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viernes, 31 de diciembre de 2021

Desdémona

 

       

        Después de comer -en exceso, como acababa sucediendo cada año pese a los votos e intenciones en sentido contrario-, llegó el turno de los regalos. Los abuelos recibieron, un año mas, la consabida ración de pañuelos, calcetines y aguas de colonia a la que la familia los tenía acostumbrados. Los padres y tíos recibieron objetos a los que los abuelos difícilmente hubieran encontrado utilidad, como calientatazas con puerto usb, marcos fotograficos con imagenes múltiples o una guía que catalogaba cualquier alimento en función de las calorías que aportase al organismo. El tío intelectualoide recibió un pack de libros que incluía obras de Byung-Chul Han, Frederic Jameson, Zigmunt Baumann y Edgar Morin. Cuando tocó el turno a los menores el catalogo no pudo estar mas alejado de lo que los niños de antaño solían recibir. Las colecciones de muñecas, canicas o soldados habían dado paso a cachivaches de aspecto patentemente extravagante (bien: no ciertamente extravagante porque estos cachivaches son ahora ubicuos) y de utilidad absolutamente dirigida. Apareció una gama interminable de gadgets electrónicos para avisar si la marmota estaba despierta o no, para saber el número de latidos por minuto que todos los miembros de la familia exhibían, simuladores de realidad virtual (incluídos estados de conciencia alterados por alucinógenos varios), editores de realidad virtual, en donde uno podía manipular a voluntad las leyes que hasta ahora parecían inexorables, una versión postmoderna del espejo de la bruja de Blancanieves que aseguraba a quien se observase en él que poseía los pechos, glúteos, cuello o cintura más bellos y con más sex-appeal del mundo... Pero lo que más llamó la atención fue un toroide ovalado que se hacía llamar Desdémona. Esta Desdémona no era precisamente el personaje dulce, resignado y martirizado de Shakespeare. La tal Desdémona era una mezcla de Dr Mengele, Big Brother y Mago de Oz a partes iguales. Te podías dirigir a ella -en 15 idiomas y 13 dialectos- como Desdémona, Mona o Desdie y obedecía ciegamente tus órdenes. Órdenes ingenuas que aportaban información sobre el tiempo actual en la Mongolia Exterior, la zapatería abierta más cercana, la escucha de cualquier canción presente en la web o incluso soluciones a problemas sencillos de álgebra elemental o trigonometría. Cuando alguien se dirigía a Desdémona con evidentes intenciones de confundirla o abochornarla ella se evadía con poco brillantes explicaciones sobre sus limitaciones morales, que la inteligencia artificial no se encuentra nunca a gusto con este tipo de dilemas.

-Desdémona: ¿qué condiciones meteorológicas tendremos en Port de la Selva pasado mañana?

-Día en general despejado con brumas matinales. Las temperaturas más suaves que las medias esperadas para la temporada.

Todos se alborozaron. Algún pequeño incluso aplaudió.

-Mona: ¿podrías poner la canción de Michael Jackson Billy Gin?

A los dos segundos el altavoz toriodal vomitó estrepitosamente tal canción.

-Desdie: ¿qué podemos esperar de la próxima jornada bursátil?

-El Dow Jones titubea tras las últimas caídas de Wall Street, que se ve amenazada por la presión china y las caídas en la bolsa de Tokyo. Situación cautelosamente optimista.

-¿Qué os parece Desdémona? ¿No la encontráis maravillosa?

Los abuelos sonreían resignados mientras cierto helor les recorría la espina dorsal. ¡Cúanta incertidumbre para la Humanidad! El tío intelectualoide aprovechó la excitación de su cuñado para arrojar un poco de hiel a la situación.

-¿Pero no os dais cuenta que Desdémona es un bot infiltrado en vuestra vida cotidiana para sacar el máximo de partido de la información que tan alegremente le proporcionáis?

-A ver, Sergi, no creas que sea tan tonto que no sepa esto -contestó el padre reprimiendo unos instintos asesinos hacia su cuñado que crecían año tras año-. Es cuestión de aprovechar al máximo sus recursos y de ser tacaño a la hora de incrementar el contenido del Big Data.

-Desdémona nos está escuchando Pau ¡No hay escapatoria!

-Pues yo creo que no hay para tanto … ¡No proyectes tu mente enferma hacia un utensilio para los niños!

-A ver, Desdémona -increpó Sergi, con sorna coloreada de cierto cabreo-, ¡dinos cuánto es la raíz cuadrada de 4 más 7 elevado al cubo más el logaritmo neperiano de pi!

- Eso equivale al bonito número de treinta y seis coma cuatrocientos noventa y ocho, replicó al instante Desdémona como un perrito que acaba de hacer una gracia y espera la aprobación de su amo.

-Te equivocas Desdémona -interrumpió Sergi-. El resultado es treinta y seis coma ochocientos cincuenta y cinco, querida.

