Vistas de página en total

martes, 18 de junio de 2019

Historias


            Mientras espero para entrar en el concierto leo con interés a Rorty, cuyas precisas, agudas y -para nuestra época- cada vez más heterodoxas apreciaciones me resultan un bálsamo con que combatir las racionalizaciones rayanas ya en la demencia con que nuestro entorno se intoxica cotidianamente. El concierto, una versión revisada -pero respetuosa con el original- de la stravinskiana Histoire du soldat, me parece de lo más interesante. La traducción también muy buena (menos el título; ¿cuándo se traducirá correctamente -como en las versiones alemana e inglesa que aparecen en la partitura- como "El cuento del soldado"?). A la salida observo al público que llenaba la sala: la media de edad raya los 60 años (tan solo la rebajan los  menores de 10 años que acompañan a sus abuelos). Una vez en la calle observo como el público que, simultáneamente, está saliendo de un espectáculo teatral ‘clásico’ es mucho más joven. Y una vez más me lamento: en los años 30, si en algo coincidían Roosevelt, Hitler y Stalin era en la importancia que concedían a la música como medio para la educación de las masas. La música, siendo compleja y polifacética, tiene una riqueza que va más allá de unas simples intenciones: la misma sinfonía de Mozart podía representar los más vibrantes valores de la democracia como ilustrar el ideal de vida de los totalitarismos (una vez expurgada la música en este último caso, claro está, de “degeneraciones” o “formalismos”). A pesar de la miseria moral y económica de los años 30, todavía existía la pretensión de “educar a las masas” a base de ampliar su capacidad de pensamiento, por muy coloreada que fuera esta pretensión. En nuestro tiempo, dada la inconsistencia de nuestros paradigmas –desde los morales hasta los estéticos, pasando por lo sociales y –por qué no- también los epistemológicos-, no existe ya un ‘fundamento’ sobre el que proyectar una posible educación. Este hecho, necesario en la historia de la evolución, representa un arma de doble filo ya que nos sitúa a la vez al borde de una gran evolución y de una gran involución. De una cosa, sin embargo, estoy (bastante) seguro: el bombardeo continuo de consignas, músicas, lecturas y explicaciones de simplicidad pueril no harán nunca que las sociedades evolucionen hasta comprender, aceptar y adoptar la complejidad a la que, hecho inherente a la evolución, nos vemos ahora abocados.

1 comentario:

Lluís P. dijo...

Fratello,

lo que se necesita, como agua de mayo, es criterio. Criterio para subsistir entre tanta basura en internet, que hasta que no se haga una limpieza a fondo de lo que realmente vale la pena, pues seguiremos aborregados por tanta información espúrea. Ahora bien, esta limpieza sólo la puede hacer cada uno, puesto que decidir lo que vale de lo que no es harto subjetivo.
Sin embargo, con la de siglos de civilización que llevamos a cuestas, y la de ejemplos de estultícia humana que hemos cosechado, dudo yo que la cosa se solucione. Con que entremos en una fase de moderación general, que no es poco, ya podemos darnos por satisfechos.

Saludos,


fp