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lunes, 23 de diciembre de 2019

Caridades



            Lo que en otras épocas había hecho incluso disfrutar a sus organizadores, que veían en este cometido un momento de solaz que daba un mínimo respiro a sus actividades cotidianas, muchas de ellas llenas de auténtico stress emocional, se había convertido ahora en motivo de incremento de dicho stress. Así reflexionaba la recién estrenada directora de recursos humanos de una corporación que prefería estar al día que pensar en profundidad. Sabía de sobras que la persona que había ocupado su puesto había sido puesta de patitas en la calle por una serie de hechos que habían culminado con la elección de un mantero subsahariano como invitado especial de Navidad el año anterior. Meswahru, el mantero en cuestión, había progresado durante el último año. Su mayor experiencia, tanto con el idioma como –especialmente- con la idiosincrasia locales lo habían hecho ascender desde la clase “inhumana” hasta la clase “humana ínfima”, según la clasificación que nuestra sociedad implacablemente aplica (aunque en secreto, claro está). Este hecho,  por desgracia, también significaba que la inocencia que en otros tiempos mostraba el subsahariano estaba empezando a declinar. Su otrora empleadora, la directora cesada, había descendido desde la clase “que-se-cree-dominante” hasta la clase “que-empieza-a-ver-que-no-pero-todavía-confía-en”. El caso es que se acercaban las fechas clave y había que encontrar un nuevo invitado para la conferencia didáctico-sentimental de Navidad. Como cada año, el condenado puente de inicios de diciembre se había llevado por delante a unos cuantos colaboradores (despidos que el director general había eufemísticamente calificado como “transferencias de experiencia”), y el departamento de recursos humanos también había visto así sobrecargada su actividad y su desgaste. Como ninguno de los trabajadores de dicho departamento había ofrecido sugerencia alguna al respecto, la nueva directora había convocado –sin demasiado convencimiento, aunque ni bajo tortura lo confesaría- una sesión de brainstorming. Los miembros del departamento, cada vez más temerosos de expresar sus pensamientos más íntimos, evitaban así enfrentarse con el sistema prefiriendo el consabido “pelotas fuera, que vamos ganando” antes que poner en duda unos cimientos que ya habían sufrido mal el embiste de mil terremotos.
-Es el primer año que gestiono este proceso en esta compañía, pero sabéis tan bien como yo que la elección del conferenciante puede ser un asunto delicado…
Los acólitos la miraban sin mirar, o bien concentraban su mirada en un incierto punto de la salita de reuniones, especialmente parca en puntos interesantes donde descansar la mirada.
-…o sea que cuento especialmente con vosotros para que me sugiráis temas y personajes. No temáis decir tonterías o apuntar a objetivos poco alcanzables. Ya iremos perfilando este punto conforme avancemos.
-El problema del año pasado, sugirió el veterano Andreu, es que a pesar de lo ejemplar y humano del personaje, no midió (quizás porque no atinó a hacerlo) el impacto que supondría ir pidiendo trabajos simples a los grandes directores de la compañía (mientras decía esto Andreu apartó de su pensamiento la idea de que muchos de esos directores no servían ni para hacer tales simples trabajos) y el malestar que creó fue fuente de malentendidos que crecieron gratuitamente al tiempo que recorrían el organigrama y las jerarquías.
-Antes que nada deberíamos plantearnos cuál ha de ser el objetivo de la charla y qué implicaciones puede tener, añadió el analítico Jordi, sin darse cuenta por otra parte que este era precisamente el tipo de cuestión que se quería, a toda costa, evitar enfrentar.
Rosa, con el sentido práctico que la caracterizaba, sugirió algo más certero:
-No olvidemos que, debido a los últimos despidos, el personal está tenso. No podemos aumentar su tensión gratuitamente. Lo mejor sería hacer un programa doble. Por un lado instruir y por otro divertir. Deberíamos, igual que el buen periodismo hacía –dicen- hace mucho tiempo, informar, formar y entretener. La información podría consistir en eslóganes, “misión-visión-valores” (-Rosa ya no recordaba como se denominaba a esta parafernalia en la presente temporada-), retos de actualidad y estrategias corporativas. Buena parte de la formación podría girar alrededor de la importancia de la digitalización, de la revolución del Big Data y de la vulnerabilidad de los sistemas informáticos. Y en cuanto al entretenimiento, ya lo sabéis: la mayor parte de gente libera su niño interno cuando se relaja (-mientras decía esto, pensaba, muy al contrario: -“las personas se comportan como criaturas cuando se las trata como criaturas, como solemos hacer en la actualidad”, aunque estuvo muy lejos de confesar estos pensamientos….).
-En resumidas cuentas, interrumpió la nueva directora, - ¿qué proponéis para el evento navideño de este año?
-¡Un concurso de pasteles!
-¡Una sesión de baile!
-¡Una conferencia de un indígena del Amazonas!