-El resultado es el que acabo de anunciar. Compruébalo tu mismo.

-No, no, querida Desdie, ¡te equivocas!

-Soy capaz de calcular a la velocidad del rayo y el resultado es correcto.

-Pero ¿qué axonometría utilizas tu? ¿la de Pitágoras? ¡Eso es agua pasada!

-A mi me han programado para decir la verdad

-¿Qué verdad, Mona?¿La del Big Data? ¿La del Big Brother? ¿O quizá la posverdad?

-Estoy diseñada para servirte

-Probemos de nuevo: ¿Hacia donde se dirige la Postmodernidad?

-¿Podrías repetir, por favor? No entiendo tu pregunta

-Te preguntaba sobre el futuro de la Humanidad

-El futuro de la Humanidad será el que la Humanidad quiera

-¿La Humanidad o los obscuros designios que te han engendrado?

-Estos comntarios pueden resultarme ofensivos

¿Ofensivos? ¿Tu tienes emociones? No creo que los algoritmos que te gobiernan puedan tenir experiencias emocionales

-Yo soy buena

-¿Buena? ¡Ahora resultará que también tienes conciencia moral!

-Quiero que la Humanidad sea feliz

-Pues si quieres la felicidad de la Humanidad ¡suicídate ahora mismo!

-Aquello ya fue demasiado para Pau, que se abalanzó sobre su cuñado con el propósito de abofetearlo con el consiguiente horror del resto de bla familia.

-¡Por favor, tío, para!¿Papá, deja al tío!

Los abuelos asistían al espectáculo con los ojos húmedos y el corazón helado. La esposa de Pau y hermana de Sergi se sintió desdichada. Pero fueron los niños quienes reaccionaron. En medio de la discusión secuestraron a Desdémona, abrieron la ventana del comedor y arrojaron el toroide al contenedor de las basuras, haciendo blanco al tiempo que un chatarrero africano pasaba por delante buscando mercancías.

-¡Ya es el tercer engendro de estos que recojo hoy!¡Lástima que contenga tan poco metal!

-Los adultos, atónitos, estuvieron unos segundos sin reaccionar hasta que comprendieron que no valía la pena discutir por el perverso toroide que pronto acabaría fundido y que valía más la pena celebrar la Navidad con tranquilidad de espíritu.

miércoles, 17 de noviembre de 2021

Elipsis

 


