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domingo, 24 de marzo de 2013

Garabatos

                        Mientras hablamos por teléfono –a la manera antigua, sentados y mínimamente aislados- pero también mientras esperamos que el ordenador nos de una respuesta y también cuando estamos mentalmente enfrascados en un proceso inventivo o creativo, se dispara en nosotros cierta forma simple de escritura automática y empezamos a embadurnar la hoja de papel más cercana con formas más o menos reconocibles. Después las rellenamos y a partir de aquí las formas sufren una deriva considerable hacia puertos inconscientes. Cuando, tiempo después de haber sido dibujadas, observamos tales figuras, éstas resuenan en nosotros de forma extraña: a veces creemos reconocer y adscribir sus formas; si no es así, jugamos con ellas tal como hacemos con la forma de las nubes, donde cada uno ve una borrosa imagen de su inconsciente. Fellini adornaba sus cuadernos de bosquejos con dibujos de amplias formas femeninas mostrando grandes pechos y muslos. Miró incluía a menudo formas genitales en sus cuadros. Eran formas menos automáticas de sublimar los instintos primarios a través de la creación artística.

domingo, 17 de marzo de 2013

Esquizoides


                       Dejándonos llevar por una conducta un tanto esquizoide, por un lado hablamos constantemente de innovación, de emprendedores, de ampliar esquemas y cosas por el estilo, mientras que por otro lado dedicamos largas horas a escribir en mármol lo que consideramos que es inamovible. No me refiero a la carta de ciudadanía de los derechos humanos, ni a cosas por el estilo. Me refiero a normas, procedimientos, protocolos y otros dictados sobre temas que deberían quedar más abiertos si somos consecuentes con nuestras ansias de innovación. El motivo de tal proceder es complejo, pero se me ocurre uno directo y muy presente en nuestra actualidad. El deseo principal de muchos individuos dentro de las organizaciones es el de ocupar cargos de mayor ‘responsabilidad’ (por decirlo de algún modo) pero menor carga de trabajo. Una vez sacado de encima el trabajo, sin embargo, el ocupar el tiempo en algo se hace para esta gente perentorio, y la gran perversión tiene lugar en el momento en que llegan a creer que el producto al que van a dedicar sus (mínimos) esfuerzos tiene un alto valor añadido. Hablando en plata: los burócratas mediocres que han accedido a su actual posición tras laboriosa brega, en un afán que mezcla la ociosidad y la autojustificación con las apenas autoreconocidas ganas de manipular al prójimo, pergeñan toda una serie de normas, guías y procedimientos con apariencia de edictos/ukases y quieren hacer pasar toda la realidad y la ciudadanía a través de sus pobres constructos. Este post viene a completar al anterior, en el cual hablaba de la autopropagación de las regresiones y de los intereses ocultos de grandes corporaciones y pequeños funcionarios. De ninguna manera me quería referir a la supuesta baja profesionalidad de periodistas y maestros. Al revés, los presentaba más bien como víctimas de grandes corporaciones y pequeños funcionarios, con la desgracia social que ello representa habida cuenta de la relevancia que tienen estas profesiones a la hora de expandir mentalidades e invitar a la evolución en todos los aspectos.

viernes, 8 de marzo de 2013

Detritus


                        En estos momentos en España no se puede abrir un periódico sin que te vengan náuseas. La razón principal de mis náuseas no es la información sobre todos los casos de corrupción (que también las provocan), sino el hecho de que la sociedad necesite consumir tales dosis de detritus informativo. La prensa se sitúa así a la misma altura que la media de la ciudadanía: información-basura para una sociedad-basura. Hace unos años apuntaba a dos profesiones clave para medir la salud social: los maestros y los informadores. Los maestros ya no acompañan en la maduración sino que tienen que lograr meter a toda la realidad que los envuelve dentro de las restringidas normas y guías que alguna entidad burócrata muy satisfecha por su trabajo les entrega periódicamente. Los periodistas ya no informan, analizan, debaten, opinan ni polarizan. Simplemente han dejado que el amarillismo se extienda de forma natural. Algún día alguien tendrá que decir que en los momentos de crisis y crecimiento evolutivo la involución es el peligro principal porque la regresión se llega a hacer algo natural. Señores periodistas: no ensucien cada día sus publicaciones con detalles escabrosos sobre lo que hacen unos personajillos sin ningún interés real para la evolución de la sociedad. Simplemente felicítense cuando tales personajillos estén entre rejas como un triunfo de la conciencia y la justicia sociales.