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miércoles, 27 de octubre de 2010

Fractales




La semana pasada falleció Benoit Mandelbrot, moderno “padre” de las fractales (así, en femenino, como a él le gustaba denominar a estas estructuras). Mandelbrot no se destacó, como sí hicieron Prigogyne ó Lovelock, como escritor divulgador (que no vulgarizador) de su obra: sus libros resultan poco interesantes en comparación con la riqueza de sus hallazgos. La fractalidad abre en nuestra mente algo más que bellos dibujos ó funciones matemáticas capaces de encajar ajustadamente con las más variadas muestras del “mundo real”, desde la geometría de las montañas hasta la apariencia del firmamento, pasando por las oscilaciones de los valores bursátiles. La fractalidad expresa, por así decirlo, nuestra nueva forma de mirar hacia el mundo. Si la geometría del espejo evoca en nosotros la polaridad del mito y el reflejo del alma, la de la fractal nos traslada de la objetualidad y el dualismo al holismo, a la teoría de sistemas, a la procesalidad. Si prolongamos la operación que da lugar al triángulo de Sierpinsky hasta el infinito, nos desaparece el “objeto”, quedando únicamente la estructura subyacente: bella historia que hace añicos la vieja dualidad forma-contenido. En música, la idea de fractalidad ha dado lugar a muy diversas interpretaciones. Hoy la quiero ligar (aunque no acabo de saber cómo hacerlo) con la construcción de nuevos instrumentos musicales basados en fenómenos naturales. Concretamente, el llamado waterphone, que además de producir unos atractivos sonidos, poseen éstos un notable grado de independencia de su tañedor. El aquafono, junto con el hang, podría ser considerado como un instrumento holístico ó una escultura sonora.

sábado, 23 de octubre de 2010

Imágenes

                       







El pasado siglo XX, de por sí rico en imágenes, nos ha legado dos de ellas de alto contenido simbólico, dos instantáneas que han cambiado para siempre nuestra percepción del mundo. La primera de ellas se refiere al poder (auto)destructivo al que la humanidad ha accedido en tal época. Este poder se basa además en una recién descubierta nueva dimensión de la materia; nada menos que su percepción como energía concentrada. De alguna manera hemos visitado más de cerca la naturaleza íntima de la materia al tiempo que hemos atisbado una imagen del infierno; una nueva versión de Fausto y El Aprendiz de Brujo. La segunda imagen, en cierta manera, es complementaria de la primera. Una instantánea que contiene, en su interior, a toda la humanidad y su sistema planetario: la Vida, pero también nos presenta lo relativo de las dimensiones y la infinita pequeñez de nuestra Tierra en el Universo. Ambas imágenes dan pie a nuevas cosmovisiones que se pueden ampliar hasta límites inverosímiles: el agujero negro, concentración tal de materia que todo lo engulle, luz incluída –y que por tanto no podemos “ver” de forma convencional-, constituyendo una especie de ombligo entre nuestro mundo físico y una dimensión desconocida, y la posible imagen de nuestra galaxia, la Vía Láctea, captada desde otra galaxia –imagen que probablemente no pueda ser vista por humanos hasta dentro de unos cuantos millones de años, tiempo necesario para que dicha imagen efectúe el correspondiente viaje-. Mientras tanto, en nuestro pequeño mundo seguimos con nuestras grandes crisis.

jueves, 14 de octubre de 2010

Aprehensión

Una de las claves para poder aprender algo es ser conscientes de que todavía no poseemos la experiencia de lo que vamos a aprender. Si lo que aprendemos es una técnica, nos hará falta un cierto tiempo –que puede ir desde unos minutos hasta bastantes años- para adquirirla y manejarla con soltura. Casi todo el mundo es capaz de entender esto. Si lo que aprendemos es un concepto, también deberemos dejar que éste prenda en nosotros. Si el concepto está contenido en nuestra forma de pensar –es decir no es más, en el fondo, que una nueva estructura relacional- el proceso puede ser rápido (aunque para manejarlo con soltura haga falta, de nuevo, cierta rodadura). Pero si el concepto está más allá de nuestros esquemas habituales, o incluso más allá de nuestra estructura cognitiva, no nos queda más remedio, para avanzar en esa dirección, que hacer lo que los profesores de otrora llamaban “un acto de fe” y suponer que allá donde nosotros todavía no vemos nada hay algo a lo que quizá podamos acceder con un poco de tesón. Aquí toma su verdadera  significación el verbo “aprender” en el sentido de aprehender, o sea, el de llegar a conocer. Y esto sirve tanto para un concepto filosófico como para una obra de arte como para una cosmovisión física. Y esto ya hay mucha menos gente capaz de entenderlo. Cuando no hemos alcanzado el grado de madurez medio de nuestro entorno, en etapas infantiles, la velocidad habitual de crecimiento (físico, emocional, intelectual, moral) es tal que parece llevar de forma ineludible hacia un desarrollo. En etapas en las que se ha alcanzado el nivel medio de madurez parece que el deseo de avanzar un paso más cesa en numerosos casos, llegando a hacer creer al individuo que lo que está más allá de sus capacidades actuales es el producto de la fantasía de otros, lo que le lleva a mirarlo con indiferencia ó incluso con desdén, cuando la pulsión inconsciente parece amenazar su hubris. Un caso más de lo que hace poco tildaba de no dejar que las cosas fluyan.