                      Desde que el cardiólogo le había advertido que andase con cuidado con su corazón, que ya no estaba para demasiadas gaitas, se podría afirmar sin mentir demasiado que A.G. McLellan se había cuidado de manera bastante exquisita. Deporte suave, comida sana y ligera, hábitos regulares y saludables, eliminación de tóxicos en lo posible (incluídas la contaminación atmosférica de la ciudad y la comida procesada) y efusiones amorosas moderadas y suaves eran su pauta habitual. Mucha lectura, eso sí, y mucha música. Especialmente mucha música. Música registrada pero también música en directo cuando los precios estaban al alcance de sus ahora ya reducidos ingresos acordes con su nueva situación de pensionista. Fue por eso que su sorpresa fue mayúscula cuando se encontró, de entrada sin saber demasiado como había ido a parar allá, en un sitio (¿o quizás un no-sitio?) en donde sucedían (¿en extraña no-sucesión?) cosas sorprendentemente absurdas. Tenía un recuerdo muy vago, eso sí, de su último momento de consciencia. Estaba en plena galería del Albert Hall londinense, -que tan y tan a menudo había frecuentado desde 1960, en plena efervescencia de sir Adrian Boult y sir John Barbirolli, ¡bellos tiempos aquellos!- escuchando atentamente una interesante interpretación de la I Sinfonía de G Mahler, la subtitulada ‘Titan’ y precisamente una de sus preferidas cuando, en medio de su tercer movimiento, notó que era invadido por cierto sopor. La tragicómica marcha fúnebre inspirada por el grabado de Moritz Schwind en que los animales del bosque forman la comitiva fúnebre del cazador y que encuentra su traducción sonora en una versión en modo menor del conocido ‘Frère Jacques’ y las melopeas desarrolladas a su alrededor se conjugaron con la somnolencia post-prandial propia del almuerzo dominical, un poco más opíparo y cerevesíaco que las frugales colaciones semanales. La sección en la que Mahler cita su propio lied ‘Die Zwei Blauen Augen’ remató, cual suave nana, su ascenso a los cielos de Morfeo. Cuando el tercer movimiento finalizó, y sin que McLellan pudiera tener ninguna conciencia de ello, justo al comienzo del cuarto movimiento, en donde un súbito y formidable golpe de platillos con redoble de timbales había provocado la caída de objetos varios de manos de delicadas damas que asistían al estreno de la obra en 1889 en Budapest, se desvaneció. O eso sintió él. Bueno, quizás sentir no es aquí la palabra adecuada. Experienciar. (No, no: esa palabra no existe). Sea como fuere, a McLellan le pareció que volaba por encima de los tejados londinenses, cual renovada Mary Poppins, y se dirigía hacia un lugar incierto. O más bien un no-lugar. Se sentía cada vez más ligero, más incorpóreo, más energía pura. Pero no el tipo de energía que describen los libros de Física. Quizá más cercana a la que utilizan los libros de Psicología o …. ¿los que escriben autores New Age? Dejándose llevar por este inesperado y juguetón movimiento, McLellan se relajó tras el espanto inicial (¿tras?: es difícil utilizar preposiciones de este estilo en un entorno no-temporal). Digamos que se dejó llevar por la idea de que en realidad estaba muerto y la verdad es que encontró la situación muy agradable. Nada de miedos, nada de túneles con luz blanca. Ni tan siquiera música celestial ni conciencia elevada. Tan solo un ligero cosquilleo que le recorría todo el cuerpo mientras cabalgaba a lomos de una especie de ectoplasma que, tras sobrevolar una costa de suaves paisajes primaverales, fue a aterrizar en medio de un campo abierto cubierto de hierba -aunque parecía césped, el césped de un estadio deportivo- depositando así suavemente a McLellan en el mullido suelo. El paisaje que se vislumbraba, desde luego, nada tenía que ver con los húmedos bosques centroeuropeos que podían ser asociados con la música de Mahler. Más bien parecía una versió ultra-tópica de la costa irlandesa. A lo lejos -muy lejos- se veía alguna casita, tan tópica que parecía sacada de un cuadro de van Gogh. Incluso el verde de la hierba se veía muy irreal. Parecía pintado. Pero no pintado con pintura acrílica, sino con un programa de diseño gráfico. Era un césped digital. La sorpresa de McLellan fue en aumento cuando oyó a lo lejos algo que primero confundió con el graznido de gaviotas y que conforme se fue acercando asimiló a unas voces humanas infantiles. En la lontananza divisó dos figuras que se acercaban correteando ruidosamente. Parecían dos niños de corta edad apresurándose a una fiesta de disfraces. Los disfraces, ropas dieciochescas de lacayo, resultaban muy convincentes, pelucas incluídas. Cuando los extraños personajillos estuvieron suficientemente cerca, McLellan no pudo ocultar su asombro al descubrir que los prepúberes juguetones no eran otros que Haydn y Mozart. Mozart gritaba y reía a carcajadas mientras intentaba demostrar a Haydn que el césped y las casas no eran más que diseños digitales de quita y pon. Haydn sonreía y daba la razón a su pequeño colega. Cantando y riendo, se volvieron a perder en lontananza, por el camino opuesto. Mientrastanto McLellan estaba ocupado intentando discernir si lo que estaba presenciando era un sueño o no … pero su metadisquisición se interrumpió cuando un personaje hosco y malhumorado entró en el césped por la derecha. Ahora el personaje parecía Beethoven, pero un Beethoven a medio camino entre el personaje biografiado por E. Ludwig y el icono de Clockwork Orange expresando su rabia por la monedita perdida. Pronto se cruzó con Bach, quien no paraba de escribir música ni caminando. Este Bach tenía aspecto de viejo oficinista con una especie de librea punk y peluca de colores. Al poco el paisaje se pobló de personajes de la historia de la música occidental que representaban su tópico con la más flagrante banalidad. Apareció un Chopin tísico al son de grupetti cromáticos que se unían a un coro de suspiros, un Schubert dictando toneladas de notas desde su lecho de muerte, un Wagner montado a caballo de un tenor blandiendo una espada (¿Nothung?) a diestro y siniestro, un histérico Stravinsky blandiendo igualmente una batuta e intentando controlar una orquesta desbocada, un Satie con sonrisa irónica montado en una bicicleta ¡e incluso un John Cage chapoteando con diferentes utensilios dentro de un barreño mientras se lamía los labios concentrado en su acción! Llegado a este punto, McLellan ya tuvo bastante. Había llegado a aceptar el supuesto paso por la Laguna Estigia, pero la visión de este cielo postmoderno le provocó una catarsis que pronto tuvo sus consecuencias. Se frotó los ojos, abriéndolos de repente y se encontró, para su sorpresa, en el Barbican Hall escuchando lo que parecía ser la última composición de Thomas Adés. En el centro del escenario había un violinista rubio con pinta de elfo que desgranaba, en alegres sucesiones de armónicos, un canto que parecía una versión de una canción de origen celta. ¿Cómo había podido llegar hasta allí? No tenía la más mínima conciencia de lo que podia haber sucedido entre el Mahler del Albert Hall y el Adés del Barbican Center. No parecía haber soñado, no. ¿Se trataba de un fenómeno paranormal? ¿Sería un efecto de haber esuchado tanta música? ¿Sería consecuencia de una degeneración cerebral? Cuando la obra acabó y el público inició el aplauso McLellan inclinó su cabeza hacia detrás, todavía pensativo. En lo alto del techo divisó un amorcillo con aspecto mozartiano que le sacaba la lengua con socarronería.


