (el que diríamos que se halla en una zona no tan accesible del holograma según el modelo de Bohm/Pribram). La energía psíquica con la cual se activa el olfato es tan tenue que permite fenómenos como el de la magdalena de Proust.

viernes, 27 de enero de 2006

Topicazos


Hoy se conmemora el 250 aniversario del nacimiento de W.A.Mozart. Seguro que lo has oído por la radio, lo has leído en el periódico. Incluso un compañero, al cual en realidad no le intersa demasiado el mundo de la música, te lo ha recordado. Una de las maneras más eficaces de cultivar la alienación consiste en la inyección reiterada de tópicos. Uno de los tópicos culturales más frecuentes en la actualidad es la del "año...". Solamente se puede hablar de un autor y programar sus obras cuando la distancia en años entre la actualidad y una fecha significativa en la vida de ese autor sea múltiplo de 5 o, mejor, de 5 y de 2. Los topicazos son las coordenadas cartesianas de la información de masas. Aislamos las cosas de su contexto, las maquillamos (editamos, digerimos, banalizamos, etc.) un poco para que queden "presentables" y las lanzamos a la fiera para que pueda comer un ratito. Mi interés, respeto y reverencia por Mozart duran todo el año. Hoy pienso celebrar los 74 años, 1 mes y 3 días de Mauricio Kagel.

jueves, 26 de enero de 2006

Simposiomania


La tendencia morbosa y enfermiza hacia el exceso de reuniones constituye todo un síntoma de los males que afectan a nuestra civilización y que se manifiesta, por tanto, en nuestro día a día más cotidiano. ¿Trabaja usted en la industria del calzado, en una compañía financiera, en el campo de la cultura, de la información? ¿Forma usted parte de alguna jerarquía religiosa, de un gabinete jurídico, se dedica a la investigación científica ó al comercio al por mayor? ¿Acaso se mueve en el sector sanitario, agrario, educativo, deportivo? Seguro que se reúne en exceso y que las reuniones a las que asiste son de puro exhibicionismo narcisista. Una de las formas más sofisticadas –por tanto, perversas- de ejercer el poder en la actualidad consiste en reunir a sus subordinados para que presencien un happening oficiado por usted mismo. Es el triunfo del narciso-histrionismo (con sus variantes de convocatorias lúdicas fuera de horas de trabajo, etc). La estima que usted tanto anhela –pero busca en lugar erróneo- generar entre sus subordinados es, evidentemente, falsa, con lo cual su carencia no tan sólo no se ve compensada, sino que resulta reforzada. En los casos de perversión mayor la reunión cobra visos de curso de formación ¡en la cual se asiste a todo un compendio de flatlands wilberianas al servicio del fascismo rosa!
Where's the wisdom we've lost in knowledge?
Where's the knowledge we've lost in information?

miércoles, 25 de enero de 2006

Modelos


A raíz del centenario de la Relatividad Restringida se llenaron muchas páginas de suplementos de diarios con explicaciones que intentaban, en el mejor de los casos, hacer entender al gran público la rompedora cosmovisión einsteniana. Más de una vez he leído al respecto que la luz hace de puerta entre espacio y tiempo y que observando las estrellas lejanas y las galaxias podíamos viajar hacia atrás en el tiempo. ¡Todo ello está muy bien pero no constituye la cosmovisión relativista! Si dijésemos que desde el punto de vista de la luz el viaje de Andrómeda a la Tierra es instantáneo, mientras que desde el punto de vista de la Tierra dura 2 millones de años nos acercaríamos más al espíritu de lo que se quiere ilustrar. Esta simplificación no sirve para nada más que insistir en la visión newtoniana. De igual forma, en algunas ocasiones se puede leer que el principio de incertidumbre se explica porque nuestros instrumentos de medición interfieren con las partículas y, por tanto, con su cantidad de movimiento. Vuelve a ser una perpetuación del modelo newtoniano. Estaría mejor hablar de irreductibilidad de dos mundos, de las características intrínsecas de un modelo.
Los presupuestos de la ciencia “ortodoxa” y de las religiones “ortodoxas” se hallan a menudo muy cercanos (y es por eso que, también a menudo, chocan frontalmente). Ambas visiones pretenden tener por objeto a mundos absolutos e independientes. Tal situación nos invita a reflexionar sobre las limitaciones de la “ortodoxia” y las limitaciones de la racionalidad en lo que concierne a la percepción de los absolutos. Las ortodoxias empiezan siendo heterodoxias; más tarde florecen y son respetadas hasta que se llegan a tomar por modos absolutos de percepción ó conocimiento. Ello significa que ya están muertas. Cuando aparece la Ciencia propiamente dicha, en el S. XVI, y después de unos conflictos iniciales, llega a un pacto con la religión del momento basado en el dualismo cartesiano. Yo utilizo un lenguaje matemático para enfocar el estudio de los fenómenos de la materia, tú aplicas un lenguaje filosófico para tratar los temas de la mente. Hasta el S. XVIII la Ciencia se avino al pacto, considerando que los temes “absolutos” pertenecían al ámbito de la religión, pero durante el S. XIX rompió el pacto, suponiendo que su propio ámbito de estudio correspondía al “absoluto”. Jung hallaba una fuerte correspondencia entre este hecho y la leyenda de Fausto: el pacto con Mefistófeles significaba la pérdida del alma a cambio del conocimiento absoluto (lo cual se revela en la propia leyenda como una trampa psicológica). El pretendido carácter “absoluto” del foco del conocimiento científico deriva en parte de la intromisión del reduccionismo y del materialismo en el S. XIX, pero parece perpetuarse en el S. XX basándose en la reclamada “objetividad” del método científico. Esta “objetividad” parece hallarse en el propio centro del neopositivismo. Recordemos, no obstante, que el propio Wittgenstein, al que puede considerarse uno de los padres de la filosofía analítica, niega repetidamente el carácter “absoluto” de sus disquisiciones; muy al contrario, trata de definir muy claramente sus límites. Su cuestionamiento de la filosofía se sitúa en el marco de la correcta utilización del lenguaje. Así, la metafísica no tiene sentido dentro del marco impuesto por los límites del lenguaje, mientras que la mística consiste “en ser, no en pensar”, al tiempo que “de lo que no se puede hablar, debemos callar”. Creo que confundimos objetividad con intersubjetividad. El hecho de que podamos compartir nuestras percepciones no quiere decir que detrás de éstas no se esconda una gran carga de conceptualizaciones.

