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sábado, 29 de diciembre de 2012

Feliz Año Nuevo


     Las redes sociales han llegado ya a ocupar un lugar central en la cotidianeidad de nuestra sociedad. Como instrumento de presión social muestran un poder para nada desdeñable. Como instrumento de transmisión de ideas profundas ó  de riqueza intelectual son más bien limitadas, dado el ámbito en que se mueven: el de unas pocas frases escritas al vuelo sin tiempo para la reflexión. Lo que inevitablemente muestran -entre otras cosas porque su formato invita precisamente a ello- es a la exhibición impúdica de egos y opiniones que no interesan demasiado al prójimo ("a Menganito le ha gustado esto"). Aunque el presente blog, que cumple ya siete años, rezuma por doquier sabores para nada ocultos he intentado evitar sistemáticamente la exposición abierta de gustos personales. Me ha interesado mucho más suscitar la reflexión (aunque fuera utilizando como puntos de partida mis propios puntos de vista). Por una vez, y a guisa de felicitación navideña, expondré alguno de entre mis gustos musicales. Con la edad (esto ya lo leía hace cuarenta años) el interés por la música de cámara se acrecienta. Estas son mis propuestas musicales camerísticas para el año nuevo:

  • El luminoso quinteto con clarinete, obra típicamente de la última etapa mozartiana en donde simplicidad y hondura se dan la mano de forma natural.
  • Beethoven constituye por sí solo un capítulo en la historia del cuarteto de cuerda. Especialmente sus últimos cinco piezas de este género han resultado especialmente significativas e influyentes (no sobre sus contemporáneos sino unos buenos ochenta años más tarde). Me gustan todos, pero especialmente el op 130, el que originalmente finalizaba con la Gran Fuga, posteriormente substituída por un final más convencional. Un corto movimiento central liviano nos dice más sobre la alegría de vivir que mil páginas primorosamente escritas.
  • Schubert, el "cuarto gran clásico" muestra con sus últimos cuartetos una maestría extraña en un hombre de treinta años. Especialmente el cuarteto nº 15 (el último) exhibe una belleza compleja, lejana y a la vez cercanísima.
  • El famoso cuarteto con clarinete, una de las obras maestras de Brahms, que se habla de tú a tú con la obra homónima de Mozart. 
  • La forma cuartetística no vuelve a alcanzar momentos de gloria hasta con los seis cuartetos de Bartok.
  • La producción de Stravinsky no abunda en música de cámara pero la elegancia contrapuntística del finale del octeto es una buena terapia tonificante (atención a la lumninosidad de los últimos compases!).
  • El principio del Cuarteto para el Fin de los Tiempos de Messiaen es todo un tratado de estasis musical, en perfecto acuerdo con el título de la obra.
  • El primer cuarteto de cuerda de Ligeti, hijo de los de Bartok, temprana muestra del talento de su autor.
  • Una de las últimas piezas de Morton Feldman. La trans-racionalidad musical.
                                                        
                                                               BON ANY NOU !!

viernes, 14 de diciembre de 2012

Periodicidad

          
                       Desde la noche de los tiempos la humanidad ha buscado, reconocido y sistematizado (en el nivel estructural de conocimiento propio de cada época) cualquier periodicidad que apareciera en su horizonte. Empezando por la más obvia, la aparición y desaparición del sol, que dio lugar al concepto de día, siguiendo por la de la luna, cuyo retornante cambio de fase (y subsiguientes fenómenos por ella regidos, desde las mareas terrestres a la menstruación femenina) dio lugar a los conceptos de semana y mes, pasando por el de los cambios regulares en la temperatura externa, aspecto de la bóveda celeste nocturna y altura máxima del sol sobre el horizonte, que dieron lugar al concepto de año, y así sucesivamente (cambios periódicos en la posición de los planetas, más difíciles de detectar, que dieron origen a numerosos modelos mecánicos) hasta llegar a los propios límites de la periodicidad (corrimiento al rojo de las galaxias; hipótesis del Big Bang, conducente ya a una a-periodicidad ó punto singular –no porque se niegue la existencia del Big Crunch, sino por la imposibilidad de que la información, esto es, el ritmo periódico, se mantenga más allá de tales singularidades-). Pero no solamente se han reconocido singularidades, por así decirlo, externas. También el microcosmos humano con su latido cardíaco, su respiración, sus fases circadianas de sueño y vigilia marcan, de alguna manera, el pulso de la existencia; aquel aspecto vibratorio del cosmos tempranamente reconocido por algunas místicas orientales como la hindú. La cualidad principal de la música es, a mi modo de ver, la traducción al mundo tangible de los sonidos de este pulso, periodicidad ó aspecto vibratorio de retorno. Y esto es válido para la música en general. En algunas tradiciones culturales ó en algunos casos del moderno arte musical existen ejemplos de músicas que pueden parecer carentes de pulso –en el sentido tradicional/occidental del término- bien por la gran complejidad rítmica (como en los ragas tradicionales de la India) ó por características internas del propio sonido (como en determinadas obras de la música electrónica). A través de la misma operación por la que las matemáticas pueden transformar el aparente desorden en un orden de grado elevado, la música supuestamente a-pulsátil resulta transformada en periódica. Y para no parar con el obituario musical iniciado hace poco, rememoro aquí las figuras recién desaparecidas del excelente y espiritual compositor británico Jonathan Harvey,  la eminente soprano mozartiana Lisa Della Casa, la rusa Galina Vishnevskaya y el ragista del sitar Ravi Shankar.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Fe


                        La desinformación sistemática es una forma de cultivar un poder tóxico. Hasta no hace demasiados años, buena parte de los médicos se guardaban muy mucho de explicar a sus pacientes sus procesos y razonamientos. Incluso excluían al paciente del acceso a sus propias pruebas, que retenían con el ánimo de retener así a un cliente asustado por sus salud y con un respeto ciego para con las batas blancas. Es evidente que una buena parte de la población muestra un grado de cultura digamos que mínimo y en este caso se hace más difícil dar explicaciones, pero nunca puede justificar la citada actitud. Los poderes religiosos tradicionalmente han hecho y básicamente siguen haciendo una cosa similar: cultivan el infantilismo de sus adeptos, quienes asustados por el futuro y con un respeto ciego para con las vestimentas religiosas siguen el juego fácilmente. Esta situación solamente se puede combatir con el cultivo personal, la educación. Considero la educación como una de las actividades humanas más complejas. Educar no consiste en explicar contenidos de forma plana, como programar un ordenador, sino que consiste en hacer ver a alguien cosas que éste no puede saber que existen. Desde este punto de vista, educar es acompañar en la maduración, revisándola y estimulándola. La maduración socialmente aceptada como tal concluye en la etapa de madurez media que presenta una sociedad, pero en realidad la maduración puede proseguir a través de etapas más avanzadas. En otras épocas, a la aceptación de trasuntos propios de una etapa madurativa todavía no alcanzada se la llamaba fe. Tal palabra ha caído hoy en desprestigio porque se asocia no tanto a la hipótesis de trabajo sobre etapas de mayor madurez o desarrollo sino a la propia situación inmadura o infantil desde la que habla el sujeto. Cuando uno no ha alcanzado suficiente madurez artística como para apreciar la obra de determinado autor no tiene más remedio que pensar que quizás algún día en el futuro sea capaz de hacerlo. Éste es el acto de fe, la hipótesis. Es más fructífero seguir esta metodología que lo que se hace habitualmente: negar la validez del autor y descalificarlo sin más. Este hecho solamente denota nuestros miedos hacia lo todavía no conocido.