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viernes, 28 de octubre de 2016

Esperpentos


                  Veo un anuncio esperpéntico en el que se oferta una especie de módulo compuesto por una cámara con tierra y la semilla de un árbol y otra cámara preparada para contener las cenizas de un ser querido. El anuncio asegura que el ser querido volverá a vivir en nosotros a través de la incorporación de su materia en un ser viviente, bla, bla, bla. Aparte de lo limitado del asunto por lo que se refiere al tema puramente biológico-molecular, la propuesta hace repensar qué es lo que entendemos por vida, qué es lo que entendemos por persona. Hace más de cuarenta años recuerdo haber leído en un libro de paradojas matemáticas para adolescentes (no sé si tales libros aún se editan o se prescinde de ellos en pos de sexo, drogas y temas más atractivos) una pregunta que hacía referencia a la probabilidad de que un átomo que hubiera formado parte del cuerpo de Julio César estuviera contenido en el cuerpo del lector. Suponiendo que no ha habido gran intercambio de materia fuera del planeta desde aquella época y jugando con el número de Avogadro y el número de humanos que ha habido en el mundo desde aquel entonces, la conclusión era apabullante: la probabilidad era altísima, cercana al 100 %, cosa que sorprendería al comprador de tiestos-resucitadores. Hablando más en serio, lo primero que cabría pensar es que nosotros no somos sistemas materialmente cerrados; que la individualidad –ese preciado sentido del yo que todos poseemos- no es más que el resultado de un extraño bucle que asegura nuestra supervivencia y que tanto nuestra materia –átomos y moléculas- como nuestra alma y nuestro espíritu deben su existencia a una configuración de relaciones, no a un grupo de ladrillos fundamentales apilados. Las cenizas del ser querido han dejado de contener las relaciones que hacían de sus componentes materiales un organismo, un sistema, una persona. Que puedan servir de abono para otro ser vivo es un tema que es obvio. ¿Por qué nos seguimos empeñando en ver cosas en vez de ver relaciones?¿Ceguera primigenia? Si profundizamos en una manera de pensar sistémica nos percataremos de que las fronteras de la vida no son tan claras como pensamos. El virus -que no se reproduce sino que se replica- es una entidad sobre la que no hay un acuerdo cerrado acerca de su carácter de “viviente”. Los priones no están vivos según la noción convencional pero son capaces de transmitir su “plegamiento conformacional equivocado” a otras proteínas, en una especie de “infección físico-química”. La Tierra, pensada como un sistema global Gaia, se nos aparece como un sistema vivo. La individualidad del bucle egoico configura la persona, esa especie de ramillete de roles que asumimos para nuestro día a día y que guían nuestro estar-en-el-mundo. 

viernes, 21 de octubre de 2016

Algoritmos

                       
                 Acabo de leer el monstruosamente largo ensayo del conocido físico Roger Penrose La nueva mente del emperador (1989). La tesis de la obra, anunciada periódicamente a lo largo de la misma, es la constatación del carácter no algorítmico de la mente (humana), lo cual la distingue radicalmente de lo que usualmente entendemos por inteligencia artificial, que sí que en principio sigue instrucciones del tipo máquina de Turing. A lo largo de seis séptimas partes de la obra Penrose despliega complejas disquisiciones –supuestamente escritas para el gran público- alrededor de temas que, como físico y matemático distinguido que es, domina a la perfección: algoritmos y máquinas de Turing, física clásica y relativista, teselaciones, mecánica cuántica, termodinámica y fisiología cerebral. Algunas aproximaciones me han resultado particularmente interesantes (otras tremendamente aburridas). En la última séptima parte de la obra Penrose despliega brevemente su tesis, así como sus ideas sobre la creatividad y el mundo platónico de las ideas,…¡sin referencia significativa aparente hacia todo lo que ha explicado con anterioridad! Debo decir que estoy en un 85% de acuerdo con dichas tesis, pero mi ruta hacia ellas nada tiene que ver con la mecánica cuántica ni con otros modelos físicos. ¿Por qué Penrose acaba su obra invocando la esperanza de que la tesis pueda ser demostrada algún día desde el punto de vista de las ciencias naturales? Un punto de vista muy de los hombres de ciencia británicos. Pienso en los escritos “filosóficos” de Bohr, Heisenberg o Schrödinger. Estaban mucho más basados en la “sabiduría” de sus autores que en sus conocimientos científicos. Y, evidentemente, ninguno de ellos creía en el reduccionismo científico.