jueves, 7 de octubre de 2010

Música y género

La así llamada “Nueva Musicología” agrupa a una buena parte de la musicología actual y está fuertemente influenciada por los llamados estudios culturales americanos, el feminismo, los estudios de género (incluyendo la teoría queer) y el post-colonialismo, amén de la siempre presente post-modernidad. Y en su afán transgresor ha encontrado unos cuantos blancos predilectos: Beethoven, la forma sonata, la tonalidad, los compositores seriales…Especialmente agresiva se ha mostrado la musicóloga Susan McClary, llegando a afirmar que “la forma sonata muestra las características esenciales de una identidad de género: sexismo, imperialismo y misoginia” porque ciertos estudiosos de otrora etiquetaron de “masculino” al primer tema de tal forma musical y de “femenino” al segundo, contraponiendo el carácter mas afirmativo del primero al más lírico del segundo. Si en vez de masculino/femenino el binomio hubiera sido bautizado como logos/eros quizá se hubiera evitado tal interpretación. En nuestra época ya somos lo suficientemente mayorcitos como para comprender que las polaridades de género no se identifican exclusivamente con cada individuo y que las características femeninas y masculinas se presentan, ambas, tanto en hombres como en mujeres como en cualquier sexo intermedio ó alternativo que se pueda imaginar. La misma autora, en un furibundo y conocido texto, describe el pasaje de la recapitulación del primer movimiento de la IX Sinfonía de Beethoven como “uno de los momentos más horrorosos en toda la historia de la música, cuando la cuidadosamente preparada cadencia se frustra y la energía es contenida hasta estallar en la rabia asesina propia de un violador incapaz de alcanzar la liberación”. Me recuerda un viejo chiste en el que un maestro llama al padre de un niño para explicarle lo que él considera una conducta anormal: -“Cuando le pinto dos paralelas horizontales y le pregunto qué ve, me responde que una pareja haciendo el amor en la cama; cuando le pinto unas paralelas verticales me dice que ve una pareja haciendo el amor de pie”-“¡Es que usted también le pinta cada cosa al niño!”, responde mosqueado el padre.

viernes, 1 de octubre de 2010

Impromptu en la bemol

-Lo que te iba diciendo; en este lugar lo mejor es pasar desapercibido. Si, por la razón que fuere, sea ésta tanto buena como mala, se fijan excesivamente en ti, entonces estás perdido ya que al cabo de un cierto tiempo serás indefectiblemente puesto en duda y acabarán prescindiendo de tu persona.
-O sea, que lo que prevalece aquí es una especie de militarismo de baja grey…
-Poco más ó menos: todo lo que es visible acaba cansando a los que detentan el poder, que lo eliminan del sistema como pura acción de huída hacia delante, ya que intuyen muy equivocadamente que lo desconocido por venir siempre es mejor que lo conocido interno.
-Pero, ¿alguna vez eso será cierto, no?
-Alguna vez, obviamente, sí, pero no siempre.
-¿Y solo por esa razón?
-Bueno, y también porque creen que eres como un limón que, una vez exprimido, has agotado tus posibilidades.
-O sea que aquí seguramente todo el mundo debe de intentar pasar desapercibido, cosa harto difícil ya que si todos están agazapados cuesta mucho encontrar un parapeto tras el que esconderse.
-¡No lo creas! Siempre existe un grupo relativamente numeroso que, bien sea por pura y desmesurada ambición ó simplemente por pura e ingenua inexperiencia, cae en la trampa e inicia la ascensión hasta la boca del volcán.
-Y creen que a ellos no les pasará nada…
-Exactamente.
-Pero siempre puede ser que a alguno no le pase nada…
-Evidentemente, aunque la experiencia acumulada hace más bien difícil esta posibilidad.
-Pero si en la sociedad todo el mundo actuara así, ¡estaríamos en el mismo sitio desde hace miles de años!
-Es que estamos en el mismo sitio…
-¿Pero tú eres incapaz de ver la evolución?
-La evolución se despliega por rachas: en determinadas épocas avanza a pasos agigantados, mientras que en otras se estanca y parece no existir.
-Fíjate en el protagonista de Turandot: sabe que decenas de pretendientes han sido decapitados con anterioridad y, con todo, inicia el proceso: Fortuna audaces iuvat!
-Sí, pero la princesa Turandot, pese a todo, debía ser más blanda, en el fondo, que el Gran Hermano.
-Pero ¡si el Gran Hermano no existe!
-Te equivocas: sí que existe, aunque básicamente en nuestra imaginación. Y de ahí su omnipresencia y ubicuidad: lo tenemos tan asumido que cuesta quitárnoslo de encima.
-O sea, que en el fondo, es una proyección…
-En donde depositamos todos los miedos y tensiones que hemos eliminado de nuestra conciencia…
-Entonces, ¿qué me aconsejas?
-Depende de lo que quieras alcanzar. Si lo que quieres es una notoriedad efímera o muy efímera que solamente satisfaga tu ego durante un breve lapso de tiempo, no pases desapercibido. Si lo que quieres es paz y tranquilidad, agazápate.
-Pero si me agazapo e ignoro el problema ¡no podré tener nunca paz y tranquilidad!
-En ese caso, búscate otro lugar más evolucionado y adecuadamente estructurado para trabajar… ¡si es que existe!