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miércoles, 31 de octubre de 2007

Hechos reales


Ayer vi en el metro una valla publicitaria que daba cuenta del estreno de un film de terror gore (debía serlo por las imágenes inquietantes que exhibía). Sin embargo, lo que más me llamó la atención no fueron las imágenes sino una advertencia escrita a un lado en letra considerablemente más pequeña que el resto del pasquín y que rezaba: “basada en hechos reales”. Inmediatamente me pregunté que qué demonios tendría esta frase que suele polarizar tanto el interés de los consumidores de tal tipo de producto. ¿Simplemente que la historia puede resultar más terrorífica si se la considera bajo esta perspectiva? ¿Y en tal caso, por qué? ¿Se tendería entonces a un género híbrido en el que el reality show tuviera su correspondiente cuota? En otras épocas el cine basado en hechos reales-cotidianos fue reivindicado como revulsivo político, poético y social (pienso en Cesare Zavattini, teórico del neorrealismo, diciéndole a Fellini “¿Ves como las historias reales son más extraordinarias que las ficticias?” tras leer el más que ficticio –y felliniano- guión de Una agenzia matrimoniale). Pero el caso que nos ocupa aquí es de naturaleza muy distinta. Llegué a una conclusión mucho más psíquica. La frase en cuestión parece polarizar substratos más profundos de la psique. Los famosos hechos reales se sitúan en una zona muy cercana a la vez que muy alejada, como los mitos. Alejada espacio-temporalmente, cercana anímicamente. Como los cuentos infantiles. Hace poco leí que la pornografía constituye la versión para adultos de los cuentos infantiles. Creo más adecuado afirmar que es precisamente este tipo de productos con su etiquetaje especial como al que hago referencia el que se acerca más al espíritu de los cuentos infantiles. En el preciso momento en que el/la protagonista se siente sol@ y rodeado de fuerzas malignas rememoramos nuestros días de la infancia cuando nos estremecíamos al enterarnos de que no todas las ruecas del reino habían sido quemadas.

martes, 30 de octubre de 2007

Lenguajes


Recuerdo haber visto en TV hace muchos –muchísimos- años una obra teatral (¿o un film?) cuyo tema giraba alrededor de un dramaturgo contemporáneo e incomprendido que quería demostrar a la humanidad que era un genio y con tal fin escribía una obra que hacía pasar en los círculos correspondientes por una pieza de Shakespeare. Cuando confesaba que la obra –ahora ya famosa- la había escrito él mismo nadie le creía. Ignoro –dada la tierna edad que tenía cuando vi la pieza- el valor de tal obra teatral (aunque lo sospecho fuertemente). Lo que sí me resulta claro es que muy difícilmente (por no decir que es imposible) alguien pueda concebir una obra de arte viva utilizando un lenguaje del pasado. El hecho no deja de ser curioso: las sinfonías de Beethoven están vivas, pero si un plagiador habilidoso se dedicara a escribir la décima sinfonía de Beethoven el resultado no podría estar demasiado vivo por muy perfecto que fuera (la primera sinfonía de Brahms es mucho más que la 10ª de Beethoven, pese a habérsela denominado así en muchas ocasiones desde su estreno). Con lo cual no estoy clasificando los lenguajes en progresistas y reaccionarios sino en los del presente y los del pasado. Las obras de arte más recientes amplían nuestra perspectiva –en algunas ocasiones también nos impulsan hacia algo tan categórico como un aumento de orden ó dimensión de conciencia- y, aunque a veces los artistas se ven impelidos a la desacreditación de la obra de sus inmediatos antecesores, en general las obras de un período acaban sedimentando junto con las de épocas anteriores para formar un complejo y vigente tapiz histórico. En otro campo de evolución-despliegue-fijación cultural como el de las ciencias de la naturaleza el proceso –aunque en muchos aspectos muy diferente al que nos ocupa- posee algunos interesantes paralelismos. Las teorías que han configurado un metaparadigma significativo se siguen considerando e incluso estudiando en las escuelas (así sucede con la mecánica newtoniana). El trasunto musical de la mecánica de Newton podría ser la obra de J. S. Bach, que se sigue apreciando como una gran realización del espíritu humano. Pretender que la mecánica relativista está más cerca que la newtoniana de la verdad absoluta sería como creer que la pieza de nuestro incomprendido autor dramático está tan cerca de la belleza absoluta como las de su ilustre modelo de Stratford-on-Avon. Como arriba es abajo y como dentro es afuera. Amen.

