La figura del director de orquesta ha sido siempre expuesta en los foros de
los mass media como altamente rodeada
de un glamour mítico, de un prestigio olímpico. Y los relatos que acompañan a
muchos grandes directores de otras épocas están repletos de historietas con que
llenar o justificar esta narrativa. Debemos siempre de juzgar las cosas en su
contexto histórico. Hoy día podemos encontrar directores técnicamente mucho más
preparados que los viejos mitos de antaño (lo mismo sucede si hablamos de
cantantes, pianistas o violinistas) aunque si analizamos más profundamente en
la mayoría de los casos ello no representa un mejor resultado musical (id id
para los cantantes, pianistas y violinistas). Quizás se trate de un problema de
época: nuestro tiempo gusta de versiones perfectas, impersonales y, sobre todo,
convencionales. Aunque en nuestra época el marketing ha mejorado
considerablemente y logra hacer prevalecer lo que a los vendedores quieran
vender en cada momento. ¿Cuál es la función básica del director de orquesta?
Pues en primer lugar la preparación de una pieza musical (eso representa el
85%del trabajo). Durante la ejecución el mayor cometido (y no tan fácil como
parece a simple vista) del director consiste en llevar bien el tempo (eso es lo único que realmente debe saber hacer un director según el tratado
de dirección orquestal de R. Strauss) y, obviamente, transmitir claramente sus
instrucciones a la orquesta (incluso los grandes mitos del pasado pecaban por
ahí). Una buena orquesta constituye un claro ejemplo de un sistema dinámico y,
obviamente, un buen director debe saber escuchar para llevar el sistema a una
zona deseada, cerrando así el bucle cibernético de la interpretación musical.
Hoy en dia los directores también han de ser más dúctiles y saber brujulearse
en todos los repertorios a partir de 1750 (las épocas anteriores han quedado en
manos de “especialistas”). Según Stravinsky, todo compositor debería dirigir en
algún momento sus propias composiciones y algunas ajenas para saber qué exigir
exactamente de una orquesta. Mahler, Strauss, Boulez, Maderna tuvieron también
carreras importantes como directores de obras ajenas. El director-genial-tirano
(Toscanini) definitivamente, ya no se lleva. Y fue, precisamente, esta reacción
contra la tiranía del director-mito, unida a un profundo sentido ético y
social, la que llevó a Claudio Abbado a actuar de la manera profundamente
humana que adornó toda su trayectoria. Después de su muerte, Abbado ya se puede
convertir en un mito (como sucedió con Carlos Kleiber). En vida fue un
grandísimo músico y una gran persona.
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