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viernes, 13 de septiembre de 2019

¿Acumulación?



               La Postmodernidad ha comprendido que todas las perspectivas son, en última instancia, construidas, y se ha lanzado a de-construirlas, sin apercibirse que el fondo neutro contra el que las enfrenta es, a la postre, un constructo más. Es por ello que la Postmodernidad y la evolución, es decir, la temporalidad, están en realidad bastante reñidas. La Postmodernidad aisla sus objetos del contexto (especialmente del temporal, que tiende a espacializar) en que están subsumidos creando así el fondo neutro –que esconde a su vez una inconsciente perspectiva- a que me refería. La Modernidad creaba una perspectiva –la de Occidente, término bastante sinónimo al de Modernidad- a la que consideraba en última instancia lo que más tarde Lyotard relativizó denominando Grand Narrative. La etapa final de la Modernidad –la primera mitad del S XX- inventa nuevas perspectivas (la Relatividad General, el Cubismo, la Mecánica Cuántica, la Música Dodecafónica) que suponen un cambio cualitativo, un ascenso dimensional. Una de las grandes cuestiones de la humanidad se puede resumir con las preguntas: ¿Es acumulativo nuestro saber? ¿Reemplazan las nuevas ideaciones a las antiguas?; ¿las hacen obsoletas? La respuesta más afín a mi sentir es que nuestro saber no es una categoría aislada (desde la perspectiva de Dios, como decía H Putnam) sino el fruto de un contexto y una relación. Los contenidos del saber modelan este contexto y esta perspectiva, redibujándola. Una de las características más notables de la modelización evolutiva de sistemas consiste en la gestión de sus etapas pretéritas. El sistema de Ptolomeo es mucho más local y limitado que el de Newton y éste lo es a su vez mucho más que el de Einstein. Ninguno de ellos puede tildarse ni de ‘verdadero’ ni de ‘falso’. Verdadero y falso son categorías resultantes fruto de una comparación, de un representacionalismo (¡Otra vez la perspectiva de Dios!). Las etapas pretéritas de nuestro conocimiento de la Naturaleza, de nuestro arte o de nuestra filosofía no pueden ser, por tanto, sujetos de comparación directa con una “realidad previa” sino que solamente pueden ser “comparados” (que tampoco es el verbo correcto) entre sí. Y esta comparación nos muestra una evolución en nuestra manera de pensar marcada por los ascensos dimensionales (desde la magia monodimensional pasando por el mito bidimensional y la razón tridimensional -la Modernidad- hasta el aperspectivismo tetradimensional que se está intentando abrir desde hace muchos decenios). ¿La gran trampa de la Post-Modernidad? Pues creer que el mundo, visto desde la perspectiva tridimensional, es percibido tal cual es en realidad (la perspectiva de Dios de Putnam, el mito de lo dado de Sellars) y toda evolución sólo puede significar un agregado cuantitativo a este contexto absoluto.

sábado, 7 de septiembre de 2019

Música ¿hoy?