jueves, 25 de octubre de 2007

IMSLP


El pasado 19 de Octubre se clausuró –esperemos que tan sólo temporalmente- el International Music Score Library Project ó IMSLP , asociado al proyecto Wikipedia. Consistía en la creación de una base de datos on-line recopilando una cantidad más que considerable de partituras musicales de obras del dominio público. ¿El motivo? Pues la amenaza, por parte de la editorial de música austriaca Universal Edition, de llevar a cabo acciones judiciales debido a la diferencia entre los tiempos de protección de los derechos de autor en Canadá –desde donde se coordinaba el proyecto- (50 años post mortem) y en el resto del mundo (70 años post mortem). Técnicamente esta diferencia estaba solventada por la inclusión de filtros que impedían la vista de obras protegidas fuera de Canadá. Entre los objetivos próximos de IMSLP figuraba la inclusión de la obra completa de Johann Sebastian Bach. Xiao-Guang Guo, alma mater del proyecto, que contaba con numerosos colaboradores que se dedicaban a escanear partituras y a adjuntarlas a la base, ha declarado que él no podría afrontar un juicio de estas características y ha decidido tirar la toalla. El proyecto nació con un propósito similar al que anima a Wikipedia: contribuir a la difusión de la cultura en comunidades que tienen un acceso restringido a ella. Numerosas universidades y prestigiosas escuelas de música de USA apoyaban públicamente el proyecto (aunque el apoyo económico de gastos de servidor era generosamente costeado por Guo). En un foro abierto que crece a velocidad extraordinaria se plantean posibles salidas a la crisis, como un boicot internacional a UE, propietaria de los derechos de numerosas composiciones de autores del S XX, desde algunas sinfonías de Mahler hasta las obras de Berio y Boulez. Esperemos que pronto se normalice la situación y se reanude el proyecto que forma parte (junto con el proyecto Gutenberg y otros) de algo que hoy en día parece ya imparable.

domingo, 21 de octubre de 2007

Factores genéticos


El planteo de dualidades –al que tanta afición tiene nuestro entorno inmediato- conduce en muchas ocasiones a errores categoriales que llevan asociadas malas interpretaciones. Lo cierto es que lo he venido comentando ad nauseam. Acabo de leer una pequeña reseña sobre un libro publicado hace unos años que trata del llamado síndrome del emperador, verdadero problema social que en el fondo no es otra cosa que una manifestación más de la enfermedad que aqueja a nuestra sociedad. En el pasado año más de 5000 padres en España han denunciado a sus hijos tras un largo historial de amenazas y violencia física. Los profesionales coinciden en afirmar que los niños aquejados de tal síndrome muestran una falta importante de desarrollo moral y sentido de la culpabilidad, que les hace insensibles a las consecuencias de sus despóticos comportamientos, encaminados a la obtención puntual de todos sus deseos. Este colectivo de adolescentes se puede hallar también en familias con un desarrollado y responsable sentido afectivo y ausencia de permisividad en sus planteamientos educativos. Por lo que, además de reconocer la influencia de factores ambientales, este libro también apunta como causa del síndrome a factores de tipo predisposición genética. La distinción entre orígenes genéticos y ambientales, ó hereditarios y adquiridos es una más de las mil maneras de enunciar la dualidad cartesiana mente-materia. Esta distinción conlleva tácitamente toda una serie de corolarios que se asumen sin más. Por ejemplo, “si el origen es hereditario está grabado en piedra y es más difícil de tratar que si es adquirido” -algo así como la distinción hardware/software en el mundo informático-. ¿No sería más sencillo considerar que ambos tipos de factores constituyen formas alternativas y mutuamente correspondientes de considerar la cuestión? Dejaríamos entonces un poco de lado la obsesión por la causalidad, residuo mecanicista del que la física se deshizo ya hace un montón de años. También el modelo del cerebro como un ordenador, modelo reduccionista y puesto en tela de juicio por la mayor parte de estudiosos del tema. ¡No, Dr. Watson, no todo se puede explicar con ayuda de la doble hélice!

