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miércoles, 5 de diciembre de 2018

Ruina



He vuelto a leer a Han –publica tantos libritos que uno puede hacerle visitas periódicamente-. Esta vez el nuevo volumen –Psicopolítica, 2014- me ha parecido particularmente brillante (una de las cosas que más admiro en este autor es su capacidad para las ideas condensadas, aunque después las repita tanto que pierden algo de la concentración inicial). Los temas que trata Han vienen a ser los mismos de siempre aunque su importancia y alcance excusa la insistencia: el smartphone como herramienta de dominación (“como el rosario, sirve para examinarse y controlarse a si mismo; el me gusta es el amén digital. El smartphone es un confesionario móvil; Facebook es la iglesia, la sinagoga global de lo digital”), la política como mercancía (“hoy no se exige transparencia frente a los procesos políticos de decisión –por los que no se interesa ningún consumidor- sino transparencia para desnudar a los políticos hasta convertirlos en objeto de escándalo frente al espectador pasivo”), el Big Data como vigilancia policial aperspectivista, el capitalismo de la emoción –que, a diferencia del sentimiento, no permite la narrativa que articule ninguna idea-….  Una vez más lo único que encuentro a faltar es que la descriptiva tan lúcida y brillante de nuestro presente se enmarque dentro de una historia que narrativice el antes, el como y el después. Porque cada vez que Han utiliza términos como aperspectivista, a-narrativa o racionalidad lo hace en un contexto puramente peyorativo. Como los que utilizan el término globalización en sentido exclusivamente negativo, sin pensar que todo ello pueda ir asociado a un concepto evolutivo en el más noble sentido del término. Así, el a-perspectivismo es una manera de citar la multiperspectiva que genera una estructura superior que engloba a las inferiores, al igual que sucedería con la polinarrativa o la trans-racionalidad.


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