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miércoles, 30 de mayo de 2012

Metas

     Una de las características más excitantes y a la vez más depresivas de nuestra época viene dada por la falta de referentes sólidamente establecidos en que apoyarse. Ello hace que buena parte de los ciudadanos perciban cualquier hecho que choque con un pasado más ó menos reciente como una pérdida, como una deriva hacia la extinción, factor eminentemente negativo. Esta interpretación está basada, sin embargo, en un referente muy concreto: el que está ligado a un pasado más o menos reciente. La postmodernidad, después de autoconcienciarse del hecho –ahora, desde nuestra perspectiva histórica, innegable- de que los referentes son cambiantes, deduce equivocadamente que, puesto que no son absolutos, son intrínsecamente falsos y que podemos cambiar de ellos tan fácilmente como de chaqueta. Falso. Con esta posición, una vez más estamos reificando, cosificando, un proceso. La verdad y la mentira no se refieren a un estar sino a un apuntar. Y, por mucho que nuestros referentes éticos, estéticos y científicos vayan cambiando, siempre son los más adecuados para cada momento. No es que los anteriores fueran falsos y el siguiente verdadero. La obsesión por las metas externas mata nuestro propio desarrollo: la meta está situada exactamente en la línea de salida, pero con un grado de experiencia ó conciencia superior. La meta externa es de nuevo una falsa proyección. La meta no existe, simplemente existe la experiencia en primera persona y el aumento del nivel de conciencia. Los referentes son los jalones que marcan el nivel de conciencia por el que se ha pasado: se hace camino al andar.

sábado, 26 de mayo de 2012

Direcciones

    Con nuestra evolución cognitiva evoluciona también nuestra relación con lo que llamamos tiempo. Las etapas arcaicas y mágicas no conocen ni el tiempo ni el espacio. Sólo existe el ahora y el aquí (¡pero no el aquí y ahora de los místicos!) debido a una fusión indiferenciada del todavía desconocido yo con el entorno (la supuesta incapacidad de los bosquimanos para visualizar el futuro). La proyección alcanza el total de la percepción, aunque en este estadio todavía no es propio hablar de proyección. En el estadio mítico las ahora sí proyecciones se antropomorfizan –reduciendo por ello su cuota del total de la percepción- y se sitúan en un punto espacio-temporal que da origen a lo que llamamos pasado, por analogía con los hechos presentes en nuestra memoria. Solamente el nacimiento del período mental genera el concepto de futuro, entendiendo por ello las potencialidades que la mente intuye como posibilidad ó razona (apoyada por la relación causa-efecto). El período mental-racional agota el esquema espacial del tiempo, aquél que lo divide en pasado, presente y futuro con una flecha unidireccional en tal sentido. Los períodos transracionales no pueden más que volver a considerar el aquí y ahora, pero no como una limitación sino como una integración, como una manera de superar ó ir más allá de los conceptos de espacio y tiempo. Que el tiempo sea únicamente una construcción de la mente implica que la evolución no hace más que desplegar aquello que pre-existe, aunque me temo que ello no sea más que un concepto, es decir, algo inapropiado ó fragmentario si queremos movernos en una zona trans-mental.

sábado, 19 de mayo de 2012

DFD

(1925 - 2012)

Fué uno de los pocos que pudieron demostrar que el canto y la inteligencia no están reñidos...