Revolución improductiva


Los occidentales creemos en las revoluciones externas. Se empieza discrepando, se llega a un enfrentamiento y a una medición de fuerzas. Cuando la nueva idea llega a desbancar a la antigua hay un período de renovación que con el tiempo se anquilosa y vuelta a comenzar, hasta que aparece un nuevo portavoz de la solución absoluta y definitiva que vuelve a desbancar a la anterior. Ya lo decía Picasso, las revoluciones nacen de pie y mueren sentadas. Lo más irónico de toda la cuestión es que, con el tiempo y unos cuantos ciclos de cambio, volvemos de nuevo al punto de partida (Una revolución es la trayectoria de un móvil que, girando sobre sí mismo, retorna a su posición inicial, dice Chesterton). Las revoluciones internas, por contra, no vuelven nunca hacia atrás, aunque puedan volver a pasar por un paisaje conocido. La flecha que se busca externamente se convierte con el tiempo en una rueda; la rueda que cómodamente deseamos de manera interna acaba convirtiéndose en una flecha de sentido único. A veces ni tan siquiera nos planteamos el problema de la revolución externa. Simplemente nos apuntamos a la última que ha aparecido, sea duradera o fútil y vacía. Pero para poder hacer esto necesitaremos haber perdido una parte de nosotros mismos durante el viaje. Y volveremos a perder tan pronto como debamos incorporar la última ‘novedad’, cosa que no tardará demasiado en suceder. Ya se encargarán las estructuras de que sea así. Este movimiento masturbatorio que en realidad no lleva a ninguna parte está íntimamente ligado al concepto de ‘modernidad’ en su acepción más popular. Las revoluciones que con el paso del tiempo demuestran ser más profundas y perdurables no son reconocidas como tales por la mayor parte de sus contemporáneos.
La llegada a los mass media de las noticias sobre la completitud de la descriptiva del genoma humano nos hizo oír hace unos años las más insólitas apreciaciones: que si somos muy parecidos a una drosophila, que si ya hemos llegado al sancta sanctorum de los secretos sobre el ser humano, que si casi somos inmortales... Dentro de dos mil quinientos años, si es que todavía queda alguien en este amenazado planeta, supongo que, como ahora, como hace trescientos años y como siempre, pensará que la su época es la mejor de todas, que qué suerte la de haber vivido entonces, que somos muy modernos y que las épocas pasadas están todas pobladas por pobre gente que, en realidad, no se enteraba de nada. De todos los mundos posibles, este es el mejor.

martes, 24 de enero de 2006

El Parnaso


Repasando lo que he escrito unos cuantos días atrás –siempre es bueno mirar un poco hacia atrás, sin volver- me doy cuenta de que cito el cine y la danza como los "artes chroniques visuales". Se podrían añadir también el circo, en el caso de que llegásemos a considerar la pureza circense como arte autónomo. Conscientemente no incluyo el teatro (ni tampoco la ópera, como forma dramática que también es). Evidentemente que las formas dramáticas son chroniques, pero no necesariamente visuales. El teatro y la ópera se pueden escuchar por la radio sin perder nada de su carácter más esencial (me refiero, naturalmente, al teatro de texto; otros tipos de teatro pueden ser básicamente visuales). Hoy en día está resucitando a nivel popular la idea de la ópera como un ‘arte total’ (la famosa descripción de la escudella barrejada). Existe todavía una parte del público –y de la equívoca fauna de los cantantes- que piensa tácitamente en una colección de cancioncillas más o menos ramplonas que sirven básicamente como plataforma de lucimiento de su intérprete y que se pueden cantar de forma muy sentimental, sin llegar, sin embargo, a darles una clara expresividad. Los directores de escena se han erigido en la actualidad como eje principal del espectáculo operístico. Creo que todos olvidan lo que la ópera representa en primer lugar: un espectáculo teatral en el que el tempo dramático y las inflexiones expresivas vienen regladas por la música (ello ya era cierto antes de la reforma wagneriana: no estoy hablando de formas sino de naturalezas). En el fondo, ésta era la idea inicial del círculo de aristócratas con inquietudes intelectuales que dio lugar a este género: reproducir la sinestesia entre música y teatro propios de la tragedia griega.
Existen dos tipos de intérpretes: los que sirven a su arte y, por tanto, actúan como médium a través de los cuales la obra de arte se materializa mientras ellos se hacen transparentes, y los que se sirven de su arte para exhibirse ellos mismos, haciendo la obra de arte lo más transparente posible (aunque éstos últimos ya procuran escoger "obras de arte" lo suficientemente endebles como para promover la exhibición). Los que iluminan y los que se exhiben. Lo que acabo de explicar también se puede aplicar a los políticos, a los científicos, a los periodistas.... Hoy en día los cargos no se conciben como responsabilidades, sino como medallas. No se logran a través de méritos, sino de favores. No se intenta estar a la altura de los mismos, sino que se supone inveteradamente que del cargo emanan todos los méritos y virtudes. Como en Roma en 470 DC.

