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sábado, 31 de enero de 2009

Escalas


Cuando era joven pensaba que la recompensa que ofrecía la interpretación pianística de una pieza difícil en la que se tenía que invertir un elevado número de horas de estudio era menor que la que podía ofrecer una pieza más sencilla que se pudiera tocar con poca inversión de tiempo de estudio o incluso a primera vista. Creía que la espontaneidad que flotaba en el segundo caso y que mantenía viva la interpretación –ó, mejor dicho, el goce del intérprete- era una experiencia estética superior al hastío mecánico que acababa resultando en el primer caso. Quizá aquí estoy describiendo no solamente dos actitudes sino dos tipos de esencias y manifestaciones musicales muy diferentes. Con los años me he percatado de que las piezas –las que tienen algo más que ofrecer que pura la espectacularidad, obviamente- que exigen gran inversión de tiempo también ofrecen una gran recompensa que solo se desentraña lentamente, con el estudio –no solo mecánico- y la maduración. Para impedir que el hastío mecánico haga mella en nosotros no hay más que profundizar en un fraseo significativo, o simplemente hacer máximamente consciente la pura psicomotricidad de un pasaje intrincado. Actitud muy diferente a la que mostraba un “virtuoso” sobrevalorado en su tiempo que afirmaba, hace unos 40 años, que cada día practicaba escalas durante horas mientras leía el periódico. Eso, francamente, no sirve para nada. Hay formas mucho más cómodas de leer el periódico.

martes, 27 de enero de 2009

Ciclistas


Voy –de nuevo- por la calle y observo como una bicicleta se dirige a buena velocidad hacia mi persona, esquivándome en el último momento, cuando yo ya debía poner cara de espanto. Por un instante pienso en el incivismo de que hacen gala los ciclistas. Enseguida apostillo: algunos ciclistas. Había creado una relación categorial falsa, de aquellas que te enseña a evitar la psicología cognitivo-conductual y que se resumen en aquello de tomar la parte por el todo. Entonces pienso que no es que los ciclistas sean incívicos, sino que en general muchos barceloneses lo son, ya sean ciclistas, automovilistas ó peatones. Pero después pienso que este tipo de aseveración exige bastante rigor metodológico para ser certeramente contrastada y que, previamente y de forma más acuciante, debo establecer un baremo de incivismo adecuado. Entonces pienso que quizás existen otras zonas del mundo donde se piensa más en el prójimo o, al menos, se tiene más conciencia de él y, consecuentemente, de la comunidad, de la res publica, en pocas palabras. Pero al poco pienso todavía que en las zonas donde hay más respeto a la comunidad suele haber también menos sensibilidad hacia el sufrimiento ajeno, como si conciencia de comunidad con respeto al individuo estuviera en contradicción con ignorancia de la comunidad con compasión hacia el individuo. Entonces establezco una gradación vertical de conciencia/compasión y veo que las zonas descritas anteriormente se compensan: quizás las comunidades con más conciencia comunitaria han olvidado demasiado la compasión individual hacia los individuos. Estoy a punto del siguiente giro dialéctico cuando una nueva bicicleta me devuelve exactamente al punto de partida.

viernes, 23 de enero de 2009

Células


Leo hoy una entrevista en la prensa con un científico del área biomédica dedicado a la investigación puntera en el área celular que plantea temas sobre la supervivencia y la longevidad. Hay que admitir que se le va algo la cabeza, pero es normal: hoy en día gran parte de la investigación básica, así como gran parte de la creación cultural, dependen de grandes sumas de dinero provenientes del erario público, administradas y concedidas por tribunales que juzgan a individuos ó equipos mucho más capacitados que ellos en lo que al tema en cuestión se refiere, y es por ello que la publicidad y la visibilidad se valoran como nunca antes se había hecho. Este señor habla de la posibilidad de la regeneración celular con el teóricamente consiguiente alargamiento de la vida, y reconoce que en su grupo se habla tanto de ciencia como de metafísica y que la ciencia hoy puede responder a cuestiones que en siglos precedentes respondían las religiones. Aquí ya se produce un frecuente malentendido entre los habitantes de Planilandia: el cruce de niveles que ya he comentado en muchas ocasiones. Las religiones pueden constituir una etapa en el desarrollo espiritual de la humanidad, pero en absoluto del desarrollo del conocimiento del mundo material (otra cosa es que los poderes fácticos religiosos hayan impuesto sus ideas –y sigan haciéndolo- a lo largo de la historia). En cuanto a la longevidad, de igual manera que se “adiestra” a las células para su supervivencia, hay que “adiestrar” a la mente consciente para poder afrontar tal longevidad. Los Lévy-Strauss, Carter, Oliveira a los que aludía hace poco siguen lúcidos no solamente porque sus células se encuentren en suficiente buen estado sino también porque sus mentes están preparadas para poder afrontar el paso del tiempo y los cambios de modo, ruta y dirección que cada época, de forma más ó menos súbita, impone. Y eso es tan ó más difícil de conseguir que lo primero.

martes, 20 de enero de 2009

Revelaciones


Cuando un suceso –más frecuentemente negativo que positivo de entrada- cambia de golpe el rumbo de nuestra vida en muchas ocasiones lo percibimos como algo que teníamos delante nuestro pero que no acertábamos a vislumbrar; como si su acaecimiento nos revelara o hiciera conscientes de algo que siempre había estado ahí. El cúmulo de tales percepciones puede hacer de una vida todo un proceso de toma de conciencia que, de forma consecuente, configurará en nosotros un universo orgánico de experiencias. Además, dicho entramado no nos permitirá la marcha atrás: cuando Orfeo es conducido a los infiernos para recuperar a Eurídice, debe de recolocar sobre sus ojos la misma venda que tenía antes de su desaparición. Pero la vuelta atrás parece vana: la venda no puede ocultar ya nada después de haber caído una vez. En algunos casos incluso podemos llegar a percibir cierto sabor conocido, como si, tras los decorados espacio-temporales y socio-culturales que nos arropan, intuyéramos algo a nivel más fundamental. No voy ha hacer ninguna cábala sobre el origen ó significado de tales percepciones que como tales nos informan “como si”. Allá cada cual con sus referentes conscientes ó inconscientes. Otra cuestión mucho más profunda es la posibilidad de la existencia de percepción/experiencia a-referencial.