jueves, 18 de octubre de 2007

Hijos de Kuhn


Estoy leyendo la defensa que T. S. Kuhn esgrimió frente a sus críticos en el famoso congreso que tuvo lugar en Londres en 1965. A estas alturas, cuando buena parte de los protagonistas de la polémica no están ya en el mundo de los vivos, la escena cobra una significación histórica considerable. Bajo las discrepancias entre Kuhn y Popper-Lakatos se esconde algo más que una pura disquisición filosófica. En 1965 el término post-modernidad todavía era prácticamente desconocido pero el telón que separaba ambas weltanchaaungs ya formaba parte de la brecha que hoy día podemos trazar entre modernidad y postmodernidad. Sir Karl –como lo denomina Kuhn en su lecture-, a pesar de condenar a los enemigos de la sociedad abierta (entre ellos, Platón), apoya todo su edificio en una racionalidad construida alrededor de un mundo externo fijo. Por eso calificaba los métodos de su adversario de psicológicos en contraposición a los suyos, normativos. La posterior influencia de Kuhn –invocado, a veces, hasta extremos situados mucho más allá de sus límites originarios-, corrobora en cierta manera la crisis de la filosofía como tal, asociada a la crisis de la racionalidad más dogmática y a la creciente incertidumbre en la localización de los límites sujeto/objeto. Mientras leo las apasionadas –y, en ocasiones, elaboradas- disquisiciones intelectuales, veo –como Descartes- de forma clara y distinta, por estar situado cuarenta años más atrás en la historia, que las cosmovisiones respectivas han sido aprehendidas de forma gestáltica e intuitiva y que los ataques y defensas respectivos son cuidadosamente racionalizados antes de esgrimirlos sobre el adversario. Lo cual me hace más hijo de Kuhn que de Popper, como corresponde al Zeitgeist de nuestra época, crecientemente a-racional más que i-racional como pretendía el buen sir Karl.

viernes, 12 de octubre de 2007

Paradojas


Amo las paradojas. Constituyen un medio efectivo de ir más allá en nuestros planteamientos y reflexiones. Son como versiones “de andar por casa” de los koan budistas por cuanto a su utilidad se refiere. Nos sacan –aunque sea por unos instantes- de nuestro letargo mental en el cual las cosas están perfectamente clasificadas, cada una en un compartimento y cada compartimento en una posición determinada. La paradoja es el ombligo que existe entre la poesía y el mundo de la racionalidad (así como el koan lo es entre el mundo de la racionalidad y el de la transracionalidad). Y como punto de escape de la recurrencia relacional siempre está dispuesta a brindarnos una nueva visión en un plano de conciencia más amplio. Después de saborear una paradoja nos sentimos más sabios, más serenos.

jueves, 11 de octubre de 2007

Psicología y zapatos


En más de una ocasión he oído que alguien, en alguna entrevista, se refería a su gran capacidad para juzgar (ó mejor, clasificar) a un desconocido simplemente mirando los zapatos que llevaba. Esta intuición –que yo también he sentido, especialmente en épocas pretéritas- puede dar pie a numerosas e interesantes reflexiones. La primera se relaciona con nuestra capacidad (¿innata?) de reconocer patrones más allá de la codificación consciente. Cuando nos presentan a un individuo, creemos saberlo todo sobre él tan sólo mirándole la cara, las manos, sus ademanes y su indumentaria (¡empezando por los zapatos!). La segunda reflexión se refiere al origen de nuestra intuición. ¿La experiencia? ¿El inconsciente? Como que a medida que vamos teniendo más experiencia acerca del individuo en cuestión nuestras asunciones y seguridades iniciales se van derrumbando, la experiencia parece jugar un papel secundario –sí es importante, a posteriori, la experiencia de la vida que nos enseña a no confiar excesivamente en nuestras intuiciones iniciales-. La tercera reflexión atañe a la situación epistemológica: ¿A qué se refiere básicamente el corpus de nuestras impresiones iniciales? ¿Se refiere a características propias del individuo que nos acaban de presentar ó más bien a nuestra relación con las características que creemos que presenta tal individuo? La cuarta reflexión puede centrarse en la pregunta de por qué precisamente los zapatos y no cualquier otra pieza de la indumentaria es la que más nos segrega unos supuestos tipos. La cara y las manos son las partes más expresivas del cuerpo ¿Son los zapatos la base de la indumentaria? -cubren los pies, base y sostén de nuestro cuerpo-. Quinta reflexión: suele ser más fácil analizar a través de los zapatos –como a través de las manos ó la cara- a los hombres que a las mujeres, debido a su mayor transparencia. Última reflexión: Tal y como pontifica el personaje interpretado por Katherine Hepburn en The Philadelphia Story en respuesta a la afirmación –"cuando tuve suficiente edad como para juzgar a los demás…": -"la edad suficiente para juzgar a los demás es… ¡nunca!"

miércoles, 10 de octubre de 2007

Luchadores


El ganador y el perdedor son los consecuentes lógicos del luchador. Ambos comparten mucho más de lo puede parecer a primera vista. Son el fruto de un proceso por el cual el uno asume sus expectativas y el otro no las asume. ¿El resultado? Uno se siente realizado y el otro no. Pero esta realización suele ser parcial, y tanto el uno como el otro se vuelven a enfrascar en un proceso de lucha por el siguiente objetivo. Cuando un ganador repite sus triunfos ó un perdedor sus derrotas con asiduidad acaban configurando un ropaje que los sitúa de manera supuestamente fija en una categoría vital.
John Cage, convertido al budismo bastante antes de la eclosión New Age, explicaba a menudo una historia en la que un grupo de monjes cristianos y budistas viajaba y debía de cruzar un río. Los monjes cristianos ya tenían el agua en el cuello cuando los budistas les advirtieron: -¿Dónde vais? ¡Pero si unos metros más allá el río se puede vadear!