sábado, 12 de mayo de 2012

Dilemas

                        Se ha dicho muchas veces –y de forma muy sabia- que los dilemas no se resuelven, sino que se disuelven. Esto quiere decir que un dilema no constituye un absoluto sino que contiene de forma inherente (aunque subrepticia) su marco de referencia. Cuando un dilema tiene una profundidad y un alcance elevados, se constituye como una dualidad. Y de la misma manera que los términos de una  dualidad se pueden integrar en un nivel u orden de conocimiento superior, los dilemas se pueden disolver simplemente modificando (ampliando) su marco de referencia. Gran parte del error de apreciación que muchas personas dedicadas al mundo de las ciencias naturales cometen se debe a la creencia infundada de que nuestros marcos de referencia permanecen constantes con el tiempo y que los progresivos descubrimientos constituyen únicamente una adquisición pasiva de nueva información. Es evidente que muchos descubrimientos siguen esta tónica, pero no los más cruciales, que básicamente modifican precisamente nuestro marco de referencia, nuestro paradigma. Y esta modificación suele corporizarse como una ampliación del marco anterior (lo que en ocasiones tiende a hacer creer que el conocimiento es puramente acumulación plana de contenidos). Ampliación es aquí la palabra clave, que marca la diferencia entre la postmodernidad mal entendida (la que aboga por los paradigmas a capricho) y la que deconstruye para poder seguir construyendo en un orden superior. El famoso dilema entre Kuhn y Popper/Lakatos sobre la distinción entre un orden normativo y un orden psicológico en nuestra relación con la Naturaleza se disuelve simplemente observándolo como una comparación entre términos ortogonales que dan lugar, por cruzamiento, a un espacio de dimensión superior: los paradigmas existen y son inconmensurables; el orden normativo en la naturaleza es un reflejo de nuestras propias percepciones; la falsación existe y los paradigmas evolucionan. No veo contradicción alguna considerando todas estas afirmaciones simultáneamente.

viernes, 4 de mayo de 2012

Fijaciones



    El tiempo todo lo cura y todo lo pone en su sitio. Es una frase muy conocida y muy utilizada en períodos complicados. El tiempo es la medida de la evolución, que tiende en todo momento hacia una equilibración –de mayor ó menor alcance- en sistemas negativamente acoplados desde el punto de vista cibernético (los positivamente acoplados muestran una inestabilidad intrínseca que los hace más efímeros). El tiempo, así, va borrando de nuestra memoria una serie de elementos tal y como las olas del mar borran las huellas en la arena (“les pas des amants désunis” tal como diría poéticamente Prevért). Hay algunos elementos que, sin embargo, y dada la carga emocional y vivencial que sostienen, resisten el paso del tiempo. Una buena experiencia en un viaje, el recuerdo de un ser querido desaparecido, una obra artística (visual ó auditiva) que nos complazca particularmente, un miedo infantil no superado, quedan algo así como aislados del paso del tiempo y la erosión de estas imágenes se ve mitigada por dicha significación vivencial. Si maduran con nosotros nos hacen en cierta manera crecer; el problema se da cuando quedan fijados y nos impiden cualquier desarrollo que les sea afín. Intentar recordar las imágenes que el tiempo casi ha borrado (“remembering”) es una tarea pasiva mientras que rememorar las que hemos situado fuera del flujo temporal habitual (“recollecting”) nos implica activamente a la vez que nos enriquece. Esta última actividad sería la que superaría la fijación del complejo generando a su vez un flujo benéfico.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Adivinaciones


            La adivinación es una práctica (podría decirse un arte) que se remonta a las épocas tempranas de la humanidad. Hoy en día, a la luz de nuestras capacidades racionales, tendemos a decir que la adivinación constituye una especie de fraude ó engaño dirigido a la gente de pocas luces. La práctica de la adivinación, sin embargo, ha ocupado un lugar prominente en el seno de civilizaciones cultas y refinadas. El famoso I Ching, o Libro de las Mutaciones,  que constituye uno de los pilares de la cultura china tradicional, ha sido históricamente utilizado como texto de consulta y autoreflexión (como un libro de autoayuda, diríamos ahora, pero de una índole más seria de lo que bajo este epígrafe se suele encontrar  en nuestras librerías). ¿Dónde está el problema? Una vez más, en nuestra confusión de términos. Es absurdo utilizar la adivinación para predecir hechos pertenecientes a un futuro objetivo. La adivinación únicamente cobra sentido cuando existe por parte nuestra una implicación emocional interna en primera persona; es decir, únicamente puede servir de reflejo de nuestras interioridades, especialmente las que albergamos de forma inconsciente. De ahí se deriva la frase tan utilizada de que la adivinación solamente funciona para aquel que crea en ella. El proceso, además, es personal e intransferible, como las formas que las nubes nos ofrecen a cada uno de nosotros en particular. Y extraer gemas del inconsciente forma parte de nuestro proceso de crecimiento.