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miércoles, 28 de noviembre de 2007

Asesores


Hace unos años el fenómeno Dilbert saltó a la palestra internacional con fuerza inusitada. Una buena parte de asalariados de nivel cultural medio/alto se sentían identificados –y siguen haciéndolo- con los avatares del prototipo de oficina, jefe, compañeros, decisiones, normativa y mil actitudes absurdas plasmadas en el comic y que son parejas a las que se dan en las corporaciones de nuestros días. Uno de los muchos temas recurrentes giraba en torno a la extrema consideración hacia los asesores externos, contrastante con la enorme desconfianza hacia los colaboradores internos. Hasta el punto de que en un strip asistíamos al cambio de actitud hacia un ex-colaborador que pasaba a ser asesor externo. Sus sugerencias, que nunca habían sido tomadas en cuenta, pasaban ahora a ser oro de ley, y encima percibía unos honorarios mucho más altos. Esta actitud, tan absurda como frecuente, obedece a una psicología muy concreta: la que nos impele a buscar las cosas bien lejos de nosotros. Tal como viene plasmado en la narración sobre el paradero de la felicidad, que los dioses esconden en el único sitio en donde el hombre nunca busca –en el interior de sí mismo-, tendemos a considerar que lo bueno siempre está fuera de nosotros y por llegar. Lo que llega en el tiempo ó llega a formar parte de nosotros y nuestro entorno deja automáticamente de ser bueno. Y el juego se repite ad infinitum. El sabio sabe que fuera de él existe lo mismo que dentro de él, y que en cada momento de su desarrollo la conveniencia estará alternativamente situada. La idea de ir ganando terreno al mundo exterior es absolutamente dependiente de un modelo caduco y quizás proceda de nuestra infancia, cuando fácilmente confundíamos los estadios de nuestro desarrollo con la conquista de lo que percibíamos como mundo exterior.

viernes, 23 de noviembre de 2007

La Ballade des Cimitières


Ayer falleció a los 80 años el coreógrafo Maurice Béjart. Béjart fue durante décadas un referente en el mundo de la danza. Su Sacre du printemps -que llegó a complacer, tras horrorizarlo inicialmente, al propio Stravinsky-, su Boléro –recogido para la memoria popular en el film de C. Lelouch Les Uns et les Autres-, y tantísimas otras coreografías lo sitúan en un parnaso creativo al que realmente pocos artistas pueden acceder. Hoy, los periódicos recogen el dato y recuerdan al ilustre desaparecido con minuciosa puntualidad. La sección de obituarios de los periódicos ha adquirido últimamente una gran entidad. Quizás para lanzar un último cohete sobre una vida que ha resultado particularmente significativa para la comunidad y así tratar de reconstruir en la memoria colectiva una época pasada (¿mejor?). O quizá por contrarrestar el fenómeno de ocultación de la muerte como destino individual de todo bicho viviente. O, por el contrario, quizás por alinearse con el momento desmitificador y habilitar una desmitificación más, en este caso la del gran viaje. La tendencia a la clasificación, ordenación y etiquetaje, así como al establecimiento de récords -pienso en el revuelo cultural que se está preparando para celebrar el próximo cien aniversario de un compositor en activo -Elliott Carter- también juega un papel en este fenómeno. Quizás el culto a la muerte sirva también para exorcizar a nuestros demonios y alejar la inquietud, como le pasaba al bizarro coleccionista de la canción de Brassens:

J’ai de tombeaux en abondance,
Des sépultures à discrétion
Dans tout cimetière de quelque importance
J’ai ma petite concesión...

...Mais je n’ai pas la moindre trace,
Le plus humble petit soupçon,
Au cimetière de Montparnasse,
A quatre pas de ma maison,
A quatre pas de ma maison...

