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jueves, 24 de enero de 2019

Esferificaciones



    El cambio fundamental que se ha gestado a lo largo del S XX atañe a los fundamentos del pensamiento (ergo; de cualquier estructura generadora de conocimiento, arte incluído) occidental. Estos fundamentos son los que representa la constelación Parménides-Platón-Aristóteles y se basan en la supuesta pre-existencia de unas entidades ajenas a nuestro pensamiento a las que podemos acceder (a base de razonamiento y experiencia; de acuerdo con Descartes o Hume). Durante la Edad Media se fueron consolidando las características y diferentes matices de los diferentes autores de la constelación clásica. La filosofía moderna actualizó la clásica pero abrió un espacio a la auto-reflexión o incluso a la revisión y así llegó a preguntarse por la misma posibilidad y los mecanismos del pensamiento, aunque sin llegar a dudar sobre la preexistencia de los fundamentos. La filosofía de Hegel abre una ventana al respecto sugiriendo que tales entidades se actualizan encontrándose a sí mismas a través de un proceso de evolución que tiene lugar en el tiempo. Es decir que puntualiza la existencia a-temporal ya que el propio Espíritu debe de encontrarse a sí mismo a través de una realización. Filósofos posteriores como Nieztsche, Heidegger, Rorty y tantos otros han incidido con fuerza creciente en esta cuestión. Se me ocurre ilustrar esta explicación con un ejemplo histórico. A lo largo de la historia de la ciencia moderna en algunas ocasiones se ha considerado que la luz posee una naturaleza ondulatoria y en otras que posee una naturaleza corpuscular. Hace cien años se consideró que la luz poseía ambas naturalezas simultáneamente y que exhibía una u otra dependiendo del origen de nuestra pregunta al respecto. La salida del dilema es sencilla: las naturalezas llamadas ondulatoria o corpuscular son dualidades o clasificaciones intramentales que existen en la medida en que las definimos y utilizamos pero de ninguna manera son descripciones “duras” de la naturaleza del mundo. Es por eso que estas categorías y dualidades desaparecen: porque simplemente dependen de nuestras construcciones que también evolucionan. La evolución del pensamiento, conocimiento y realizaciones en el tiempo tiene lugar de forma necesariamente conjunta. Si el primer punto se queda estancado y reposa en un numeroso conjunto de racionalizaciones fijas el camino evolutivo se empieza a curvar hasta llegar a cerrarse sobre sí mismo formando una esfera que provoca un estancamiento. La traslación que implica la evolución se transforma entonces en un eterno girar aprisionado alrededor de la superficie interna de tal esfera. Esta es precisamente la situación que hemos bautizado como Postmodernidad. Todo esto no equivale a decir que la Naturaleza sea inescrutable. Equivale a decir que nuestra posición de observadores fijos no existe. Krishnamurti lo resume así: “La realidad no es una cosa que se pueda conocer con la mente, porque la mente es precisamente el resultado de lo que se conoce”.

viernes, 18 de enero de 2019

Flotación



                        Para poder seguir a flote en este tiempo convulso que vivimos se hace absolutamente necesario un replanteamiento vital que vuelva a poner cierto orden en nuestro saber vivir. Eso se hace progresivamente más complicado a medida que las fuerzas descohesionadoras aumentan, pero debemos dejar de temer la pérdida de referentes y confiar en nuestras capacidades innatas, alejándonos de las visiones particulares y abrazando una del todo necesaria multidisciplinaridad.  A pesar de haber derribado los absolutos, cada vez nos aferramos más a ellos. Cada vez que generamos una dualidad no hacemos otra cosa que cerrar una compuerta que retiene el flujo. En nuestro universo no existen posiciones absolutas. Toda localización se basa en unas coordenadas espaciales relativas. Cuanto más ampliamente extendamos estas coordenadas tanto más estable será nuestra posición. De alguna forma nuestro origen de coordenadas más intuitivo somos cada uno de nosotros, ya que no dejamos de ser las ventanas con que miramos al mundo.

martes, 1 de enero de 2019

Bon Any Nou!



A pesar de que parece que la música no era un asunto que le interesara demasiado, J.W. Goethe definió el cuarteto de cuerda como "una conversación entre cuatro personas razonables". En nuestro mundo cada vez hay más carestía de gente que converse razonablemente y es por eso que me gustaría empezar el año proponiendo un ramillete de conversaciones con todo tipo de razonamientos:

-La sosegada elegancia del cuarteto op 76 no 6 de F.J. Haydn
-La alegría traviesa del cuarteto 17 de W.A. Mozart
-La rica concentración del cuarteto op 135 de L.v Beethoven
-La lúcida serenidad del cuarteto D 887 de F. Schubert
-El familiar afecto del cuarteto 2 de A. Borodin
-La sólida energía del cuarteto 5 de B. Bartók
-La cálida luminosidad de Vistes al mar de E. Toldrà
-La musculosa esbeltez del cuarteto 2 de A. Honegger
-La percepción de las zonas oscuras de la Lyrische Suite de A. Berg
-El humor inteligente de "Obertura del Fliegende Holländer de Wagner tal como la interpretaría una mala orquesta de balneario a primera vista a las siete de la mañana en la fuente" de P. Hindemith
-La belleza de los insectos de "Metamorfosis nocturnas" de G. Ligeti
-Los mensajes oníricos de Ainsi la nuit de H. Dutilleux
-La exhuberancia de color del cuarteto 17 de H. Villa Lobos
-El mundo como espejo autoreflectante del cuarteto de J. Cage
-La difícil comunicación en un mundo hipercomunicado del Helikopter Quartett de K. Stockhausen

Espero que un año sea suficiente para escuchar con tranquilidad toda esta lista. Feliz 2019!!