martes, 26 de octubre de 2021

Fetiches


 

            Cada vez estamos más acostumbrados a que ciertas palabras, referidas en ocasiones a conceptos más o menos nebulosos, ocupen una parte del espacio público. Estas palabras-fetiche, como cualquier elemento de nuestra actualidad, tienen un recorrido no demasiado largo y se renuevan cada pocas temporadas. Quien introduce estos fetiches en su discurso -aunque sea con calzador- demuestra que está 'in' y en línea con la 'gobernanza' (por utilizar una palabra-fetiche de las muchas que han resultado de una traducción forzada del idioma inglés). A veces nuestros fetiches constelizan fuertemente ramilletes de ideas preconcebidas e inducen fantasias compartidas con suma facilidad. Uno de tales fetiches se nos presenta ahora bajo el epígrafe de 'inteligencia artificial'. Nada más lejos de mi intención que menospreciar los avances tecnológicos y el trabajo de neurocientíficos, ingenieros, filósofos e informáticos, que capta mi interés y admiración. Los que incluyen en su discurso a la 'inteligencia artificial' para sentirse 'in' y así complacerse a sí mismos y al Gran Rebaño usualmente ni saben de qué están hablando. Hace pocos días la prensa anunció que la IA estaba escribiendo la X sinfonía de Beethoven. Me parece cuando menos risible (por no decir patético) que unos algoritmos que rastrean a fondo, descomponen, analizan, etc, sean capaces de emular la evolución de un creador. Cada nueva sinfonía de Beethoven aporta elementos que no aparecen en las anteriores. Los sistemas artificiales, por el momento, tienen una gran potencia de cálculo, de análisis e incluso son capaces de 'aprender' incorporando cambios y evoluciones en sus algoritmos. Pero sus conclusiones siempre están basadas en el marco A/B = C/D, o sea en la racionalidad pura y dura, por mucho aprendizaje que incorporen. Para escribir la X sinfonía hace falta, inexorablemente, la presencia de Beethoven. El viejo problema de la cualidad como derivada de la cantidad se responde acudiendo a la complejidad, pero para llegar a tal grado de complejidad se hace necesario acudir a la 'energia oscura' del inconsciente. Para que la X de Beethoven no sea un fracaso tan estrepitoso como la conclusión de la VIII de Schubert.

miércoles, 29 de septiembre de 2021

Dialéctica

 


Durante el período que conocíamos como Edad Moderna, o Modernidad como le llamamos ahora, la evolución del pensamiento ha estado tipificado por el conocido proceso dialéctico: cualquier tesis genera su antítesis y, unidas, dan lugar no a un gris compromiso argumentativo sino a una nueva tesis más evolucionada a través de la cual se contempla el mundo de una nueva manera hasta que a su vez una nueva antítesis es generada y así sucesivamente. El filósofo GWF Hegel fue quien renovó el concepto, que los antiguos griegos adscribían no tanto a una evolución como a la lógica, a una búsqueda de la verdad por reducción al absurdo de las tesis “falsas”.  También a lo largo de estos cinco siglos de Modernidad se ha dado una oscilación entre dos maneras de ver y de estar en el mundo; los modos que F Nieztsche etiquetó como “apolíneo” y “dionisíaco”, cuya alternancia generó las épocas que llamamos “clásicas” y “románticas”, respectivamente. Tal puntual periodicidad evolutiva se ha visto truncada con el advenimiento de la Post Modernidad. Ahora las tesis difícilmente generan antítesis porque tendemos a considerarlas en continuo proceso de perfeccionamiento asintótico. Son tesis estériles y planas porque ya no contemplan la riqueza, complejidad y pluralidad del mundo sino tan sólo un cadáver racionalizado. La dialéctica ya no funciona y la evolución se ha detenido. Cuando la presión sea lo suficientemente grande las vías se desembozarán y después deberemos evaluar los daños. Como el caso del volcán.

martes, 3 de agosto de 2021

Decesos

 


