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miércoles, 29 de diciembre de 2010

Colecciones


Quien más quien menos, todo el mundo se dedica a coleccionar algo. Además de los que normalmente son clasificados como coleccionistas, quienes suelen basar su afición en el deseo de completitud de un conjunto cerrado (sellos, monedas, chapas, insectos, minerales, grabaciones de Charles Trenet) ó una categoría concreta (plumas estilográficas, miniaturas, arte precolombino, discos de jazz) también tenemos a los coleccionistas de recuerdos, afición que se acrecienta con la edad y la experiencia, los coleccionistas de dinero, que son quizás los que menos tiempo tienen para gozar con su colección (colección aburrida por repetitiva y a la que en muchos casos no se le presta atención), los coleccionistas, por último, de experiencias que, en el fondo, somos todos, aunque muchos solamente quieran coleccionar algunos ítems de tal colección, y ahorrarse el resto. Las colecciones forman parte del espacio propio interior al que aludía hace poco, pero quizás representan en este caso un impedimento al flujo natural. Es como si construyéramos un dique que retuviera todo aquello con lo que de alguna manera nos identificamos dejando pasar el resto. Siempre es bueno agarrarse a algo que forma parte de nosotros, aunque quizás seleccionando siempre la mínima cantidad de peso. Como en aquella pregunta estúpida de los libros, los discos y las islas desiertas.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Taxonomías

Durante los años de estudios de secundaria recuerdo que de las clases de ciencias naturales lo que más me gustaba eran los nombres de los insectos, árboles y minerales (junto con los grupos de simetría cristalina). Me doy cuenta de que esto demuestra un mayor interés por la relación del hombre para con la naturaleza que por la naturaleza en sí. Aquellos nombres sugerían imágenes poéticas, pero también contextos culturales, tradiciones folklóricas ó trasuntos míticos. De esta manera los nombres científicos complementaban ó jerarquizaban los nombres vernáculos, viniendo a ser una versión globalizada (la globalización etnocéntrica de la época de Linneo) de éstos. Contrariamente, los nombres sistemáticos que nos enseñaban en las clases de química venían a ser la negación de los nombres vulgares de las substancias químicas, procedentes éstos una vez más de la tradición folklórica y de la alquimia. Con ello se demostraba el profundo cambio acaecido en el S XVIII con las ideas de la Ilustración y el culto a la racionalidad, que contrastaba con el espíritu más indiferenciado del siglo anterior. Nombres como Olea Europea, Vanessa Cardui, Parnassius Apolo ó Cercis Siliquastrum nos informaban acerca del ámbito natural propio de dichas especies, su morfología ó sus costumbres. Cuando los nombres sistemáticos, atemporales, a-fenomenológicos y construibles a voluntad hacen su aparición, cuando las substancias químicas se transforman en puros compuestos químicos, también aparece el mundo ideal de la racionalidad. Es un gran paso en la historia de la cultura aunque muchos años después, cuando la postmodernidad da por explorado todo este mundo ideal y, con ello, pretende dar fin a la posibilidad de evolución, también resulta ser todo un lastre.

martes, 7 de diciembre de 2010

Fuerzas centrífugas

La presente crisis económica constituye tan sólo una de las caras externas de un proceso de mayor envergadura que afecta a todos los niveles de nuestra civilización que, quiéranlo o no algunos, abarca casi todos los confines del planeta. No estoy hablando de “pro-sistema/anti-sistema” ni nada por el estilo. Por muy aislados que vivamos de la manada, sentimos también en nosotros el Zeitgeist de nuestra época. En los foros sociales se habla mucho más de las caras externas que de sus contrapartidas internas porque nos hemos llegado a creer que el mundo no-material no existe, o que existe solamente en capas subjetivas de nuestro sentir, que hemos llegado a suponer que poco más o menos viene a ser lo mismo. Cuando se habla de la crisis moral todavía existe quien piensa en términos lo suficientemente inmaduros como para enmarcar la afirmación en un contexto de represión de los instintos (un viejo cliché caduco, aunque también encontraríamos todavía tales represores en proporciones increíbles) ó también quien intenta deconstruir el sentido moral simplemente esgrimiendo el argumento de su relativismo. Entonces, cuando observamos la corrupción generalizada ni pensamos en la crisis moral ni la relacionamos con la crisis económica. Una sociedad con grandes brechas en su sentido moral –fuerza centrípeta de cohesión- está destinada a perecer, o sea, a modificarse. Para alcanzar tal modificación las fuerzas centrífugas toman las riendas hasta desembocar en una nueva situación estable (ó metaestable). No estoy hablando como el Vaticano, que alerta contra los desmanes para frenar y volver a una situación anterior (aquí sí que existe una forzada represión centrípeta), cosa similar a lo que hacen los bancos y gobiernos para alcanzar de nuevo la situación económica pre-crisis, sin intentar modificar las percepciones/comportamientos colectivos. Y desviar fondos públicos desde la cultura hacia partidas de dudosa filiación no hace más que acrecentar la brecha. La cultura y el arte no son meros decorados postmodernistas. Son algunas de las más destacadas canalizaciones por las que la maduración y el cambio de mentalidad puede llegar. En cierta manera la suavización de las fuerzas centrífugas para que el cambio sea lo menos doloroso posible.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Clichés


Denunciar los clichés no constituye per se un acto mayormente contestatario ni de apología de la violencia, ni cosas por el estilo. Más bien es un acto que puede contribuir a un cambio de perspectiva, a sacarnos de nuestra adormecida existencia cotidiana, basada en un sutil (o más bien, insidioso) entramado de conceptos cerrados unidos solamente por relaciones causales simples. Tal cambio de perspectiva puede ser el comienzo de un proceso de ampliación de conciencia. El aumento de conciencia de los individuos está ligado al de la sociedad, y ahí empieza el hecho contestatario y desestabilizador. Y no nos engañemos; los clichés son utilizados en su favor no solamente por la ortodoxia social sino también por las supuestas vías alternativas. El origen del cliché cabría situarlo en el contexto de una forma de pensar grandemente enraizada en la mentalidad de Occidente, uno de cuyos jalones viene marcado por la filosofía de Parménides, según la cual el cambio es imposible y la realidad última es atemporal. La antítesis a esta filosofía viene constituída por el pensamiento de Heráclito, para el que todo el universo es cambio y los opuestos, de alguna manera, estan inextricablemente unidos. Durante siglos en Occidente la filosofía de Heráclito (“el obscuro”) se interpretó en términos materialistas, sin entender que obedecía a los esquemas mentales típicos de Oriente. Así, los cielos occidentales eran parmenideanos mientras que los nirvanas orientales eran la superación del heraclídeo samsara. La polaridad descrita se puede sintetizar y superar, en un deseable avance evolutivo. Pero, aunque en Occidente estemos ya incorporando el pensamiento de Heráclito y en Oriente el de Parménides (con lo que Occidente y Oriente se acercan hasta que se lleguen a confundir y el producto resultante pueda superar dicha polaridad y evolucionar a partir de ella), las raíces de Parménides todavía siguen presentes en gran parte de los campos del pensamiento. El mundo de la ciencia, que muchos actualmente suponen tan ajeno a todas estas disquisiciones, sigue exhibiendo mayormente sus preferencias hacia un mundo ideal, platónico, del cual el mundo físico real no es más que un pálido reflejo. Y tal mundo ideal es, desde Descartes, externo a nuestro pensamiento e independiente de él.

