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domingo, 29 de junio de 2008

Plenitud


Existe en castellano un refrán que reza literalmente: “si quieres ser feliz como dices, muchacho, no analices”. A primera vista, en este caso, la sabiduría popular equipara el estado de felicidad con el de desconocimiento. En esto sigue a la protonarración bíblica en la que el Paraíso corresponde a la inocencia y es el ansia de conocimiento lo que provoca la duda y la caída. En las metafísicas orientales la situación es exactamente la inversa: el conocimiento es el que procura la felicidad. Quizá lo que ya es distinto para ambas filosofías es el concepto de felicidad. Todavía una buena parte de la gente cree que la felicidad está ligada a las posesiones ó a la seguridad materiales, o bien a la continua satisfacción del ego. Y también lo cree el colectivo de la sociedad, que persigue como meta deseable el crecimiento económico ilimitado y la explotación ilimitada de los recursos naturales. Lo que indudablemente procura el conocimiento es la liberación. Y por conocimiento, evidentemente, no me refiero a la adquisición de datos sobre la “realidad externa”, sino más bien al grado de conciencia que lleguemos a alcanzar. Existe un grado de felicidad relativa ligado a la acotación –involuntaria ó deseada – respecto al grado de conocimiento. Muchos individuos prefieren ignorar gran parte del mundo que les rodea para así no destruir su inocencia y seguir siendo felices. Tienen una parte de razón, en cuanto a que lo que no es útil y sólo sirve para amargarnos más vale ignorarlo. Pero aquí también entra la ignorancia respecto a la explotación del prójimo y del medio que nos permite seguir tranquilos y felices en nuestra inestable situación. Quizás si analizamos más a fondo el refrán caeremos en la cuenta de que la acotación “feliz como dices” delimita el término felicidad y lo dirige hacia la acepción antes apuntada.

viernes, 20 de junio de 2008

Aproximación


En estos tiempos de ampliación de conciencia e integración que nos ha tocado vivir una asignatura que las sociedades deben forzosamente de trabajar es la del aprendizaje a través de lo que hasta hace poco les era ajeno. La cultura occidental no es mejor ni peor que la oriental, la musulmana ó la maorí. Es una aproximación diferente de las otras a la misma corriente; una forma de ver lo mismo desde una perspectiva histórico-vital diferente. Y las otras culturas son para ella un complemento, lo mismo que sucede visto desde la dirección contraria. Esta aproximación no tiene por que tener ribete teleológico alguno ni manifestarse como una alianza de civilizaciones. Las culturas, como las especies de la biosfera, van apareciendo, se van desarrollando y se van diferenciando. Pero llega un momento en que, debido tanto a la globalización como a la ampliación de conciencia como a la limitación espacial que nos impone el planeta, las culturas deben de complementarse dialécticamente. La civilización china y la europea, a pesar de haber estado en contacto durante siglos, siguen manteniendo posiciones opuestas en algunos puntos muy significativos. En caso de un naufragio, mientras los occidentales se preocupan de poner a salvo en primer lugar a los niños, los orientales lo hacen con las personas mayores. Son dos formas muy diferentes de intentar la perpetuación: los europeos aplican su instinto de conservación a la especie mientras que los chinos lo hacen a su tradición. En Europa nos parece muy raro que los chinos tengan tan poca consideración con los niños mientras que en China les parece muy raro que los europeos tengan tan poco respeto para con los mayores. La civilización europea, consecuentemente, ha sufrido más cambios a lo largo de su historia que la civilización china. Para los europeos –en épocas optimistas- lo bueno siempre está por llegar y lo que no haga yo lo hará mi hijo ó mi nieto. Para los chinos los hijos y nietos seguirán la senda de sus mayores. Europeos y chinos deberían reflexionar colectivamente y ampliar su campo de visión. Todos saldrán ganando.

