Vistas de página en total

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Colecciones


Quien más quien menos, todo el mundo se dedica a coleccionar algo. Además de los que normalmente son clasificados como coleccionistas, quienes suelen basar su afición en el deseo de completitud de un conjunto cerrado (sellos, monedas, chapas, insectos, minerales, grabaciones de Charles Trenet) ó una categoría concreta (plumas estilográficas, miniaturas, arte precolombino, discos de jazz) también tenemos a los coleccionistas de recuerdos, afición que se acrecienta con la edad y la experiencia, los coleccionistas de dinero, que son quizás los que menos tiempo tienen para gozar con su colección (colección aburrida por repetitiva y a la que en muchos casos no se le presta atención), los coleccionistas, por último, de experiencias que, en el fondo, somos todos, aunque muchos solamente quieran coleccionar algunos ítems de tal colección, y ahorrarse el resto. Las colecciones forman parte del espacio propio interior al que aludía hace poco, pero quizás representan en este caso un impedimento al flujo natural. Es como si construyéramos un dique que retuviera todo aquello con lo que de alguna manera nos identificamos dejando pasar el resto. Siempre es bueno agarrarse a algo que forma parte de nosotros, aunque quizás seleccionando siempre la mínima cantidad de peso. Como en aquella pregunta estúpida de los libros, los discos y las islas desiertas.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Taxonomías

Durante los años de estudios de secundaria recuerdo que de las clases de ciencias naturales lo que más me gustaba eran los nombres de los insectos, árboles y minerales (junto con los grupos de simetría cristalina). Me doy cuenta de que esto demuestra un mayor interés por la relación del hombre para con la naturaleza que por la naturaleza en sí. Aquellos nombres sugerían imágenes poéticas, pero también contextos culturales, tradiciones folklóricas ó trasuntos míticos. De esta manera los nombres científicos complementaban ó jerarquizaban los nombres vernáculos, viniendo a ser una versión globalizada (la globalización etnocéntrica de la época de Linneo) de éstos. Contrariamente, los nombres sistemáticos que nos enseñaban en las clases de química venían a ser la negación de los nombres vulgares de las substancias químicas, procedentes éstos una vez más de la tradición folklórica y de la alquimia. Con ello se demostraba el profundo cambio acaecido en el S XVIII con las ideas de la Ilustración y el culto a la racionalidad, que contrastaba con el espíritu más indiferenciado del siglo anterior. Nombres como Olea Europea, Vanessa Cardui, Parnassius Apolo ó Cercis Siliquastrum nos informaban acerca del ámbito natural propio de dichas especies, su morfología ó sus costumbres. Cuando los nombres sistemáticos, atemporales, a-fenomenológicos y construibles a voluntad hacen su aparición, cuando las substancias químicas se transforman en puros compuestos químicos, también aparece el mundo ideal de la racionalidad. Es un gran paso en la historia de la cultura aunque muchos años después, cuando la postmodernidad da por explorado todo este mundo ideal y, con ello, pretende dar fin a la posibilidad de evolución, también resulta ser todo un lastre.

martes, 7 de diciembre de 2010

Fuerzas centrífugas

La presente crisis económica constituye tan sólo una de las caras externas de un proceso de mayor envergadura que afecta a todos los niveles de nuestra civilización que, quiéranlo o no algunos, abarca casi todos los confines del planeta. No estoy hablando de “pro-sistema/anti-sistema” ni nada por el estilo. Por muy aislados que vivamos de la manada, sentimos también en nosotros el Zeitgeist de nuestra época. En los foros sociales se habla mucho más de las caras externas que de sus contrapartidas internas porque nos hemos llegado a creer que el mundo no-material no existe, o que existe solamente en capas subjetivas de nuestro sentir, que hemos llegado a suponer que poco más o menos viene a ser lo mismo. Cuando se habla de la crisis moral todavía existe quien piensa en términos lo suficientemente inmaduros como para enmarcar la afirmación en un contexto de represión de los instintos (un viejo cliché caduco, aunque también encontraríamos todavía tales represores en proporciones increíbles) ó también quien intenta deconstruir el sentido moral simplemente esgrimiendo el argumento de su relativismo. Entonces, cuando observamos la corrupción generalizada ni pensamos en la crisis moral ni la relacionamos con la crisis económica. Una sociedad con grandes brechas en su sentido moral –fuerza centrípeta de cohesión- está destinada a perecer, o sea, a modificarse. Para alcanzar tal modificación las fuerzas centrífugas toman las riendas hasta desembocar en una nueva situación estable (ó metaestable). No estoy hablando como el Vaticano, que alerta contra los desmanes para frenar y volver a una situación anterior (aquí sí que existe una forzada represión centrípeta), cosa similar a lo que hacen los bancos y gobiernos para alcanzar de nuevo la situación económica pre-crisis, sin intentar modificar las percepciones/comportamientos colectivos. Y desviar fondos públicos desde la cultura hacia partidas de dudosa filiación no hace más que acrecentar la brecha. La cultura y el arte no son meros decorados postmodernistas. Son algunas de las más destacadas canalizaciones por las que la maduración y el cambio de mentalidad puede llegar. En cierta manera la suavización de las fuerzas centrífugas para que el cambio sea lo menos doloroso posible.