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sábado, 2 de febrero de 2019

Cronopatología



                        Es evidente que uno de los cambios más acusados que caracteriza a nuestra época de transición está conectado con nuestra percepción del tiempo. Esto ya lo puso de manifiesto Jean Gebser cuando relacionó algunos desarrollos del arte (cubismo) y la ciencia (relatividad) con esta nueva estructura de conciencia que él calificó de “integral”. La relatividad coloca al tiempo –que deja de ser absoluto- a la par de las coordenadas espaciales, mientras que el cubismo lo engarza en una imagen pictórica -estática por naturaleza-. Los desarrollos que incorporan y hacen transparente al tiempo abundan cada vez más en nuestro entorno. Diríase que el deseo de querer hacer compatibles nuestras viejas y nuestras nuevas concepciones nos ha llegado a hacer padecer algo que podemos calificar como la patología del tiempo. En unos conocidos versos de su obra dramática The rock el poeta Thomas Eliot se refiere a la pérdida que supone el paso de la sabiduría al conocimiento, y del conocimiento a la información. Esta especie de degradación que nos podría hacer pensar en el segundo principio de la termodinámica se refiere básicamente a la pérdida de complejidad, a la desestructuración, la descontextualización y, en última instancia, a la pérdida de la concepción del tiempo-como-experiencia. Los bits de información son a-temporales pero en el mal sentido del término: no contienen una estructura lo suficientemente compleja como para tener relevancia por sí solos. Ninguna narrativa puede construirse con estas piezas aisladas (y la narrativa resultante del ensamblaje de tales piezas ¡resulta en el eterno epítome de la postmodernidad!). El tiempo-experiencia puede conformar unos aglomerados muy significativos que pueden definirse como el tiempo-como-evolución. Si algo nos muestra el paso del tiempo –vivido u observado hacia el pasado- es la percepción de un cambio. Incluso podemos decir que el tiempo es en realidad un constructo mental a través del cual percibimos los cambios. En un entorno en el que nada cambia, el tiempo parece detenido. El tiempo es en realidad, por tanto, la experiencia del paso del tiempo. Y la experiencia trans-temporal es significativamente diferente de la experiencia a-temporal que Byung-Chul-Han tanto critica cuando habla de la red y que a mis ojos aparece como un ejemplo más de la falacia pre- trans-.

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