              La postmodernidad musical tal como la entendemos actualmente se inicia alrededor de los años 60 del S XX, cuando la fuerza de la última oleada vanguardista, la nacida con la postguerra, empieza a declinar. Tal vanguardia se basaba en la revisión del método dodecafónico que Schönberg había “descubierto” en los años 20 una vez extirpado el componente expresionista tal y como uno de los discípulos del propio Schönberg, Anton Webern, había practicado ya antes de la guerra y durante ésta. De hecho, la fijación del dodecafonismo ya contenía cierto intento de distanciamiento de la estética derivada del S XIX expresada en el primer atonalismo (no en vano el reflejo –siquiera en los títulos de las partes- de la suite barroca en el caso de la suite para piano op 25). Sin embargo, el otro gran discípulo de Schönberg, Alban Berg, se encargó, por su parte, de cuadrar una versión más o menos estricta del dodecafonismo con la culminación del expresionismo musical de entreguerras. Después de la contienda, y una vez desaparecidos dos de los componentes de la ‘santísima trinidad’, la consigna estaba clara: redescubrir a Webern –víctima absurda de la guerra- y hacer florecer la simiente de su significativa, aunque corta obra. Tal credo generó, como comentaba, el último gran movimiento de vanguardia musical de la Modernidad. De repente el neoclasicismo, tal como aún lo practicaba Stravinsky, pasó a ser sospechoso de reaccionario. Los nuevos tiempos exigían una ruptura como la que había acaecido 40 años antes. Si la música medieval y renacentista estaba escita para la iglesia, la renacentista y la barroca para la nobleza y la romántica para la burguesía, la vanguardia de postguerra era para unos pocos oyentes refinados y abiertos de miras (además, claro está, de los snobs). Cuando, tras un limitado  ramillete de obras  maestras, el movimiento comenzó a dar muestras de cansancio, a lo largo de las décadas de los 60 y 70 -y ya sin disimulos durante los 80- los compositores otrora vanguardistas comenzaron a dar muestras de permisividad cada vez mayor hacia esquemas menos áridos y que podían volver a encajar con el gusto del público (el público que digería fácilmente la música de la 1ª mitad del S XX, claro está). Aunque no formó parte de esta vanguardia, Olivier Messiaen –que, por otra parte, había sido referente y maestro de algunos de sus miembros como Boulez- aparentemente también aportó una importante semilla: durante muchos años se consideró su breve pieza pianística de 1949 Mode devaleurs et d’intensités como la primera obra serial ya que en ella se parametrizan, además de las alturas, los ataques, intensidades y duraciones de cada nota (posteriormente se demostró que armónicamente hablando se trata más bien de una obra modal). El propio Messiaen, después de una obra tan experimental y en pleno florecimiento del post-webernismo, se refugió en su querida isla ornitológica. La primera alternativa al serialismo integral vino de Estados Unidos, donde John Cage -discípulo de Schoenberg: ironías del destino- empezó a basarse en el azar para sus composiciones, desde el inicio de la década de los cincuenta. Poco más tarde, en Europa, coompositores como Xenakis y Ligeti crearon la música textural. La Post-modernidad, sin embargo, no empezó a aparecer sino de la mano de los compositores minimalistas americanos en la década de los 60 (La creación minimalista no tuvo demasiada repercusión en Europa hasta bastante más tarde). En la década de los 60, algunos de los integrantes de la vanguardia europea empezaron a escarcear con la ,post-modernidad (la Symphonia de L Berio, 1968). A lo largo de los 70-80, y de manera casi imperceptible, los otrora irreductibles Boulez, Stockhausen, Ligeti o Kagel fueron acercándose a un lenguaje menos críptico y más comprensible. Todo esto sin dejar de crear obras maestras (¡malabarismos al alcance de pocos!). Cuando, en los primeros años del S XXI, todos estos maestros fueron desapareciendo, la postmodernidad había inundado el panorama musical y viejas ideas hacían impúdicamente su reaparición (no con trajes nuevos como en el neoclasicismo, sino con trajes descaradamente viejos, que se presentaban como nuevos). Hoy en día la cantidad de nuevas composiciones ‘artísticas’ es enorme, pero -como siempre fue-, la cantidad de las que vale la pena escuchar es limitada. Últimamente me he hecho el propósito de listar algunos compositores que abrazan la Modernidad (¿o quizá se trate ya de la Trans-Modernidad?) y escapan de la mediocridad reinante. Sus músicas, evidentemente, parten de algún punto, pero evolucionan a partir de él. Así, Tristan Murail parte de su maestro Messiaen (quien parte a su vez de Debussy) pero nos dice cosas nuevas, tanto a nivel técnico como expresivo. Bryn Harrison recuerda un poco a Morton Feldman pero añade un elemento nuevo muy personal. Ramon Humet consigue una voz personal llevando más allá elementos presentes en la música de su maestro Jonathan Harvey. Unsuk Chin aprendió muy bien la lección de su maestro Ligeti (quien bebió a su vez de Bartók). Salvatore Sciarrino ha creado un mundo sonoro propio yendo más lejos que Scelsi. No estoy diciendo que los compositores actuales de la post-modernidad sean malos. Los hay de geniales, como Thomas Adès o Louis Andriessen. (Todo esto no son más que gustos personales...se aceptan sugerencias...)