viernes, 20 de enero de 2006

Detalls personals


Un cop vaig fer un test psicotècnic en el que les contestes de tipus percentual s’havien d’escriure en determinats rengles al marge de les planes. Totes les qüestions semblaven lleugeres variacions d’uns pocs conceptes bàsics. Quan el test era complert i giraves la darrera plana, et trobaves amb una sèrie de gràfiques sobre la teva personalitat que tu mateix havies dibuixat. La vida te quelcom d’això: dones petites respostes a petites variacions d’uns pocs temes bàsics (diferents per a cadascú de nosaltres) i, quan t’adones, el teu itinerari ja ha quedat dibuixat, una mica malgrat tu mateix...
Per tal d’ensinistrar puces, el primer que es fa es co.locar-les dins un tub de vidre en posició horitzontal. Al cap de quinze dies de donar-se cops contra el tub, ja no tornen a saltar mai més. Espero que l’esperit humà tingui prou recursos com per a intentar tornar a saltar un cop més, i un altre, i un altre... primer, però, és necessari sortir del tub de vidre. És obert, però no és fàcil de sortir...
Detall personal: Aquest diari intel·lectual, que no es més que una col·lecció de pensaments recurrents, però que evolucionen –lentament, a la manera de la musica minimalista-, constitueix per sí mateix una teràpia amb la que allunyar l’angúnia que produeix el pensament de trobar-se atrapat dins un espai vital regulat per les coordinades cartesianes de l’estultícia, l’orgull i l’autocomplaença...
Hi ha dos tipus de mediocritat: la daurada mediocritat d'Horaci, que és la del que se sap mediocre i es complau en el fet i les seves conseqüències, i la mediocritat patètica, que és la del que es creu un geni i no és més que un quelconque (¡Oído cocina!).

jueves, 19 de enero de 2006

Las cajas chinas


“La Ilustración poseía, como todas las épocas, una gran máxima: Solamente lo que es verdadero es bello. El Romanticismo subvirtió la máxima proclamando que Solamente lo que es bello es verdadero” (Ortega y Gasset). Nuestra época prescinde de criterios estéticos, en parte porque en el mundo anglosajón los criterios estéticos forman parte del furniture, de la practicidad inmediata. Nuestra máxima proclama que Solamente lo que es científico es verdadero. La primera dificultad que nos encontramos -también nos lo enseña nuestra época en forma de filosofía analítica - es la del lenguaje. ¿Qué quiere decir científico? Si por científico entendemos objetivable, ¿bajo qué criterios podemos incluir los conceptos en la categoría de objetivables? Podemos llegar así a un infinito juego de cajas chinas. [El juego de les cajas chinas -bajo la forma de fractal, diseño de perspectiva imposible, música minimalista ó similares- más que darnos la idea de cul-de-sac, nos inscribe en una nueva perspectiva que nada tiene que ver con las premisas a partir de les cuales está construida, representando la visión sistémica frente a la reduccionista] También podemos -y de hecho es lo que normalmente hacemos- romper el juego a la primera de cambio y considerar que una de sus infinitas piezas es una realidad absolutamente objetivable, ergo absolutamente verdadera. La necesidad de buscar compensaciones me ha enseñado a impulsar el mundo de la intuición -irracionalidad- en mi trabajo científico, de la misma manera que busco una cierta racionalidad en mi trabajo artístico. Estas tensiones de tipo taoísta mantienen vivo y sujeto el conjunto, generando estructuras de forma continua. Evidentemente, cuando he hablado de slogans lo he hecho pensando en cultura popular. Un especialista quizás nos diría que entra dentro de la categoría de científico todo lo que es refutable. A lo que nunca se refirió Popper, desde luego, es a que el proceso de avance en el conocimiento científico siguiera en realidad este camino.

La construcción del ‘nuevo metaparadigma’ ha de atravesar necesariamente una serie de hitos similares a los que tienen lugar durante la construcción de nuevos paradigmas: aparición de fisuras en el viejo sistema (que no podemos relacionar con una ‘falsación’ popperiana, sino con la progresiva inadaptación de un viejo contexto a una nueva visión emergente), abordaje del nuevo contexto desde una multitud de puntos de vista (por parte de personas primero tratadas como herejes, después como heterodoxos y más tarde como genios de una nueva ortodoxia) y, finalmente, reconocimiento de la equivalencia de esta multitud de abordajes y sistematización final.

El pecado más grave de Occidente es la soberbia autocomplaciente. Durante la primera mitad de su andadura, Occidente hizo de su religión una interpretación absoluta de la realidad. La única posible y verdadera, con capacidad para conocer de manera absoluta. Justo a medio camino de nuestro ciclo –después de la enantiodromía junguiana- el advenimiento de la ciencia moderna toma el relevo y, he aquí que en el curso de unas cuantas décadas, se le reconoce de nuevo la capacidad para conocer la realidad inmanente de forma absoluta. Hasta hace poco parecía que el objeto de la ciencia natural era la realidad única, absoluta y externa a nuestro pensamiento. Hace cien años que la Física, sin embargo, llegó a modos de pensar –de teorizar- que entraban en clara discordancia con esta situación. Algunos de los propios padres de la física moderna, aun así, no llegaron a percibir completamente el alcance epistemológico –incluso ontológico- de sus proposiciones, de la misma manera que los matemáticos que años atrás habían hallado los soportes conceptuales que servirían más tarde para construir tales proposiciones habían sido incapaces de encontrar un sentido físico a sus constructos.

