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jueves, 15 de junio de 2006

Microcosmos


¿Cuál es el instinto que lleva en la mayoría de los casos a considerar que tu microcosmos es el mejor de los mundos posibles? Exactamente el mismo que te lleva a desconfiar de los microcosmos que te son ajenos. Es un fenómeno bien estudiado por la psicología. La identificación y la desidentificación te conducen por un camino gregario del que a menudo resulta difícil escapar, simplemente por una cuestión de miopía. “El nuestro/la nuestra es mejor”. Este es un programa absolutamente falto de aliento, que únicamente alienta el instinto ancestral del miedo a lo desconocido. Es el mantenimiento de la omnipresente dualidad “lo mío y lo ajeno”. El mundo del deporte, tan útil por otra parte para mantener la higiene física y psíquica personal y social, fomenta en numerosas ocasiones esta dualidad, recompensada en este caso por la identificación con un ganador que representa normalmente a una tribu. Cuando en las épocas pasadas de expansión de Occidente se descubrían nuevas civilizaciones, tras constatar que los componentes de las mismas pertenecían a la especie humana (cosa que bajo nuestra perspectiva es obvia, pero bajo una perspectiva menos evolucionada no lo era tanto –pensemos qué pasaría hoy si nos encontráramos con extraterrestres-), tenía lugar la inevitable comparación “nosotros pertenecemos a una raza ó cultura superior”. Todavía hoy, recientemente oí por TV a un tertuliano que, de una forma absolutamente inconsciente, hablaba de la cultura occidental como de la única fecunda y diferenciada (¡los espejismos de la tecnología!). El macrocosmos está constituido por una serie de esferas en forma de capa de cebolla que nos envuelven progresivamente. Nosotros debemos mantener vivo nuestro microcosmos particular porque somos sus principales depositarios, pero siempre observando más allá.
He empezado con una idea concreta y delimitada, y yo mismo he caído en la trampa de la dispersión. Otro día concentraré más mi discurso.

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