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sábado, 29 de mayo de 2010

Referencias

Observo que Wikipedia, la enciclopedia libre que todos pueden editar, que podría hoy en día ostentar la máxima que adornaba en otra época una conocida enciclopedia: La obra cumbre del saber humano, está incorporando de manera creciente una sección dedicada a la cultura popular. En ella se recogen las referencias que de un personaje, un concepto ó una obra del pasado se dan en productos considerados de cultura popular: libros ó filmes comerciales, cómics y filmes ó concursos de TV. Se impone aquí una reflexión. Los objetos ó personajes referenciados siempre pertenecen a un pasado más ó menos completo y siempre relevante. Los marcos que proveen las referencias casi siempre son muy recientes y, a pesar de ello, como sucede a menudo en este tipo de productos comerciales, ya se han consumido y olvidado. Lo relativamente efímero referenciando a lo relativamente permanente. Los referentes de masas hablando de lo que las masas (¿ya?) no quieren como referente ¿No forma parte todo esto de los aspectos más fastidiosos de la postmodernidad?

sábado, 22 de mayo de 2010

Antropocentrismo


Debido, sin duda, a la tendencia gradualmente expansiva de la conciencia, con algunos de los estadios centrados en uno mismo, la historia de las ideas ha pasado por una fase fuertemente teñida de antropocentrismo. Existió, desde luego, una fase previa al surgir del yo, dominada por la identificación con el medio. En tal fase la percepción directa, animal, del fight or flight, hace de driver conductual. En esta fase la divinidad está representada por los astros, algunas especies animales o vegetales, los ríos, volcanes ó truenos. Con el advenimiento de las épocas míticas las divinidades comenzaron a antropomorfizarse (El “Y Dios creó al hombre a su imagen y semejanza” del Génesis hebreo) y las percepciones a hacerse más abstractas, más asociadas al lenguaje y a agruparse en haces imbricados. Con el advenimiento de las etapas mentales las divinidades resultaron plenamente personalizadas (el “Dios es nuestro padre celestial” de Jesucristo) mientras que las percepciones dieron origen a unos lugares comunes que se fueron haciendo progresivamente externos a nuestra percepción. En la última porción de la etapa mental, la etapa mental-racional, que se correspondería más ó menos con el período de la Modernidad, esta vida externa de las percepciones llegó a su máximo apogeo. Todavía Kant, en plena Ilustración (la cumbre de la Modernidad), revisando en sus críticas la propia etiología del pensamiento, y poniendo a la postre la primera pica en Flandes contra de la propia Modernidad, concede a las percepciones del espacio y el tiempo la categoría de precondiciones de la experiencia, es decir, que representan elementos externos e independientes de nuestros juicios, tal como había postulado Newton desde el punto de vista de la Física. Con el advenimiento de las primeras pinceladas de la época transmental se pudo advertir que no solo se estaba antropomorfizando sino que se encubría a posteriori dicha operación. En el mundo de la Física, la relatividad general asumía que el concepto de espacio dejaba de tener sentido cuando se manejaban magnitudes astronómicas, mientras que la mecánica cuántica mostraba que dicho concepto tampoco era útil cuando se estudiaban distancias subatómicas. Ya anteriormente, la relatividad restringida había enseñado que el tiempo no pasaba por igual para todos los observadores. Todo esto coincidió con la progresiva substitución de las deidades personalizadas de las religiones tradicionales por una espiritualidad menos antropomorfizada y más cercana al misticismo (“misticismo ateo” ha sido llamado por algunos). El arte de cada época también ha ido de acuerdo con las mencionadas tendencias; desde el arte rupestre, íntimamente ligado con el simbolismo mágico, hasta la transracionalidad que nos propone la música de Morton Feldman.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Correlatos