sábado, 14 de junio de 2008

Poética


Existen artes que se desarrollan en el espacio, como las artes plásticas, artes que se desarrollan en el tiempo, como la música, y artes que se desarrollan en el espacio y el tiempo como la danza. Incluso hay artes que crean su propio espacio y tiempo, como el cine. Pero existe una forma artística que se desarrolla fuera del espacio y del tiempo, la poesía. Bien, lo que comúnmente se entiende por poesía como forma literaria. Porque el concepto de poesía (la poética) va mucho más allá y denota una cualidad presente en todas las manifestaciones artísticas y que se corresponde precisamente con su capacidad de trascender el lenguaje y sus asociaciones mentales. La poética se erige así como un potente elemento de unión con lo transmental, que por definición se nos aparece más allá del espacio y del tiempo, coordenadas necesarias de la estructura mental –o, como diría Kant, formas sensibles del conocimiento-. Podemos detectar poesía desde en un haiku japonés hasta en un filme de Buster Keaton, pasando por un lied de Schubert ó una representación del Cirque du Soleil. La poesía es algo así como un hermoso puente entre una ribera conocida y otra intuída. La mirada húmeda y sonriente de Cabiria al final del film de Fellini, los límpidos compases finales del Octuor de Stravinsky, la voz de Charles Trenet evocando los jirones del pasado en Que reste-t il de nos amours?, el baño del hipopótamo en Arien de Pina Baush, cada uno a su manera, destilan poesía, que nos transporta hasta la entrada del puente antes evocado. Para poder cruzar el puente, sin embargo, debemos ser capaces de dejar atrás la orilla conocida y lanzarnos para adelante sin ignorar los peligros que nos pueden acechar por el camino, como el canto de Circe...

miércoles, 11 de junio de 2008

Piercings


La invasión de piercings en nuestra aparentemente nada primitiva realidad se puede explicar convenientemente a través de diversos modelos psicológicos. Una primera y superficial aproximación podría hacernos creer que se trata simplemente de una reacción en contra de la autoridad (paterna, social, laboral,…). Tal fenómeno, sin embargo, en mayor ó menor grado, siempre ha existido, y en otros momentos la contestación no revistió este aire de retorno a actitudes vinculadas a un cierto primitivismo. Además, observando el fenómeno más detenidamente, nos percatamos de que no sólo se “perfora” el joven contestatario (bien, el que quiere “dar la imagen” de ello), sino también gente más entrada en años ó gente más introducida en los engranajes sociales. Sólo que en estos casos los piercings no se llevan a la vista (en una ocasión vi un documental que mostraba a ejecutivos típicos y tópicos que, al levantarse la corbata y camisa para enseñar el pecho ó barriga lucían anillas ó agujas atravesando sus anatomías privadas). Una vez más el modelo junguiano resulta en este casos muy convincente. La ciega ansia de verlo todo a través de los ojos de la racionalidad y nada más que la racionalidad provoca en la sociedad una descompensación psíquica que acaba por lanzar desde el inconsciente un mecanismo compensatorio. Entonces se hace consciente la necesidad de actitudes no racionales. Existen dos tipos de actitudes no racionales: las prerracionales, que todavía ignoran la racionalidad, y las postrracionales, que la asumen y la integran en formas más evolucionadas de conocimiento. Las segundas, evidentemente, son más exigentes que las primeras. Y, en caso de urgencia, la regresión es el recurso más fácil. Cuando hablo de racionalidad, evidentemente, no me estoy refiriendo al intelecto ni a la mente. Tan solo a la actitud que aplica sistemáticamente supuestamente inamovibles relaciones inferidas como toda explicación para cualquier cosa.

domingo, 8 de junio de 2008

Minkowski



Consideremos un árbol genealógico gigante que incluya a todos los seres humanos desde épocas remotas. Si le pidiéramos a un sujeto cualquiera situado en cualquier punto del árbol que identificara a sus ascendentes y a sus descendientes directos en tal macroestructura, nos trazaría la figura de un doble cono en la que él ocuparía el origen de coordenadas, o sea la zona en que los conos se encuentran. Tendría idéntica forma que el diagrama de Minkowski, que divide el espacio/tiempo en pasado, futuro y otras zonas no accesibles. El pasado y el futuro -zona interior de los conos- están conectados, tanto según la mecánica clásica como la relativista, por el principio de causalidad. Las zonas fuera del doble cono no lo estarían. En el caso del árbol genealógico los individuos situados fuera del doble cono no serían ni ascendentes ni descendentes del individuo objeto, bien que pudieran estar relacionados por consanguinidad. Si ahora, en vez de aislar a un sujeto, consideramos al conjunto de todos ellos, observamos que el punto de vista anterior que daba lugar al doble cono se ha convertido en una intrincada red de relaciones en la que todos los elementos están relacionados entre sí. Lo mismo podría suceder con los eventos objeto del diagrama de Minkowski. Una vez más la historia del asesinato de Lincoln: ¿Cuál fue la causa? Simplemente situamos el evento en el origen de coordenadas y construimos un cono por encima suyo que acaba confluyendo sobre él. Un poco como sucedió con el asesinato de la emperatriz Sissi: huyendo de la corte y de sí misma, fue a recalar a Ginebra, donde también había ido a parar un anarquista que pretendió infructuosamente asesinar a un miembro de la familia real italiana y decidió aprovechó el viaje. La confluencia estaba servida.