lunes, 8 de octubre de 2007

Mestizaje


Leo hoy en la prensa un pequeño estudio sociológico realizado entre un puñado de ex alumnos de secundaria en el que exponen sus experiencias, ideas, inquietudes sobre la educación que han recibido. Además de pedir a los profesores que comprendan sus puntos de vista (¿y por qué no han hecho ellos el esfuerzo de pensar que quizás los profesores comprenden más sus puntos de vista que ellos el de los profesores?), traen a colación un tema de máxima actualidad: la integración de los inmigrantes. Y lo hacen con unos términos muy en boga hoy en día: hablan de mutuo respeto, pero exigiendo que los que han llegado se integren en nuestra cultura. Aquí es en donde creo que los conceptos fallan. Cuando los emigrantes se integran en una cultura están contribuyendo a ampliarla, a desvirtuarla, en suma. Y lo que deja de resultar adecuado es la distinción nuestra/vuestra. El tan pregonado mestizaje no consiste en la dilución de dos ó más colores culturales para dar lugar a un gris intermedio. Se trata de la puerta a la emergencia de algo nuevo. Se trata de la asunción de que las culturas confrontadas son formas relativas de entender la vida y que precisamente de la consideración de tal relatividad puede aparecer una forma más amplia, más evolucionada de entenderla que cualesquiera de ellas. No se trata de una confrontación sino de una integración dialéctica, en suma. Todavía se tiende demasiado a pensar infantilmente en una medición de fuerzas ó capacidades de aprehensión de una supuesta realidad imparcial. Nuestras civilizaciones evolucionan al igual que nuestra capacidad de pensamiento: somos nosotros –nuestras estructuras de pensamiento- los que evolucionamos y no nuestra supuesta proximidad a una realidad absoluta.

lunes, 1 de octubre de 2007

Imágenes

Hace casi un par de años, el incipiente director cinematográfico Paul Festa tuvo la idea, en absoluto original, de realizar un documental sobre un material filmado por él mismo y consistente en la reacción seguida de la manifestación de qué imagen es sugerida a un elevado número de personas por la escucha –con audífonos- de una pieza organística de Olivier Messiaen, Apparition de l’Eglise Eternelle. Y, evidentemente, los diferentes sujetos del experimento –desde músicos profesionales hasta drag queens, pasando por periodistas, actores y una fauna de lo más variada- dan respuestas de lo más variopinto. Desde el éxtasis religioso hasta el infierno más pavoroso, pasando por el delirio erótico ó el gore más explícito. Según Festa, y dado que la escucha de esta pieza le impresionó especialmente en un período concreto de su vida, sumiéndolo –a él, ateo- en una especie de experiencia místico-erótica, quiso experimentar así con sus semejantes. Nos enfrentamos a la siempre difícil relación entre música e imagen. ¿Qué imagen sugiere el andante de la Sinfonía Júpiter? Seguro que su efecto será muy distinto si acompaña a una filmación sobre la campiña de Carintia en primavera, una carrera de coches de formula I, un documental sobre Auschwitz ó un filme pedagógico sobre la producción industrial de chapa de aluminio. Recuerdo una entrevista con Maurice Béjart en la que afirmaba que la sinestesia entre música e imagen funcionaba mejor por contraste que por semejanza (ilustraba el hecho con la potente imagen de una mano acariciando un brazo femenino acompañada por el sonido de un tren a toda velocidad). Creo que las obras musicales más ricas pueden ilustrar cualquier imagen, porque precisamente poseen ese carácter multifaceta que se adapta a multitud de contextos. Solamente en el momento en que la música se vuelve descaradamente imitativa es cuando la riqueza se pierde –en ese caso muchos creen que, en realidad, ya ha dejado de ser música-. Por otra parte, existen músicas con características tan visuales de movimiento que se adaptan mal a las imágenes. Pienso, en este sentido, en la declaración de Woody Allen a propósito de la selección musical para Love and Death. Después de intentar infructuosamente introducir música de Stravinsky el cineasta se percató de que sus imágenes resultaban absolutamente vampirizadas por la música, decidiéndose a utilizar la de su compatriota Prokofiev (ése es precisamente uno de los motivos por los que la música de Stravinsky resulta tan adecuada para ser coreografiada). La asociación entre música e imagen viene absolutamente mediatizada por el cliché y los referentes. Me gustaría saber qué hubieran respondido los conejillos de Indias de Festa frente al sonido también masivo de la organística Fantasia y Fuga en sol menor de Bach (¿Fervor luterano anti-erótico ó apocalipsis nuclear?).