La configuración del paradigma emergente en nuestra conciencia –proceso lento e inexorable- quizá responda más a una expresión arquetípica que a la toma de contacto con incompletitudes del viejo sistema. Es tanto o más una necesidad psíquica que de adecuación. El resultado, sin embargo, es la ampliación de conciencia, sea cual sea la motivación inicial. Esta ampliación pasa por contemplar modos de percepción que el viejo paradigma no contemplaba ó había estigmatizado; básicamente funciones no racionales como la intuición. Nos damos cuenta paulatinamente de que la función racional no posee capacidad absoluta para el conocimiento; nuestras teorías siempre estarán coloreadas por nuestras expectativas. La lógica difusa –que rompe con toda una corriente central del pensamiento en Occidente- hace ya tiempo que fue inventada. Las geometrías de Riemann y de Minkowski también fueron inventadas mucho antes de que nadie pudiera extraer ningún sentido físico de estos constructos; cuando todavía chocaban frontalmente con los modos de percepción comunes en la época. Y precisamente, la adopción de estos modelos matemáticos dentro de una teoría física representa el aumento del número de dimensiones disponibles, de la misma manera que los opuestos se interpenetran si los consideramos como la proyección de una dimensión de orden n+1.

martes, 17 de enero de 2006

Lob des hohen Verstands


En un conocido poema de “Des Knaben Wunderhorn”sabiamente musicado por G. Mahler se celebra un concurso de canto entre un ruiseñor y un cuclillo. Este último escoge como juez al burro, porque, tal como le dice al ruiseñor, “tiene las orejas largas y, por tanto, entiende mucho de canto”. El juez, naturalmente, resuelve a favor del cuclillo porque, “a pesar de que el ruiseñor no lo ha hecho mal, tanta floritura ha acabado por embotarme la cabeza, mientras que el cuclillo ha demostrado un sentido de la afinación y del ritmo perfectos”. Al margen de la carga de sabiduría popular y de ingenio que muestra el poema – y que nos sitúa de golpe en el centro de la realidad de la naturaleza humana -, podemos llevar la reflexión más allá y preguntarnos: ¿el canto del ruiseñor es mejor que el del cuclillo? ¿Por qué? El elemento que distingue los dos cantos es, básicamente hablando, el grado de diferenciación. El canto del ruiseñor es más diferenciado que el del cuclillo, que pasa por ser más primitivo. Grado de diferenciación ó complejidad dialéctica no implica necesariamente carácter meliorativo. ¿Qué es más simple, la música de Wagner o la de Stravinsky? La de Gesualdo ó la de Ligeti? Estoy utilizando a propósito unos términos de comparación en los que parece existir más simplicidad –esencialmente armónica- en el elemento más cercano a nosotros en la historia. ¿Cuál ha sido la evolución, por tanto, entre estos artistas? Creo que el paso del estadio mental con ribetes prementales al estadio mental con atisbos transmentales. Stravinsky y Ligeti integran los aspectos más físicos –incluso los más primitivos- con la racionalidad e incluso la trascienden, divisando ciertos elementos situados más allá. Wagner, partiendo del paradigma del idealismo germánico, cae frecuentemente en un retroceso hacia elementos prementales propia del romanticismo tardío.
Aunque que el mundo de la creación artística padece también la crisis general de la civilización (modas retro, inventos de la sopa de ajo, invasión de tópicos, presión mercantilista...), la nueva cosmovisión también ha ido impactando de forma importante en el caso de los grandes creadores. Así, la conciencia holística se ha ido haciendo notar desde hace ya bastantes años. Obras como Metastasis (1953) de Iannis Xenakis o, todavía más, Atmosphères (1961) de György Ligeti, parecen evocar, con sus impresionantes divisi, la matriz de interferencias –el dominio de las frecuencias- de la cual nuestro oído puede extraer muchas percepciones –órdenes explicados- diferentes. El propio Ligeti ha insistido más tarde en una tendencia que se puede considerar el equivalente acústico al op-art, cercano por tanto a la ilusión acústica (Continuum, 1967, Monumentum, 1976), fruto en parte de su interés por la obra de M. Escher. Esto aleja a este excepcional creador tanto de los residuos del viejo paradigma (serialistas recalcitrantes) como de los que, para romper con este pasado próximo, vuelven a las viejas historias peligrosamente cercanas al mercantilismo. Los compositores minimalistas también se situarían cerca de este holismo (viaje por el interior de un fractal), pero su concepción presenta muchos más puntos susceptibles de ser seducidos por el mercantilismo.

sábado, 14 de enero de 2006

Lo Sceicco Bianco


En su primer film Lo Sceicco Bianco, F.Fellini nos describe las aventuras de una provinciana soñadora durante su viaje de bodas a Roma alrededor de su héroe de fumetti o fotonovela. En las miradas de la crítica –marxista o no- del momento, la figura de Wanda representaba la alienación y el escapismo; la distorsión de la realidad ofrecida por el realizador parecía ir de acuerdo con el carácter reprobable del personaje. Y, sin embargo, su autor quería otorgarle el papel de representante de la liberación de la fantasía frente al mundo de profundos convencionalismos sociales y de pensamiento representados por el marido y su entorno. El mundo de Wanda es el de los sueños, fantasías y creaciones; el mundo de Ivan es el de la ortodoxia, la esterilidad y el aburrimiento. Esta contraposición reinará en el futuro en buena parte del cine de Fellini, profundizando evidentemente en la dimensión psicológica –y, sobretodo, moral- de los personajes, que en este caso es plana y a dos colores, como en los filmes mudos y en los mejores vodeviles (¡igual que en los fumetti!). Me identifico mucho más con Wanda que con Ivan, a pesar de que procuro estar siempre atento para no confundir a un badulaque cualquiera con el mitificado Sceicco Bianco.