-¡Un psicodrama corporativo!
-¡Una lectura de poemas de Navidad! (los colaboradores recitándolos subidos a una silla)
-¡Una conferencia de una campeona deportiva paralímpica!
-Ya sé que es un tema muy manido, pero… pensad que la gente se sigue emocionando con facilidad cuando les pones a tiro el lado tierno de la vida… ¿qué os parecería si organizamos una sesión benéfica dedicada a algunos de los más desfavorecidos de nuestra sociedad?...
A la nueva directora le recorrió la espalda un leve escalofrío. El jugar con estas lides fue precisamente lo que precipitó las cosas el año anterior.
-Rosa, recuerda como acabó este tema el año pasado…
-No no, Vanessa, se trataría precisamente de evitar la presencia física de los beneficiarios. Vender una historia tierna de necesidad real que no nos comprometiera posteriormente.
-¿Y qué propones entonces?
-Pues mi primo me explicó que una vecina suya está en contacto con una pequeña ONG que gestiona las necesidades de menores tutelados. Con una pequeña suma podríamos hacer una donación en metálico o en especie que resultara ejemplarizante para el personal.
-¿Y cómo podríamos hacer partícipes a nuestros trabajadores?
-Muy sencillo: podrían dedicar algo de su tiempo, sus talentos o su esfuerzo a tal efecto. Por ejemplo, por cada kilómetro recorrido a pie se podría aportar una cantidad a la causa.
-Pero ¿qué tiene que ver el tocino con la velocidad? Debería ser algo más directo.
-¡Ya lo tengo! ¿Recordáis aquella empresa que alguna vez nos había organizado algún evento? Les podemos pedir ideas y soporte logístico.
-¡Claro! ¡Pensad en los niños felices y los empleados con el corazón abierto al mismo tiempo! ¡Que por un día los niños desamparados puedan ser felices, que por un dia puedan tener esperanzas, que por un dia …
-A la directora, a pesar de que la última frase le había sonado muy conocida –no en vano era una cinéfila empedernida- y no demasiado halagüeña, no le pareció mal, especialmente dada la premura de tiempo.
……
Y llegó el día señalado. La gente de Event Smart Empowerment –que así se denominaba la empresa local que contrataba rrhh para tales lides- montó un tinglado navideño en el que no faltaba ninguna de las cualidades comúnmente atribuidas a las fiestas navideñas: ternura, dulzura, sentimentalismo, azúcar y falsa modestia. Los participantes –en este caso los trabajadores en pleno de la empresa- se vieron impelidos a montar una serie de bicicletas que tenían por destinatarios a un grupo de menores acogidos en la casa que la ONG No nos olvidéis regentaba en una localidad cercana. Los trabajadores, con el alma ablandada, abordaron lo mejor que pudieron tan altruista cometido. Lo mejor que pudieron, sin embargo, en muchos casos dio un resultado no del todo satisfactorio. De todas maneras, los de Event Smart Empowerment ya tenían prevista tal posibilidad: las bicicletas que se entregaban a los menores no eran exactamente las que los caritativos celebrantes montaban sino otras más sólidamente ensambladas por la compañía fabricante. Las que se habían montado durante el acto navideño eran de nuevo desmontadas en los cuarteles de Event Smart Empowerment para ser de nuevo utilizadas en otro acto de características similares. Cuando el montaje se dio finalmente por acabado, un representante del comité de empresa solicitó que se hiciera una inspección de los resultados. Cada una de las bicicletas exhibía un pasquín con el nombre y características de su destinatario, cosa que facilitaba tal inspección. Cuando el comité hubo examinado todos los casos anunció su veredicto. Entre los beneficiarios había diecisiete niños y seis niñas, hecho que atentaba gravemente contra la paridad de género. El comité expresó sus inquietudes al respecto. Además, no se respetaba la cuota de extranjería: de los veintitres menores, solamente cinco tenían nacionalidad extra-europea (aunque de entre los nacionales, un 64,2% eran de raza no caucásica, lo que de algún modo podía compensar tal desajuste…). El comité también tenía en su lista el examen del respeto a la comunidad LGTB aunque en este caso, dado que se trataba de menores, decidió no aplicar los baremos correspondientes. Mientras tanto, un trabajador aburrido se dedicó a curiosear con su smartphone las características de la ONG No nos olvidéis. Curiosamente, Google no encontró nada al respecto. Quizá se trataba de una organización muy discreta o quizás…. El caso es que la cosa corrió como la pólvora entre los trabajadores, que multiplicaron sus búsquedas a través de motores y redes sociales. Cuando, al fin, alguna cosa apareció… ¡fue una bomba! La tal ONG en cuestión era un montaje destinado a timar a empresas poco escrupulosas a la hora de elegir el destino de sus caridades. A la nueva directora de rrhh se le heló la médula espinal mientras una sobre-oxigenación del cerebro estuvo a punto de provocarle un desmayo. Otro año con acto de Navidad polémico y… ¡quien sabía si con despidos en rrhh incluidos! Al punto le vinieron a la cabeza los versos con que acaba el film que tan poco halagüeño le había parecido una semana antes.

