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viernes, 29 de septiembre de 2017

Perspectivas


                     Estoy leyendo –por imperativo laboral e intercalado entre otras cosas ciertamente más jugosas- un libro sobre mindfulness. Seguro que no es el peor libro que se ha publicado sobre el tema que entra en ese incierto apartado que las librerías dedican a “auto-ayuda”, “new age” o similares. Incluso diría que algún párrafo me ha parecido bien sintetizado y suficientemente aséptico. (No diré de qué libro se trata: está escrito por profesionales poco dudosos desde el punto de vista “ortodoxo”). Después de afirmar que la cultura oriental ha mantenido una postura diferente a la occidental y por eso considera al cuerpo tan importante como la mente para el equilibrio individual los autores lanzan un estentóreo: En los últimos años, los descubrimientos científicos apoyan la hipótesis oriental de la importancia del cuerpo en nuestro equilibrio. Es decir, que aceptamos la hipótesis oriental porque si la analizamos con el rasero más sagrado que posee la civilización occidental, sorprendentemente, obtenemos un resultado favorable para tal principio nacido fuera del cientificismo. Si consideramos que Oriente es el complemento dialéctico de Occidente y vice-versa, ¿no seria mucho mejor escribir: En los últimos años, los descubrimientos científicos coinciden con la tradición oriental …? Al menos sonaría menos etnocéntrico y condescendiente e incluiría a la ciencia dentro del conjunto de de la post-modernidad (de la cual la hacemos salir por miedo de sentirnos desnudos).

sábado, 23 de septiembre de 2017

Compartimentación


                  Se nos ha repetido hasta la saciedad que en nuestro mundo actual es imposible tener un amplio conocimiento global y es precisamente por eso por lo que nuestro conocimiento está compartimentado. Tenemos especialistas para cualquier cosa aislada. Y ésa es precisamente la cuestión: las cosas aisladas no nos permiten tener una visión de conjunto. Y las grandes revoluciones en el conocimiento no vienen por cosas aisladas sino por la sistematización de todas ellas. Los hombres del Renacimiento no eran especialistas pero tenían una nueva visión de la complejidad del mundo. Nuestro conocimiento es más extenso que el del Renacimiento pero sobre todo más complejo. La extensión se afronta con especialistas pero la complejidad requiere necesariamente generalistas. Porque la extensión aislada no provoca saltos cualitativos en el conocimiento sino acumulación cuantitativa. Para renovar los odres del conocimiento –sus estructuras: sus matrices sensibles- se hacen necesarias personas que, sin ser los mejores especialistas en nada, sepan qué es el saber y sus posibilidades en cada momento histórico.

viernes, 15 de septiembre de 2017

Símil


                 Las empresas cortijiles tienen necesidad de empleados afectos porque se basan en códigos de comportamiento primitivos (“o estás conmigo o contra mí”), en donde el miedo impera a sus anchas, a diferencia de las más evolucionadas, en donde se valoran la competencia, la sagacidad, la capacidad de síntesis y otras cualidades que permiten la evolución del negocio. Las empresas cortijiles demonizan a sus competidores, a diferencia de las que tienen mayor amplitud de miras, que intentan entenderlos para así poder desarrollar estrategias que permitan superarlos. Las empresas cortijiles no analizan sus propias debilidades por el temor de llegar a descubrirlas, a diferencia de las empresas más evolucionadas, en donde siempre su busca el ajuste que encaje con la propia evolución de los mercados. En el mundo de la política pasa exactamente lo mismo. La proporción de política y políticos cortijiles, por eso, es todavía mucho mayor que el de las empresas homólogas. Siempre es más fácil movilizar la opinión pública con actitudes simplistas y triperas del primer tipo que con visiones más complejas y calmadas del segundo. 

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Elegancia


                  Mercutio, el personaje amigo de Romeo Montesco en la tragedia de Shakespeare, hace gala a su nombre (que en realidad deriva del más cristianizado Marcuccio) y se nos presenta como un carácter plenamente mercurial. Ésta es una característica general del teatro de su autor, quien construía magistralmente sus personajes a través de figuras arquetípicas, mitológicas, tipos simbólicos, astrológicos... Es difícil plasmar la ardiente y destructiva simbología del escorpio con más acierto que con el personaje de Othello o la del equilibrio dubitativo del libra que con el de Hamlet. Pero volviendo a Mercutio lo que más me llama la atención de su paleta tipológica es la elegancia, propia del dios alado. Quizás porque en nuestro adocenado mundo la elegancia se ha reducido a una palabra únicamente utilizada en el mundo de la moda y ya nadie la practica. La elegancia es una actitud -no solamente estética aunque siempre conlleve ese matiz- frente a la vida. Mercutio adora a Romeo y odia a Tybalt no solamente por seguir la actitud de su amigo. Tybalt representa la fuerza bruta, el primitivismo, la no-diferenciación y, por si fuera poco, no tiene el más mínimo sentido del humor. Diríase que Mercutio obtiene un placer especial azuzando a Tybalt, a sabiendas de que pone su vida en juego. Mercutio, el poeta, el irónico, el juguetón, el amigo fiel, el saltarín, muere así a manos de su contrario. Un poco como pasa ahora en nuestra sociedad. El egoísmo primitivo y zafio ha cobrado suficientes alas como para destrozar la cristalería a su paso. Nulla aesthetica sine aethica.

viernes, 1 de septiembre de 2017

Opiniones


                    Una de las mil consecuencias de la post-modernidad: nos impele a desconfiar de las grandes figuras de la historia (sólo adoramos sus citas, que utilizamos como estandarte, pértiga o ariete). En otros tiempos cuando uno no llegaba a captar las enseñanzas de algún personaje sobresaliente simplemente callaba y esperaba a tener la suficiente preparación y experiencia como para opinar. Ahora cualquiera siente que puede opinar sobre cualquier tema, por complejo que sea, en virtud de que todas las opiniones son válidas y respetables (¿respetables bajo qué código universal?). No nos confundamos. Todos los votos tienen la misma validez (eso es la grandeza de la democracia) pero no todas las opiniones la tienen. Los medios de comunicación no tienen clara esta idea cuando agitan ante nuestras narices utilizando a veces como estandarte, pértiga o ariete el tweet más estúpido y tripero que el último quelconque acaba de enviar a la red.