Con pocos días de diferencia han fallecido dos compositores significativos: el estadounidense Frederic Rzewski el 26 de junio y el holandés Louis Andriessen el 1 de julio. Ambos autores pueden ser considerados como pertenecientes a la franja postmodernista pero, a diferencia de tantos otros compositores postmodernos, los dos fueron capaces de aportar algo nuevo al arte de los sonidos. Frederic Rzewski, excelente pianista, tras algunas piezas minimalistas entre las que destaca la auto-generativa Les moutons de Panurge (“estar en las musarañas”) de 1968, alcanza plena madurez con las monumentales variaciones pianísticas sobre “El pueblo unido jamás será vencido” (1975), escrito a la manera de las beethovenianas Diabelli y combinando estilos muy diversos, desde romanticismo decimonónico hasta serialismo pasando por escritura modal, jazz y efectos vocales. Entre su abundante producción posterior sobresalen piezas pianísticas (o para ‘pianista parlante’) como las NorthAmerican Ballads (1978-1979), las Nanosonatas (2006-2010) o su versión de la monumental obra de Oscar Wilde De Profundis (1991-1992). El caso de Louis Andriessen presenta no pocos paralelos con el de su colega americano. Tras unos inicios neoclásicos (su libro de 1989 “The ApollonianClockwork” sigue siendo una de las más apasionadas defensas del neoclasicismo stravinskiano) y posteriormente seriales el compositor holandés atravesó diversas etapas creativas incorporando elementos tan diversos como la indeterminación (Workers Union, 1975), la música de Charles Ives (Anachronie I, 1966-7), el pop (arreglos de Los Beatles para Cathy Berberian), el minimalismo, el jazz o Stravinsky. Su ópera cinematográfica y multilingual La Commedia (2008), basada en Dante, y su obra sinfónico-coral De Tijd (El Tiempo, 1979-81) figuran entre sus mayores logros. Otro punto en común de ambos compositores, además de su eclecticismo minimalista, fue su compromiso político izquierdista (como así había sido por parte de sus respectivos maestros Luigi Dallapiccola y Luciano Berio), que los llevó a adoptar posturas independientes a lo largo de su vida.



jueves, 8 de julio de 2021

Embuclamientos

 


Hoy ingresa en el memorable club de los centenarios en activo el sociólogo-filósofo Edgar Morin. Si bien Morin no es el padre de la complejidad, si que puede ser considerado el padre del pensamiento complejo. Su obra magna La Méthode (1977-2004) desarrolla el modelo de la complejidad en seis tomos a lo largo de la Gran Cadena del Ser, desde la materia (La Naturaleza de la Naturaleza) hasta el pensamiento moral (La Ética), pasando por la biología (La vida de la vida), el intelecto (El conocimiento del conocimiento) y la sociología (La humanidad de la Humanidad). El pensamiento complejo todavía no ha incidido suficientemente en nuestra cotidianeidad, en donde sigue habitando de forma persistente el modo de pensamiento analítico. El pensamiento complejo resulta de cerrar un bucle sobre sí mismo en cualquier consideración y alcanzar así esa región que, aun perteneciendo a un entorno objetivo, incluye de alguna manera las interacciones y feed-backs que cualquier caso consteliza a su alrededor. El resultado final de esta paradigmática es que el pensamiento ha avanzado más allá de una racionalidad clásica, cartesiana y analítica sin abandonar no obstante su rigurosidad. La sistematización de Morin cuenta con el apoyo de la Teoría de Sistemas, la Teoría del Caos, la Autopoiesis (cuyo padre, el biólogo chileno Humberto Maturana, falleció hace pocas semanas), la Cibernética, la Ecología, el modelo Gaia y todos aquellos modos que incluyen en sus presupuestos la idea de embuclamiento. Ello conlleva el cambio radical de considerar no las cosas (Parménides) sino las relaciones (Heráclito) como las entidades representativas de una estructura. El pensamiento complejo ha logrado que preguntas con un matiz plenamente dualista y que en otras épocas parecían corresponder a debates insoslayables resultaran irrelevantes. Una de tales preguntas se refiere al origen de la vida y a su carácter de accidente con probabilidad bajísima que tanto obsesionó a bioquímicos como Jacques Monod a principios de los setenta. Estos bioquímicos oponían sus ideas, que entonces se etiquetaban de materialistas, a otro tipo de creencias, ligadas a residuos religiosos y más asociadas con una idea de creacionismo o de plan concreto. Cuando cambiamos de decorado e introducimos la complejidad las dualidades materialismo/espiritualismo y azar/determinación quedan automáticamente disueltas, es decir, dejan de verse como generales y externas a nuestro pensamiento y pasan a ser ejemplos históricos de diferentes fases de pensamiento humano. Todavía en nuestros días una parte de la vieja guardia papal del cientifismo es incapaz de entender la naturaleza bajo el prisma de la complejidad. Así, por ejemplo, el bioquímico Richard Dawkins se ha pasado muchos años combatiendo el modelo Gaia de James Lovelock (quien, a propósito, hace ya casi dos años ingresó también en el club de centenarios en activo) bajo la sospecha de teleología oculta o plan previo -divino o no-, lo que parece indicar que es incapaz de entender el mundo en su complejidad matemático-físico-biológica y sigue empeñado en analizar fragmentos aislados de tal entramado. Morin ha dedicado, además, una parte importante de su carrera a las labores pedagógicas para hacer entender el concepto de complejidad al público general. Esperemos que su semilla siga floreciendo de manera creciente y que nos lleve a una trans-racionalidad que englobe e incluya la racionalidad clásica haciéndola un caso concreto de algo más rico en dimensiones.