martes, 23 de noviembre de 2010

Hemisferios

Nuestro dogma neurobiológico actual nos asegura que los dos hemisferios del cerebro humano están relacionados con actividades de tipo muy diferente, actividades que se pueden agrupar en dos listas que formarían una muy concreta polaridad: razón/emoción, pensamiento lineal/pensamiento circular, pensamiento analítico/pensamiento holístico, comprensión/ relación, y así sucesivamente. El dogma también afirma, a día de hoy, que ambos tipos de actividades son necesarios para el normal desenvolvimiento de las personas. Las facciones más avanzadas incluso preconizan la necesidad de interrelación para tal desenvolvimiento (la famosa “inteligencia emocional” y términos similares). ¿Cuál es, entonces, el origen de la citada polaridad? Cabe recordar el concepto, introducido por Jung, de la enantiodromía, según el cual una determinada cualidad crece hasta que se convierte en su opuesta. Uno de los ejemplos más característicos de enantiodromía lo constituye el paso de la Ilustración al Romanticismo. Las ideas de la Ilustración, procedentes del entusiasmo por la racionalidad (y que incluyen el liberalismo, la Revolución Francesa y los derechos civiles) dieron lugar, en pocas décadas, a la negación de ésta, el Romanticismo. La figura del siempre presente Beethoven se adapta muy bien a este proceso. Beethoven parte del estilo clásico de su maestro Haydn que corona la Ilustración (el llamado primer estilo beethoveniano). Después, con la progresiva influencia del Sturm und Drang (que, dicho sea de paso, Haydn también sufrió) llega, alrededor de 1800, al estilo de madurez. Aunque las obras de este segundo período dieran ya lugar a una abundancia de literatura barata posterior, cabe recordar que los principios de direccionalidad, formalismo y organicidad estructural se vieron aún reforzados respecto a su primer período. Es precisamente aquí donde nace el concepto (todavía manejado por los serialistas de mitad del S XX) de célula musical. En su famoso tercer período, ya situado cerca de la explosión del Romanticismo (“el sueño de la razón produce monstruos”, inscribe en un grabado contemporáneo su coetáneo Goya), a partir de 1820, el compositor de Bonn parece avanzar el la dirección contraria al formalismo anterior, pero, una vez más, eso es tan sólo el fruto de una impresión apresurada. El formalismo subyace fuera de todo dogma y, lo que es más interesante, la fuerte direccionalidad del segundo período ha cedido algo en pos de un discurso más circular. El desarrollo de una célula musical puede llegar a hacerse inaudito, como en las Variaciones Diabelli. Lo que sucedió en las décadas posteriores a la muerte de Beethoven es mucho más curioso ya que los compositores románticos hicieron de él su estandarte (no todos; Chopin solamente apreciaba una de las 32 sonatas de piano, y no precisamente una de las últimas) y el pobre compositor de Bonn llegó al S XX con una pátina que fue necesario limpiar para llegar a “redescubrirlo” más allá de la mala literatura con que su obra fue progresivamente adornada a lo largo del siglo postrior a su muerte. Los románticos “antiformalistas”, por así decirlo, se veían a sí mismos como estandartes del futuro (la Zukunftmusik wagneriana), sin sospechar nada sobre el carácter más bien regresivo de su postura (independientemente del progreso armónico que supuso su obra), negando por ejemplo, la “modernidad” de la música de Brahms, característica que sería apreciada solamente ya entrado el S XX. Conclusión: para avanzar de forma auténticamente evolutiva, más que negar, lo que hay que hacer es incluir y equilibrar cualquier exceso, integrando así en vez de reforzando dualidades.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Intimidad

La gente que se puede calificar de introvertida –no tanto en el sentido popular del término sino más bien en el sentido junguiano, es decir, aquellos que realizan sus hallazgos y encuentran sus energías en su interior, en contraste con los extrovertidos, que realizan lo propio con lo exterior- tiende, en diversas estapas de su vida, a construir un espacio propio de la intimidad. Bien sea un paraje natural poco frecuentado y que se percibe como propio ó un paraje urbano que, aunque frecuentado, se reviste de una significación especial, este espacio de la intimidad es, en ocasiones, desplazado por un espacio no físico, un espacio imaginario. Este espacio imaginario –siempre íntimo y significativo- puede estar situado dentro de un poema, una composición musical, una novela -también en una teoría científica, un fragmento de un filme ó una coreografía- y se percibe, en un proceso claramente identificativo, como algo muy propio. Esta cercanía acentúa también la percepción de origen, y, por tanto, de fuente de la que extraer energía psíquica. Hoy en día que tanto se repite la frase de los atomistas griegos “somos aquello que comemos” no se presta, sin embargo, la importancia debida a los espacios de la intimidad: “Somos aquello que tan celosamente cultivamos”. No como paliativo, como receta fácil para la felicidad de manual de autoayuda. Más bien como motor y a la vez combustible de nuestras acciones.

martes, 9 de noviembre de 2010

Variaciones

La forma musical de las variaciones adquirió la mayoría de edad en el barroco, culminando en dicho período con las Variaciones Goldberg (o, como han sido llamadas, el Antiguo Testamento de la variación pianística). Durante el período clásico y preromántico esta forma llegó a su apogeo, de la mano de Beethoven (las Variaciones sobre un vals de Diabelli, el Nuevo Testamento de la variación pianística) y Schubert. Tanto la primera de dos obras citadas como el final de la sonata op 109 de Beethoven –otro bello ejemplo de variaciones- nos proponen un amplio recorrido acompañando las vicisitudes de un tema más o menos simple (vicisitudes ornamentales en el primer caso y estructurales en el segundo) que se va progresivamente complicando mientras se aleja del punto de partida. Una vez alcanzado el clímax (el quodlibet de las Goldberg y la variación de los trinos de la op. 109) en ambas composiciones aparece de nuevo el tema inicial de forma idéntica ó casi idéntica a como se había enunciado al principio. Sin embargo, la significación que entonces adquiere para nosotros nada tiene que ver con su exposición inicial. De alguna manera hemos viajado con el tema; lo hemos acompañado en sus peripecias a lo largo del viaje y ahora lo contemplamos con nuevos ojos, o mejor dicho, lo vivimos como parte de nuestra experiencia. Sería como un símil musical de las narraciones iniciáticas en las que el héroe –la proyección de nuestro yo-, tras superar una serie de pruebas de maduración, se acaba encontrando a sí mismo tras haber ampliado su experiencia. Al final, tenemos exactamente lo mismo que al principio, pero visto con ojos nuevos que solamente han aprendido a ver durante el viaje. Sabemos que Bach concedía mucha importancia al retorno final del tema en las interpretaciones de las Goldberg, y el propio Beethoven ampliaría esta experiencia en el final de su postrera sonata, la op 111. La función simbólica de la música es en todas estas muestras más que evidente.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Falacias

            Gran parte de las contraposiciones e incluso dicotomías que nos aparecen como insolubles –estoy hablando de procesos mentales- se pueden reducir sin demasiada dificultad a los términos de una falsa comparación, es decir, una falacia. Durante años he oído decir (como quien descubre una verdad terrible) que los niños son, en realidad, unos seres malévolos. Los niños no son todavía adultos, por lo que no han sufrido toda la evolución moral propia de éstos. En todo caso, los seres malévolos puros que aparecen en los cuentos de hadas serían las proyecciones de la parte no evolucionada de los niños. Y la maldad que aparece en los adultos –Sócrates dixit- tiene mucho de inmadurez mal resuelta. Todos los asuntos de tipo El-Vaticano-contra-La-Ciencia (que últimamente han aumentado considerablemente en cuantía) se basan en criterios que proceden de niveles evolutivos diferentes (azul-contra-naranja según el modelo de Beck-Cowan) y ninguno de ellos capaz de superar la conciencia de segundo orden, es decir, la autoconciencia. El mundo de la ciencia se mueve dentro de unas estructuras de conocimiento más evolucionadas de lo que lo suele hacer el Vaticano pero tales estructuras también tienen sus límites, que dicho nivel naranja suele ignorar, tendiendo a pensar que lo abarcan todo. De ahí que el método científico sea una herramienta indispensable para juzgar los fenómenos vistos desde el nivel naranja. Este juicio nos inferirá un grado de certeza (read-out característico de la estructura racional). Si pretendemos validar un hecho observable que cae fuera de los paradigmas de nuestra ciencia bajo el punto de vista científico (recurriendo, evidentemente, a la estadística) caeremos en la falacia que describía al principio. Cuando aplicamos la estadística a la astrología, al efecto placebo ó a cualquiera de los siete experimentos de Sheldrake incurriremos en este error.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Sueños

Desde épocas remotas ha llamado la atención de la humanidad el tema de las posibles funciones e interpretaciones de los sueños. Así en épocas mágicas, en que los sueños representaban el lenguaje por el que los dioses se comunicaban con algunos representantes destacados de la tribu para enviar buenos ó malos presagios, pasando por las interpretaciones mentales que los diversos modelos de la psicología profunda fueron ofreciendo hasta llegar a nuestros días, cuando todo se pretende explicar exclusivamente a través del cientifismo. Y al atender exclusivamente a las idas y venidas de neurotransmisores, activación de zonas cerebrales y afectaciones orgánicas nos estamos perdiendo gran parte del asunto. Si el soñante siente que un sueño lo afecta particularmente será porque tiene un significado para él, significado expresado en lenguaje simbólico pero traducible por el interesado con mayor ó menor dificultad al lenguaje de la racionalidad. Si a eso lo quieres llamar augurio, energía compensatoria, liberación de instinto ó epifenómeno debido a la acción de la serotonina sobre las áreas temporales del cerebro, se trata únicamente de un problema cultural. Significativamente, tanto los dioses como la serotonina son agentes de la Otredad. El niño siempre busca la culpabilidad de sus actos en objetos externos –animados ó inanimados-, cosa por otro lado necesaria y deseable dentro del proceso normal de desarrollo. La maduración significa entre otras cosas la asunción del yo para lo bueno pero también para lo malo. La diferencia entre los dioses y la serotonina es que la segunda tiene lo que llamamos existencia objetiva, mientras que los primeros representan la otredad subjetiva. Una vez hemos madurado lo suficiente como para darnos cuenta de que todo está dentro de nosotros también nos damos cuenta de que nosotros, el ego, no deja de ser también una proyección. Pero… ¿no estaba hablando de sueños?