jueves, 22 de noviembre de 2007

Pies en polvorosa


El modelo de empresa que sigue imperando en la actualidad en estos andurriales se sigue pareciendo peligrosamente al que se describe en el film de Ermanno Olmi Il Posto (1961). En él acompañamos a Domenico, un joven aspirante a la inserción en el mundo laboral, en sus entrevistas, contratación y desenvolvimiento en lo que es en aquel entorno espaciotemporal considerada como una gran empresa. Y asistimos así a un desfile de personajes y situaciones de lo más estrambótico (pero que se corresponden de forma inquietante con la cruda realidad): una serie de oficinistas que se pelean –en una clara alusión regresiva a la escuela primaria- por estar situados el primero de la fila (con su mesa-pupitre enfrente de la del jefe-maestro de escuela); la antigüedad es un mérito que se valora por encima de otros en la aspiración a avanzar en la fila. Mientras tanto, el jefe-maestro reparte –si sus subordinados se han portado bien- unas preciadas bombillas que por lo visto duran poco y se hacen sobre todo necesarias en las últimas filas, más obscuras. Domenico también asiste a una especie de bedel sarcástico y resabiado que tiene veleidades de psicólogo y demora su asistencia a los jefes que lo solicitan, asegurándole de que lo que quieren son únicamente caprichos ó cafés. El joven es muy introvertido y bastante tímido. Aparentemente no analiza las situaciones ni discute sobre lo que ve. Únicamente, eso sí, observa atentamente y va tomando nota.
El aspecto externo de la empresa actual, evidentemente, ha evolucionado mucho en 45 años. Los métodos utilizados, sin embargo –el cultivo del ego, la valoración del grado de afección por encima del grado de profesionalidad, el programa de visualización de la vida a través de los ojos del pensamiento único (recordemos la más que lúgubre escena de la fiesta para empleados en el film)-, no han cambiado demasiado. Quizás estén relacionados con aspectos más profundos y duraderos, que atañen a la propia naturaleza humana. Al final del film, un expresivo primer plano del rostro de Domenico resulta particularmente turbador. Con su característica introspección, el personaje parece estar asumiendo que su primer cometido en la vida, en aquel momento, es hacer todo lo posible para poder poner definitivamente los pies en polvorosa.

martes, 20 de noviembre de 2007

Pequeños especialistas


La palabra humanizar y su familia lingüística (humanización, humanismo, deshumanizar…) ofrecen a lo largo del tiempo un rico y variable ramillete de significados, en ocasiones situados en puntos muy distantes entre sí. En numerosas ocasiones se ha invocado con el fin de contraponer una situación a otra anterior. Así, el humanismo renacentista se erige como la contrapartida del teocentrismo medieval y constituye así un primer abordaje por parte de la cultura occidental de retroceder hacia una visión crecientemente realista. En su brillante ensayo La deshumanización del arte, Ortega y Gasset saluda al nuevo arte del S XX contraponiéndolo al demasiado humano arte del XIX (aunque el ejemplo musical que evoca no es el más apropiado, puesto que contrapone la “salida al campo del poeta” que representa el debussyano Prèlude à l’après-midi d’un faune con la “salida al campo del buen burgués” que representa el andante de la beethoveniana Sinfonía Pastoral –el pobre Beethoven no había sido todavía librado en esos años de la pátina con que se nubló su obra durante el XIX-). En una acepción más moderna, el proceso de humanización se refiere a la transformación parcial de un anticuerpo monoclonal proveniente de células no humanas mediante técnicas de ADN recombinante. O sea, que ahora hemos llegado a asociar lo que el término humano puede suponer a una pura matrícula bioquímica: para nuestra visión cientifista/reduccionista es humano aquello que contiene genes humanos, de igual manera que es oro el elemento de número atómico 79. La acepción de humano referida a los atributos que supuestamente posee el homo sapiens más allá de la pura taxonomía disgusta a muchos de nuestros sabios actuales (al contrario que a los sabios de otras épocas). No creo que sean tan sabios; simplemente son pequeños especialistas.

sábado, 17 de noviembre de 2007

Hechos crudos


Esta mañana he entrado en el metro y me han ofrecido un ejemplar de uno de los muchos periódicos gratuitos que la gente lee asiduamente (por enterarse de los titulares y las noticias factuales, dicen). En la sociedad de la información –la baudrillardiana, no la de McLuhan- la información es generada ad hoc a petición del consumidor, que resulta seducido por ella. Uno elige, en cierta manera, lo que quiere leer. O sea, que la generación de noticias no deja de ser un fenómeno sujeto a construcción. La construcción según el perfil del consumidor se efectúa de forma relativamente clara en el caso de los periódicos convencionales –los de pago-. La multiplicidad (en ocasiones, aparente, aunque éste es ya otro tema) que se genera con el conjunto de ellos es reflejo de nuestro momento postmoderno, con sus diferentes perspectivas –inconmensurables ó no- simultáneamente expuestas. Sin embargo el periódico gratuito quiere suponer que los hechos pueden referirse de forma cruda, independientemente de su interpretación. El ágora intersubjetiva. Pero detrás de esta creencia puede también anidar el aparato de 1984 o de Brave New World. He rechazado cortésmente el ofrecimiento.