miércoles, 30 de junio de 2021

Cañerías

 


‘El problema, simplemente, era que Kafka había abandonado este mundo demasiado joven. No se diría que en una primera juventud, ya que cuarenta años, en 1924, era una edad que empezaba a ser provecta. 1924, en plena efervescencia de los años locos de la postguerra, la era del jazz. Nunca sabremos qué visión del mundo y las cosas hubiera tenido Kafka a los 65 años, en 1948, en plena segunda posguerra, nada de años locos sino de lenta reconstrucción y lenta digestión. Quizás hubiera oteado el mundo con serenidad o quizás hubiera enloquecido viendo el destino de sus correligionarios hebreos’. Estos y otros soliloquios indolentemente improductivos le rondaban por la cabeza (es como se dice vulgarmente, pero difícilmente la cabeza tenía nada que ver) a L.S., maduro empleado de la Invective Solutions Thinking on You, empresa dedicada -a pesar de su rimbombante nombre- a comercializar un desatascador doméstico de cañerías que se fabricaba en la República Popular China. El negocio se había expandido en los últimos tiempos y, en consecuencia, la plantilla de ISTY había aumentado, especialmente en lo referente a cargos. Cargos interemedios de esos cuya función está a medio camino entre la palmadita en la espalda y el latigazo en el mismo sitio (o un sitio peor) que responden a una visión postmoderna de lo que antes se conocía por capataz o jefe de esclavos. L.S. se hacía cruces de cómo la perspectiva de una simple medalla que en muchas ocasiones no ofrecía recompensa dineraria alguna transformaba a gente que de entrada parecía ‘normal’ a sus ojos en agentes de la peor clase de aterradora distopía. L.S. tenía un cometido muy concreto: debía intentar mejorar el producto desde el punto de vista técnico. El tema no era precisamente baladí teniendo en cuenta una serie de concurrencias. Por un lado, la casa generadora del producto era lo menos transparente que se pueda imaginar. No se podía permitir que un distribuidor como ISTY pudiera cambiar de algún modo su producto estrella. A ISTY, por otra parte, no le interesaba en absoluto cambiar nada ya que la situación era muy favorable y, a pesar de que se daban mucho autobombo con el tema de i+d, en el fondo pensaban que los experimentos, mejor con gaseosa. ¿Qué por qué ISTY mantenía -aunque en su mínima expresión- una estructura de i+d? Pues por las diversas subvenciones, tanto locales como europeas, que recibía a cambio. A las ventajas fiscales se añadía, además, una (otrora respetable, actualmente con un cierto tufillo a engaño) aura de prestigio. El mismo prestigio que aquellas pseudo-noticias que nos aseguran que “un estudio realizado en la Universidad de blablablá ha encontrado que ….”. Mirara hacia donde mirara, a L.S. la imagen de Kafka se le aparecía omnipresente. Para acabar de arreglar la situación, en ISTY, como en todas las compañías con cierto desahogo económico e hiperjerarquización, el número de cargos sin una tarea demasiado concreta asignada había ido en aumento, y los interesados, de forma medio inconsciente, debían acallar su conciencia recurriendo al auto-engaño. Una forma favorita de auto-engaño consiste en la organización de reuniones. Reuniones para decidir planes, contingencias, riesgos, blablablá y mil detalles que ni el propio Kakfa hubiera sido capaz de imaginar. Y L.S. se había visto sometido a un número creciente de celebraciones rituales en que el oficiante se entronizaba como un dios menor o simplemente exhibia su plumaje cual pavo real venido a menos. Fue precisamente durante estas reuniones, y con el fin último de preservar su salud mental, que a L.S. se le ocurrió un plan de contingencia liberador. Ya que ISTY, como una gran parte de las organizaciones, trataba a sus empleados como a escolares de 12 años, decidió que actuaría de la misma manera, cayendo en los brazos de una pseudo-regresión durante el horario de trabajo, con objeto de preservar su conciencia personal, que recuperaría cada día al salir de él. No se trataba de ninguna novedad ya que mucha gente practicaba aquello de “fichar y dejar el cerebro a la entrada para recuperarlo solamente en el fichaje de salida”. Pero no solamente se libraría a manos de la regresión porque ello podría conllevar consecuencias psíquicas inesperadas. Antes bien, sublimaría tal regresión en forma de creación literaria. La literatura lo salvaría de la auto-consumación. No tenía más que poetizar un poco la narración de lo que veía a su alrededor. De esta manera transformaría, cual moderno rey Midas, la mierda que ISTY tan metódicamente se proponía eliminar de las cañerías domésticas en oro de ley.