miércoles, 27 de octubre de 2010

Fractales




La semana pasada falleció Benoit Mandelbrot, moderno “padre” de las fractales (así, en femenino, como a él le gustaba denominar a estas estructuras). Mandelbrot no se destacó, como sí hicieron Prigogyne ó Lovelock, como escritor divulgador (que no vulgarizador) de su obra: sus libros resultan poco interesantes en comparación con la riqueza de sus hallazgos. La fractalidad abre en nuestra mente algo más que bellos dibujos ó funciones matemáticas capaces de encajar ajustadamente con las más variadas muestras del “mundo real”, desde la geometría de las montañas hasta la apariencia del firmamento, pasando por las oscilaciones de los valores bursátiles. La fractalidad expresa, por así decirlo, nuestra nueva forma de mirar hacia el mundo. Si la geometría del espejo evoca en nosotros la polaridad del mito y el reflejo del alma, la de la fractal nos traslada de la objetualidad y el dualismo al holismo, a la teoría de sistemas, a la procesalidad. Si prolongamos la operación que da lugar al triángulo de Sierpinsky hasta el infinito, nos desaparece el “objeto”, quedando únicamente la estructura subyacente: bella historia que hace añicos la vieja dualidad forma-contenido. En música, la idea de fractalidad ha dado lugar a muy diversas interpretaciones. Hoy la quiero ligar (aunque no acabo de saber cómo hacerlo) con la construcción de nuevos instrumentos musicales basados en fenómenos naturales. Concretamente, el llamado waterphone, que además de producir unos atractivos sonidos, poseen éstos un notable grado de independencia de su tañedor. El aquafono, junto con el hang, podría ser considerado como un instrumento holístico ó una escultura sonora.

sábado, 23 de octubre de 2010

Imágenes

                       







El pasado siglo XX, de por sí rico en imágenes, nos ha legado dos de ellas de alto contenido simbólico, dos instantáneas que han cambiado para siempre nuestra percepción del mundo. La primera de ellas se refiere al poder (auto)destructivo al que la humanidad ha accedido en tal época. Este poder se basa además en una recién descubierta nueva dimensión de la materia; nada menos que su percepción como energía concentrada. De alguna manera hemos visitado más de cerca la naturaleza íntima de la materia al tiempo que hemos atisbado una imagen del infierno; una nueva versión de Fausto y El Aprendiz de Brujo. La segunda imagen, en cierta manera, es complementaria de la primera. Una instantánea que contiene, en su interior, a toda la humanidad y su sistema planetario: la Vida, pero también nos presenta lo relativo de las dimensiones y la infinita pequeñez de nuestra Tierra en el Universo. Ambas imágenes dan pie a nuevas cosmovisiones que se pueden ampliar hasta límites inverosímiles: el agujero negro, concentración tal de materia que todo lo engulle, luz incluída –y que por tanto no podemos “ver” de forma convencional-, constituyendo una especie de ombligo entre nuestro mundo físico y una dimensión desconocida, y la posible imagen de nuestra galaxia, la Vía Láctea, captada desde otra galaxia –imagen que probablemente no pueda ser vista por humanos hasta dentro de unos cuantos millones de años, tiempo necesario para que dicha imagen efectúe el correspondiente viaje-. Mientras tanto, en nuestro pequeño mundo seguimos con nuestras grandes crisis.

jueves, 14 de octubre de 2010

Aprehensión

Una de las claves para poder aprender algo es ser conscientes de que todavía no poseemos la experiencia de lo que vamos a aprender. Si lo que aprendemos es una técnica, nos hará falta un cierto tiempo –que puede ir desde unos minutos hasta bastantes años- para adquirirla y manejarla con soltura. Casi todo el mundo es capaz de entender esto. Si lo que aprendemos es un concepto, también deberemos dejar que éste prenda en nosotros. Si el concepto está contenido en nuestra forma de pensar –es decir no es más, en el fondo, que una nueva estructura relacional- el proceso puede ser rápido (aunque para manejarlo con soltura haga falta, de nuevo, cierta rodadura). Pero si el concepto está más allá de nuestros esquemas habituales, o incluso más allá de nuestra estructura cognitiva, no nos queda más remedio, para avanzar en esa dirección, que hacer lo que los profesores de otrora llamaban “un acto de fe” y suponer que allá donde nosotros todavía no vemos nada hay algo a lo que quizá podamos acceder con un poco de tesón. Aquí toma su verdadera  significación el verbo “aprender” en el sentido de aprehender, o sea, el de llegar a conocer. Y esto sirve tanto para un concepto filosófico como para una obra de arte como para una cosmovisión física. Y esto ya hay mucha menos gente capaz de entenderlo. Cuando no hemos alcanzado el grado de madurez medio de nuestro entorno, en etapas infantiles, la velocidad habitual de crecimiento (físico, emocional, intelectual, moral) es tal que parece llevar de forma ineludible hacia un desarrollo. En etapas en las que se ha alcanzado el nivel medio de madurez parece que el deseo de avanzar un paso más cesa en numerosos casos, llegando a hacer creer al individuo que lo que está más allá de sus capacidades actuales es el producto de la fantasía de otros, lo que le lleva a mirarlo con indiferencia ó incluso con desdén, cuando la pulsión inconsciente parece amenazar su hubris. Un caso más de lo que hace poco tildaba de no dejar que las cosas fluyan.

jueves, 7 de octubre de 2010

Música y género

La así llamada “Nueva Musicología” agrupa a una buena parte de la musicología actual y está fuertemente influenciada por los llamados estudios culturales americanos, el feminismo, los estudios de género (incluyendo la teoría queer) y el post-colonialismo, amén de la siempre presente post-modernidad. Y en su afán transgresor ha encontrado unos cuantos blancos predilectos: Beethoven, la forma sonata, la tonalidad, los compositores seriales…Especialmente agresiva se ha mostrado la musicóloga Susan McClary, llegando a afirmar que “la forma sonata muestra las características esenciales de una identidad de género: sexismo, imperialismo y misoginia” porque ciertos estudiosos de otrora etiquetaron de “masculino” al primer tema de tal forma musical y de “femenino” al segundo, contraponiendo el carácter mas afirmativo del primero al más lírico del segundo. Si en vez de masculino/femenino el binomio hubiera sido bautizado como logos/eros quizá se hubiera evitado tal interpretación. En nuestra época ya somos lo suficientemente mayorcitos como para comprender que las polaridades de género no se identifican exclusivamente con cada individuo y que las características femeninas y masculinas se presentan, ambas, tanto en hombres como en mujeres como en cualquier sexo intermedio ó alternativo que se pueda imaginar. La misma autora, en un furibundo y conocido texto, describe el pasaje de la recapitulación del primer movimiento de la IX Sinfonía de Beethoven como “uno de los momentos más horrorosos en toda la historia de la música, cuando la cuidadosamente preparada cadencia se frustra y la energía es contenida hasta estallar en la rabia asesina propia de un violador incapaz de alcanzar la liberación”. Me recuerda un viejo chiste en el que un maestro llama al padre de un niño para explicarle lo que él considera una conducta anormal: -“Cuando le pinto dos paralelas horizontales y le pregunto qué ve, me responde que una pareja haciendo el amor en la cama; cuando le pinto unas paralelas verticales me dice que ve una pareja haciendo el amor de pie”-“¡Es que usted también le pinta cada cosa al niño!”, responde mosqueado el padre.