Leo en el periódico que investigadores de Harvard han constatado que la conciencia moral del individuo reside en una localización concreta del cerebro (hallazgo paralelo a la tesis que A. Damasio sostiene hace años). Pero no solo eso. El equipo ha sido capaz de modificar los juicios morales de sus conejillos de indias humanos con la sola aplicación de un campo magnético sobre esa zona que la deja temporalmente fuera de servicio. No tengo ningún inconveniente en aceptar el hecho de que exista un correlato neurológico de los juicios morales. También existen correlatos neuromotores que rigen cuando Radu Lupu toca el Concierto Emperador de Beethoven; incluso es probable que si se somete a Lupu a un fuerte campo magnético en la zona adecuada, deje de tocar el Emperador como suele hacerlo y lo haga como cualquier estudiante. Las tesis que sostiene el paper vienen a decir que el sentido de la justicia ó de la moralidad no dependen tanto de la educación recibida como de la biología. O sea que vuelve a poner en la palestra la dualidad cartesiana, decantándose en lo que concierne al tema estudiado hacia uno de sus términos, el de la materia. Creo que el error es precisamente éste: el querer cubrir cualquier juicio con esta dicotomía. Los juicios morales, el lenguaje (al que también hacen referencia los investigadores) y el arte de hacer música están representados todos en la biología, pero unos individuos los desarrollan más que otros. El día que la experiencia y el desarrollo obtenido con esfuerzo se puedan activar con un campo magnético (y espero que ese día tarde en llegar, si ha de hacerlo) tendré que revisar buena parte de mis ideas. Lo que sí ya ha llegado, me temo, es el método meramente físico para provocar regresiones en los ciudadanos. ¡Cuidado con los campos magnéticos!

jueves, 6 de mayo de 2010

Deseos

Oigo de refilón un comentario de algún ciudadano anónimo proveniente de algún aparato de televisión con aquella frase tan tópica: “…para mi, la felicidad sería que me tocara la lotería…”, y cada vez estoy más convencido de que el que suelta esta frase no sabe a ciencia cierta a qué se está refiriendo. Lo que le provoca a este señor una sensación placentera que se podría llamar felicidad no es otra cosa que la fantasía que propone. En esta fantasía se ve a sí mismo levantándose tarde, libre de incompetentes jefes y haciendo lo que le apetezca en cada momento, ajeno a las preocupaciones por el sustento material diario. Lo que no ve son las nuevas preocupaciones que le surgirían: ansias de hacer crecer su pequeña fortuna, recelos hacia la cuadrilla de chupópteros que se formaría a su alrededor, pérdida de amistades, posibles problemas de relaciones con familiares…La felicidad consta de pequeñas cosas y una parte importante de ellas está formada por nuestros deseos, proyectos e incluso fantasías. Este sería un tipo de felicidad elemental. Para un científico, un artista ó un intelectual la felicidad puede estar ligada a un descubrimiento, una creación ó una nueva cosmovisión, y representa una subida de tono vital y biorritmos. A un nivel superior la felicidad puede llegar a establecerse en una situación menos pasajera y más constitutiva, y derivar simplemente de la conexión con lo que es y la desconexión con los deseos. Es significativo que para el individuo en un nivel inferior de desarrollo de conciencia la carencia de deseos sea contemplada como algo patológico (y, según por quien, como peligrosamente contagioso). Sucede lo mismo cuando adviertes a un niño que cuando sea adulto ya no le gustarán (tanto) los cartoons. Desde la perspectiva adulta el hecho parece normal y hasta positivo, pero desde la perspectiva del niño, constituye casi una maldición gitana.

sábado, 1 de mayo de 2010

Karaokes

El hecho de hacer música con un compañero mecánico –o mejor dicho, electrónico- cada día está más presente en nuestro entorno. Los karaoke han popularizado el canto sobre el acompañamiento fijo, pero las tendencias actuales de la grabación por pistas ó los músicos callejeros en el metro también utilizan profusamente estos métodos, ya sean acordeonistas tocando Les feuilles mortes o violinistas tocando Le quattro staggioni. Si hacer música tiene algo en común con hacer el amor, el hacer música con un compañero de este tipo parece algo similar a la necrofilia. Ya en la época de la eclosión de la reproducción mecánica en pianolas se planteó la posibilidad de la interpretación conjunta (una de las primeras orquestaciones de las stravinskianas Les noces incluía dos pianolas, pero tras los primeros ensayos la obra se juzgó intocable, pese al carácter “mecánico” de la música; la muy original solución definitiva de los cuatro pianos tardó en cristalizar). Las obras electroacústicas también presentan este mixing, aunque el carácter de la música electrónica implicada suele ser tan diferente al de la música tocada por instrumentos acústicos que parece ligar más fácilmente, como la pirámide del Louvre y Las Tullerías (Tristan Murail, por ejemplo, logra efectos sorprendentes en obras como L’esprit des dunes). Además, el tempo (si es que éste concepto es aún aplicable a la música electrónica) y las apariciones de la componente electrónica son usualmente reguladas en vivo durante la ejecución, por lo que el efecto karaoke desaparece. Aquí cabría preguntarse una vez más por la posibilidad de incorporación mecánica en “alta definición” de los efectos puramente físicos (ataques, desplazamientos del ritmo) del swing resultantes de una ejecución humana.