martes, 3 de junio de 2008

ASIMO


Leo una reciente noticia sobre un robot japonés que hace las veces de director de orquesta. Después de una prueba con la Filarmónica de Detroit, uno de sus miembros comentó que el parecido gestual con un director humano era enorme pero había un problema: los músicos reaccionaban ante el robot, pero el robot no reaccionaba frente a los músicos. La retroalimentación, en teoría, puede ser tan limitada ó ilimitada como el gesto primario. Solamente se trata de un problema tecnológico; algo así como los límites en nuestra capacidad de digitalizar ó construir cualidades con cantidades. El problema es que los seres orgánicos construyen la red de información en base a los progresivamente más sofisticados loops del feed-back, mientras que el engendro de Honda es incapaz de hacer esto: en términos cibernéticos, no es un sistema con autoacoplamiento convergente. Una orquesta y su director están unidos por muchos más vínculos –están, literalmente, resonando- que la pura gestualidad. Cualquiera que haya hecho música en grupo sabe a qué me estoy refiriendo. Sobre el tejido de una base común, ciertamente cada vez más abstracta y menos cultural (aquí también se detectan los efectos de la globalización), los humanos son capaces de tejer una compleja red sistémica que pone en contacto a sus miembros, que acaban así actuando orgánicamente, más como una comunidad que como una suma de individuos, al igual que los insectos sociales ó determinadas organismos que dan lugar en según qué circunstancias a un superindividuo.

domingo, 1 de junio de 2008

Integración de dualidades - 4



Algunas dualidades han ido adoptando diversas caras a lo largo de la historia. Así, el problema que en la Grecia clásica era conocido como el de la calidad/cantidad en nuestros días se presenta en la forma analógico/digital. Esta dualidad en realidad esconde una pregunta de fondo: ¿Es la calidad reducible a la cantidad? Damos por supuesto que las propiedades de los elementos químicos dependen del número atómico correspondiente y que las propiedades biológicas dependen de la combinación química de una serie muy limitada de aminoácidos ó bases nitrogenadas que dan lugar a las proteínas y los ácidos nucleicos respectivamente. Todo esto no son más que holones dentro de holones. Asimismo percibimos los diferentes colores dependiendo de la longitud de onda que incida en nuestra retina. Aquí deberíamos reflexionar sobre el significado de un color; si la cualidad de “azulidad” tiene en realidad entidad propia ó es simplemente otra forma de definir nuestra percepción de la luz de cierta longitud de onda (independiente del carácter simbólico ó las asociaciones conscientes que otorguemos a los colores). Ahora bien, si nos preguntamos: ¿es el paso de homínido a hombre el resultado único y exclusivo de alcanzar un cierto número de conexiones neuronales? entonces sí que llegamos a la pregunta clave enunciada anteriormente. Esta cuestión sería un caso concreto de otra más general: ¿puede resultar un estadio de despliegue evolutivo de la pura combinación de estadios menos evolucionados? De la misma manera nos podemos preguntar: podemos reducir las percepciones captadas por seres evolucionados –la humanidad- como la emoción, la alegría, la tristeza, a unidades digitales que luego se puedan combinar a voluntad? No hay que olvidar que por el momento nuestras reproducciones digitales, tanto visuales como acústicas, proceden de una conversión previa analógico-digital. Y aquí está la clave: el cambio de escala que supone la consideración de la parte y del todo. Se está estudiando, en diversos campos, y con muy diverso éxito, la descomposición de movimientos y de sonidos con objeto de poder “sintetizar” después artificialmente cualquier secuencia expresiva, como actores virtuales ó músicas diversas. ¿Cabe preguntarse de nuevo por la posible procedencia de rasgos evolucionados a partir de otros más indiferenciados? Todo se basa en la imprecisión de escala. Cuando ésta se reduce por debajo de nuestras capacidades de percepción admite sin dificultad un contorno “borroso”.