viernes, 1 de octubre de 2010

Impromptu en la bemol

-Lo que te iba diciendo; en este lugar lo mejor es pasar desapercibido. Si, por la razón que fuere, sea ésta tanto buena como mala, se fijan excesivamente en ti, entonces estás perdido ya que al cabo de un cierto tiempo serás indefectiblemente puesto en duda y acabarán prescindiendo de tu persona.
-O sea, que lo que prevalece aquí es una especie de militarismo de baja grey…
-Poco más ó menos: todo lo que es visible acaba cansando a los que detentan el poder, que lo eliminan del sistema como pura acción de huída hacia delante, ya que intuyen muy equivocadamente que lo desconocido por venir siempre es mejor que lo conocido interno.
-Pero, ¿alguna vez eso será cierto, no?
-Alguna vez, obviamente, sí, pero no siempre.
-¿Y solo por esa razón?
-Bueno, y también porque creen que eres como un limón que, una vez exprimido, has agotado tus posibilidades.
-O sea que aquí seguramente todo el mundo debe de intentar pasar desapercibido, cosa harto difícil ya que si todos están agazapados cuesta mucho encontrar un parapeto tras el que esconderse.
-¡No lo creas! Siempre existe un grupo relativamente numeroso que, bien sea por pura y desmesurada ambición ó simplemente por pura e ingenua inexperiencia, cae en la trampa e inicia la ascensión hasta la boca del volcán.
-Y creen que a ellos no les pasará nada…
-Exactamente.
-Pero siempre puede ser que a alguno no le pase nada…
-Evidentemente, aunque la experiencia acumulada hace más bien difícil esta posibilidad.
-Pero si en la sociedad todo el mundo actuara así, ¡estaríamos en el mismo sitio desde hace miles de años!
-Es que estamos en el mismo sitio…
-¿Pero tú eres incapaz de ver la evolución?
-La evolución se despliega por rachas: en determinadas épocas avanza a pasos agigantados, mientras que en otras se estanca y parece no existir.
-Fíjate en el protagonista de Turandot: sabe que decenas de pretendientes han sido decapitados con anterioridad y, con todo, inicia el proceso: Fortuna audaces iuvat!
-Sí, pero la princesa Turandot, pese a todo, debía ser más blanda, en el fondo, que el Gran Hermano.
-Pero ¡si el Gran Hermano no existe!
-Te equivocas: sí que existe, aunque básicamente en nuestra imaginación. Y de ahí su omnipresencia y ubicuidad: lo tenemos tan asumido que cuesta quitárnoslo de encima.
-O sea, que en el fondo, es una proyección…
-En donde depositamos todos los miedos y tensiones que hemos eliminado de nuestra conciencia…
-Entonces, ¿qué me aconsejas?
-Depende de lo que quieras alcanzar. Si lo que quieres es una notoriedad efímera o muy efímera que solamente satisfaga tu ego durante un breve lapso de tiempo, no pases desapercibido. Si lo que quieres es paz y tranquilidad, agazápate.
-Pero si me agazapo e ignoro el problema ¡no podré tener nunca paz y tranquilidad!
-En ese caso, búscate otro lugar más evolucionado y adecuadamente estructurado para trabajar… ¡si es que existe!

jueves, 23 de septiembre de 2010

Percepciones

Cuando, en un intento por ampliar nuestro ámbito usual de percepciones, nos imaginamos una realidad “trans-temporal” lo primero que nos viene a la mente es un paisaje ideal con resonancias de paraíso, un paisaje lunar o cosas por el estilo. En realidad nunca ampliamos nuestra percepción habitual de “la realidad” sino que más bien fantaseamos con nuestra imaginación espacial. Quizás porque en nuestra cultura y en nuestro momento la vista y el espacio anteceden al oído y el tiempo. Si nos intentamos imaginar una realidad “trans-espacial” nuestra imaginación lo tiene mucho más duro: la superación del tiempo, a las malas, puede llegar a entrar en nuestros esquemas; la superación del espacio es otra cosa. Y sin embargo, tanto espacio como tiempo son modelados por nuestra mente y, consecuentemente, ambos pueden ser susceptibles de ser ampliados en su percepción. Es más, espacio y tiempo están íntimamente relacionados, y no solamente desde el punto de vista puramente físico. Para imaginarnos una realidad trans-espacial y trans-temporal no necesitamos fantasear con nuestra imaginación. Lo único que debemos hacer es tener plena consciencia de esta realidad. Los místicos, contrariamente a la idea que vulgarmente se tiene, tienen siempre esta conciencia sin escapar para nada del “aquí y ahora”. Para concluir que la descripción “la Tierra gira alrededor del sol” es más evolucionada que la descripción “el Sol gira alrededor de la Tierra” sin movernos físicamente de la superficie de nuestro planeta no se necesita otra cosa (aparte de los datos correspondientes a los movimientos planetarios) que ampliar el ámbito de nuestra percepción –cosa difícil de lograr, por otra parte, en el momento inicial-.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Objetos históricos




El problema de la interpretación musical con criterios históricos está, como se sabe, íntimamente ligado al de la hermenéutica. Según la moderna (o ya clásica) concepción gadameriana el círculo hermenéutico está formado tanto por la perspectiva del emisor como por la del receptor, sobre un fondo común (por lejano que sea) que abrace ambas perspectivas. Cuando el objeto a interpretar es un texto antiguo (“nunca leo ningún texto con menos de 2000 años de antigüedad”, bromeaba Gadamer), bien de filosofía ó de religión que de alguna manera ha dejado de resonar en nosotros la situación es muy diferente respecto a la aprehensión de un objeto artístico con lenguaje no semántico de menor antigüedad que de alguna manera sigue estando viva y construyendo experiencias en nuestra consciencia. El principal caballo de batalla de los introductores y defensores de la interpretación con criterios históricos ha sido y sigue en parte siendo el preservar el patrimonio musical medieval, renacentista y barroco del sentimentalismo o, como ellos bien afirman, de las interpretaciones románticas. Ya desde sus inicios, el antiromántico siglo XX vió nacer una primera toma de conciencia al respecto, con los redescubrimientos de Vivaldi, Monteverdi, Frescobaldi y buena parte del repertorio italiano anterior al S XIX por parte de G.F.Malipiero y, más tarde, los de Gesualdo (Stravinsky) ó Purcell (Britten). Posteriormente el área de influencia de este tipo de interpretación ha ido ganando terreno a la historia, con la incorporación de los compositores clásicos y primeros románticos. Y entonces, claro está, la lucha contra las intrerpretaciones románticas ha quedado un poco fuera de lugar y se ha ahondado en algo bastante más discutible: la eliminación de cualquier vestigio de perspectiva ulterior. Es en este momento en el que aparecen las interpretaciones en irremediablemente desafinados forte-pianos (Schubert y Beetoven especialmente) y, poco más tarde, tomando equivocadamente cualquier emoción por expresión de sentimentalismo se da el visado al aburrimiento en música: si algo suena interesante, es que está fuera de contexto. Por eso esas interpretaciones se permiten abordar una sinfonía clásica sin efectuar un solo apoyo musical a lo largo de ella, en lo que se supone que es un esfuerzo purista y acaba siendo, a mi modo de ver, una demostración de la carencia del más elemental sentido del ritmo. Pero al margen de todos estos detalles técnicos, la cuestión sigue en pie: ¿Qué es para nosotros la música de Bach? Si la consideramos un objeto histórico que debemos interpretar tal y como se hacía en 1720 la relegamos al estudio científico o al museo de curiosidades históricas. Si la consideramos un objeto ahistórico, en realidad, más que preservarla, lo que hacemos es cortar cualquier vía de comunicación con nuestra (histórica) experiencia. ¿Qué vía queda, entonces? Pues la de considerar este objeto como algo vivo, como parte de nuestro propio desarrollo histórico, que por el momento es capaz de hablar en nuestra propia lengua. En pocas palabras: creo que la escucha de la música de Bach con los oídos de 1720 –caso de ser posible- la deberíamos dejar para el científico (semiólogo, antropólogo o historiador) y nosotros escucharla con el oído propio de la experiencia ulterior. Algo parecido sucede cuando observamos una pintura flamenca del XVII que ha sido restaurada con colores chillones: quizá era como la veían sus contemporáneos, pero hay que recordar que la pintura y la fotografía tienen vidas y desarrollos diferentes. Un poco como canta Brassens con palabras de Corneille:

Le temps au plus belles choses
se plait a faire un afront

et saura faner vos roses
comme il a ridé mon front.