metadecorados


La pretendida ventana abierta a la realidad absoluta que la ciencia –ó, más bien, una parte de la ciencia- parece reclamar como característica interna de su método de conocimiento –el llamado método científico- tiene una grieta abierta desde hace más de cien años. Ahora podemos racionalizar más abiertamente sobre el origen de esta grieta. Como en muchas ocasiones ha sucedido a lo largo de la historia de la filosofía, lo que falla son las definiciones de conceptos. No es que fallen; es que simplemente los conceptos repentinamente se hacen susceptibles de ampliación en cuanto al grado de diferenciación. Ello comporta un nuevo loop dialéctico más o menos grande. En nuestro caso el concepto pretendidamente absoluto que se ha empezado a ablandar es el de la dualidad objetividad/subjetividad. Esta dualidad nace con la separación mente-materia derivada del método cartesiano. La ecuación mente = subjetividad = relativo y materia = objetividad = absoluto, intuida ó abiertamente aceptada, ha dejado de representar una realidad última. Cuidadosos experimentos nos muestran que en determinados casos, el resultado de los experimentos planteados para validar (o refutar) nuestros constructos intramentales llamados teorías viene determinado por nuestras expectativas. Otra manera que tiene nuestro pensamiento de introducir un sesgo consiste en nuestra tendencia a establecer relaciones causales. ¿Cuantas veces los adversarios de la astrología han esgrimido argumentos en contra del tipo “no contempla los movimientos de precesión de la Eclíptica”? La astrología, si la queremos catalogar dentro del conocimiento humano, entraría a formar parte de los fenómenos sincrónicos; no es que el planeta Saturno nos influencie a través de su campo gravitacional, electromagnético ó cualquier otro; es que la naturaleza de Saturno está de acuerdo con determinadas características de tipo “saturnino”. O como dirían las teorías holísticas, tienen una relación directa dentro de la estructura de holones.
Contrariamente a la creencia comúnmente establecida, empezamos a concebir hoy el conocimiento científico como algo no más objetivo que el conocimiento artístico ó filosófico –sí como algo más fácilmente objetivable-. El grado de “objetivación” nos determina las fronteras entre aquello que consideramos ‘objetivamente verdadero’ (aunque sepamos que esto no es más que una apreciación subjetiva) y ‘subjetivamente verdadero’. Dicho de otra manera: dado un cuerpo ó paradigma teórico autoconsistente y validado siempre podemos ir a mirar la parte de atrás del decorado. Ello no nos desmonta el decorado, pero sí el concepto de mundo completo que podíamos haber otorgado a este decorado. Con el fin de realizar esta operación, sin embargo, nos debemos desplazar a través de un terreno que no forma parte de este decorado; es decir, a través de un ‘metaterreno’ que durante la operación se nos presenta como un nuevo decorado ‘absoluto’, como un ‘mundo objetivo’. Hasta que lleguemos a observar este nuevo ‘mundo objetivo’ como un nuevo decorado y repitamos la operación aludida. Este proceso infinito nos está determinando una trayectoria del tipo ‘caja china’ que nada tiene que ver con la pura acumulación de conocimientos. No trata de describir la evolución dialéctica ni paradigmática que tiene lugar durante los cambios de paradigma (científicos, filosóficos, artísticos...) sino más bien los cambios de ‘metaparadigma’ que, por su parte, articula y organiza todo un sistema de paradigmas en su interior. Hay una canción de X. Turull sobre un poema de J. Brossa que ilustra a la perfección la sensación de ‘mirar detrás del decorado’ (hecho que me constató en una ocasión el propio X. Turull): el intérprete, después de cantar las imágenes del texto surrealista sobre una música de tipo impresionista, describe –recitando ahora sin cantar- “el atrezzo” necesario para la acción antes aludida, sobre la misma música, que se repite, invariable. El efecto de ‘mirar detrás del decorado’ se hace muy acusado.
El ‘nuevo metaparadigma’ que planea desde hace unos veinte años todavía no ha tomado cuerpo en nuestra racionalidad; ya está vivo y se mueve, pero todavía no ha nacido completamente. Se encuentra en un espacio dentro de las intuiciones de una serie de personas provenientes de diversos campos que tienen en común la capacidad de poder pensar de manera alternativa ó poco ortodoxa; es decir, de mirar ‘detrás del decorado’.
La pregunta que me formulaba unos párrafos atrás sobre el proceso de ampliación de la conciencia también puede estar relacionada con la consideración sobre supuestas ‘verdades absolutas objetivas’. Una ‘verdad absoluta objetiva’ consistiría en un decorado que no se puede mirar por detrás, que no tiene detrás. La distinción entre el mundo racional y el mundo intuitivo que hemos construido en Occidente – y que en Oriente ni tan sólo se plantean- nos ha cegado a muchas apreciaciones muy clarificadoras. Precisamente una de las características de este ‘nuevo metaparadigma’ consiste en difuminar un poco las fronteras entre los hasta ahora separados modos de conocimiento. El nuevo metaparadigma ya no nos habla de racionalidad ni de intuición, sino de ‘conciencia’ como factor unificador entre los diferentes modos de conocimiento.

La actualidad no tan moderna


No hace demasiado tiempo ojeaba un opúsculo sobre la historia del jazz y los títulos de los últimos capítulos me divirtieron: “La Modernidad”, “La Postmodernidad”, “Más allá de la Modernidad”, “Al margen de la Modernidad”... Estas clasificaciones se han aplicado a diversos campos del conocimiento humano, y a menudo con poca fortuna. El término modernidad deriva de moda, que corresponde ni más ni menos al punto de máxima frecuencia de una distribución estadística. Ser moderno no equivale a ser actual ni tampoco, necesariamente, a estar al día. Equivale más bien a formar parte del grupo más numeroso. La historia nos enseña que el grupo más numeroso no corresponde, necesariamente, al que representa los valores más perdurables (a menudo ocurre precisamente todo lo contrario). Para muchos de sus contemporáneos, la música de J.S. Bach formaba parte de las cosas pasadas de moda; se situaba fuera de la modernidad. Ello era debido al estilo contrapuntístico empleado por el compositor, estilo que entonces empezaba ya a declinar. Pero los contenidos utilizados difícilmente podrían ser más avanzados (a su tiempo ó a los que vendrían más tarde: Anfang und Ende aller Musik). Ello hace que la música de Johann Sebastian nos resulte hoy increíblemente actual. Lo mismo sucede con la música de Beethoven, que parece que se acabe de escribir hace poco (¡huele a tinta fresca!), mientras que la de muchos de sus contemporáneos –incluídos los que se señalaban en su momento como muy modernos- está irremisiblemente muerta. Huyamos de la modernidad y abracemos la actualidad. La actualidad comprende lo mejor de toda la civilización. La modernidad corresponde tan sólo a una de las muchas caras del mercantilismo.