martes, 13 de noviembre de 2007

Cazadores



En las culturas primitivas los cazadores solían -suelen- efectuar una serie de acciones previas al acto de la caza propiamente dicho. Tales acciones -como la fijación pictórica de signos y animales ó ritos más complejos en los que participa la entera comunidad de cazadores- se inscriben en el contexto de la magia. Es decir, en la participación indiferenciada con la naturaleza y el grupo; lo que Jung -presa en parte de la falacia pre/trans- solía clasificar como union mystique. En estadios culturales más evolucionados las acciones mágicas han sido subsumidas por las acciones míticas primero y mentales posteriormente. Lo cual no significa en modo alguno que se hayan substituído sino que más bien los estadios más evolucionados, tras su despliegue, se han edificado sobre los más primitivos. La plasmación gráfica previa a la acción propiamente dicha también se efectúa en las sociedades más evolucionadas: Los planos que dibujan los arquitectos antes de iniciarse la construcción de un edificio; las estructuras que dibujan los químicos sintéticos antes de abordar la preparación de un nuevo compuesto; los croquis que dibujan los metteurs en scène antes de embarcarse en una nueva producción teatral y otros muchos ejemplos reflejan una operación mental, pero probablemente también una acción mágica -ésta a menudo inconsciente-. Y esta acción mágica subsumida, que se ha vuelto transparente para su protagonista, consteliza precisamente un deseo de llevar a cabo la acción propiamente dicha, independientemente del objeto de la acción. El componente mágico de las representaciones no conlleva un problema regresivo mientras no llegue a actuar como driver principal de la futura acción. Este caso representaría tanto peligro como la supresión de tal componente. El componente mágico/mítico desbocado puede llegar a generar acciones tan radicales como el terrorismo suicida. El componente mágico/mítico anulado puede dar lugar a una flatland de pensamiento único. Dos situaciones extremas por desgracia demasiado conocidas hoy en día.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Singularidades


Decía Chaplin (ó Jean Renoir, ahora no lo recuerdo bien) que a lo largo de la vida de una persona solamente suceden unas pocos hechos notables que siempre se repiten y el resto de ella viene constituido por variaciones de los mismos. Este organicismo de la experiencia vital tiene una doble lectura. Por un lado, la autopercepción de la trayectoria de la vida, que viene mediatizada por nuestra matriz personal: llevamos constantemente puestas unas gafas de unos determinados colores que nos tiñen la propia percepción. El desprendimiento –siquiera parcial y momentáneo- de estas gafas requiere un esfuerzo al que difícilmente se hace frente cotidianamente. Ello nos impele, a menudo inconscientemente, a sobrevalorar los hechos que más significativamente se expresan en la matriz y por el mismo mecanismo, a infravalorar los que no están tan expresados. Pero por otro lado también parecen existir constelaciones de acontecimientos no autoprovocados –al menos, conscientemente- que pueblan nuestras vidas. Se habla entonces de destino, sincronicidad, tendencia. Los que han estado a punto de abandonar esta vida pero han regresado a ella refieren a menudo la famosa experiencia en la que se revive la propia existencia en su totalidad pero en lo que parece ser una fracción de tiempo minúscula. Es una experiencia holística y transtemporal en la que la parte y el todo se confunden. La matriz de constelaciones-tendencias vendría representada por el tema astral (que no deja de ser una representación de unos parámetros fractálicos que se desarrollan en el tiempo), el objeto de estudio de la quiromancia y otras manifestaciones similares conocidas desde épocas pre-mentales y denostadas por la hubris de la época racional.

viernes, 9 de noviembre de 2007

Regresiones


Toda mi vida he sentido un extraño placer al contemplar fotografías de épocas pretéritas, estuvieran o no ligadas directamente a mi propia biografía. Lo primero que hay que plantearse ante este caso –por otra parte de lo más común, ya que es compartido por una buena parte de individuos- es la consideración de un posible escapismo ó regresión que fueran alimentados por tal actividad. La regresión implicaría un elevado grado de nostalgia por una época –vivida ó no en realidad-, mientras que el escapismo iría asociado a una atracción morbosa hacia una zona intramental muy subjetiva con preferencia sobre el espacio intersubjetivo. Tanto escapismo como regresión –y ahora sigo a Freud- acabarían necesariamente manifestándose como narcisismo. La contemplación de las fotografías evoca también una visión historicista de la existencia humana, reñida frontalmente con los criterios reduccionistas de la realidad única que gozan hoy de tanta predicación en el ágora (de tanta, de hecho, que se dan por supuestos sin confrontarlos con posibles alternativas). He utilizado conscientemente un verbo muy significativo: evocar. Denota, entre otras muchas cosas, el dejar correr la fantasía, el darse a la ensoñación, entrar en nuevos mundos, ampliar el espectro de la conciencia…También confesaré que siento un similar placer contemplando viviendas antiguas (100 años ó más), tanto por dentro como por fuera. No por simple deseo de chafardería sino por el afán de conocer nuevas realidades, la presencia del pasado. Ahora quizás sí que ya hablo desde la regresión (el interior de los edificios, me diría Freud, evocación del claustro materno). Los edificios de viviendas más modernas no me motivan (a no ser que sean singulares) porque creo saber lo que encontraré dentro: una muestra más de la realidad única.