lunes, 17 de octubre de 2016

Revisiones


                     El mundo de la ciencia actual tiene el deber inexcusable de revisar sus principios epistemológicos, metodológicos y éticos. Aparte de unas pocas disciplinas que se nutren de una visión sistémica –algunas de las cuales, como la cosmología o la ecología se siguen percibiendo como “de poco impacto para el desarrollo social”-, la mayoría de las ciencias naturales reposan aún sobre un fondo analítico, cartesiano y reduccionista que impide su progreso y las hace servidoras de aquel “dominar la naturaleza” tan típico de la segunda revolución industrial. Actualmente el mundo de la ciencia está dominado –consciente o inconscientemente- por el modelo anglosajón, que refiere a una lógica, una racionalización cerrada que a menudo acaba en un argumento circular. Con esta ciega adopción de las racionalizaciones -que tan a menudo niegan la propia racionalidad- una parte de la ciencia se ha instituido como representante de la verdad absoluta, con capacidad para rehusar el incluir entre sus disciplinas gran variedad de actividades calificados como “pseudociencia”. No tengo problemas para incluir en esta categoría al psicoanálisis o al materialismo histórico –por la misma regla de incumplimiento de falsabilidad popperiana debería también incluirse aquí al darwinismo, afirmación hecha por el propio Popper-. Con lo que sí tengo grandes problemas es con excluir estas aproximaciones “no científicas” de la historia de las ideas grandes y fructíferas. La racionalidad cerrada puede abstraer y recurrir razones pero nunca crear nuevas visiones. Además y especialmente, el modelo de ciencia al que antes me refería rara vez se autoinspecciona para salir del insidioso realismo ingenuo en el que habita desde hace décadas. Supone tácitamente que el observador, separado del objeto, ocupa una posición inexpugnable de clarividencia suprema desde la que observa el mundo de forma pura y absoluta, en una especie de platonismo irreductible, y que esta posición –fuera de toda contingencia- se mantiene eternamente inmutable. Lo que nos lleva a los modelos de pura acumulación que consideran el conocimiento una masa sólida que se deglute hasta el final. Es por eso que todo un apóstol de este modelo como Bertrand Russell, convencido de que el mundo se comporta de forma aristotélica y que ninguna certeza se escapa a la lógica, fue siempre enemigo acérrimo de Kurt Gödel, quien demostró que hasta la aritmética resulta ser un sistema incompleto que se ha de apoyar ad infinitum en otros metasistemas. Y eso que fue el propio Russell quien actualizó la paradoja del cretense, verdadero agujero de la lógica aristotélica.


miércoles, 12 de octubre de 2016

Simplicidad


                             Leyendo el periódico de hoy constato cada vez más que los referentes de que disponemos o en los que las noticias diarias se asientan son absolutamente insuficientes para albergar la complejidad del mundo actual. Nuestro afán de comprar hiperrealidad facilita la labor literaria de una prensa cada vez más falta de metaespacios críticos que delimiten y encuadren las informaciones que ofrece. Los conflictos internacionales son a menudo despachados como una pura confrontación de “buenos” y “malos”, como en un film del oeste. Eso sí; a veces te dejan decidir qué bando ocupa cada categoría, y de esta manera también quedas etiquetado como perteneciente a grupos de “derechas” o “izquierdas”. Todas estas categorías simplistas precisan de una revisión continua que en muchos casos la propia eventualidad pone en evidencia. Observo también una fuerte componente mítica que todavía atrapa a la especie humana y que impide el desarrollo de la complejidad de que hablaba. El mito no debe olvidarse pero tampoco hacer de él el driver de nuestros asuntos socio-políticos. En estos días de convulsión política generalizada observo mitical attachements por todas partes: la celebración o anti-celebración del 12 de octubre (fiesta mítica), los discursos trasnochadamente chauvinistas de la première británica, el discurso de la izquierda-come-capitalistas por parte de algunos políticos catalanes y españoles, las aberrantes invectivas del candidato Trump, el run-run continuo del terrorismo islamista. Hablando de hiperrealidad: el otro dia vi un “documental” sobre los adolescentes que intentan cruzar la frontera de USA provenientes de Centroamérica que ilustra este concepto a la perfección. Las cámaras acompañaban a los menores en sus intentos de subida nocturna a un tren de mercancías (con iluminación especial) hasta que al fin se atrevían a hacerlo (las cámaras también); después subían al coche de un mafioso pasador de migrantes ilegales, a quienes dejaban –las cámaras pasaban legalmente la frontera de Texas- y más tarde se encontraban con algún grupo particular que ayudaba y otro que disuadía a los arriesgados menores. Todo un guión hollywoodiense de bajo coste a tiempo real (?). 