Aunque quizás nos veamos entonces sorprendidos por la misma respuesta que el ilustre literato:

-Peut-être que je serai vielle,
-reponds marquise-, cependant
j’ai vingt-sis ans, mon vieux Corneille
et je t’emmerde en attendant.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Motto


Una de las claves para la mínima aprehensión de las diferencias entre las mentalidades oriental y occidental pasa por la consideración sobre la naturaleza de la participación del yo, de la voluntad, sobre el ello, el entorno. De hecho, la presentación que estoy haciendo ya acusa fuertemente mi origen occidental, con su clara distinción entre el yo y el entorno, siendo el dualismo cartesiano uno de sus más clásicos exponentes. Hace pocos meses, durante un curso corporativo al principio del cual se pidió a los participantes que expusieran un motto que describiera su desenvolvimiento vital, improvisé, por convencimiento pero también por aportar una visión alternativa, una frase de claro regusto orientalizante: dejar que las cosas fluyan (frente al casi general “adelante a todo tren”). A todo el mundo le pareció muy bien, pero durante una pausa una joven participante se me acercó y me comentó que si todos adoptáramos esta actitud, no se lograría cambiar nada. En pocas palabras, pese a que aparentemente le gustaba mi filosofía (por chic, supongo), la pasividad que ella veía desprenderse de mi improvisado motto no se ajustaba a su visión. Le contesté con mucha cortesía que una cosa no tenía nada que ver con la otra. Más bien que los occidentales miran el televisor como si vieran la vida y que los orientales miran la vida como si vieran el televisor. Las dos aproximaciones son parciales y el verdadero camino está en la superación de ambas. Volviendo a mi sintético motto, dejar que las cosas fluyan es lo que dejamos de hacer desde el momento en que creamos compartimentos estancos para todos nuestros pensamientos, sean éstos impresiones, opiniones, recuerdos, referencias o (especialmente), deducciones. Y precisamente, en muchas ocasiones, la mejor manera de hacer que las cosas no acaben nunca de cambiar es impedir su flujo y trocarlo en una irreflexiva huída adelante a todo tren. Esto ya me pareció mucho más difícil de explicar a mi joven colega durante los cinco minutos que duró el descanso.

viernes, 3 de septiembre de 2010

País

En España existe desde tiempo inmemorial un deporte al que todos nos abonamos con suma facilidad: la crítica más ó menos superficial y destructiva de los más variados elementos que configuran el estado. No solamente eso; también es muy corriente hablar con desprecio de ese deporte (mientras se sigue practicando, claro está). Yo me confieso practicante de ambas modalidades (la segunda de ellas, la más perversa, es la que estoy desarrollando en estos momentos). Existe un momento preferido para la práctica de tales menesteres: a la vuelta de un viaje de trabajo ó de vacaciones por lugares más civilizados. Es entonces cuando, teniendo frescos los elementos de comparación, nos lanzamos con más fervor a la actividad de marras. Aunque por un lado se admiran las tierras con más organización por otro se tiende a despreciar a sus habitantes. X es un país muy bonito, el problema es que está lleno de (naturales de X). Esta frase la hemos oído todos. El problema del que la pronuncia es que no se da cuenta de que X y (naturales de X) forman un todo indisoluble. X es así porque sus habitantes la hacen así y la han hecho así durante siglos. En España todos nos quejamos de que el espacio público (físico y no-físico) no acaba de funcionar, pero por otro lado establecemos una fuerte barrera entre lo nuestro y lo compartido, que no consideramos nuestro. Esta falta de conciencia comunitaria se une a las ansias de no dar ni golpe que hace que, en el fondo, los pelotazos y sus autores sean inconscientemente admirados. Cierto primitivismo en las costumbres y un gusto desmesurado por el lujo y la apariencia hacen el resto.

lunes, 30 de agosto de 2010

Representaciones


Esta mañana he podido observar la presencia de pequeñas nubecillas iluminadas por el tímido sol naciente que recordaban a las que aparecen en los cuadros de Canaletto. Poco más tarde han evolucionado hacia grandes cúmulos lechosos tales como los que aparecen en los frescos de Tiépolo, que después se han transformado, por fin, en un cielo amenazador como en algunos cuadros de Turner. La naturaleza imita al arte, vieja frase que expresa un modo de sentir muy particular. Las emociones que puede suscitar la contemplación de la naturaleza filtrada a través de la cultura poco tienen que ver con las que puede suscitar la contemplación de la propia naturaleza. Más que una emoción real frente a una intelectualizada lo que aquí entra en juego es todo un sistema de representaciones. Se trata de algo parecido a una cita literaria: los que las utilizan usualmente –exceptuando, tal vez, aquellos que lo hacen simplemente para barnizarse con una vana capa de culteranismo-, muestran, en el fondo, su mapa de identificaciones y, con ello, su auténtica “realidad”, aquella en la que ubican sus impulsos y energías. En algunas ocasiones el simple sonido de una puerta cerrándose evoca en mí el sonido inicial de la pieza de Stravinsky The Flood -que allá quiere simbolizar el origen del mundo de acuerdo con el Génesis-, haciéndome así salivar cual perro de Pavlov, hecho que al tiempo me recuerda el condicionamiento previo al que he estado sometido. Y éste es, una vez más, el punto clave. Recuerdo que hace unos treinta y cinco años, el chirrido del freno de un ferrocarril metropolitano evocó tanto en mí como en un compañero el famoso acorde de Tristan –huelga decir que en aquella época estábamos impregnados de Wagner-, así como el rechinar de la puerta de un aula que siempre asociaba al famoso arpegio de la flauta en la straussiana Salome, sensación definitoria también del paisaje de aquel momento. El caso auditivo más extremo que he vivido hizo que oyera el sonido de los cencerros de un rebaño de ovejas que se aproximaba como una composición à la Cage –para gran escándalo de los que reconocían el sonido como habitual-. La famosa secuencia de fotografías mostrando a George Balanchine “coreografiando” los movimientos de su gato ó la no menos celebrada e irónica frase del personaje de la felliniana E la nave va (¡qué bella puesta de sol!¡parece un decorado! -refiriéndose a un nada disimulado decorado-) se sitúan también alrededor de la supuesta dicotomía naturaleza/cultura.

sábado, 21 de agosto de 2010

Minorías

Por mucho respeto que hoy imponga el término minorías, su correspondiente genitivo minoritario parece ejercer todavía el efecto contrario sobre la apreciación general. Los productos minoritarios representan aquello a lo que una mayoría no puede acceder, bien sea por motivos económicos, bien sea por motivos digamos culturales. Para acceder a los productos minoritarios haría falta, pues, un nivel económico mayor ó un grado de conocimiento y experiencia mayores. El primer caso siempre se tiene presente, pero no así el segundo, que en ocasiones tiende a ser ignorado. La apreciación artística es un fenómeno bastante complejo en el que juegan un papel importante la predisposición innata de cada individuo y también su grado de experiencia. Y no me canso de repetir que el grado de experiencia crece con la práctica y con el tiempo. El problema es que los managers culturales ya solamente se guían por criterios comerciales y esta tendencia, aplicada reiteradamente con los años, lo único que ha hecho ha sido agravar el problema. Leo en un blog musical que en la Public Broadcasting Service (PBS), cadena pública de TV en USA que programa lo que las cadenas comerciales tienden a evitar, la música clásica entre otras cosas, y que si en otras épocas programaba el Ring de Chéreau/Boulez y ahora tiende más a Bocellis y André Rieus (con todos los respetos) planea retransmitir un concierto con músicas de videojuegos. Es como la orquesta de mi pueblo, que incluye en su temporada conciertos de música de películas (ya sé que los grandes compositores también han escrito grandes obras del género, pero en donde mejor colocadas están es en las propias películas, no?), mientras que sigue ignorando una parte importante del repertorio orquestal. La apreciación artística se hace particularmente enrevesada cuando se trata de obras contemporáneas. No solamente en lo que respecta al arte; también sucede en otras áreas como en las artes decorativas. Lo que hoy puede parecer magnífico pasado mañana puede estar liquidado. Para distinguir entre lo más permanente y lo más circunstancial hace falta cierto olfato, como lo poseían Diaghilev ó Kahnweiler. Mensaje final: si no nos preocupamos de las minorías acabaremos en la gran mediocridad gris que todo lo arrasa pero todo lo desconoce. En la pobreza cultural más extrema, que, dicho sea de paso, en España está a menudo a la vuelta de la esquina.

