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viernes, 14 de noviembre de 2014

D


                       Esta es la entrada del blog que hace la número quinientos. Es por ello que me permito hoy hacer alguna reflexión en torno a él, concretamente el por qué de su título. La Postmodernidad, importante etapa crítica para con la Modernidad pero incapaz, por otra parte, de autoreconocerse como una parte integrante de ella y más concretamente de su decrepitud, establece la no existencia de metaespacios que puedan hacer de puente interparadigmático. Además, la postmodernidad (y he ahí su trazo característicamente narcisista) reconoce los diferentes paradigmas como intercambiables a capricho personal. De esta manera se habría llegado a un punto de aprehensión prístina de cualquier realidad, que se manejaría a placer personal de cada uno, ya que cualquier visión es perfectamente posible y autocreada. La postmodernidad, por tanto, quiere representarse a sí misma como el final de la historia, el desvelamiento del último telón de fondo que ya no puede caer puesto que hemos llegado a la (inexistente) pared posterior del escenario. Y esta pared nos dice que no pueden haber verdades absolutas, que todo es relativo. La visión evolucionista añade que aunque no haya verdades absolutas, existe un grado de holoarquía y de relatividad entre las verdades relativas. Y el juego de la caída de los telones de fondo puede aún continuar (derribando la pared posterior del escenario, que nos revelará a su vez otra pared más profunda). Lo de metacorner expresa esta voluntad de relativismo holoárquico. Por mucho que no puedan existir narrativas comunes entre las diferentes visiones, sí que pueden existir narraciones-puente entre algunas de ellas que se hallen en determinada configuración relativa holoárquica. Lo de transcliché es más evidente. Para navegar entre los metaespacios se hace del todo necesario el proveerse –o más bien, desproveerse, en este caso-, de cierto equipaje. Nuestro entorno diario nos ofrece una dualidad que a veces se hace absolutamente insoportable. Por un lado nos regala cada vez más posibilidades de abstracción, de comunicación, de información, de alcance, mientras que por otro nos reduce cada vez más a visiones superficiales, alienantes, cosificadoras y manipulativas. Necesitamos percatarnos de esta tendencia automultiplicativa hacia el cliché y abandonar sus caminos trillados. Transcliché Metacorner, por tanto, parte de una decidida voluntad de desafiar la visión habitual de las cosas, visión que tanto se replica en los medios y por otro lado quiere, de alguna manera, alinearse con lo que podríamos llamar las estructuras de la Trans-Modernidad. Ahí es nada!...

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Acumulaciones


            Hace cuarenta años, cuando el debate epistemológico entre la Modernidad y la Postmodernidad estaba en su cénit, la pregunta clave en el marco del conocimiento científico era –como se suele plantear en Occidente- de tipo dual: “-¿es o no es acumulativo el conocimiento científico?”. Nuestra posición más avanzada en la actualidad disuelve el dualismo. El conocimiento científico ni es acumulativo ni deja de serlo. Es más bien evolutivo. El conocimiento científico no es una masa sólida que se deglute como podían suponer los modernistas ni un objeto creado a voluntad como podían suponer los post-modernistas. Entre otras cosas porque la mente no es una boca que deglute un alimento externo al organismo ni la realidad es moldeable a capricho. El problema del debate Popper-Kuhn radicó en que ni los popperistas entendieron a Popper ni los kuhnianos entendieron a Kuhn (aparte del hecho de que gran parte de los científicos oyeron hablar de Popper –y lo malentendieron- pero no de Kuhn, al que básicamente malentendieron gente de Humanidades).

viernes, 7 de noviembre de 2014

Metabolismos



                        Cualquier manifestación colectiva denota un trazo cultural, desde la gastronomía al arte, desde las fiestas populares a la poesía, desde la actitud frente a la colectividad hasta la actitud frente a las desgracias. Y la actitud frente a las heces no escapa a este esquema. Las heces son parte del subproducto que un organismo animal genera a partir de su metabolismo y forma parte de un sistema mayor que incluye los procesos físico-químicos que la vida genera y mantiene, y que a su vez, mantienen la vida. Parece evidente que tales desechos no sean útiles a la misma especie animal que los genera, aunque puedan serlo para otras. En el caso humano (como sucede sin duda para otros animales) las heces pueden ir acompañadas de patógenos y, de forma natural, contienen elementos que las hacen desagradables a la especie que las genera (aunque, como ya he indicado en una ocasión, el elemento odorífero puede, en otras ocasiones, resultar atractivo bajo otro punto de vista). Este aspecto es cultivado desde la infancia, generando en el niño un disgusto hacia los excrementos que cumple una función protectora pero a la vez los equipara con lo indeseable, lo que nunca debe de estar alrededor de uno….sin recordar que somos nosotros los que generamos tal producto. Históricamente los occidentales se han sorprendido por los usos evacuatorios de otras culturas, como la árabe o las orientales, que hacen uso del agua para la limpieza post-evacuación, tildándolos incluso de primitivos o bárbaros. Es aparentemente mucho más bárbaro aplastar los excrementos contra el ano con un trozo de papel que después se frota contra la misma zona. El tema también se suele situar en la zona del sarcasmo y la parodia, como en la tradicional figura del pessebre o belén catalán, la del caganer. I és que en això d’evacuar lluita de classesno n’hi ha!!