sábado, 17 de enero de 2009

Odio


Delante de una crisis como la que se vive ahora mismo en Oriente Medio no cabe la frivolidad que los estados están mostrando y que la prensa se encarga de avivar sobre cual de los bandos contendientes tiene la razón. Desde una estrecha perspectiva interna, cada bando cree, de forma obvia y natural, poseer la razón. Visto el problema con más distancia la razón no la tiene nadie. Las víctimas inocentes y la miseria, eso es lo que por desgracia sirve solamente como moneda de cambio y de presión en ambas direcciones. La violencia –y los más variados enfoques psicológicos coinciden en este punto- siempre es generada por la impotencia. La impotencia de sentirse amenazado, la impotencia de sentirse colonizado. Lo más siniestro en estos casos es la constatación del cultivo del miedo y la sinrazón, cuya semilla se propaga en progresión geométrica. Para una determinada franja de los contendientes –llamémosles los poderosos- es importante el mantener bajo el nivel de conciencia de la población. Los motivos pueden ser materiales ó no; el poder siempre es el poder. Los motivos nacionalistas y religiosos son casi siempre más poderosos y, por ende, más peligrosos que los puramente materiales. Tiradores de bombas y diseminadores de muerte del mundo entero: ¿cuándo os daréis cuenta de que os estáis matando a vosotros mismos?

martes, 13 de enero de 2009

Transeúntes


Cuando caminas por una calle concurrida y tienes prisa notas como la masa de transeúntes te frena, tanto más cuanto más rápido intentas caminar (lo contrario sucede cuando no tienes prisa; te ves impelido a caminar a una velocidad superior a la que desearías). Al final, si dejas de oponer resistencia, acabas sincronizando tu paso con el de la media del pelotón (es decir, con el homónimo parámetro de la distribución gaussiana que describe la velocidad de los transeúntes). Si quieres desprenderte por un rato de la colectividad y regular tu velocidad de forma más independiente no tienes más que escoger una vía menos concurrida por la que transitar. Entonces parece que tu punto de destino sea diferente del de la manada, pero esto no tiene por qué ser así. De hecho el concepto de punto de destino es mucho más borroso de lo que nos parece en primera instancia. Podríamos hablar, a la manera de la física cuántica, de nubes de probabilidad de destinos. Si tu destino se sitúa de forma aproximada en el norte y tú te diriges de manera insistente hacia el sur, la probabilidad de alcanzarlo disminuye perceptiblemente. Las vías alternativas, sin embargo, pueden también convertirse en callejones sin salida. Cuando somos presa de la prisa perniciosa, por ejemplo. Aquella que no conduce a ninguna parte, la escapatoria de nosotros mismos ó la huída hacia delante. Cuando lo único que queremos es aprovechar el tiempo y nos percatamos de que cuanto más corremos, más se encoge éste delante de nuestras narices. Entonces los que tienen cierta estatura se inclinan hacia delante, como si la cabeza quisiera llegar antes a algún sitio de lo que las piernas dan de sí. Las vías alternativas, eso sí, normalmente permiten observar el mundo desde lo lejos, pero no para objetivizarlo, sino para tomar cierta distancia respecto a uno mismo.

martes, 6 de enero de 2009

Falsedad


El período navideño suscita no pocas reflexiones en torno a uno de aquellos temas básicos que subyacen en lo más profundo de la sociedad humana: la falsedad. ¿Por qué nos seguimos dejando engañar por las apariencias, aun sabiendo que no son más que eso, meros montajes cada vez más férreamente y menos sutilmente orquestados? No voy a dudar de la buena fe de la gran masa de la población (aunque este argumento no deja de ser falaz porque la gran masa con buena fe está llena de elementos con más mala que buena fe), pero constato que una buena parte de la sociedad prefiere vivir en la –falsa- inocencia a abrir los ojos e intentar ver un poco más allá. Sospechamos fuertemente que para que nosotros podamos conseguir determinados bienes han tenido que pasar cosas reprobables a nuestros ojos pero que preferimos ignorar. El famoso tema del conocimiento y la ampliación de conciencia son experiencias que, como todo crecimiento, duelen. Duelen pero conducen a espacios y experiencias de mayor calibre. Hoy día muchos menores que ya no están en edad de creer en la existencia de Santa Klaus ó los Reyes Magos confiesan abiertamente que prefieren seguir creyendo en ellos. Evidentemente que siempre hay que creer en algo para mantener un mínimo equilibrio psíquico, pero es importante que ese algo vaya creciendo y evolucionando con la edad. Quizás los adultos se enternezcan al contemplar a los niños en Navidad porque evocan con nostalgia épocas pretéritas de su vida, pero en buena parte de los casos no es más que un descanso del frenesí que nos ronda durante todo el resto del año. Es como las treguas que –antaño y hoy día- realizan facciones beligerantes el día de Navidad. Si se puede parar la carnicería un día, ¿por qué no pararla el resto del año? Aunque tanto la tregua como la carnicería responden a impulsos atávicos a los que nunca solemos preguntar por su nombre y apellido.