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jueves, 18 de octubre de 2007

Hijos de Kuhn


Estoy leyendo la defensa que T. S. Kuhn esgrimió frente a sus críticos en el famoso congreso que tuvo lugar en Londres en 1965. A estas alturas, cuando buena parte de los protagonistas de la polémica no están ya en el mundo de los vivos, la escena cobra una significación histórica considerable. Bajo las discrepancias entre Kuhn y Popper-Lakatos se esconde algo más que una pura disquisición filosófica. En 1965 el término post-modernidad todavía era prácticamente desconocido pero el telón que separaba ambas weltanchaaungs ya formaba parte de la brecha que hoy día podemos trazar entre modernidad y postmodernidad. Sir Karl –como lo denomina Kuhn en su lecture-, a pesar de condenar a los enemigos de la sociedad abierta (entre ellos, Platón), apoya todo su edificio en una racionalidad construida alrededor de un mundo externo fijo. Por eso calificaba los métodos de su adversario de psicológicos en contraposición a los suyos, normativos. La posterior influencia de Kuhn –invocado, a veces, hasta extremos situados mucho más allá de sus límites originarios-, corrobora en cierta manera la crisis de la filosofía como tal, asociada a la crisis de la racionalidad más dogmática y a la creciente incertidumbre en la localización de los límites sujeto/objeto. Mientras leo las apasionadas –y, en ocasiones, elaboradas- disquisiciones intelectuales, veo –como Descartes- de forma clara y distinta, por estar situado cuarenta años más atrás en la historia, que las cosmovisiones respectivas han sido aprehendidas de forma gestáltica e intuitiva y que los ataques y defensas respectivos son cuidadosamente racionalizados antes de esgrimirlos sobre el adversario. Lo cual me hace más hijo de Kuhn que de Popper, como corresponde al Zeitgeist de nuestra época, crecientemente a-racional más que i-racional como pretendía el buen sir Karl.

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