viernes, 7 de octubre de 2016

Hipnopompo


            Hoy me he levantado con aquella sensación de satisfacción que nos proporcionan determinados sueños. Corrijo: es más que una sensación de satisfacción. Se podría decir que es más bien un signo de plenitud. Plenitud ¿de qué? Pues no lo sabemos a ciencia cierta pero nuestro sistema psíquico lo sabe de sobras y por ello a él le basta como alimento para renovar sus energías de las que luego nosotros mismos nos aprovecharemos. Buena parte de tales sueños no hacen más que autoafianzarnos. Casi siempre utilizan simbologías para que su mensaje no se disipe rápidamente en nuestra conciencia. Los simbolismos brillan con numinosidad por más tiempo de lo que lo hacen las enseñanzas conscientes que extraemos de ellos (¿tiempo?...¡el tiempo no existe en el subconsciente!). De este juego de la fantasía, la sabiduría y la ilusión nacen los conocimientos y las realizaciones humanas que más apreciamos: el arte, la ciencia, el pensamiento, las performances deportivas, las creaciones en los campos más diversos. La aparición de un sueño numinoso, ya sea nuevo o repetitivo, es como la formación de una nueva estrella en cuyo horno, paulatinamente, se generará nueva materia que posteriormente será expulsada y ulteriormente alimentada con su calor. Es una lástima que cada vez nos alejemos más, a nivel consciente, de nuestra fuente psíquica. Procuremos que, a pesar de toda la miseria mental que nos rodea y nos impele continua y efectivamente hacia la alienación y mediocridad que los media y los políticos anuncian como estado del bienestar, los soles propios semiinconscientes o los soles ajenos hechos carne en forma de arte, pensamiento y ciencia nos puedan seguir alimentando copiosamente. Amén.



sábado, 1 de octubre de 2016

Venenos


                        El teatro -como la cocaína, el alcohol, el trabajo, el sexo o la música- puede llegar a envenenar la sangre, como se dice popularmente. Y cuando uno está envenenado está, en mayor o menor medida, en brazos de la seducción y la adicción. Como toda plataforma a-racional, el teatro crea sus propios mitos, que a su vez configuran una constelación de ritos, dogmas y tabúes. El paso por un escenario –como por un estadio o una cancha deportiva- une a sus ocupantes como a los pasajeros de un crucero o un viaje aéreo transcontinental. La ejecución dramática, musical, coreográfica y cualquier otra (en determinados casos también la deportiva) supone un movimiento y gestión de energías psíquicas capaces de canalizar una correcta psicomotricidad y expresividad. Y ésta gestión no siempre viene dada de forma automática. Es más: cuanto más se discurre y se duda acerca de ella más elusiva se nos presenta. Como lo último que se desea antes de salir a un escenario es lastimar las emociones o impedir los flujos energéticos, los viajeros del escenario optan por recurrir a la magia y efectuar rituales de superstición que de alguna manera les hagan suponer que la gestión psíquica no está en sus manos sino que depende de algo tan simple como una acción ritual. De ahí también toda la retahíla de frases con que se bendice a alguien a punto de salir a escena que, por mucha explicación histórica que tengan, constituyen básicamente un ritual protector.