sábado, 14 de agosto de 2010

Clásicos


Es un hecho ya muy comentado aquí el que las obras de arte ofrecen una rica disposición de facetas que permiten que su público potencial pueda casi siempre identificarse con alguna de ellas, sean cuales sean sus gustos personales y su grado de desenvolvimiento. De esa manera podemos revisitar las obras a medida que nuestra experiencia avanza y observar cómo ellas también parecen madurar junto con nosotros. De la misma manera que algunas obras viajan con nosotros y con nosotros se renuevan, otras dejan de hacerlo porque nuestra identificación de alguna manera se relativiza ó incluso disminuye y llega a desaparecer. Quizás porque no pueden crecer con nosotros ó porque nosotros crecemos en otra dirección. Aunque en éste último caso siempre es posible el ulterior reencuentro, en un entorno renovado. Cuando el propio aliento de la obra es tan escaso que difícilmente puede viajar muy allá estamos en el primer caso. Esta afirmación es abiertamente incompatible con los postulados de la postmodernidad, por cierto. Me acuerdo a tal respecto de una entrevista hecha a Ingmar Bergman en ocasión del estreno de su Flauta Mágica en la que el director sueco afirmaba que en su juventud solamente se había interesado por dos óperas, la mencionada obra de Mozart, y la Mignon de Ambroise Thomas, asegurando que en este último caso el motivo del interés debía de ser la soprano protagonista. En la modalidad citada de las obras que no viajan por falta de aliento lo que debemos de hacer es relativizarlas, ponerlas en su lugar. Cuando Stravinsky, acérrimo defensor de la música de Tchaikovsky, sale al encuentro de los que tachan a su ilustre predecesor de “banal”, recalca que la banalidad consiste en colocar las cosas en la categoría que no les corresponde. Como la música de Tchaikovsky no pretende ser colocada en ninguna categoría en particular, las acusaciones, dice, están fuera de lugar. ¿A quienes solemos reencontrar al cabo de los años, con aspecto renovado y ofreciéndonos una rica paleta que en nuestras épocas juveniles no intuíamos? A los grandes clásicos. Seulement les romantiques peuvent comprendre les classiques parce qu’ils les lisent comme ont été écrits, romantiquement, lanza un retador Proust. A los clásicos incluso los románticos los pueden captar, esto lo digo yo. Otro asunto es el definir con precisión el concepto de clásicos. El estilo clásico ¿representa la culminación del estilo de la “práctica común” o más bien establece los jalones que la definen? Tema interesante para otra entrada.

lunes, 9 de agosto de 2010

Ilusiones

El hombre de ciencia actual tiene una tendencia innata a proyectar en el orbe de lo objetivo y normativo la propia subjetividad y creencias, sean éstas paradigmáticas y culturales ó incluso idiosincráticas y personales. Y ello se hace todavía más cierto dentro del subconjunto de la ciencia analítica, no debido a una característica suya esencial sino más bien al momento y grado de desgaste que este tipo de conocimiento conlleva. Y es que el paquete objeto / sistema aislado / causalidad / pensamiento lineal asociado a dicha ciencia analítica tiene algo de indisoluble. El pensamiento analítico se hizo más sólido a partir del paradigma newtoniano y llegó a su máximo apogeo en el S XIX. A lo largo del S XX aparece, como término ampliativo, el pensamiento sistémico, asociado al paquete proceso / red sistémica / homeostasis / pensamiento no lineal. Para un científico del XIX (al igual que para el lego en la materia) el término causalidad era previo y normativo, anterior e independiente del trabajo de investigación. Para un científico sistémico dicho término ha dejado de tener sentido. En una red sistémica no existen, propiamente hablando, causas y efectos, sino procesos reforzantes mutuamente acoplados. Con un sencillo y elegante modelo matemático James Lovelock demostró en su teoría Gaia como, desde un punto de vista teórico, la vida y su ecosistema se refuerzan mutuamente. Previamente, Manfred Eigen había mostrado cómo los ciclos catalíticos puramente químicos pueden llegar a formar una red sistémica que sirve de puente entre la química y la biología. En esa misma época, Ilya Prigogine amplió los horizontes del segundo principio de termodinámica para enseñar como la vida puede considerarse una estructura disipativa que se autoestabiliza a base de un rápido intercambio de materia y energía con el medio. Es por eso que ahora, cada vez que leo alguna cosa sobre la supuesta dicotomía darwinismo-creacionismo no considero ambos bandos como antitéticos sino afectos del mismo problema de base, a saber, su pertenencia a un esquema mental caduco.

lunes, 2 de agosto de 2010

Día y Noche




                    La noche, o más bien la oposición entre el día y la noche, ha sido un tema recurrente en la literatura de todos los tiempos y culturas. El día viene a representar lo que el sol, esto es, la racionalidad, el intelecto, la consciencia de la vigilia, lo des-cubierto, mientras que la noche retiene las características de la intuición, el sentimiento, lo inconsciente, lo oculto. El día presenta las características de la masculinidad mientras que la noche presenta las de la feminidad. Evidentemente que no hay día sin noche ni noche sin día: tal eterna alternancia forma la bases de nuestra propia percepción de la polaridad. La noche representaría por tanto, desde cierto punto de vista muy concreto, el repositorio que alberga todas las posibilidades (que solamente se nos aparecen en la zona transmental una vez cesa la luz) ó una parte mayoritaria de ellas (el inconsciente junguiano), siendo entonces el día la exigua fracción disponible para la racionalidad ó incluso para nuestros menesteres cotidianos. Pero la noche alberga también el sentido de la preracionalidad –y de hecho el inconsciente junguiano puede también encajar en este apartado- menos evolucionada. La noche es el medio ideal en que el adolescente se mueve a sus anchas, evitando a la vez la niñez evidentemente regresiva y el mundo solar adulto. La noche es también la zona propia de Dionisos, que tiende a dejar a Apolo la zona del sol. Evidentemente que los instintos tienen que dejarse fluir, pero canalizados a través del correspondiente nivel evolutivo. La noche alberga, pues, tanto terrenos trans- como pre-mentales. En el II acto del wagneriano Tristan und Isolde el desarrollo amoroso tiene lugar durante la noche –fuera de la ley del día-, y al amanecer, con la aparición del rey Marke y el traidor Melot, Tristan murmura:


-El triste día, ¡por última vez!

El príncipe desconocido del pucciniano Turandot reta a la vengativa princesa a averiguar su nombre antes del alba para obtener su persona, siendo su muerte la contrapartida. Aquí la noche se asocia con lo oculto, que guarda su atracción hasta su des-cubrimiento con la llegada del sol. Un siglo antes de estas consideraciones, en la mozartiana Zauberflöte, asistimos a toda una correspondencia día/noche basada en los valores de la Ilustración –a través de la masonería de la época-. El proceso de evolución de Pamina/Tamino desde el reino infantil de la fantasía, regentado por la Reina de la Noche, hasta el reino de la sabiduría, regentado por Sarastro, es el tema central de la ópera. Tres cuartos de siglo antes que Tristan, Sarastro observa al final de la obra:

-Los rayos del sol ahuyentan la noche
y destruyen el diabólico poder del hipócrita.

No olvidemos, a pesar de todo, que las polaridades –como la representada por los conceptos de noche/día- tienen su base en el lenguaje mítico. Para el lenguaje post-racional los términos de la polaridad tienen que haberse integrado hasta alcanzar un orden dimensional más complejo. Es lo que sucede en el film de los Hermanos Marx Animal Crackers. Mientras los elementos del surrealista trío están esperando para huir del salón que ha sido escenario de un robo uno de ellos abre una puerta de salida hacia un exterior que aparece nocturno y en plena tormenta. El inefable Harpo abre entonces la salida opuesta, a través de la que luce un bello día primaveral. ¡Ah, el sol de Florida! exclama Groucho mientras abandonan la estancia.

miércoles, 21 de julio de 2010

Publicidad

La publicidad es el intento deliberado de gestionar la percepción de un objeto, trátese de gente, bienes, servicios, organizaciones ó creaciones –Wikipedia dixit-. La definición me parece extremadamente precisa y locuaz. Entonces las funciones de la publicidad irían desde el inocente anuncio que da a conocer un producto hasta las formas más sofisticadas del engaño colectivo. Además la publicidad necesita delimitar el público hacia el cual va dirigida en relación a determinado objeto. Existirá un sector que querrá gastar su dinero en determinados productos que se vean adornados por la etiqueta de la exclusividad mientras que otro sector (ó el mismo, pero atendiendo a otros productos de consumo) preferirá gastarse su dinero en un producto por el que las masas ya han mostrado sus preferencias. El primer reclamo contendría el anzuelo de “tú eres mejor que el resto porque consumes productos de élite” mientras que el segundo el de “tú formas parte del grupo de ciudadanos que están al día”. O sea, que ambos anzuelos pueden resultar un poco contradictorios si se ponen en paralelo sin matizar su filiación y uso. El primero valora la separación respecto del grupo mientras que el segundo valora la pertenencia al mismo. Lo remarcable es que el objeto del primer grupo suele ser un bien considerado de lujo mientras que el objeto del segundo grupo suele ser un bien más próximo al mundo de la “cultura”. Propongo, como acción subversora del sistema, que se inviertan los roles de ambos mensajes. A partir de ahora se podrían publicitar las obras de Elliott Carter, Alain Robbe-Grillet ó Tristan Murail como artículos de lujo cultural mientras que los perfumes, whiskies ó ropa de marca podrían anunciarse como “aquello que casi todo el mundo desea poseer y usar”. Amén.