2 comentarios:

Lluís P. dijo...

Fratello,

realidad y ficción se mezclan a partes desiguales en este relato. Lo tremendo es que ni las gotas de humor ácido ni las ideas originales que destila el texto están muy lejos de lo real. Porque el lector debe saber que hay hechos como los que se describen que suceden en la vida empresarial. Tan seria por fuera (que el accionista no se asuste), tan impresentable por dentro (ahora, que se asuste menos todavía). El motor de tanta estulticia es el dinero, que se gasta en memeces en lugar de administrarse sabiamente. En las empresas con presupuestos muy ajustados no se dedica ni un euro a fomentar la felicidad del empleado, se usa el sentido común y punto. En fin, que el lector juzgue por sí mismo, pero con el comentario éste muy presente, si las grandes corporaciones están imitando un escenario mundial de sinrazón que puede reproducir la aniquilación de los dinosaurios con los humanos como víctimas suicidas.
Feliz Navidad!

fp

carles p dijo...

Fratello,

Releyendo mi narración observo que mientras la del año pasado -la historia del mantero- contenía a partes iguales ironía, ternura, humanidad, sarcasmo, la de este año se queda solo en el sarcasmo. No es, por tanto, tanto una expresión artística como un vómito terapéutico. Lo sé. Si la historia del mantero era más bien felliniana, la de las bicicletas se aproxima más a su reconocido referente berlanguiano. ¿Sabes cómo resumió una vez Berlanga el mensaje de Plácido?: "Los ricos son unos cabrones y los pobres ... también". Demoledor.
Bon Nadal!!
fp