martes, 10 de enero de 2006

Toujours la Pataphysique


Una de las perversiones favoritas de esta civilización decadente consiste en sustituir la realización del trabajo bien hecho y con sentido de la responsabilidad por la acomodación a unas reglas, normas y procedimientos escritos. Ello sirve para que una gran parte de la gente pueda pasar el rato escribiendo, rescribiendo y volviendo a escribir reglas, normas y procedimientos; y el resto del personal se dedique no a llevar el “verdadero trabajo” adelante, sino a hacer “cosas” de acuerdo con las reglas, normas y procedimientos. Otros se pasarán todo el rato preparando presentaciones para demostrar cómo funcionan las reglas, normas y procedimientos, que serán juzgadas por los que las han parido. Ni Alfred Jarry lo hubiera imaginado mejor. Como decía hace poco J. Saramago, a base de aplicar en todo momento la racionalidad y nada más que la racionalidad, hemos creado la sociedad más irracional que se pueda imaginar.

Esta pobrecita época en que vivimos es enormemente pecadora, pero hay un pecado que supera a todos los demás: la soberbia. La soberbia colectiva, asociada a una casi infantil confianza en el sistema y sus popes (científicos, economistas,...), pero también la individual, que crece a medida que la autoestima decrece. El proceso de substitución de autoestima (visión reposada y hasta distanciada de uno mismo y su entorno) por soberbia (o ego invidente y alienante) está haciendo estragos en nuestro aparentemente floreciente entorno.

Hemos confiado el poder, la organización, las responsabilidades más básicas a los más mediocres creyendo que podríamos salir ganando, que los podríamos manipular fácilmente. Todos saldremos perdiendo. Esta Civilización Occidental, Era de Peces, Eón del cristianismo llámese como se quiera, está ya preparada, como todas las que la han precedido y todas las que vendrán, para ilustrar una vez más el enunciado del 2º principio de la termodinámica que afirma, más o menos, que cualquier cosa abandonada a si misma acaba yéndose a freír espárragos.

domingo, 8 de enero de 2006

Movimiento circular y ascendente


Los biólogos y los químicos, a diferencia de los físicos, todavía conservan la idea, hija deforme del reduccionismo dualista, de que la adquisición de “conocimiento científico de la realidad” es un proceso similar a la ingesta de un queso de bola: vamos ganando terreno a la “ignorancia” o al queso hasta que ya lo sabemos todo ó el queso ha desaparecido. Ello es sin duda debido a la concepción mental de cada objeto de estudio: mientras que el físico piensa en un sentido más abstracto que lo lleva lejos de la percepción sensorial, el químico y el biólogo consideran su objeto de estudio como un sistema microscópico similar al que percibe con los sentidos en la vida cotidiana. Así, el concepto de campo, presente en la ortodoxia física durante más de 150 años, todavía no ha entrado en la ortodoxia químico-biológica (todas sus apariciones han sido heterodoxas). La ortodoxia químico-biológica solamente contempla las interacciones materiales de tipo químico (que en ciertos casos y como máximo pueden dar lugar a impulsos eléctricos).
Las teorías que hacen referencia a los procesos de evolución del pensamiento se pueden clasificar básicamente en tres tipos: las que proceden por acumulación, por dialéctica y por paradigmática. Las que proceden por acumulación parten de la visión de una realidad absoluta, única, dura. Las que proceden por dialéctica presuponen un concepto más relativo de realidad y, a la vez, más blando y maleable. Las que proceden por paradigmas, por fin, conciben la realidad como un multiestrato constituido por estructuras blandas. Las primeras llevan asociado un sentido claro de la dirección: evolucionamos hacia una ampliación de la conciencia, hacia grados de diferenciación siempre más elevados. La evolución por dialéctica no posee un sentido tan claro de la dirección. Nos habla, sobretodo, del non stop del proceso evolutivo, y esto ya la diferencia mucho de la acumulación. Los pensamientos siempre generarán antítesis que acabarán incorporando. Este tipo de teorías se centran en el proceso de evolución y no comportan una visión finalista (termodinámica). La evolución paradigmática no presupone ningún sentido de la dirección. De hecho, permite que atravesemos los mismos paisajes muchas veces sin tener una clara percepción de este hecho. Contrariamente a los otros dos tipos de teorías, no tiene una relación consciente con el pasado. En cierta manera, es el inconsciente el motor del cambio. Cuando una idea ha madurado suficientemente de forma inconsciente y adquiere suficiente energía psíquica aparece el mismo centro de la conciencia. No desbanca a las anteriores, sino que de hecho constituye otro punto de vista (que a veces es nuevo pero a veces no lo es). Tradicionalmente se ha presupuesto que el conocimiento científico caminaba por acumulación mientras que otros campos como el artístico ó el ideológico avanzaban por dialéctica. Las ciencias naturales históricamente más avanzadas, como la Física, hace ya mucho tiempo que reconocieron la paradigmática como motor importante en el camino del conocimiento. Actualmente, y debido al boom de les ciencias de la Biología, el camino acumulativo nos vuelve a parecer el único posible. Esto se debe a las características del momento actual, que tomamos equivocadamente como muestra representativa de cualquier momento histórico. Tanto la evolución acumulativa como la evolución por dialéctica suponen un camino irreversible: los conceptos pasan del desconocimiento ó del inconsciente a la racionalidad –por eliminación de errores en el primer caso y por fusión de contrarios en el segundo- sin marcha atrás. La evolución paradigmática supone un camino reversible de aparición y desaparición de las ideas de la conciencia, un poco tal y como funcionan las modas de la vestimenta en nuestros días.
La perspectiva de acumulación del conocimiento no es incompatible con la perspectiva paradigmática. Todo depende de cómo definamos el término “acumulación”. Si nos referimos a la “integración dialéctica” no existe tal incompatibilidad. Si nos referimos a la progresiva “desaparición de ignorancia” el término denota un claro sesgo hacia la postura reduccionista, en muchos sentidos incompatible con la visión paradigmática. La integración dialéctica consiste en la suma de dos movimientos; uno circular y otro ascendente. La postura reduccionista comporta solamente un movimiento circular con ascensión ilusoria, como los personajes del cuadro de M. Escher.