miércoles, 14 de julio de 2010

Desbordamiento

Parece que el sistema esté entrando en barrena sin que nadie pueda a ciencia cierta avanzar cuáles serán las consecuencias de su desplome. La presión social, por adormecida que esté la población, tarde ó temprano hará su aparición. Mientras tanto seguimos mirando para otro lado y asegurándonos a nosotros mismos en todo instante que todo está controlado y que todo es perfecto, salvo algunos pequeños detalles que pronto se arreglarán (como en la vieja canción Tout va très bien, Madame la Marquise). La situación actual de todas las actividades sociales puede asimilarse a la de un flujo retenido. Como cualquier cambio representa el abandono de unos esquemas en pos de otros, los abanderados de los esquemas previos se enquistan y lo que ha sido en otro tiempo útil y productivo se hace progresivamente reaccionario y tóxico. Si los esquemas (no solamente me refiero a la actividad fáctica sino también –especialmente- a la mental) quedan artificialmente retenidos y algo deja de fluir, la tensión aumenta hasta que el flujo retenido se desborda y las cosas vuelven a fluir por el camino alternativo. Las alternativas al desbordamiento son fáciles de enumerar pero difíciles de llevar a la práctica. Sin embargo, todo pasa por un cambio de mentalidad. Un cambio de mentalidad no es un cambio de idea, sino un cambio en la forma de pensar. Y este cambio debería ser abanderado por intelectuales y políticos. Por el momento, los partidos liberales están anclados en una mentalidad decimonónica, mientras que los partidos conservadores lo están en una mentalidad diecisetesca. Esas mentalidades funcionaron bien en su época, pero ya no son apropiadas en nuestros días. Las alternativas ecologistas, de decrecimiento, de superación del concepto de nación-estado, no son seriamente consideradas por la mayor parte de los poderes (entre ellos, por muchos de los partidos decimonónicos aliados con alguna de estas causas). Aunque gran parte de la ciudadanía cae todavía en la trampa de tener que elegir entre el XVII y el XIX, una proporción creciente es consciente de la necesidad de un cambio. ¿Tenemos que esperar al desbordamiento para poder atisbarlo?

viernes, 9 de julio de 2010

Gustos personales


En cuestiones de intérpretes musicales, como en la mayor parte de asuntos de este mundo, todo es cuestión de gustos. Uno se puede identificar en grado máximo con interpretaciones más ó menos puristas, rompedoras, académicas, elegantes, expresivas, vulgares, histriónicas, sinceras, concentradas ó superficiales. Y lo que a uno le puede parecer maravilloso, a otro puede disgustarle. Un factor importante en esta elección hace referencia a las primeras versiones a través de las cuales uno tuvo su primer acceso a ciertas obras. Estas primeras versiones escuchadas marcan una invisible impronta que a menudo mantiene una vinculación emocional de largo alcance (como la cocina de la madre ó la abuela). Los intérpretes histriónicos parecen ser más capaces de dejar una huella profunda en sus seguidores porque acaban encarnando mitos (véanse las Callas, Glenn Goulds, Toscaninis ó Horowitzs), pero también existe un tipo de intérprete que acaba identificándose con una obra, es decir, mitificando a un personaje, en el caso de los cantantes. Hace pocos días falleció Cesare Siepi, el bajo que encarnó al Don Giovanni prototípico de toda una época. Evidentemente Siepi forma parte (junto con Tebaldi, Corelli, Schwarzkopf, Fischer-Dieskau, de los Ángeles, Ludwig, Corena, Della Casa, Alva, Prey y otros muchos) de la generación de cantantes que contribuyó a crear mi propia impronta, mi propia cocina primigenia. Gustos personales aparte, creo que su Don Giovanni sigue siendo el que mejor expresa el drama profundo de contradicciones que encarna el personaje mozartiano, símbolo del hombre post-ilustrado y pre-existencialista. Desde el “misero, atendi se vuoi morir!” que lanza al Commendatore al inicio de la obra hasta el famoso grito final se conjugan arrogancia, rebeldía, cinismo y miedo inconsciente de forma inquietantemente conmovedora.

lunes, 5 de julio de 2010

Adolescentes perpetuos

Federico Fellini repitió en más de una ocasión que la Iglesia Católica del Renacimiento tuvo una gran intuición: tratar a los artistas como perpetuos adolescentes y procurar su trabajo ora con adulaciones, ora con amenazas, gracias a lo cual el mundo se regaló con sus invaluables frutos. Me parece una síntesis brillante y sin rodeos de una cuestión siempre candente, a saber, la relación entre un artista y su obra, o, más bien dicho, la relación entre la capacidad creativa y el grado de desarrollo personal de un gran creador. La clave del dilema se halla en el diferente grado de evolución en lo que a lo intelectual, ético y estético se refiere. Los grandes artistas presentan ya de por sí uno de estos marcadores evolutivos –el último mencionado- anómalamente dimensionado. Pedir que los otros dos se sitúen al mismo nivel sería ya algo sobrehumano. Y no es que, a lo largo de la historia, falten figuras de grandes creadores que a la vez hayan sabido dar un correcto marco intelectual (Stravinsky, Fellini) ó ético (Beethoven, Messiaen) a su obra. Aunque quizás más que a un grado de desarrollo la frase de Fellini se refiera a una supuesta regresión temporal. La que hizo, por ejemplo, que Picasso y Stravinsky fueran detenidos en Nápoles una noche de 1917 por orinar contra una pared de la Galleria, ó la conocida tendencia del propio Fellini a inventar su pasado y utilizar así su propia persona como objeto de creación. El narcisismo, por otra parte, es hoy moneda habitual no entre los genios sino entre todo quisque. Y, claro está, el narcisismo egoico sin contrapartida se hace aún más intolerable. Pero existe un importante contrafactor a considerar: el artista que actúa como un perpetuo adolescente no llega nunca a crecer hasta el punto del estancamiento (o tiene al menos esa ilusión). El adolescente que madura y se convierte en adulto o bien acaba aceptando las convenciones sociales o bien luchando contra ellas para cambiarlas, dos actitudes que no se avienen demasiado con la creación artística, independientemente de que ésta sea conservadora ó revolucionaria. Visto desde este punto, la adolescencia perpetua del artista es a la vez un mecanismo que mantiene viva la energía e ilusión necesarias para seguir extrayendo material de la mina creativa y a la vez excusa la distancia de su comportamiento respecto del de la masa.

martes, 29 de junio de 2010

Pijería

La figura del nuevo rico responde a un caso muy concreto de tipología social que procede de tiempo inmemorial y que, hasta hace poco, daba origen a un tipo de personaje risible, frecuente en la narrativa y el teatro. Desde El Burgués Gentilhombre de Molière hasta Ladrones de poca monta de Woody Allen, pasando por Gente Bien de Rusiñol, la literatura ha utilizado esta figura para ilustrar el hecho de que el desequilibrio entre el cultivo personal y el peculio a favor de éste último suele llevar a situaciones ridículas. También sirve para tranquilizar al ciudadano de rentas limitadas y recordarle que el dinero no lo es todo. En la actualidad, sin embargo, hemos asistido a un incremento espectacular de las figuras emparentadas con la del nuevo rico propias de la pijería urbana. El/la pij@ no posee los grandes recursos económicos del nuevo rico; en lo único que lo iguala e incluso lo supera es en su afán de aparentar. Toda su energía vital está dedicada a mostrar a su vecino que él/ella lo supera en cualquier tipo de posesión (material siempre, claro está). Este tipo de ciudadanos llega a colonizar determinados barrios de las ciudades que se ajustan a su esquema de apariencias de manera que cuando se atraviesan tales zonas tienes a menudo la sensación de haber entrado en otra dimensión. Como personajes literarios no resultan por una causa muy concreta: al tener menos poder adquisitivo que el auténtico nuevo rico y constituir la meta social para mucha de la gente joven en la actualidad no responden a la figura del chivo expiatorio que la catarsis artística prevé. Pero el pijo es profundamente diferente al nuevo rico: en primer lugar posee una componente de vulgaridad que une a sus pocas luces, cosa que no posee el nuevo rico. Además, mantiene un elevado sentido de la competitividad, lo que le ha permitido llegar a su posición actual, a la que no renunciará con facilidad. El nuevo rico en estado puro es más manso y bastante más consciente de sus limitaciones (sirva aquí una referencia a los tres ejemplos literarios propuestos al principio). Y, por encima de todo, el pijo –debido, sin duda, a sus extremas limitaciones- cree que hay un solo camino en la vida, camino en el que él/ella se sitúa en el grupo de cabeza.