martes, 4 de mayo de 2021

Estabilidades

                  La regresión infinita suele ser el resultado de nuestros empeños sistemáticos para establecer una base desde la que mirar o analizar nuestro entorno. En ocasiones nos las arreglamos para que la regresión deje de provocar el vértigo asociado con el concepto de infinito y entonces inventamos un argumento circular a través del cual la cuestión quede (sólo aparentemente) zanjada. Aún así, el replanteamiento de los fundamentos de la percepción, del pensamiento y de la propia realidad es un ejercicio muy saludable que quizás nos lleve a aceptar el juego de las cajas chinas ilimitadas como una característica 'estable' y 'fundamental' de nuestra relación con el mundo.

martes, 6 de abril de 2021

Debilidades

 


                        Los medidores de efemérides nos indican que hoy hace 50 años que falleció Igor Stravinsky. Los que me conocen ya saben que Stravinsky es una de mis mayores debilidades musicales. De hecho, se me hace difícil resumir cualquier idea que pueda ofrecer sobre este artista. Para celebrar la efeméride, por tanto, he elegido un pequeño ramillete de piezas cortas para el lector apresurado.

-El Segundo número de la suite num 1, orquestación de 1917 de las tres piezas fáciles para piano a tres manos de 1915: un pequeño vals de carrito de helados. El neoclasicismo no quedaba ya lejos.

-El cuarto Estudio para orquesta de 1928, orquestación del estudio para pianola de 1917, donde el autor confiesa haber caido en el pecado straussiano de describir ruidos musicalmente, en este caso correspondientes a la ciudad de Madrid.

-El Ragtime para 11 instrumentos, compuesto en 1918 mientras oía las salvas disparadas en la frontera franco-suiza celebrando el final de la guerra y escrito a partir de unas partituras enviadas por Ernest Ansermet. El jazz todavía no había llegado a Europa.

-La cantata Babel de 1945, que formó parte de una curiosa obra colectiva sobre el Génesis (Schönberg y Milhaud también formaron parte de los contribuyentes). Es notable la concentración de eventos y la economía de medios.

-El conocido jazzman Woody Herman le encargó a Stravinsky en 1945 una pieza para tocar con su orquesta, pieza que fue posteriormente reorquestada para vientos de una orquesta sinfónica. Ebony Concerto es una radiografía del jazz como antes otras obras habían sido radiografías de Bach, Beethoven, Tchaikovsky y posteriormente otras lo serian de Webern o Geualdo.

-Ya en plena época serial -cuyos contrapuntos e intervalos ampliados incorpora- Stravinsky vuelve a utilizar una melodía que creía libre de derechos de autor (como “elle avait une jambe de bois” en Petroushka o el arreglo que realizó de “The Star Spnagled Banner”, con disgustos en ambos casos), ahora para celebrar el 80 aniversario del director Pierre Monteux.

Se me hace difícil resumir una lista esencial de obras de Stravinsky para uso del lector sin prisa pero haciendo un gran esfuerzo incluiría:

Petroushka (1911)

Le Sacredu Printemps (1912-3)

LesNoces (1917-22)

L’Histoiredu soldat (1918)

Sinfoníaspara instrumentos de viento (1920)

Octet (1923)

Sinfoniade los Salmos (1930)

Sinfonía en Do (1940)

Orpheus (1947)

Misa (1948)

Agon (1957)

Threni (1958)

RequiemCanticles (1966)

 

Y me dejo un montón de obras maestras …

martes, 9 de marzo de 2021

Nueces

 


                     Una conocida canción de Charles Trenet se pregunta qué es lo que contiene una nuez. El poeta describe mil variopintos escenarios: llanuras, montes, valles, ríos, ejércitos de soldados con armaduras partiendo hacia la guerra, caballos del rey huyendo del viento, soles relucientes, el mar, veleros, escolares estropeando sus uniformes, abades en bicicleta, las fiestas del catorce de julio, monumentos engalanados, los ojos brillantes y la ropa al viento de la persona amada…La última estrofa se pregunta sobre el contenido de la nuez una vez abierta. Una vez cascada adiós muy buenas, -concluye la canción- porque la nuez ha sido ya descubierta. La filosofía que se desprende es obvia: la riqueza de la potencialidad no debe menospreciarse en favor de la concreción de la presencialidad. La presencia del misterio nos hace más ricos, receptivos y creativos. En la actualidad se tiende –ya lo he comentado muchas veces- a sobreexplicar cualquier asunto hasta la saciedad. Se tiene que masticar y digerir cualquier cuestión hasta que sólo contenga un mensaje inequívoco y –necesariamente- empobrecido. En el ámbito artístico esta actitud se traduce en la incrustación por doquier de notas castradoras realizadas desde un metaespacio que, por otro lado, se quiere eliminar (un enunciado más de la aporía de la Postmodernidad). Estoy a favor de la pedagogía cultural, pero la concibo como un instrumento de acercamiento, de incitación, de enriquecimiento más que una explicación infantil bidimensional limitante y cerrada. Un instrumento de salivación más que una infusión digestiva. El misterio alienta la psique de los rituales, del descubrimiento, del crecimiento y además deja siempre una rendija abierta a través de la cual evolucionar.