martes, 6 de noviembre de 2007

Resonancia


Existen dos maneras de entonar una melodía. La primera de ellas, la manera que podríamos llamar analítica, consiste en “deducir” el “camino” que sigue el contorno de sonidos apoyándose en la relación de cada uno de ellos con su vecino inmediatamente posterior. La utilización de este modo está bastante confinada a aquellos que tengan unos conocimientos –aun rudimentarios- de solfeo, que les permitan aplicar su conocimiento internalizado de los intervalos al caso concreto. Además de deducir la melodía a través de los intervalos sucesivos, evidentemente que también se toman en cuenta las relaciones de cada sonido con el conjunto (si estamos en un ámbito de estructura tonal ó para-tonal). Así, se aplicarán sucesivamente intervalos ascendentes y descendentes y también se considerará la función tonal de cada nota, o dicho de otra manera, la relación de cada nota con el conjunto de la melodía. Pero todavía existe otra manera de entonar una melodía, restringida ésta al caso de melodías conocidas e internalizadas. Esta manera, que podríamos llamar holística, y que está confinada a aquellos que posean “oído musical” –independientemente de sus conocimientos técnicos-, consiste en la resonancia con la melodía y su posterior reproducción. Este es –debería ser- el modo utilizado por el intérprete vocal ó instrumental en su cometido musical. Este tipo de proceso aprehensión/resonancia/ejecución, base de la psicomotricidad, se da también en el mundo del deporte. Una persona suficientemente entrenada en su especialidad no deduce analíticamente un shoot, un salto ó la presión que ejercer sobre unas teclas. Simplemente piensa en lo que quiere hacer, y lo hace. Pero este querer hacer exige un grado de experiencia y entrenamiento tan grandes como la destreza física necesaria para conseguir plasmarlo. De ahí la fuerza de la música, la danza, el deporte ó el teatro. El ejecutante canaliza una energía que a la postre puede llegar a resonar a su vez con el público. La disciplina mental de un gran intérprete ó un atleta de élite se asemeja bastante a la de un practicante de zazen.
(Y una vez más el espectro de la digresión se ha introducido en mi reflexión).

viernes, 2 de noviembre de 2007

Free Web Counter

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Creatividad


En el último año han aparecido en revistas especializadas del campo de la psiquiatría algunos ensayos que muestran que tiende a haber una relación estrecha entre trastorno bipolar y creatividad. Estos resultados apuntan a lo que siempre he sospechado: que los individuos catalogados como aparentemente sanos –sanos según los códigos de sus respectivas sociedades- no son los más adecuados para hacer de avanzadillas en los procesos que requieren de ciertas dosis de creatividad. La sociedad siempre ha reconocido tácitamente este hecho –así, ha creado la imagen-tópico del científico loco, el artista caprichoso ó el filósofo eremita-. En los últimos años, sin embargo, la ortodoxia social ha pensado que podía extraer una utilidad de tipo más práctico del individuo creativo y ha iniciado el esfuerzo de aceptarlo y promocionarlo en el mundo de la empresa, por ejemplo. Como hoy en día muchos individuos creativos están más interesados por la filosofía práctica y el arte de hacer dinero que por cometidos más teóricos ó espirituales, muchas empresas ya han nacido fruto de su trabajo y han incorporado desde su nacimiento altas dosis de creatividad y heterodoxia, provocando una revolución en su campo. Otras empresas, sin embargo, a pesar de proclamar su fe en los individuos ó conceptos alternativos, solamente se quedan en la superficie, en la moda, porque en el fondo les aterra cambiar -¿Por qué van a hacerlo, si ya les va bien?- Lo mismo sucede en la política. Se suele preferir a un ladrón ó chaquetero ortodoxo que a las posibles alternativas reales. E la nave va…