miércoles, 23 de junio de 2010

Midsummer


Siguiendo el heraclitano principio de enantiodromía en estos días en que se ha alcanzado el solsticio estival/invernal iniciamos el cambio que transformará en su opuesta la estación del año en que, de acuerdo con nuestra situación relativa en el globo terrestre, nos encontremos. Esto se celebra de una u otra manera en todos los puntos del planeta, como un rito que perpetúa nuestro sentir colectivo (por “nuestro” me refiero a “humano”) y que seguimos sintiendo como una fuerza telúrica, aun a pesar de la gruesa capa amnésico-insensibilizadora que nuestro consumista entorno ha implantado sobre todo tipo de manifestaciones. Hoy en día tendemos a querer quitar esa capa e intentamos asomarnos a una supuesta prístina y originaria expresión. Pero de forma absolutamente involuntaria, en nuestro afán por acceder a las esencias, estropeamos también lo que hay bajo esa capa superficial. Muchos de los movimientos que abogan por el retorno a las fuentes olvidan que ese mismo impulso original se ha ido expresando de forma paulatinamente más evolucionada a lo largo de la historia. Por eso, cuando en ocasiones oigo la renovada consigna rousseauniana sobre los ritos del buen salvaje, que han sido posteriormente castrados por las religiones, no puedo dejar de pensar en la confusión que tan a menudo nos embarga. Las hogueras, las pociones, las plantas medicinales y demás parafernalia del solsticio respondían a un impulso progresivamente sentido como mágico, mítico y mental, y cada período ha sedimentado, y seguirá haciéndolo, sobre nuestra conciencia. Los artistas han sabido captar este impulso y ofrecérnoslo, como en un espejo, para que podamos observar la ambigüedad de todas nuestras intenciones y lo ilusorio de nuestras convicciones: las relaciones humanas en A Midsummer Night’s Dream, la vecindad de los sublime y lo ridículo en Sonrisas de una noche de verano, la construcción social en Die Meistersinger von Nürnberg; las tres ficciones tienen lugar durante este período.

sábado, 12 de junio de 2010

Ilustración


Gran parte del debate histórico entre los filósofos de la modernidad y la postmodernidad (Habermas/Derrida inter alia) tuvo su centro de focalización en la cuestión de la vigencia del discurso de la Ilustración, que los modernistas todavía consideraban vigente. ¿Cuál es el discurso de la Ilustración? Sapere aude, según Kant, la valentía de querer saber. Y, por encima de eso, la fe en un progreso que se basaría en el uso de la razón. Ya el siglo de las luces golpeó con fuerza en su nombre contra los residuos de etapas anteriores. Y en su nombre se gestaron logros como la Declaración de los Derechos del Ciudadano. Cuando la etapa mental-racional que propugnaba la Ilustración entra en declive (en lo que Jean Gebser llamaba su fase deficiente) es cuando asaltan las primeras dudas sobre su discurso, dudas agudizadas a la vista de las dolorosas regresiones vividas a lo largo del S XX. No hay que descuidar tampoco el hecho de que durante la Ilustración el ideal a seguir se hallara circunscrito a la cultura occidental, cuyo canon se elevaba así a la categoría de dogma. En la postmodernidad hemos comprendido –al menos, vislumbrado de forma clara y distinta- que las diferentes visiones interculturales pueden ser igualmente válidas (aunque ahora, dicho sea de paso, hemos caído en el exceso de valorar por un igual los puntos de vista maduros ó evolucionados y los inmaduros ó regresivos). Con todas estas piezas pretendo no otra cosa que sugerir que el discurso de la Ilustración puede seguir siendo perfectamente válido en cuanto a su creencia en una posible evolución, aunque quizás ensanchando su ámbito a zonas más allá de la mera razón (ampliando de tal manera lo de el hombre es feliz si se ilustra a algo así como el proceso de crecimiento da lugar a una ampliación de flujo).

martes, 8 de junio de 2010

Pausa




Me gustaría celebrar la entrada número 300 de este vomitorio público que es transcliché metacorner con algo especial. Algo que haga referencia a la propia etiología del blog. Como en las manchas del test de Rorschach ó en la observación de la forma de las nubes, cada uno ve el mundo según su idiosincrasia. Y, consecuentemente, proyecta su mundo interior inconsciente en tales observaciones. Esto es sano siempre y cuando esta proyección revele al sujeto proyectante algo acerca de su naturaleza. Cuando la propia proyección permanece inconsciente solo puede servir para amargar al proyectante y a su entorno. Creo firmemente que cuanto más intentes agarrar un pensamiento, una situación, un objetivo, más se te escapa éste. La única manera de mantenerlo presente es flirtear ligeramente con él, sin forzar la situación. Solamente cuando todo fluye libremente tiene lugar la catarsis. Y este fluir libremente no es otra cosa que la vida misma. Es la idea central de Otto e mezzo, film que adoro y al que ya me he referido aquí en muchas ocasiones: cuando se deja de intelectualizar todo lo que te rodea es cuando aparece la vida y el gran tapón se deshace como por arte de magia. Entonces, se me dirá, ¿por qué no vives la vida y te dejas de masturbaciones mentales? Porque intento flirtear ligeramente con ella y sus aspectos menos evidentes, porque me gustan las vías de pensamiento alternativo y porque vivo a menudo con más plenitud mi vida interior que la externa. Pero ¡basta de confesiones y volvamos ya al trabajo!

jueves, 3 de junio de 2010

Volcanes





Una populosa región se despierta un día sacudida por la erupción del volcán situado en sus inmediaciones. Las escenas de pánico se suceden mientras la actividad volcánica se intensifica. Al cabo de unas horas buena parte de la zona y sus habitantes han quedado sepultados bajo la lava. Este hecho es interpretado de forma diversa atendiendo al grado de evolución que presenta la civilización en cuestión:


· El volcán se ha enfadado porque este año no se le han tributado todavía los sacrificios humanos que exige periódicamente.

· Los dioses han decidido castigar a la población por no haber obedecido sus preceptos y haber descuidado el culto a la divinidad.

· El volcán ha entrado en una fase de erupción después de estar muchos años en reposo y haber olvidado los ciudadanos el potencial peligro que supone vivir a su lado.

· Se ha llegado a una etapa de desarmonía expresada tanto en las deterioradas relaciones de los humanos entre sí y para con la naturaleza como en la actividad telúrica natural.

· El volcán tranquilo, el volcán en erupción, la ciudad, la naturaleza, la vida y la muerte; todo es uno.

No hay que suponer que alguna de las interpretaciones sea cierta y alguna sea falsa. Todas son ciertas a cierto nivel de desarrollo. La idea de que la 3ª propuesta es la cierta y las otras son falsas está absolutamente teñida de su propio nivel de desarrollo (mental-racional). Hoy día difícilmente nadie en una sociedad industrial (y menos post-industrial) creería que la primera respuesta –la mágica- pudiera ser cierta, pero nuestros ancestros no hubieran opinado lo mismo. Encontraríamos mucho más fácilmente adeptos de la segunda propuesta, la propia del mito. De hecho, la calificación de verdadero/falso es un dualismo propio de la etapa mental-racional. Más allá en la evolución la dualidad se funde y con ella la causalidad y la relación sujeto-objeto, restituyéndose el pensador a su lugar dentro del mundo y dejándose de erigir como el observador independiente de una percepción externa.

sábado, 29 de mayo de 2010

Referencias

Observo que Wikipedia, la enciclopedia libre que todos pueden editar, que podría hoy en día ostentar la máxima que adornaba en otra época una conocida enciclopedia: La obra cumbre del saber humano, está incorporando de manera creciente una sección dedicada a la cultura popular. En ella se recogen las referencias que de un personaje, un concepto ó una obra del pasado se dan en productos considerados de cultura popular: libros ó filmes comerciales, cómics y filmes ó concursos de TV. Se impone aquí una reflexión. Los objetos ó personajes referenciados siempre pertenecen a un pasado más ó menos completo y siempre relevante. Los marcos que proveen las referencias casi siempre son muy recientes y, a pesar de ello, como sucede a menudo en este tipo de productos comerciales, ya se han consumido y olvidado. Lo relativamente efímero referenciando a lo relativamente permanente. Los referentes de masas hablando de lo que las masas (¿ya?) no quieren como referente ¿No forma parte todo esto de los aspectos más fastidiosos de la postmodernidad?