jueves, 5 de enero de 2006

La suegra



Teoría rápida sobre la suegra: Igual que en el famoso grabado “mi mujer y mi suegra”, las personalidades de ambas figuras se encuentran más entrecruzadas de lo que imaginamos. Buena parte de las características –no tan sólo físicas- de la hija ya se encontraban en la madre. Con el fin de “rescatar” a la hija de los rasgos que nos resultan poco atractivos, éstos son automáticamente proyectados en la figura de la madre –la suegra-, que es quien más se parece a la hija. De esta manera segregamos, de manera inconsciente, los rasgos de nuestra pareja que nos resultan agradables de los que nos resultan desagradables. La suegra constituye una institución que limpia de culpas a la esposa. Otra cuestión es por qué este juego de relaciones no se da de manera simétrica entre la esposa y el suegro. Probablemente porque la manifestación de afectos difiere notablemente entre sexos.

blanco y negro / color


Constituye un fenómeno suficientemente conocido el hecho de que las fotografías en blanco y negro ofrecen –especialmente, a nivel del rostro humano- un grado de expresividad que la más realista imagen en color es incapaz de dar. Este fenómeno se traslada también al cinema (los primeros planos de Otto e mezzo, The Apartment, Manhattan ó Persona deben tanto a las virtudes interpretativas de los actores como a la pericia de los directores de fotografía y al uso de la técnica de blanco y negro). En este caso el hecho de prescindir del color representa lo que Jung llamaría el abaissement du niveau de conscience. Debido a que perdemos parte de nuestra percepción habitual somos capaces de penetrar más hacia adentro de las imágenes y llegar a un nivel que la cotidianeidad nos esconde. Una idea parecida la expresan los maestros zen refiriéndose a la meditación: hasta que el sol –el estrato mental- no se oculta, no es posible ver a simple vista las estrellas –los estratos transmentales-. Si asumimos el modelo de la realidad virtual podemos hablar de realidades más profundas que la realidad más superficial esconde. El fenómeno de la fotografía de Kirlian todavía iría más allá llegando a perpetrar el aura, campo mórfico ó como se quiera llamar a la contrapartida implicada de la realidad explicada según el modelo de D. Bohm.

martes, 3 de enero de 2006

Stravinsky/Fellini/Jung


Aunque esta reflexión fué escrita hace años, todavía puedo suscribir buena parte de su contenido.