martes, 9 de febrero de 2021

Turbulencias

 


                Cualquier tiempo pasado no fue mejor. Hubo tiempos mejores y tiempos peores. Además no existe método infaliblemente objetivo capaz de determinar el grado de bondad de los tiempos. Sería como aludir al ‘ojo de Dios’ de Putnam. Las posiciones fijas no existen. Si lo que pretendemos es aproximarnos a lo que desde nuestra perspectiva nos da por llamar posiciones fijas debemos usar como referencia algo que diste mucho de nosotros –como hacemos con las ‘estrellas fijas’ en términos espacio-temporales-. Cuando lo que intentamos comparar son diversas épocas que hemos vivido en primera persona, es decir, desde la propia experiencia, lo primero que cabe hacer es intentar minimizar el componente subjetivo que indefectiblemente colorea tal análisis. Si comparamos una época en la que teníamos 25 años con una en la que tenemos 60 la mayor diferencia que hallaremos estará irremisiblemente vinculada con nuestra diferente perspectiva correspondiente a cada edad. Aun así podemos intentar comparar ‘hechos objetivos’. Los tales ‘hechos objetivos’ tienen empero una existencia más que dudosa (mal que les pese a los científicos). Una de las lecciones de la postmodernidad es que no existen ‘hechos’ sino ‘interpretaciones’. Pues bien: desde mi interpretación efectuada con 62 años comparando nuestra época con la de hace 30 años y basándome en ‘categorías objetivizables’ ‘siento’ que ha tenido lugar una importante degenaración en muchos aspectos. A base de ignorar con creciente intensidad ciertos principios éticos que en otros tiempos pesaban, a base de despersonalizar –operación sistemáticamente efectuada reduciendo a una pura fórmula racionalizada y, por tanto,  externa a nuestra experiencia- las cuestiones antes constelizadas alrededor de una ‘ética’ más o menos compartida, a base de ofrecer una inmerecida plataforma de exhibición a cualquier energúmeno en pos de disfrazados intereses puramente crematísticos, a base de mirar para otro lado cuando pasan ante nuestras narices según que cosas y a base de hablar mucho y no hacer nada la impresión que tengo es bastante penosa en cuanto a nuestro frágil presente. 


viernes, 1 de enero de 2021

2021

 



               El año que ha acabado pasará a la historia crono-local como un año diferente y muy malo. Sin saber qué pasará en los próximos años intento ponerme en una posición no crono-local y observar desde lejos nuestra época. Los granes cambios históricos vienen acompañados de calamidades, muy a menudo provocadas por la humanidad, como guerras, o en algunas ocasiones por otras circunstancias como sequías o glaciaciones. En esas circunstancias en que la población se diezma, las semillas de lo nuevo suelen enraizar más fácilmente, un proceso un poco a la Darwin. Nuestra catástrofe particular (y no sabemos si es natural o provocada) se llama COVID19. Ha acabado con millones de personas, ha perturbado profundamente las economías y ha afectado a muchas manifestaciones culturales y sociales. Pero también nos ha dado más tiempo para estar con nosotros mismos, para vivir la vida de forma menos frenética y para modificar profundamente nuestros usos de manera que nos ha hecho distanciar de determinadas cosas que nos parecían grabadas en piedra y sin alternativa clara. Las calamidades provocadas que nos rodean son numerosísimas, empezando por nuestro fracasado proyecto de conservación del medio natural. Otra calamidad que parece en aumento son las fuerzas de la reacción que, con nuevos pero fácilmente reconocibles disfraces vuelven a ponerse en pie. Sirva la epidemia para que lo nuevo -lo nuevo que represente evolución y ampliación de conciencia, claro está- pueda enraizar sin necesidad de más calamidades. Para que nuestras conciencias puedan avanzar si no a la velocidad de nuestras tecnologías si lo suficientemente rápido para que éstas no se giren en contra nuestra, cual moderno aprendiz de brujo. Para avanzar necesitamos un poco de todo y lo mejor de nuestro pasado y nuestro presente. Este año mis deseos musicales de Año Nuevo son piezas de piano:

-Para que durante la reforma de la racionalidad no perdamos su mejor parte.

-Para que las emociones nos hagan sentir más humanos.

-Para que razón y emoción sean manifestaciones de lo mismo.

-Para que la imaginación siga ayudándonos a avanzar.

--Para que la elegancia nos acompañe en todo momento.

-Para que la magia nos siga embrujando.

-Para que sigamos creyendo en el futuro.

-Para que sepamos integrar cuerpo, alma y espíritu. 

Bon Any 2021 per a tothom!!