Existen tres realizaciones intelectuales con las cuales me identifico plenamente y, en cierta manera, me parecieron viejas conocidas cuando tuve el primer contacto con ellas: la música de Stravinsky, la filmografía de Fellini y la psicología de Jung (bueno, quizás mi admiración por Jung ha sido matizada por la lectura posterior de Ken Wilber). Me doy cuenta ahora que todas ellas tienen una cosa en común: una relación muy especial con el pasado. En el primer caso un pasado temporal, relativo al presente, entendiendo por presente la catedral cristalina que representa el corpus de la música stravinskiana. Es un presente del aquí y el ahora, pero también contiene el concepto de afirmación del presente absoluto ('Le nez il y est...'). El pasado se convierte así para Stravinsky en un objeto, una referencia. El presente ha quedado cristalizado, y dentro del cristal, entre numerosas irisaciones y reflejos, podemos percibir fragmentos del pasado, como los insectos que han quedado atrapados en el interior de les piezas de ámbar. Si hacemos una clasificación de los estilos musicales haciendo referencia al sentido de progresión temporal que representan (cosa que ha hecho de manera muy interesante Diego Fisherman), la obra de Stravinsky se situaría en uno de los extremos. Este extremo es el del movimiento estático, circular. Es un mundo brillante, luminoso, pero que gira sobre sí mismo. Es, a veces, el no-movimiento, casi una utopía en el marco de la cultura occidental. La presentación simultánea de los acordes más simples de una progresión armónica nos produce un efecto de reposo mineral. Es el punto aquí y ahora que contiene el resto de los puntos de todo el espacio/tiempo, en una especie de holismo. Así, las "campanas" finales de Les Noces, los acordes finales de la Sinfonía en Do o el final de Threni (por poner ejemplos de tres épocas bien diferentes), nos muestran muy claramente hasta qué punto el tiempo musical puede llegar a desaparecer. Stravinsky reivindicaba que su música suponía una 'ordenación del tiempo'. Esta ordenación (absolutización del presente) tanto puede ser desplegada (así, las continuas síncopas, la clarísima orquestación...) como replegada (los acordes estáticos, los fragmentos 'ostinati'). Ello, en cierta manera, se correspondería, por un lado, con la perfecta delimitación del tiempo finito (la música fija el tiempo) y, por otro, con la virtual desaparición del tiempo finito (la música contiene el tiempo infinito).
En el caso de Fellini -como también, y mucho más claramente, el de Jung- pasado significa introspección (la brillantez stravinskiana excluye la introspección, probablemente debido a que la ecuación Psicoanálisis = Freud = Viena Belle Epoque = Romanticismo boche era demasiado evidente para Stravinsky). Un pasado personal -Roma, Amarcord- afectuoso con el recuerdo, pero a la vez un recuerdo deformado hacia una vivencia interna que puede llegar a generar un universo autónomo, como el modelo junguiano de psique -Otto e mezzo-, a adoptar la forma de parábola -E la nave va...- ó llegar a congelar una especie de arquetipos mistificados -Satyricon-. El cine comparte con la danza la categoría de art chronique visual, siendo la sinestesia con la música perfecta -y casi necesaria- en ambos casos. Tanto el arte de Stravinsky como el de Fellini disfrutan de un 'matrimonio sinestético' casi ejemplar. El primero con la coreografía de G. Balanchine, el segundo con la música de N. Rota. Los motivos de ambas felicidades matrimoniales, sin embargo, son casi opuestos. En el caso de Stravinsky, la danza tiende a fijar la absolutización del aquí y ahora -la plasticidad más tangible- que ya está presente en la música (de la misma manera que la música, como contrapartida, otorga a la danza una cuarta dimensión: el tiempo regulado; el tiempo finito que dura la obra y que es una muestra del tiempo infinito ó no-tiempo). En el caso de Fellini, la música constituye el puente -más o menos escapista- hacia al pasado-introspección. Entre Stravinsky y Balanchine hay un pacto cordial entre amigos; entre Fellini y Rota hay una profunda complicidad entre 'compadres'. En el primer caso el pasado viaja hacia el presente y el conjunto se concentra entonces fuera del tiempo, en el centro de una especie de mandala tibetano: el psiquismo queda al descubierto en un proceso de 'extrospección'. En el segundo caso viajamos hacia el pasado y también nos concentramos fuera del tiempo, pero ahora de manera introspectiva: viajamos hacia el centro del mandala; no es el centro del mandala el que viaja hacia nosotros. De aquí la presencia de un arco dramático que lleva asociado un viaje iniciático que acaba en una catarsis. Los finales de los filmes de Fellini acostumbran a constituir uno de los puntos clave dentro de su obra. Existe un punto de reposo -centro mandálico relativo- que a menudo contradice buena parte del discurso del film. Esta catarsis, sin embargo, no constituye el final del camino, sino la conciencia del camino, que resulta ser el mismo que al principio de la aventura. La naturaleza humana -personal ó grupal- no ha cambiado, lo que ha cambiado es la idea que el personaje ó el colectivo tienen de esta naturaleza. Jung diría que el inconsciente ha vertido una parte de sus contenidos a la conciencia. Cabiria acaba aceptando su destino –es decir, su naturaleza profunda-, que quizás la llevará a aventuras similares a las que han tenido lugar durante el film. De manera similar, sabemos con toda certeza que la historia del grupo de músicos que ensayan se repetirá más veces (en este caso hay un elemento doloroso: la pérdida de algún miembro por el camino -todas las civilizaciones acaban desgastándose-).
La relación del modelo psíquico de Jung con el pasado participa de los dos modelos que acabo de exponer. Por un lado también se nos habla de un viaje iniciático de aproximación al centro del mandala, el 'si-mismo', el llamado proceso de individuación. Por otro lado también, en cierta manera, el pasado -que ha quedado grabado en los estratos más internos de la psique colectiva- nos es acercado en forma cristalizada -atemporal-. En este caso hay, sin embargo, un elemento más: la relación con el pasado se complementa con la relación con el futuro. El viaje iniciático es el puente que une el "estar" con el "ser" y el "llegar a ser". Hemos eliminado la dimensión temporal o, mejor dicho, la hemos convertido en una dimensión espacial más, como en la teoría de la relatividad general (Einstein y Jung coincidieron ejerciendo su magisterio en Zürich). Dentro de la esfera psíquica, mundos que se nos presentan con una separación temporal enorme, pueden encontrarse muy cerca. Esta trascendencia del espacio/tiempos tiene muchas cosas en común con los acordes stravinskianos ó los finales fellinianos antes citados. Lo que temporalmente se nos presenta como sucesivo puede aparecer como simultáneo en la esfera psíquica, de la misma manera que el espacio/tiempo relativista forma un todo continuo.

lunes, 2 de enero de 2006

Saludo





Por fin me he decidido a aumentar el número de blogs presente en la red. Espero que Transcliché metacorner pueda interesar a alguien (una vez cumplida su primera función, la que terapéuticamente pueda ejercer sobre mi persona). El nombre suena algo pedante; intentaré que su nivel de pedantería no supere los límites razonables de la decencia. En este espacio pretendo verter mis reflexiones sobre los temas que más me interesan: arte, ciencia, pensamiento, psicología, conciencia, sociedad... Será algo así como un diario intelectual con un transfondo emocional mal disimulado.
Aunque el calendario todavía marque el principio de un nuevo año, yo prefiero celebrar tal acontecimiento el 21 de marzo, inicio del año astronómico, ó, mejor aún, el día de mi cumpleaños. Quizá el principio del año oficial no sea el mejor momento para el nacimiento de un blog que se refiere a sí mismo como transcliché. Veremos como se desarrolla....

Mais il est tard, Monsieur
il faut que je rentre chez moi.

(I'm fond of quotations, not in the postmodernist -narcissistic, ironic or other- sense, but as a fervent homage to the things I love -and perhaps this is only a metaconscious way to express narcissism-)

Hasta pronto/Fins aviat/See you.
carles p